He aprendido tanto de él... por ejemplo, que casi todos los dolores se alejan cuando empiezas una historia, tres palabras mágicas que sustituyen al tradicional Abracadabra: Cuéntame un mito. Y las palabras fluyen en un chorro de calma, de mundos por descubrir, y el dolor se va y la cabeza cesa de dar vueltas.
Cuéntame una historia. Cuéntame un mito...
Hay una ciudad al oeste de Alemania, cerquita de la frontera con Holanda, que fue capital en el pasado y hoy recuerda más a un pueblo grande y tranquilo. Hace más frío del que me gusta y oscurece demasiado temprano, pero tiene algunos rincones que valen la pena. Sí, Bonn tiene algunos lugares especiales.
Tiene, por ejemplo, un gran parque al que se llega por un paseo a orillas del Rhin en el que vas encontrándote planetas a su distancia proporcional. Y en este gran parque, el Rheinaue, hay varios más pequenyos: un delicioso jardín japonés... y el jardín de los ciegos. Blindengarten.
En ese jardín hay carteles al lado de las plantas explicando en Braille datos sobre su especie. Y hay una escultura en el centro. Esta figura, como tantas, guarda una historia...
Una historia que empieza como la mayoría. Hace muchos anyos, en un lugar lejano... aunque hubiera podido ser hoy, hubiera podido ser aquí. Y tal vez también lo sea...
Un grupo de ancianos monjes afectados de ceguera se reunieron, una vez más, para discutir sobre Dios. Cada cual quería quedar por encima del monje vecino, cada cual se creía en posesión de la Verdad, ingenuos pensadores que querían hacer de las múltiples verdades Una Sola, la que ellos conocían y defendían. La conversación, que ya habían tenido más de una vez, repetía las mismas argumentaciones que en el pasado: "Dios es bueno y comprensivo", "No, Dios ha de ser justo y por lo mismo, severo", "Dios nos espera en su reino en los cielos", "Dios está en todas partes, no nos espera en ninguna de ellas"... ni siquiera ellos podían ponerse de acuerdo, aun siendo viejos amigos.
El más anciano de todos sacudió la cabeza y suspiró.
- Os dais cuenta de que en todos estos anyos no hemos sido capaz de acordar cómo es nuestro Dios? Cómo, si ni siquiera nosotros conseguimos escucharnos, lograrán dejar de competir los creyentes del mundo, defendiendo unos al Dios de los cristianos, otros a Alá, otros más a todo el panteón indio... no, no... pero esto no puede seguir así, y anoche tuve un suenyo... reunámonos de nuevo aquí la semana próxima, y espero que avancemos algo entonces.
A la semana sguiente se reunieron de nuevo y, antes de que pudieran empezar su eterno debate, el anciano monje hizo que pasaran a un cuarto que desconocían. Allí, les dijo, cada uno tendría que tocar lo que tenían delante, en silencio y sin moverse del sitio adjudicado. Así lo hicieron, y cuando hubieron terminado, se sentaron en círculo.
- Y bien? Qué había en la habitación?
- Era algo inmenso, apenas podía abarcarlo con mis dos manos. Era duro, rugoso casi, cálido... -comenzó el primer monje.
- Te equivocas, hermano. Lo que había en la habitación era pequenyo y peludo... y ligero -le corrigió el segundo.
- Qué decís? Lo que había en el cuarto era duro, sí, pero frío, y liso, muy suave... no sé dónde habéis estado! -refunfunyaba otro.
- No, no... no era tan duro, y podía moverse, era cilíndrico y húmedo al final...
El anciano monje les dejó seguir un poco más antes de revelarles lo que se resistían a ver: que todos estaban hablando del mismo ser, que no era otro que un elefante. Cada uno había llegado a conocer una sola parte del mismo: cola, lomo, colmillo, trompa... y su cerrazón a ver más allá de la propia pequenya experiencia les impedía apreciar el Todo. El Elefante. Un solo ser con múltiples apreciaciones. Como su Dios de Dioses?
Me gusta esa historia, la conocía antes de llegar al Blindengarten, y fue una agradable sorpresa encontrarme la escultura de los cinco monjes ciegos descubriendo su particular visión del elefante. Desde luego, es curiosa aplicada a las religiones (no confundir con Iglesias, o su institucionalización, mercantilización), pero se puede aplicar a muchas más cosas: cuántas veces defendemos algo con unyas y dientes y a lo mejor bastaría con que abriéramos la mirada para entender al de al lado...
Y estos días de filosofía de mercadillo sobre la Vida, lo que es y debe ser... lo que la historia me hace pensar es cuán a menudo reducimos la vida a dos aspectos básicos, cómo la hacemos girar alrededor de una circunstancia, o dos personas, o tres situaciones... y cómo la vida se fortalece si la apuntalamos sobre muchos pilares, más de los que podamos contar con los dedos de una man. Así, cuando uno, o dos, o con mala suerte tres... se vienen abajo en tiempo de tormentas, el edificio resiste porque le quedan varias vigas maestras aún.
Sigue habiendo elefante incluso si algún desalmado le ha arrancado los colmillos para vender su marfil.
