jueves, 30 de marzo de 2006

Me-me lo cuentas?

Te-te lo cuento, vale... sobre todo al Hámster y a cierta Sonrisa Extranya que me lo han pedido... Repaso mental:

Hace 10 anyos, yo... me rompía oficialmente, aunque llevaba un anyo rota, enmascarado bajo "la crisis de la adolescencia". Ante el barco yéndose a pique empezaban las movilizaciones, primero l-e-e-e-e-e-n-t-a-s y sin querer aceptar nada. Luego, la búsqueda de parches y etiquetas. Me perdí el viaje de fin de curso, porque los Yos hechos pedacitos no deben coger aviones (algo de los cambios de presión). Marzo del 96, mes negro, el primer marzo negro. Rescatando algo bueno... mi hermano me dijo que me quería. No me lo había dicho (ni demostrado, ni probablemente lo sintiera) desde... el 84, creo.

Hace 5 anyos, yo... descubrí muchos motivos para sonreír. Conocí en persona a quien sería mi pareja unos anyos, cómplice, companyero, amante, amigo. En el periodo de los 31 días de marzo pasamos del teléfono y los mails (éstos venían de meses atrás) al encuentro en persona, esa fuente de Callao, él de traje y maletín pensando "si es una ninya!", yo ni recuerdo cómo, pensando "si es un senyor!", y los dos equivocándonos, claro. Un café bombón interminable en el Café y Té de Sol, y los dos tomándolo igual, aguantando el amargo del café solo para poder disfrutar después de la leche condensada. Tres días después, un desayuno juntos celebrando su cumpleanyos, y él recordando que me gustaba la vainilla. Otro día más tarde, despertar juntos en una casa llena de gente venida de aquí y allá. Y siete días más allá, un cine, un volcán en el Hawaiano, una flor y un collar, una promesa estratégica de arroz con leche y el primer beso de madrugada (han leído bien: primero el despertar juntos, una semana después un primer beso). En el mismo mes, un primer paseo por El Retiro, escuchando a Sabina. Laaaaaaargas conversaciones telefónicas. Marzo del 2001, mes de descubrimientos.

Hace 1 anyo, yo... me perdía en mí, de nuevo, como ayer, como manyana. Marzo volvía a ser negro, negro como el del 96, angustia y lágrimas encarnadas. Ausencias que oprimían, casas que asfixiaban, traspiés continuos, aire que se escapaba de mi garganta y se negaba a volver. Pensamientos desatados. Desesperanza, cansancio. Agotada, dibujé el "hasta aquí" a dos meses vista. Todos mis finales empiezan en marzo.

Ayer yo... trabajé en un sitio que me gusta, haciendo cosas que me gustan. Lloré unos minutos en el banyo del curro, porque soy un vaso lleno de mí y me derramo enseguida estos días. Me lavé la cara y me volví a colocar la sonrisa y el "másomenos-gracias". Me reí bastante en la comida en un chino. Visité varios blogs, charlé un rato por Internet, esperé un par de cosas que no se produjeron. Mandé un mensaje a alguien especial. Me dormí viendo una serie en la tele.

5 lugares especiales para mí:

1. El Retiro, en general. El lago chiquito frente al Palacio de Cristal, en particular.
2. La fuente de Callao, y no sólo por el encuentro de hace cinco anyos.
3. Marrakech entera, y concretando, la Plaza de la Djemaa El Fna. Fiesta de Vida, despertar de los sentidos (y patrimonio oral de la humanidad, ya que estoy).
4. Bonn. Su Blindengarten, su playa, el Japanische Garten, el lago del Rheinaue, la plaza de los Numenoreanos (que no se llama así, claro), el mercado de Navidad. Bonn.
5. Valencia, en casas repartidas, y la Playa de la Malvarrosa. Una playa, cualquier playa. Un mar, cualquier mar.

5 mayores alegrías para mí:

1. Mi prima. Verla sonreír, verla crecer, que comparta sus suenyos, sus vivencias, sus miedos... conmigo.
2. Mi curro. Saber que lo hago bien, saber que es útil, saber que sirve para algo, saber/creer/sonyar que cambiamos un poquito el mundo.
3. Montarme en las sillas voladoras allá donde encuentre esa atracción. Sentir que vuelo.
4. Dormirme cuidada en una casa refugio en tierras valencianas, o esa otra en Rivas, o en mi casa-a-veces-luminosa con alguien susurrando a mi oído.
5. Los encuentros-tesoro en los que puedes ser tú misma sin freno, que empiezan con unas canyas que se alargan y se alargan... las noches de charla interminable entre amigos.

