Cuarenta y dos cajas. Esas son mis pertenencias, y ahora que voy deshaciendo me pregunto dónde tenía metidas yo tantas cosas.
Dice mi hermano que podría hacer un duelo entre libros y cojines, a ver quién ganaba, porque tengo una cantidad acojonante de ambos. Es verdad que me cuesta deshacerme de cosas, aunque libros siempre dono el Día del Libro Solidario; y cojines... no sé de dónde han salido tantos, la verdad (aunque también es verdad que hasta ahora no tenía almohada de verdad y usaba dos cojines grandotes que tengo).
Pero en realidad, si hiciera un duelo como es debido entre lo que va saliendo entre caja y caja... ganarían los montones de cajas de zapatos con recuerdos que guardo. En ellas hay álbumes de fotos y más albumes de fotos, y negativos de fotos y más fotos. Hasta aquí, puede ser normal, somos muchos los que nos aferramos -un poquito- a las imágenes que nos han acompanyado, aquel chico que nos hizo sonreír, un cumpleanyos donde se juntó todo el grupo de amigos, una tarde en el Retiro en blanco y negro, el InterRail descubriendo lugares con el carnet de alberguista en ristre y la mochila con los sacos de dormir, encuentros con gente querida en Barcelona, o Bilbao, o Piedralaves...
Pero hay mucho más aparte de fotos. Por ejemplo, las entradas de las películas que fui a ver al cine con mi primer chico -cuando esa historia terminó, dejé de guardar TODAS las entradas de películas, casi religiosamente-, dibujos especiales que hacía mi siguiente pareja, cartas de companyeros de clase de cuando yo era pequenya, cuentos que escribía de ninya y menos ninya, postales, anuncios, posavasos... un montón de cosas que me traen multitud de recuerdos a mi cabeza. Y, por suerte, la mayoría de ellos me hacen esbozar una sonrisa, y sentirme afortunada por el pasado que ayuda a que hoy sea quien soy.
Eso sí... es lo menos práctico a la hora de mudarse. Y hay quien dice que es mejor viajar ligero de equipaje -no sé si mejor, pero más práctico, ya digo!-, pero yo necesito tener esas cajas de zapatos llenas de pedacitos de mi historia, a veces para refugiarme en ellas, a veces para encontrarme y otras para perderme buceando en papeles, cartas, fotos; a veces para, simplemente, no olvidar quién soy. Y, sin que los recuerdos me limiten -más bien me dan alas-, construir un futuro en el que el pasado no se olvide, sino que sea cimiento básico sobre el que poner los ladrillos del manyana.
[Edito para aclarar que, por supuesto, no son cuarenta y dos cajas de zapatos, las que he trasladado... son cuarenta y dos senyoras cajas, de esas de mudanza. Lo que pasa es que unas cuantas... estaban llenas de esas cajas de zapatos llenas de recuerdos de las que hablo en el post. Hala, por si había llevado a confusión el título y el número.]
[La imagen que encabeza este post es de Víctor Sepúlveda, puedes acceder a su galería de Flickr haciendo click en su nombre]
No hay comentarios:
Publicar un comentario