viernes, 9 de noviembre de 2007

25. Principios.



"La mujer Barbuda", "Maddalena Venturi con su marido". Año 1631.
José de Ribera
196 x 127 cm.
Óleo sobre lienzo.
Palacio Lerma. Toledo. España. Fundación Casa Ducal de Medinaceli.

He leído en el blog de Pilar, éste post, (lo leéis, hombre que tampoco cuesta nada y ella lo ha explicado muy bien). ¿Leído? Bien.

Yo creo que el problema de los principios, es que cada uno tiene los suyos y no suelen coincidir con los de los demás.

Su compañera de trabajo, tendrá principios, incluso puede que algunos muy parecidos a los míos o a los de Pilar, pero a lo mejor ordenados de otra manera.

El hecho de utilizar su canalillo para que la vida laboral le sea lo más agradable posible, puede ser tan válido o no, como el peloteo al jefe. Lo que pasa es que la chica es lista y sabe que los hombres son más visuales que “escuchantes” y ha decidido ir directa.



Otra posibilidad es que al jefe le guste la chica aunque se ponga un abrigo hasta las cejas, que todo puede ser, y que la mirada a su canalillo solo sea secundaria. Y aunque usara una 80 de sujetador él seguiría mirándola y babeando, (alguno de los comentarios apuntaba en éste sentido).

En ésta vida cada uno usa lo que puede para que le vaya mejor, quién lo niegue miente. Ya pueden ser un canalillo, una voz melosa, una caída de ojos, una sonrisa, un cumplido (hablo por hombres y mujeres).

No por ello careces de principios, puede que tengas unos principios diferentes cómo dije antes. La frase yo es que tengo principios, cómo si éstos fueran universales y todos tuviéramos los mismos, a mi no me convence.
Somos distintos, no podemos medir a todo el mundo por nuestra vara, siempre habrá alguien que piense que tus principios no son válidos porque no coinciden con los suyos.

Claro que entiendo a Pilar, aquí va un ejemplo.

Esperando para la revisión de un examen en la universidad. El profesor era un catedrático, (un catedrático muy mayor, se nos dormía en clase el pobre, ains). Se dirige hacia el despacho una compañera (apodada “la wonderbra”, no necesitaba bufanda, sus tetas ya le abrigaban la garganta), entró con un suspenso, salió con un notable.
En ese momento sopesé mandar a la mierda uno de mis principios (todos no, que luego a ver cómo los encuentro otra vez) y comprarme unas rodilleras para entrar en el despacho, pero ahí vino otro de mis principios (el que no me permite comprar rodilleras) y al final no pude.

Y claro que molesta, y claro que es injusto.

Pero ¿quién dijo que la vida es justa?

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