Y me da la gana de que haya 6 y 7, porque se me ocurren y no voy a ser cicatera en Alegrías precisamente. Así que...

6. La risa contagiosa, siempre contagiosa, de un pequenyajo. La sonrisa de un bebé, sin dientes, sincera. Los ojos de esos adultos que también son ninyos, que sonríen a la vez que los labios. Provocarlo yo.
7. Las tardes de sofá, maratones de Friends, cosquillitas suaves en el brazo, trenzarte el pelo, todo confianza, cercanía, calidez.

5 cosas que me gusta comer:

1. Pollo a la cerveza, mejor si son muslitos.
2. Alitas de pollo (ya, como venga la gripoe aviar me da de lleno)
3. Tortilla de patatas (con cebollita y el huevo sin cuajar)
4. Macarrones "mi hermano" (o refritos con choricito, un poco tostados algunos, y nyam!!)
5. Algodones de azúcar, gigantes, inmensos. De lo que se come, se cría.

5 juguetes favoritos:

1. Los click de playmobil
2. Los Pin y Pon
3. Los juegos de médicos (me-di-ci-na y nada más, mentes calenturientas!)
4. Una maletín que tenía dentro una mini-oficina y una máquina de escribir de verdad (pero rosa, eso sí)
5. Peluches abrazables (éste se mantiene en la actualidad)

Y pensando en víctimas... primero iba a dejarlo en blanco y luego he pensado en algunos de los que me gustaría leerlo. Si eres Spica, Juanjo, Juankar o Belver y, sobre todo, por un azar extranyo, también te apetece responderlo, yo estaré encantada de leerte. Aunque es tontería, porque en realidad YA estoy encantada de leer lo que escribís sin necesidad de instrucciones previas.

(Y ya lo sé, ha quedado laaaaaaaaaargo, laaaaaaaaaargo. Mi incapacidad de síntesis, de nuevo. Pero esta vez, las reclamaciones al Hámster y al que sonríe raro, por favor)

Me-me lo cuentas?

Te-te lo cuento, vale... sobre todo al Hámster y a cierta Sonrisa Extranya que me lo han pedido... Repaso mental:

Hace 10 anyos, yo... me rompía oficialmente, aunque llevaba un anyo rota, enmascarado bajo "la crisis de la adolescencia". Ante el barco yéndose a pique empezaban las movilizaciones, primero l-e-e-e-e-e-n-t-a-s y sin querer aceptar nada. Luego, la búsqueda de parches y etiquetas. Me perdí el viaje de fin de curso, porque los Yos hechos pedacitos no deben coger aviones (algo de los cambios de presión). Marzo del 96, mes negro, el primer marzo negro. Rescatando algo bueno... mi hermano me dijo que me quería. No me lo había dicho (ni demostrado, ni probablemente lo sintiera) desde... el 84, creo.

Hace 5 anyos, yo... descubrí muchos motivos para sonreír. Conocí en persona a quien sería mi pareja unos anyos, cómplice, companyero, amante, amigo. En el periodo de los 31 días de marzo pasamos del teléfono y los mails (éstos venían de meses atrás) al encuentro en persona, esa fuente de Callao, él de traje y maletín pensando "si es una ninya!", yo ni recuerdo cómo, pensando "si es un senyor!", y los dos equivocándonos, claro. Un café bombón interminable en el Café y Té de Sol, y los dos tomándolo igual, aguantando el amargo del café solo para poder disfrutar después de la leche condensada. Tres días después, un desayuno juntos celebrando su cumpleanyos, y él recordando que me gustaba la vainilla. Otro día más tarde, despertar juntos en una casa llena de gente venida de aquí y allá. Y siete días más allá, un cine, un volcán en el Hawaiano, una flor y un collar, una promesa estratégica de arroz con leche y el primer beso de madrugada (han leído bien: primero el despertar juntos, una semana después un primer beso). En el mismo mes, un primer paseo por El Retiro, escuchando a Sabina. Laaaaaaargas conversaciones telefónicas. Marzo del 2001, mes de descubrimientos.

Hace 1 anyo, yo... me perdía en mí, de nuevo, como ayer, como manyana. Marzo volvía a ser negro, negro como el del 96, angustia y lágrimas encarnadas. Ausencias que oprimían, casas que asfixiaban, traspiés continuos, aire que se escapaba de mi garganta y se negaba a volver. Pensamientos desatados. Desesperanza, cansancio. Agotada, dibujé el "hasta aquí" a dos meses vista. Todos mis finales empiezan en marzo.

