miércoles, 5 de diciembre de 2007

30. Navidad.

"La nevada o el invierno", 1786.

Francisco de Goya y Lucientes.

Óleo sobre lienzo. 275 x 293 cm. Museo del Prado. Madrid. España.

Me encanta la Navidad.
No, no es un post pastelero. Me explico mejor.
Me encantan los anuncios de la televisión en Navidad.


Las señoras ya no usan fairy, ya no hay compresas, ni suavizantes, ni desodorantes. Los anuncios se llenan de tíos buenorros anunciando colonias, ummm, qué guapos, ummm y qué bien tienen que oler todos. Sí ya sé que aparecen también tías buenorras pero por ahora esas no me inspiran lo mismo que mis hombrecitos de las colonias.


Bombones, turrones, polvorones y juguetes. Me encantan los anuncios de juguetes, mi hermano y yo nos peleábamos delante de la tele, me lo pido, que no te lo puedes pedir que ya lo hice yo antes, siempre desembocaba en una exhibición de “pressing catch”, en el salón de mi casa.


Pero qué coño, eso no es un tío buenorro, ni un anuncio de juguetes. Es una niña con los mocos colgando, y de fondo tiene una especie de chabola. Joder, ya me colaron un pobre en la tele. Por qué será que los pobres sólo tienen hambre en Navidad. Ni en agosto, ni en Semana Santa, ni en la Feria de Abril, no. Sólo aparecen por Navidad, debe ser que se conforman con comer sólo en diciembre. Bueno espera, que a lo mejor ellos no eligen cuándo salir en la tele, puede ser.


Entonces ¿es verdad que en Navidades nos volvemos todos buenos y generosos? ¿Que al mirar el langostino en tu plato y a la niña de los mocos en la tele, te entre una culpabilidad tal que te tires al teléfono aunque sólo sea para comerte el dichoso langostino sin remordimientos?


Y esas mismas personas al ir a la calle Preciados a comprar sus regalos, al ver al mismo tío de todos los años tirado en medio de la calle, también le darán dinero. No, espera, qué coño, ese no es una niña con mocos colgando, es otra clase de pobre. Es el pobre que me ensucia la calle y que me hace tener que saltar cargadita con mis bolsas si no quiero tropezarme con él.


Mira esa señora, cargada con bolsas, no puede abrir la puerta. Bueno pues que deje las bolsas en el suelo, que yo llevo prisa y no me voy a parar a ayudarla, qué no hubiera comprado tanto si no podía ella sola, qué leches.


Mil ejemplos podría poner, y en mil ejemplos me podría meter, por supuesto. Y en otros mil ejemplos no me podría meter. Pero estoy hasta las narices del espíritu navideño, ese espíritu falso y arrogante.

De que llegue diciembre y nos bombardeen con anuncios de organizaciones y similares, diciéndonos mira son pobres y no tienen para comer y tú sí. Pero qué coño, es que sólo tienen hambre en diciembre (sí, ahora me diréis que se anuncia todo el año, y que si vale para que se recaude más aunque sea por sentimiento de culpabilidad, bien estará).


Y mientras el alcalde gastándose los dineritos en lucecitas de diseño.


Pues eso que me encantan los tíos buenorros que huelen bien.

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