Decía Freud que el hombre se ve atenazado por dos grandes fuerzas instintivas y opuestas, a las que dio el nombre de Eros y Thanatos. La primera simbolizaba la fuerza de Vida, el deseo, la atracción, la creación. Enfrente se encontraría irremediablemente de cara a Thanatos, o el instinto de muerte, de autodestrucción, de repulsión. Y así, navegando entre uno y otro tendría que encontrar el hombre su camino, eternamente a la deriva entre la Vida y la Muerte.
En la sociedad que hemos construido, la Muerte se teme, necesitamos verla de lejos, y de hecho alejamos ya lo que nos recuerda a ella. La enfermedad y la vejez tienen sitios donde estar sin mezclarse con nuestra cotidianeidad, porque nos recuerdan la muerte y lo inevitable de la misma. Pero nos da miedo, no se habla de ella, los funerales son actos solemnes y tristes donde se entienden la seriedad y el color negro como signos de respeto, no sabemos manejarnos con lo que no es sino una parte más de la vida. Aunque sea la última...
Ramón Sampedro, en su libro "Cartas desde el infierno", asocia repetidamente el temor a la muerte con la necesidad de control, tanto de nosotros mismos directamente como de estamentos sociales como la Iglesia. Un hombre a quien se le negó su derecho a morir dignamente según su deseo necesitó entender esa negativa como un acto de autoridad, de imposición de papá Estado, clero y magistrados en el mismo saco, velando por quienes ya no son ninyos como si continuaran siéndolo. Y el control es mucho más fácil ejercerlo desde el miedo, desde el tabú, desde el silencio. Tres características de la muerte.
En un viaje que hice a Marruecos hace un tiempo, vivimos una escena entranyable y que nos chocó. Una invitación a casa de un vendedor hospitalario al que habíamos visitado varias veces nos permitió conocer a su familia... y en el salón, tumbada, conocimos a su anciana abuela, más en el otro mundo que en éste, pero saludada por todos, respetada, querida e integrada en ese ciclo vital familiar pese a su cercanía a la muerte. Recuerdo a la pequenya de la casa, que tendría tres anyos, saltando y parloteando al lado de la abuela... y esa sensación de aceptación de la muerte, de cercanía a la vida, de cuadro de vida y muerte de la mano.
Eros y Thanatos.
Algunas personas tienen un instinto de vida debilitado, las causas pueden ser muchísimas... y el instinto de muerte, su Thanatos particular, está fortalecido, crecido, dominante y claro vencedor. Hay sufrimiento mientras hay lucha, y la lucha puede durar meses, anyos, porque Eros también resiste, también aguanta, porque hay una parte del ser humano que no se resigna a desaparecer. Y la calma sólo llega cuando la victoria cae de uno de los lados.
Necesito que acabe la pelea, gane quien gane.
(Imagen de Gustav Klimt: Vida y Muerte)
(Escuchando "La senda del tiempo", de Celtas Cortos)
En la sociedad que hemos construido, la Muerte se teme, necesitamos verla de lejos, y de hecho alejamos ya lo que nos recuerda a ella. La enfermedad y la vejez tienen sitios donde estar sin mezclarse con nuestra cotidianeidad, porque nos recuerdan la muerte y lo inevitable de la misma. Pero nos da miedo, no se habla de ella, los funerales son actos solemnes y tristes donde se entienden la seriedad y el color negro como signos de respeto, no sabemos manejarnos con lo que no es sino una parte más de la vida. Aunque sea la última...
Ramón Sampedro, en su libro "Cartas desde el infierno", asocia repetidamente el temor a la muerte con la necesidad de control, tanto de nosotros mismos directamente como de estamentos sociales como la Iglesia. Un hombre a quien se le negó su derecho a morir dignamente según su deseo necesitó entender esa negativa como un acto de autoridad, de imposición de papá Estado, clero y magistrados en el mismo saco, velando por quienes ya no son ninyos como si continuaran siéndolo. Y el control es mucho más fácil ejercerlo desde el miedo, desde el tabú, desde el silencio. Tres características de la muerte.
En un viaje que hice a Marruecos hace un tiempo, vivimos una escena entranyable y que nos chocó. Una invitación a casa de un vendedor hospitalario al que habíamos visitado varias veces nos permitió conocer a su familia... y en el salón, tumbada, conocimos a su anciana abuela, más en el otro mundo que en éste, pero saludada por todos, respetada, querida e integrada en ese ciclo vital familiar pese a su cercanía a la muerte. Recuerdo a la pequenya de la casa, que tendría tres anyos, saltando y parloteando al lado de la abuela... y esa sensación de aceptación de la muerte, de cercanía a la vida, de cuadro de vida y muerte de la mano.
Eros y Thanatos.
Algunas personas tienen un instinto de vida debilitado, las causas pueden ser muchísimas... y el instinto de muerte, su Thanatos particular, está fortalecido, crecido, dominante y claro vencedor. Hay sufrimiento mientras hay lucha, y la lucha puede durar meses, anyos, porque Eros también resiste, también aguanta, porque hay una parte del ser humano que no se resigna a desaparecer. Y la calma sólo llega cuando la victoria cae de uno de los lados.
Necesito que acabe la pelea, gane quien gane.
(Imagen de Gustav Klimt: Vida y Muerte)
(Escuchando "La senda del tiempo", de Celtas Cortos)
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