Ayer yo... trabajé en un sitio que me gusta, haciendo cosas que me gustan. Lloré unos minutos en el banyo del curro, porque soy un vaso lleno de mí y me derramo enseguida estos días. Me lavé la cara y me volví a colocar la sonrisa y el "másomenos-gracias". Me reí bastante en la comida en un chino. Visité varios blogs, charlé un rato por Internet, esperé un par de cosas que no se produjeron. Mandé un mensaje a alguien especial. Me dormí viendo una serie en la tele.

5 lugares especiales para mí:

1. El Retiro, en general. El lago chiquito frente al Palacio de Cristal, en particular.
2. La fuente de Callao, y no sólo por el encuentro de hace cinco anyos.
3. Marrakech entera, y concretando, la Plaza de la Djemaa El Fna. Fiesta de Vida, despertar de los sentidos (y patrimonio oral de la humanidad, ya que estoy).
4. Bonn. Su Blindengarten, su playa, el Japanische Garten, el lago del Rheinaue, la plaza de los Numenoreanos (que no se llama así, claro), el mercado de Navidad. Bonn.
5. Valencia, en casas repartidas, y la Playa de la Malvarrosa. Una playa, cualquier playa. Un mar, cualquier mar.

5 mayores alegrías para mí:

1. Mi prima. Verla sonreír, verla crecer, que comparta sus suenyos, sus vivencias, sus miedos... conmigo.
2. Mi curro. Saber que lo hago bien, saber que es útil, saber que sirve para algo, saber/creer/sonyar que cambiamos un poquito el mundo.
3. Montarme en las sillas voladoras allá donde encuentre esa atracción. Sentir que vuelo.
4. Dormirme cuidada en una casa refugio en tierras valencianas, o esa otra en Rivas, o en mi casa-a-veces-luminosa con alguien susurrando a mi oído.
5. Los encuentros-tesoro en los que puedes ser tú misma sin freno, que empiezan con unas canyas que se alargan y se alargan... las noches de charla interminable entre amigos.

Y me da la gana de que haya 6 y 7, porque se me ocurren y no voy a ser cicatera en Alegrías precisamente. Así que...

6. La risa contagiosa, siempre contagiosa, de un pequenyajo. La sonrisa de un bebé, sin dientes, sincera. Los ojos de esos adultos que también son ninyos, que sonríen a la vez que los labios. Provocarlo yo.
7. Las tardes de sofá, maratones de Friends, cosquillitas suaves en el brazo, trenzarte el pelo, todo confianza, cercanía, calidez.

5 cosas que me gusta comer:

1. Pollo a la cerveza, mejor si son muslitos.
2. Alitas de pollo (ya, como venga la gripoe aviar me da de lleno)
3. Tortilla de patatas (con cebollita y el huevo sin cuajar)
4. Macarrones "mi hermano" (o refritos con choricito, un poco tostados algunos, y nyam!!)
5. Algodones de azúcar, gigantes, inmensos. De lo que se come, se cría.

5 juguetes favoritos:

1. Los click de playmobil
2. Los Pin y Pon
3. Los juegos de médicos (me-di-ci-na y nada más, mentes calenturientas!)
4. Una maletín que tenía dentro una mini-oficina y una máquina de escribir de verdad (pero rosa, eso sí)
5. Peluches abrazables (éste se mantiene en la actualidad)

Y pensando en víctimas... primero iba a dejarlo en blanco y luego he pensado en algunos de los que me gustaría leerlo. Si eres Spica, Juanjo, Juankar o Belver y, sobre todo, por un azar extranyo, también te apetece responderlo, yo estaré encantada de leerte. Aunque es tontería, porque en realidad YA estoy encantada de leer lo que escribís sin necesidad de instrucciones previas.