[Fotografías del Blindengarten de Bonn, segunda imagen de la web www.eutropia.com]
[Escuchando "Rosas", de La Oreja de Van Gogh: cursi que es una]
Cuéntame una historia. Cuéntame un mito...
Hay una ciudad al oeste de Alemania, cerquita de la frontera con Holanda, que fue capital en el pasado y hoy recuerda más a un pueblo grande y tranquilo. Hace más frío del que me gusta y oscurece demasiado temprano, pero tiene algunos rincones que valen la pena. Sí, Bonn tiene algunos lugares especiales.
Tiene, por ejemplo, un gran parque al que se llega por un paseo a orillas del Rhin en el que vas encontrándote planetas a su distancia proporcional. Y en este gran parque, el Rheinaue, hay varios más pequenyos: un delicioso jardín japonés... y el jardín de los ciegos. Blindengarten.
En ese jardín hay carteles al lado de las plantas explicando en Braille datos sobre su especie. Y hay una escultura en el centro. Esta figura, como tantas, guarda una historia...
Una historia que empieza como la mayoría. Hace muchos anyos, en un lugar lejano... aunque hubiera podido ser hoy, hubiera podido ser aquí. Y tal vez también lo sea...
Un grupo de ancianos monjes afectados de ceguera se reunieron, una vez más, para discutir sobre Dios. Cada cual quería quedar por encima del monje vecino, cada cual se creía en posesión de la Verdad, ingenuos pensadores que querían hacer de las múltiples verdades Una Sola, la que ellos conocían y defendían. La conversación, que ya habían tenido más de una vez, repetía las mismas argumentaciones que en el pasado: "Dios es bueno y comprensivo", "No, Dios ha de ser justo y por lo mismo, severo", "Dios nos espera en su reino en los cielos", "Dios está en todas partes, no nos espera en ninguna de ellas"... ni siquiera ellos podían ponerse de acuerdo, aun siendo viejos amigos.
El más anciano de todos sacudió la cabeza y suspiró.
- Os dais cuenta de que en todos estos anyos no hemos sido capaz de acordar cómo es nuestro Dios? Cómo, si ni siquiera nosotros conseguimos escucharnos, lograrán dejar de competir los creyentes del mundo, defendiendo unos al Dios de los cristianos, otros a Alá, otros más a todo el panteón indio... no, no... pero esto no puede seguir así, y anoche tuve un suenyo... reunámonos de nuevo aquí la semana próxima, y espero que avancemos algo entonces.
A la semana sguiente se reunieron de nuevo y, antes de que pudieran empezar su eterno debate, el anciano monje hizo que pasaran a un cuarto que desconocían. Allí, les dijo, cada uno tendría que tocar lo que tenían delante, en silencio y sin moverse del sitio adjudicado. Así lo hicieron, y cuando hubieron terminado, se sentaron en círculo.
- Y bien? Qué había en la habitación?
- Era algo inmenso, apenas podía abarcarlo con mis dos manos. Era duro, rugoso casi, cálido... -comenzó el primer monje.
- Te equivocas, hermano. Lo que había en la habitación era pequenyo y peludo... y ligero -le corrigió el segundo.
- Qué decís? Lo que había en el cuarto era duro, sí, pero frío, y liso, muy suave... no sé dónde habéis estado! -refunfunyaba otro.
- No, no... no era tan duro, y podía moverse, era cilíndrico y húmedo al final...
El anciano monje les dejó seguir un poco más antes de revelarles lo que se resistían a ver: que todos estaban hablando del mismo ser, que no era otro que un elefante. Cada uno había llegado a conocer una sola parte del mismo: cola, lomo, colmillo, trompa... y su cerrazón a ver más allá de la propia pequenya experiencia les impedía apreciar el Todo. El Elefante. Un solo ser con múltiples apreciaciones. Como su Dios de Dioses?
Me gusta esa historia, la conocía antes de llegar al Blindengarten, y fue una agradable sorpresa encontrarme la escultura de los cinco monjes ciegos descubriendo su particular visión del elefante. Desde luego, es curiosa aplicada a las religiones (no confundir con Iglesias, o su institucionalización, mercantilización), pero se puede aplicar a muchas más cosas: cuántas veces defendemos algo con unyas y dientes y a lo mejor bastaría con que abriéramos la mirada para entender al de al lado...
Y estos días de filosofía de mercadillo sobre la Vida, lo que es y debe ser... lo que la historia me hace pensar es cuán a menudo reducimos la vida a dos aspectos básicos, cómo la hacemos girar alrededor de una circunstancia, o dos personas, o tres situaciones... y cómo la vida se fortalece si la apuntalamos sobre muchos pilares, más de los que podamos contar con los dedos de una man. Así, cuando uno, o dos, o con mala suerte tres... se vienen abajo en tiempo de tormentas, el edificio resiste porque le quedan varias vigas maestras aún.
Sigue habiendo elefante incluso si algún desalmado le ha arrancado los colmillos para vender su marfil.
[Fotografías del Blindengarten de Bonn, segunda imagen de la web www.eutropia.com]
[Escuchando "Rosas", de La Oreja de Van Gogh: cursi que es una]
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