martes, 22 de julio de 2008

Teatro Mauri de Valparaíso,RECARGADO¡¡

La fortaleza de empezar de nuevo (Articulo en diario Mercurio de Valparaíso 22 de julio)


El arte de las tablas ha sido su gran motor para asentarse en tierras lejanas a su Yugoslavia natal, “un país que ya no existe”, dice entre la nostalgia y la resignación Sanji Kelemen, ahora gestor teatral de la sala Mauri en el cerro Bellavista de Valparaíso, totalmente renovado como símbolo del empuje de este inmigrante artista.

FERNANDA GARCÍA


Una atmósfera absolutamente diferente a la de años anteriores, ni tan lejanos, se respira en el Teatro Mauri de Valparaíso. Muros rojo intenso, luces dirigidas y acogedoras mesas de madera al natural hacen juego con la barra del bar. Una sala para acoger a 230 personas, con butacas nuevas y calefaccionada, sintoniza con un notorio movimiento de actores. Máscaras y vestuarios varios anticipan que algo se está fraguando en este recinto porteño donde más de una vez el arte de las tablas ha dado la lucha por subsistir.

Ahora la responsabilidad de ganar esta eterna batalla la tienen Sanji Kelemen, Alex en chileno (54), y Sergian Copic, ambos artistas inmigrantes que aterrizaron por estos lares incentivados por la posibilidad de empezar una vida nueva, a la vez que apostaron a hacerse cargo del emblemático lugar.

Sergian llegó hace seis años y desde Serbia a Valparaíso lo hizo Alex hace dos, después de haber recorrido varios países armado sólo de lo que mejor sabe hacer: teatro. Evadiendo las vicisitudes de la guerra y los conflictos políticos que le impedían manifestar su capacidad creativa, emigró dejando atrás a Vojvodina, localidad en la que nació y que se extiende sobre la parte más septentrional del estado de Serbia, donde quedaron también su familia de origen, recuerdos y fotografías, porque por política personal siempre llevó consigo sólo lo esencial para subsistir.



VIDA DE TEATRO



Desde que tiene memoria, sintió inclinación por las tablas y gracias a ello es que más de 50 obras a su haber, dirigidas por él, fueron su principal carta de recomendación para asentarse en Valparaíso y enamorarse de la posibilidad de armar un “cuento” teatral encaramado en un cerro porteño.

La oportunidad la encontró al lado de Sergian, actual administrador del Mauri donde sintió que era posible echar a volar su alma creativa y plasmar la obra de su principal referente, Eugenio Ionesco, creador del teatro del absurdo.

Alex aterrizó en Chile hace 24 meses después de dejar su última estación, República Dominicana donde estuvo seis años, también bregando por instalar la certeza de que la actividad teatral es más un beneficio que un lujo exclusivo para algunos. Y aunque sus esfuerzos no fueron del todo infructuosos, finalmente se dio cuenta de que la inquietud por este arte no era en ese país caribeño tan profunda como para seguir intentándolo.

Sin embargo, dejó en la cultura dominicana el sello personal mediante uno de sus máximos montajes. Fue así como su primer proyecto fue la obra inmortal de Shakespeare, “Romeo y Julieta”, que armó con el grupo “Yocachu” de la ciudad de Santiago, situada al centro del Valle del Cibao. La obra la dedicó a la recuperación y desarrollo cultural incentivado por la misión que se había propuesto que era perseverar hasta que el teatro estuviese caminando bien, tal como debiera ser.



ESTABILIDAD CULTURAL



Tranquilo porque por lo menos la semilla quedó sembrada, se trasladó a Chile, pero no por capricho. Desde antes le había echado el ojo a estas tierras australes y le “tincó” al darse cuenta que el interés por el arte y el teatro era superior a lo que había vivido en Republica Dominicana. También influyó la estabilidad política y económica que ostentaba nuestro país en el concierto latinoamericano.

Ya instalado en Valparaíso, asegura que no se equivocó. El tiempo que ha permanecido ha sido suficiente para constatar que Chile es un país estable e interesante para trabajar en el ámbito de la cultura.

Pero reconoce que no es del todo fácil. De partida hay que cambiar la mentalidad. Su propuesta la sustenta en que hay que hacer teatro para el público porque no existe el teatro sin público. Por eso su apuesta es con obras que lleguen a la audiencia y ésta las acepte.

La diferencia con lo que se hace actualmente en Chile la establece desde la perspectiva que aquí muchas producciones, actores y directores no realizan sus montajes pensando en el público sino hacen, más bien, sicoterapia. Eso, a su juicio, no cala hondo y atenta contra la masificación de este arte.



VIDA DE ERRANTE



Y es que la experiencia que tiene Alex con el teatro europeo y más de 25 años en el oficio, lo faculta para hacer este tipo de críticas constructivas. Al tiempo que alcanzó a trabajar en teatro en su tierra natal, se suman seis años de trayectoria en Hungría, a dónde emigró al poco tiempo de estallar la guerra en su país.

Junto con él, salieron miles de inmigrantes de la ex Yugoslavia, buscando mejores horizontes. Después viajó a Grecia donde estuvo tres años hasta que su brújula giró hacia estas latitudes. República Dominicana fue su primera parada y luego Chile, adonde también aterrizaron miles de refugiados serbios, algunos con los que ya ha establecido contacto, entre ellos cerca de 50 familias que hoy se mantienen en proceso de asentamiento y que buscan formar una colonia para conservar vigentes algunas de sus tradiciones y costumbres.

Alex no llegó solo, trajo a su esposa Tatiana Babjak, ingeniero civil, aunque también se ha sentido inclinada hacia la actividad teatral por lo que apoya a su marido en las escenografías siendo un gran aporte en el montaje de “La cantante calva”; sin embargo, desde hace 15 meses está dedicada en exclusividad a Andreas, el primer retoño de ambos, de nacionalidad chilena.

El olfato artístico hizo que optara por asentarse en Valparaíso y no Santiago porque piensa que la capital tiene ya muchos lugares y una vida teatral propia. No así Valparaíso y Viña del Mar, donde faltaba una sala hasta que se sumó al sueño de Copic, con quien armó este proyecto, lleno de propuestas que irán viendo la luz a partir de agosto.

El entusiasmo le brota por lo poros y quizás por eso pensar en volver a su país no es, por ahora, una opción, menos aún cuando la situación política no está clara.

Los últimos 15 años de guerra sellaron en Sanji Kelemen la decisión de buscar un futuro más promisorio y eso exigía buscar una patria nueva en la que tuviera la oportunidad de vivir y trabajar.

Atrás, en Serbia, quedaron su padre y un hermano menor. Su mamá reside hoy en Australia y aunque tiene contacto con ellos piensa que si su intención es armar una vida nueva, no puede quedarse pegado a los afectos ni darse el lujo de extrañar. “Yo nací en Yugoslavia un país que ya no existe”, sentencia.

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