(Y ya lo sé, ha quedado laaaaaaaaaargo, laaaaaaaaaargo. Mi incapacidad de síntesis, de nuevo. Pero esta vez, las reclamaciones al Hámster y al que sonríe raro, por favor)

lunes, 27 de marzo de 2006

Fabricantes de etiquetas

Anthony de Mello fue un... bueno, un Hombre (primera frase y primeras dudas: un sacerdote? un escritor? un místico? un sabio?), nacido en Bombay en 1931 y fallecido en Nueva York en 1987. Fue sacerdote Jesuita, hombre espiritual, narrador de historias, juglar de luz, buscador de experiencias, de vivencias más allá de las estrechas miras de una sola Iglesia, siempre muros. Tal vez una buena descripción sea la que da él mismo en la introducción/dedicatoria a una de sus mejores obras, "El Canto del Pájaro":
No puedo ocultar a mis lectores el hecho de que yo soy un sacerdote de la Iglesia Católica, que me he adentrado con toda libertad en tradiciones místicas no cristianas y que éstas me han influenciado y enriquecido profundamente. A pesar de lo cual, nunca he dejado de volver a mi Iglesia, que es mi verdadero hogar espiritual; y aunque me doy perfecta cuenta (a veces con auténtico asombro) de sus limitaciones y de su ocasional estrechez, también soy perfectamente consciente de que ha sido ella la que me ha formado, me ha moldeado y ha hecho de mí lo que soy.
En varios de sus libros recoge cuentos de distintas tradiciones, a veces con una valoración propia aun recomendándote buscar tú mismo la tuya (Come tú mismo la fruta - dice - no dejes que otros la mastiquen por ti). Bebe del hinduismo, de antiguas fábulas cristianas, cuentos zen, aquí y allá. Habla de lo maravilloso de cada cosa, de trascender las apariencias, de vivir el instante, de construir tu propia relación con tu Dios, de la divinidad que está en ti, de lo innecesario de seguir caminos marcados por otros. Habla de la Vida, del Amor, de las Verdades (nunca una), de mil cosas. Muchas no las siento propias, porque yo no soy religiosa... pero si lo fuera, sería de esta manera en que él habla, sin más doctrina que la propia, sin mediadores entre mi Dios y yo, sin instrucciones.

Obviamente, por mucho que el pobre de Mello dijera reconocer a la Iglesia Católica como Madre, ésta no tardó en desentenderse de él como Hijo, y tras su muerte lanzaron varios comunicados hablando de lo peligrosa que era su obra. Si mal no recuerdo, llegaron a excomulgarle. No era de extranyar, demasiada lucidez para estar encerrada entre los muros de la Iglesia, brillaba más allá de sus límites.

Hoy quería traer a este espacio una de sus historias, que voy a transcribir íntegro. Siéntate, deja que te cuente...

FABRICANTES DE ETIQUETAS

La vida es como una botella de buen vino.

Algunos se contentan con leer la etiqueta.
Otros prefieren probar su contenido.

En cierta ocasión mostró Buda una flor a sus discípulos y les pidió que dijeran algo acerca de ella.
Ellos estuvieron un rato contemplándola en silencio.
Uno pronunció una conferencia filosófica sobre la flor. Otro creó un poema. Otro ideó una parábola. Todos tratando de quedar por encima de los demás.

¡Fabricantes de etiquetas!

Mahakashyap miró la flor, sonrió y no dijo nada.
Sólo él la había visto.

¡Si tan sólo pudiera probar un pájaro,
una flor,
un árbol, un rostro humano...!

Pero, ¡ay! No tengo tiempo. Estoy demasiado ocupado en aprender a descifrar etiquetas y en producir las mías propias. Pero ni siquiera una vez he sido capaz de embriagarme con el vino.


Estoy en una fase por la que ya he pasado, yo que soy tan cíclica, yo que me conozco mejor que si me hubiera parido, yo que leo en mí con la misma facilidad con la que un adivino del Retiro dice ver tu futuro en las líneas de tu mano. Y es la fase de etiquetarme, de pensar en mi etiqueta, de volver a ella una y mil veces. Cuando estoy en esta fase, siempre me da por buscar -aún- más cosas sobre etiquetas de esas que te ponen y que se pegan a ti, se clavan en tu pecho con un alfiler y esconden todo lo demás que eres, reduciéndote a un nombre, a un diagnóstico, a una etiqueta incompleta, siempre incompleta. Y busco en ellas la evolución prevista, las causas, la prevalencia, los factores biológico-genéticos, socioculturales, psicológico-ambientales, juas. Me busco en la Red, no a mí, a mi etiqueta, que nunca sé hasta qué punto soy yo. Y me convenzo de nuevo de que no son más que etiquetas, sólo etiquetas. Quien se contenta con leer la etiqueta de la botella no se embriaga con el vino. Quien se queda con la etiqueta de flor, no huele su aroma. La etiqueta que dice sol no habla acerca de la calidez de sus rayos, y no por eso el sol deja de calentar en caricia.

