viernes, 30 de diciembre de 2005

Cesta de deseos

Como no me bastaba con haber caído una vez en hacer el típico-tópico post de estas entranyables fechas con el anterior de balance anual, hoy me lanzo al segundo tópico-típico tema: los deseos para el anyo que comienza. No resbalen con la miel que intuyo se me va a derramar...

El primero es inevitable. Que nos reencontremos, que aprendamos a estar cerca sin danyarnos, que sepamos querernos de otra manera, y desde ahí, acompanyarnos, cómplices. Que rompamos las ausencias, los silencios, los rencores, las senyales de prohibido. Que recomencemos, ninyo, que llevamos un anyo entero mitad lejos, mitad a dentelladas, y ya es demasiado.

El segundo tiene que ver con el primero. Que Ella no me escriba más, no se haga grande a costa de hacerme a mí pequenya, que no ataque, que no te exhiba como pieza de trofeo para herirme o para sentirse arropada. Y que deje que nos encontremos, cada uno en su (nuevo) papel, sin amenazas, sin punyales. Sin sentirse amenazada tampoco ella, que nadie va a quitarle su lugar.

Otro más... que no haya más despedidas este anyo. Basta de adioses que rompen y desgarran. Basta de distancias que no sé cómo cruzar, y que me hacen intentar construir barcas con mis manos y lamentarme cuando hacen aguas.

Que no nos falten las fuerzas. Que sepamos levantarnos tras las caídas, aun doloridos y confundidos. Pero que haya algo que nos empuje a levantarnos, que no nos ceguemos sin verlo, que seamos capaz de mantener alguna ilusión aunque se nos rompan otras, que construyamos suenyos nuevos si alguno se queda en el camino.

Y que hagamos del mundo un lugar menos hostil. Primero, de nuestro pedacito chiquito de mundo, aquí, allá, en nuestro pequenyo espacio. Y levantando la mirada, que generemos una cadena multiplicadora, como la mariposa que bate las alas y el mar se levanta en la otra punta del planeta.

Que seamos capaces de hacernos felices. Que estemos cerca, que no seamos islas. Más sonrisas y menos sangre. Más ternura y menos gritos. Más cercanía y menos disfraces. Más abrazos y menos silencios de hielo. Que seamos capaces, también, de darnos cuenta de esos pequenyos-grandes momentos de felicidad, que cuando tengamos la suerte de tener uno cerca nos dejemos invadir por él y seamos capaces de recordarlos en las noches demasiado frías que también nos tocará pasar. Que nos cuidemos, y nos dejemos cuidar. Que no nos corten las alas, que volemos y descubramos nuevos pedazos de cielo. Que se los descubramos también a otras personas.

Y voy a acabar el anyo con Benedetti, porque siempre tiene la palabra precisa -la sonrisa perfecta?-, y porque también él miraba al cielo y pedía deseos...

HOMBRE QUE MIRA AL CIELO

Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo
montones de deseos hondos y prioritarios

por ejemplo que el dolor no me apague la rabia
que la alegría no desarme mi amor
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado

que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución

que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos
que avancen porfiados como castores
solidarios como abejas
aguerridos como jaguares
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación

que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza

que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano

y nada más
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios

Que despidáis bien el anyo, y que el 2006 os traiga todas las sonrisas que merezcais.

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