martes, 23 de septiembre de 2008

Cinco semanas y un día

No sabes cuántas veces has tocado fondo ya, y allí abajo, en el mismo Abismo, has conseguido impulsarte con tus pies pequenyos, débiles en principio, pero que ocultan una fuerza de la que siempre te olvidas, mala memoria, cabecita loca.

De nuevo este verano has paseado por los Infiernos, saludando a Cancerbero, que ya te conoce y te lame la mano en senyal de bienvenida, guardián de pacotilla.

Y cuando tu cabecita loca, que tiene un punto entranyable, se convierte en cabezón enfermizo, que de entranyable tiene bien poco, vuelves al edificio de paredes cada vez menos blancas, horarios estrictos, una llamada diaria, caras uniformadas y conocidas...

Allí has estado cinco semanas y un día, condena al preso que hace gala de buen comportamiento. Has visto más cosas de las que desearías ver, has dormido más horas de las que deberías dormido, has leído menos de lo que podrías haberlo hecho, y has pasado el tiempo entre libros, sudokus, plastilina, lágrimas, alguna sonrisa perdida.

Estás de vuelta en casa. Te has perdido medio verano en tu viaje entre tinieblas (aunque encontraste un rincón donde secarte el pelo al sol), y ahora toca otra vez remontar la montanya, un pasito, otro y otro más. No sabes dónde te llevarán tus pasos ni cuándo será la próxima caída -sí tienes la certeza de qué la habrá, antes o después-, pero eso debe importarte poco ahora. Concéntrate en moverte aunque duela.

Un paso.
Otro.
Y otro más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario