Si hay algo que me encanta (bueno, hay miles de cosas que me hacen disfrutar, pero hoy entresaco una de ellas) son los reencuentros. Cuando hace tiempo que no sabes de alguien pero, por azar la mayoría de veces, la vida os vuelve a poner cara a cara, y a las dos partes se os dibuja una sonrisa en los labios. Inmensa sonrisa, de las que ilumina, de las que brillan tanto que calientan por dentro.
En estos días estoy teniendo bastantes reencuentros, virtuales, pero reencuentros al fin y al cabo (¡hay tantas formas de sentirse cerca!). Y me gusta volver a saber de aquellos a los que había perdido la pista, pero el carinyo seguía presente; leer que se alegran de saber de mí, que preguntan por cómo estoy, re-conocerles de nuevo y ver dónde les está llevando su camino.
Son sólo los primeros pasos y no quiere decir que vaya a retomar todas las relaciones que en su momento no metí en la mochila con la que viajo (aunque los guardaba en el otro macuto que siempre espera en casa, el de los recuerdos), ni mucho menos... pero es agradable saber que están ahí, al alcance de la mano. Él, a quien conocí en Bonn y que compartió conmigo momentos en esa tierra fría, científico loco, profesor exigente seguro, riendo cuando afirmábamos que lo mejor de su tierra era Shakira en vez de García Márquez (¡sacrilegio, herejía!). O Ella, companyera de pupitre hace casi mil anyos atrás, cuando nuestra edad tenía un 1 delante en vez del patito que luce ahora. Otra Ella, forera de lujo a la que perdí la pista demasiado pronto, siempre demasiado pronto, y a la que vuelvo a encontrar siete vueltas y media de la vida más tarde. O Ella, entre acordeones y poemas, que huyó de su espacio por un malentendido y que encontró otros lugares que hacer propios, aprendiendo a volar, haciendo suyo el cielo. Ella, sacada del barrio que una vez fue refugio, otras tormenta y ahora más recuerdo del pasado que de los días cotidianos. Y otros que no estaban tan lejos, pero que ahora están (aún) más cerca.
En fin. Gracias por el empujón :-)
En estos días estoy teniendo bastantes reencuentros, virtuales, pero reencuentros al fin y al cabo (¡hay tantas formas de sentirse cerca!). Y me gusta volver a saber de aquellos a los que había perdido la pista, pero el carinyo seguía presente; leer que se alegran de saber de mí, que preguntan por cómo estoy, re-conocerles de nuevo y ver dónde les está llevando su camino.
Son sólo los primeros pasos y no quiere decir que vaya a retomar todas las relaciones que en su momento no metí en la mochila con la que viajo (aunque los guardaba en el otro macuto que siempre espera en casa, el de los recuerdos), ni mucho menos... pero es agradable saber que están ahí, al alcance de la mano. Él, a quien conocí en Bonn y que compartió conmigo momentos en esa tierra fría, científico loco, profesor exigente seguro, riendo cuando afirmábamos que lo mejor de su tierra era Shakira en vez de García Márquez (¡sacrilegio, herejía!). O Ella, companyera de pupitre hace casi mil anyos atrás, cuando nuestra edad tenía un 1 delante en vez del patito que luce ahora. Otra Ella, forera de lujo a la que perdí la pista demasiado pronto, siempre demasiado pronto, y a la que vuelvo a encontrar siete vueltas y media de la vida más tarde. O Ella, entre acordeones y poemas, que huyó de su espacio por un malentendido y que encontró otros lugares que hacer propios, aprendiendo a volar, haciendo suyo el cielo. Ella, sacada del barrio que una vez fue refugio, otras tormenta y ahora más recuerdo del pasado que de los días cotidianos. Y otros que no estaban tan lejos, pero que ahora están (aún) más cerca.
En fin. Gracias por el empujón :-)
(Sí, he descubierto el mundo de Facebook)
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