Memnón, hijo de Eos (Aurora), diosa del alba y de Titón, murió en Troya a manos de Aquiles. Su madre envió a los hermanos de Memnón, los cuatro vientos (viento del Norte, del Sur, del Este y del Oeste), a recoger su cadáver.
Eos no dejó de llorar la muerte de su hijo en toda la noche. Sus lágrimas aún pueden verse todas las mañanas de frío en forma de rocío.
En Egipto, existe una estatua que los antiguos griegos llamaron el Coloso de Memnón*, porque según decían, emitía un sonido musical al amanecer que identificaban con el saludo de Memnón a su madre Eos.
*El faraón Amenofis III (1391 – 1353 a. C.), de la dinastía XVIII, mandó construir dos gigantescas estatuas de piedra de 23 metros de altura. Ambos colosos representaban la figura del faraón y resguardaban la entrada a su templo mortuorio en Tebas.
En el terremoto del 27 d. C., se dañó la estatua del norte (la que recibió el nombre de Coloso de Memnón). Se formó una grieta que comenzó a emitir un sonido al amanecer. La fisura recorría la estatua y durante la mañana, al aumentar la temperatura y la humedad, al calentar el Sol la piedra, se podía oír según unos, un gemido, y según otros, un sonido parecido al de una campana.
Acudía mucha gente a presenciar el extraño fenómeno. Los visitantes buscaron una explicación en la mitología y comenzaron a decir que era la estatua de Memnón, hijo de Aurora, la diosa del amanecer.
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