Dicen que hay que hacer balance, y a mí nunca se me ha dado bien. No lo he hecho en público (ehem, sigo considerando el blog como un sitio privado) porque no me he atrevido, por los qué dirán y cómo puedes decir eso y no valoras lo que tienes y esa manía de juzgar al vecino conociendo una parte chiquita, chiquita de lo que encierra.
1996 fue un anyo para tirar a la basura, y el 2000, y el 2004. Así que, siguiendo mi regla absurda de temporal cada cuatro anyos, esperaba el próximo anyo-catástrofe para el 2008, pero se adelantó al 2005, repitiendo jugada. Me pilló desprevenida, porque había agotado mis fuerzas peleándome el 2004. No se puede luchar siempre, me dije, ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar, me dije. Con esa frase por bandera -las hay mejores- dio comienzo el anyo, un anyo que se llenaría de silencios más dolorosos que cualquier palabra que se me pueda ocurrir, de ausencias que se clavan y desgarran aun hoy, cuando jugamos al escondite y al quesisí-quesinó.
2005 ha sido un pasillo largo, largo, por el que vagaban almas errantes, miradas perdidas, más allá de la puerta con barrotes y contrasenyas senyalada con el cartel de Octava Norte. Ha sido acostumbrarse a vivir sobre una de las tres patas, perdidas las otras dos, una allá en el Caribe y otra tras senyales de prohibido que se multiplicaban. Ha sido bajar de peso y volverse blanca como el papel mientras los análisis advertían de que la sangre de la ninya era más aguachirri que otra cosa. Ha sido hospital - meses fuera - hospital otra vez - más tiempo fuera. Ha sido un verano en el limbo, sin sentir ni padecer ni mucho menos poder pensar, hablar, ironizar. Ha sido familia ausente y casa-cueva que muerde en las noches frías. Ha sido cabeza desatada y voces que se erguían duenyas de la que escribe y la acorralaban en algún rincón, sometida, vencida, munyeco roto. Ha sido espacios perdidos, primero uno, luego otro y después otro más.
Pero una voz (que se parece a la tuya) me dice que hay más cosas, incluso en este anyo para el olvido. Y que también debería rescatarlas, aunque mi memoria juega conmigo y las sitúa al final del laberinto.
Así que, incluso en este anyo, ha habido una casa en Rivas que me abrazaba hasta cuando yo no me dejaba abrazar, y que lo hacía desde el carinyo aunque no entendiera. Ha habido una nevera que vamos aprendiendo a llenar. Ha habido otro techo en Valencia, a orillas del mar, que siempre es refugio cálido hasta cuando Gacela está perdida en su mundo y no contesta aunque se la pinche intentando sacar la ella que hay debajo de la química. Ha habido un trabajo que apasiona y que da alas y sonrisas, que mantiene la mente despierta y sin ataques de Bestias, un trabajo que parece dar sentido a todo lo demás. Y un viaje a Cuba para reencontrar una parte de mí, y perdonar y ser perdonada -qué redentor me ha quedado esto-.
Y algo más. Perdí espacios, desde luego... pero alguno lo recuperé, otro se sostiene con puentes de hilo de algodón que inexplicablemente no se rompe -y tal vez es que lo construí más sólido de lo que creía-... y apareció algún espacio nuevo. Este, mi blog, vuestros blogs. El canal del IRC donde me quedo algunas noches en vuestra companyía. Vuestras historias que hago un poco mías. Haber conocido al capitán cuentacuentos. Que un rubio fabricante de burbujas irisadas me llamara bicho suave y me ofreciera su mano. Seguir siempre cerca de la ninya que reflexiona en blanco y negro, saliendo de su burbuja. La promesa de poner cara a unos cuantos allá cuando el 2006 dé sus primeros pasos, el día 2.
Como no sé sintetizar, no sé en qué queda el balance. Supongo que en que hace tiempo que no compro píldoras de colores aunque no haya tirado las que ya tenía. Hace tiempo que ni siquiera abro ese cajón.
Ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar. Así empecé el anyo pasado, agotada. Este anyo sigo defendiendo esa frase... pero creo que no estoy tan cansada, tan absolutamente vencida como lo he estado. Tengo energía para algunas oportunidades más, creo, y me las estoy dando. Y eso es un logro.
1996 fue un anyo para tirar a la basura, y el 2000, y el 2004. Así que, siguiendo mi regla absurda de temporal cada cuatro anyos, esperaba el próximo anyo-catástrofe para el 2008, pero se adelantó al 2005, repitiendo jugada. Me pilló desprevenida, porque había agotado mis fuerzas peleándome el 2004. No se puede luchar siempre, me dije, ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar, me dije. Con esa frase por bandera -las hay mejores- dio comienzo el anyo, un anyo que se llenaría de silencios más dolorosos que cualquier palabra que se me pueda ocurrir, de ausencias que se clavan y desgarran aun hoy, cuando jugamos al escondite y al quesisí-quesinó.
2005 ha sido un pasillo largo, largo, por el que vagaban almas errantes, miradas perdidas, más allá de la puerta con barrotes y contrasenyas senyalada con el cartel de Octava Norte. Ha sido acostumbrarse a vivir sobre una de las tres patas, perdidas las otras dos, una allá en el Caribe y otra tras senyales de prohibido que se multiplicaban. Ha sido bajar de peso y volverse blanca como el papel mientras los análisis advertían de que la sangre de la ninya era más aguachirri que otra cosa. Ha sido hospital - meses fuera - hospital otra vez - más tiempo fuera. Ha sido un verano en el limbo, sin sentir ni padecer ni mucho menos poder pensar, hablar, ironizar. Ha sido familia ausente y casa-cueva que muerde en las noches frías. Ha sido cabeza desatada y voces que se erguían duenyas de la que escribe y la acorralaban en algún rincón, sometida, vencida, munyeco roto. Ha sido espacios perdidos, primero uno, luego otro y después otro más.
Pero una voz (que se parece a la tuya) me dice que hay más cosas, incluso en este anyo para el olvido. Y que también debería rescatarlas, aunque mi memoria juega conmigo y las sitúa al final del laberinto.
Así que, incluso en este anyo, ha habido una casa en Rivas que me abrazaba hasta cuando yo no me dejaba abrazar, y que lo hacía desde el carinyo aunque no entendiera. Ha habido una nevera que vamos aprendiendo a llenar. Ha habido otro techo en Valencia, a orillas del mar, que siempre es refugio cálido hasta cuando Gacela está perdida en su mundo y no contesta aunque se la pinche intentando sacar la ella que hay debajo de la química. Ha habido un trabajo que apasiona y que da alas y sonrisas, que mantiene la mente despierta y sin ataques de Bestias, un trabajo que parece dar sentido a todo lo demás. Y un viaje a Cuba para reencontrar una parte de mí, y perdonar y ser perdonada -qué redentor me ha quedado esto-.
Y algo más. Perdí espacios, desde luego... pero alguno lo recuperé, otro se sostiene con puentes de hilo de algodón que inexplicablemente no se rompe -y tal vez es que lo construí más sólido de lo que creía-... y apareció algún espacio nuevo. Este, mi blog, vuestros blogs. El canal del IRC donde me quedo algunas noches en vuestra companyía. Vuestras historias que hago un poco mías. Haber conocido al capitán cuentacuentos. Que un rubio fabricante de burbujas irisadas me llamara bicho suave y me ofreciera su mano. Seguir siempre cerca de la ninya que reflexiona en blanco y negro, saliendo de su burbuja. La promesa de poner cara a unos cuantos allá cuando el 2006 dé sus primeros pasos, el día 2.
Como no sé sintetizar, no sé en qué queda el balance. Supongo que en que hace tiempo que no compro píldoras de colores aunque no haya tirado las que ya tenía. Hace tiempo que ni siquiera abro ese cajón.
Ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar. Así empecé el anyo pasado, agotada. Este anyo sigo defendiendo esa frase... pero creo que no estoy tan cansada, tan absolutamente vencida como lo he estado. Tengo energía para algunas oportunidades más, creo, y me las estoy dando. Y eso es un logro.
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