miércoles, 25 de febrero de 2009

Cuenta atrás

Tic, tac, tic, tac, tic, tac...

Apenas quedan veinticuatro horas para el Día D, la Hora H. De hecho, algo menos, vendrán a ser poco más de veinte. Y los nervios tan bien conocidos se agarran de nuevo a la boca del estómago, instalándose allí, haciéndose fuertes en el que es casi más su terreno que el mío.

Intento recordarme por qué me gustaba ir. Sé que me ordena los horarios, impide que me esconda bajo el edredón (muchas) más horas de las necesarias e instala una rutina que me favorece. También sé que me siento mucho más útil yendo que quedándome en casa haciendo poco y menos. Y que me gusta lo que hacemos allí entre todos, aunque éste no sea el mejor momento (no lo es para casi nadie, con la sombra alargada de la crisis planeando por encima de nuestras cabezas).

También me entra el miedo, claro. Porque volver implica de nuevo una responsabilidad para la que debería estar preparada, pero no estoy 100 % segura de estarlo. Porque implicará también que cuando tenga una crisis y no pueda dormir, aire escapándose de mi pecho, lágrimas desatadas, no podré refugiarme en un suenyo reparador a la manyana siguiente. Y está el saber que tengo que volver a hacerme un hueco, acomodarme a más cambios, afrontar nuevos retos.

Respiro profundamente. La suerte está echada. La cuenta atrás ya ha empezado, y el reloj avanza, inexorable. No sé si estoy preparada, puede incluso que la respuesta sea no, pero también puede ser un sí. Y no voy a esperar más.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac...

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