Tengo, tengo, tengo,
tú no tienes nada,
tengo tres ovejas
en una cabanya.
Una me da leche,
otra me da lana,
otra me mantiene
toda la semana.
Caballito blanco,
llévame de aquí,
llévame hasta el pueblo
donde yo nací...
tú no tienes nada,
tengo tres ovejas
en una cabanya.
Una me da leche,
otra me da lana,
otra me mantiene
toda la semana.
Caballito blanco,
llévame de aquí,
llévame hasta el pueblo
donde yo nací...
Sabiendo que mis ojos no ven como deberían, que tienen la vista cerrada permanentemente en lo mismo y que por fuerza, tiene que haber más allá, tiene que haber cosas que soy incapaz de ver como si fueran transparentes. Tengo, tengo, tengo...
Tengo un padre que niega serlo, que va haciéndose las Europas y coleccionando medallas al mérito diplomático/político con la conciencia tranquila bajo la barba. Tengo media familia perdida por su parte, tengo una sobrina que no conocerá a su tía y dos hermanos mayores que nada saben de mí.
Tengo una madre que huyó de mí (y de ella?) marchándose a una isla en forma de caimán a miles de kilómetros, una isla que aún suenya y cree en ideales y donde ella puede que recobre la sonrisa perdida, militando que es lo suyo. Tengo una madre de la que estoy orgullosísima como persona, pero con tantas lagunas como madre que ha acabado borrando a sus hijos de su Historia y marchándose a construir Futuros en los que sí cree. Tengo una madre que no ha sido capaz nunca de dar la cara por su hija, porque odia discutir y se siente pequenyita. Tengo una madre que eligió a un padre ausente como condición para tener hijos, y que luego decidió sumarse a la lista de ausencias.
Tengo una tía, única hermana de mi madre, que piensa que su sobrina va montando numeritos aquí y allá, y que ha vetado mi entrada en su casa. Tengo una tía que en la entrega de regalos de Reyes, este enero, exigió que yo no estuviera presente. Tengo una tía con más poder que nadie en mi familia.
Tengo un hermano lejano, más preocupado por el destino de una propiedad común que por su hermana. Tengo un hermano que necesita alejarse de mí para construirse un futuro, y que no tiene problema en decírmelo claramente.
Tengo una casa en la que he conseguido transformar lo luminosa que era en sombras que me asfixian. Tengo una casa donde mi Bestia reina y yo obedezco. Tengo una casa que se ríe de la palabra Hogar, tengo una casa-prisión, una casa asesina.
Tengo un exninyo que me pidió tiempo hace tanto que si no fuera por lo maniática que es una con los números del calendario, habría olvidado cuanto. Tengo un número de teléfono que no puedo marcar, un portal de una casa que no puedo pisar, tiendas en las que no entro, supermercados en los que no compro, líneas de autobús que no cojo, espacio-tiempos en los que tengo prohibido coincidir. Tengo una ausencia que no se llena, un vínculo perdido y un saco de promesas rotas. Tengo jardines marchitos, seis hojas de mentiras garabateadas en mi libreta, dos cartas incompletas y un corazón desangrado.
Tengo un grupo de amigos en común con mi ex-ninyo a los que sólo veo cuando éste se marcha fuera de Madrid un fin de semana. Tengo un barrio entero marcado en el mapa, doliente. Tengo vínculos haciendo equilibrios en la cuerda floja para mantenerse bajo las nuevas condiciones.
Tengo ropa que no me vale porque he bajado dos tallas y apenas se me ve de perfil. Tengo una cocina que no uso y comida en la nevera desde marzo. Tengo tantas limitaciones -seguro que muchas autoimpuestas- que sólo puedo ahogarme.
Tiene que haber otras cosas, lo sé por la teoría, podría nombrar algunas, una casa en Valencia, una prima que hace sonreír y un trabajo-refugio, pero son las otras las que bailan una y otra vez ante mis ojos en forma de lucecitas de esas que danyan la vista e impiden ver más allá.
Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada...
Caballito blanco, llévame de aquí...
(Escuchando "More than this", de... ops)
Tengo un padre que niega serlo, que va haciéndose las Europas y coleccionando medallas al mérito diplomático/político con la conciencia tranquila bajo la barba. Tengo media familia perdida por su parte, tengo una sobrina que no conocerá a su tía y dos hermanos mayores que nada saben de mí.
Tengo una madre que huyó de mí (y de ella?) marchándose a una isla en forma de caimán a miles de kilómetros, una isla que aún suenya y cree en ideales y donde ella puede que recobre la sonrisa perdida, militando que es lo suyo. Tengo una madre de la que estoy orgullosísima como persona, pero con tantas lagunas como madre que ha acabado borrando a sus hijos de su Historia y marchándose a construir Futuros en los que sí cree. Tengo una madre que no ha sido capaz nunca de dar la cara por su hija, porque odia discutir y se siente pequenyita. Tengo una madre que eligió a un padre ausente como condición para tener hijos, y que luego decidió sumarse a la lista de ausencias.
Tengo una tía, única hermana de mi madre, que piensa que su sobrina va montando numeritos aquí y allá, y que ha vetado mi entrada en su casa. Tengo una tía que en la entrega de regalos de Reyes, este enero, exigió que yo no estuviera presente. Tengo una tía con más poder que nadie en mi familia.
Tengo un hermano lejano, más preocupado por el destino de una propiedad común que por su hermana. Tengo un hermano que necesita alejarse de mí para construirse un futuro, y que no tiene problema en decírmelo claramente.
Tengo una casa en la que he conseguido transformar lo luminosa que era en sombras que me asfixian. Tengo una casa donde mi Bestia reina y yo obedezco. Tengo una casa que se ríe de la palabra Hogar, tengo una casa-prisión, una casa asesina.
Tengo un exninyo que me pidió tiempo hace tanto que si no fuera por lo maniática que es una con los números del calendario, habría olvidado cuanto. Tengo un número de teléfono que no puedo marcar, un portal de una casa que no puedo pisar, tiendas en las que no entro, supermercados en los que no compro, líneas de autobús que no cojo, espacio-tiempos en los que tengo prohibido coincidir. Tengo una ausencia que no se llena, un vínculo perdido y un saco de promesas rotas. Tengo jardines marchitos, seis hojas de mentiras garabateadas en mi libreta, dos cartas incompletas y un corazón desangrado.
Tengo un grupo de amigos en común con mi ex-ninyo a los que sólo veo cuando éste se marcha fuera de Madrid un fin de semana. Tengo un barrio entero marcado en el mapa, doliente. Tengo vínculos haciendo equilibrios en la cuerda floja para mantenerse bajo las nuevas condiciones.
Tengo ropa que no me vale porque he bajado dos tallas y apenas se me ve de perfil. Tengo una cocina que no uso y comida en la nevera desde marzo. Tengo tantas limitaciones -seguro que muchas autoimpuestas- que sólo puedo ahogarme.
Tiene que haber otras cosas, lo sé por la teoría, podría nombrar algunas, una casa en Valencia, una prima que hace sonreír y un trabajo-refugio, pero son las otras las que bailan una y otra vez ante mis ojos en forma de lucecitas de esas que danyan la vista e impiden ver más allá.
Tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada...
Caballito blanco, llévame de aquí...
(Escuchando "More than this", de... ops)
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