Llevo una semana en Barcelona despidiéndome de familiares y amigos antes de partir a Santiago de Chile.
Estaba esperando a Ultrasónica en el Zurich, particularmente atestado de gente en una tarde de lluvia, cuando un señor, desde la otra punta de la cafetería, me ha empezado a hacer gestos indicándome un sitio disponible.
Muy seria he asentido con la cabeza y al pasar por su lado he murmurado un escueto e impersonal: "gracias".
Y es que en estas situaciones siempre recuerdo aquel capítulo de Bridget Jones en el que la protagonista explica que al llegar a Londres saludaba y sonreía a todo el mundo hasta que un hombre se masturbó en la parte trasera de su abrigo en las escaleras mecánicas del metro.
Tomad nota queridas amigas:
Ser desconfiada y arisca es clave para la supervivencia urbana.
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