Y eso... que se me puede encontrar aquí. Perdida en una de tantas etiquetas que atan. Como muchos más de los que nos imaginamos, de hecho. Etiquetas, sólo etiquetas. Y me pongo el cuento para acordarme, yo también. Fabricantes de etiquetas. Etiquetas siempre a medias, siempre incompletas. Etiquetas-cadena, etiquetas-candado. Bah.

Fabricantes de etiquetas

Anthony de Mello fue un... bueno, un Hombre (primera frase y primeras dudas: un sacerdote? un escritor? un místico? un sabio?), nacido en Bombay en 1931 y fallecido en Nueva York en 1987. Fue sacerdote Jesuita, hombre espiritual, narrador de historias, juglar de luz, buscador de experiencias, de vivencias más allá de las estrechas miras de una sola Iglesia, siempre muros. Tal vez una buena descripción sea la que da él mismo en la introducción/dedicatoria a una de sus mejores obras, "El Canto del Pájaro":
No puedo ocultar a mis lectores el hecho de que yo soy un sacerdote de la Iglesia Católica, que me he adentrado con toda libertad en tradiciones místicas no cristianas y que éstas me han influenciado y enriquecido profundamente. A pesar de lo cual, nunca he dejado de volver a mi Iglesia, que es mi verdadero hogar espiritual; y aunque me doy perfecta cuenta (a veces con auténtico asombro) de sus limitaciones y de su ocasional estrechez, también soy perfectamente consciente de que ha sido ella la que me ha formado, me ha moldeado y ha hecho de mí lo que soy.
En varios de sus libros recoge cuentos de distintas tradiciones, a veces con una valoración propia aun recomendándote buscar tú mismo la tuya (Come tú mismo la fruta - dice - no dejes que otros la mastiquen por ti). Bebe del hinduismo, de antiguas fábulas cristianas, cuentos zen, aquí y allá. Habla de lo maravilloso de cada cosa, de trascender las apariencias, de vivir el instante, de construir tu propia relación con tu Dios, de la divinidad que está en ti, de lo innecesario de seguir caminos marcados por otros. Habla de la Vida, del Amor, de las Verdades (nunca una), de mil cosas. Muchas no las siento propias, porque yo no soy religiosa... pero si lo fuera, sería de esta manera en que él habla, sin más doctrina que la propia, sin mediadores entre mi Dios y yo, sin instrucciones.

Obviamente, por mucho que el pobre de Mello dijera reconocer a la Iglesia Católica como Madre, ésta no tardó en desentenderse de él como Hijo, y tras su muerte lanzaron varios comunicados hablando de lo peligrosa que era su obra. Si mal no recuerdo, llegaron a excomulgarle. No era de extranyar, demasiada lucidez para estar encerrada entre los muros de la Iglesia, brillaba más allá de sus límites.

Hoy quería traer a este espacio una de sus historias, que voy a transcribir íntegro. Siéntate, deja que te cuente...

FABRICANTES DE ETIQUETAS

La vida es como una botella de buen vino.

Algunos se contentan con leer la etiqueta.
Otros prefieren probar su contenido.

En cierta ocasión mostró Buda una flor a sus discípulos y les pidió que dijeran algo acerca de ella.
Ellos estuvieron un rato contemplándola en silencio.
Uno pronunció una conferencia filosófica sobre la flor. Otro creó un poema. Otro ideó una parábola. Todos tratando de quedar por encima de los demás.

¡Fabricantes de etiquetas!

Mahakashyap miró la flor, sonrió y no dijo nada.
Sólo él la había visto.

¡Si tan sólo pudiera probar un pájaro,
una flor,
un árbol, un rostro humano...!

Pero, ¡ay! No tengo tiempo. Estoy demasiado ocupado en aprender a descifrar etiquetas y en producir las mías propias. Pero ni siquiera una vez he sido capaz de embriagarme con el vino.


Estoy en una fase por la que ya he pasado, yo que soy tan cíclica, yo que me conozco mejor que si me hubiera parido, yo que leo en mí con la misma facilidad con la que un adivino del Retiro dice ver tu futuro en las líneas de tu mano. Y es la fase de etiquetarme, de pensar en mi etiqueta, de volver a ella una y mil veces. Cuando estoy en esta fase, siempre me da por buscar -aún- más cosas sobre etiquetas de esas que te ponen y que se pegan a ti, se clavan en tu pecho con un alfiler y esconden todo lo demás que eres, reduciéndote a un nombre, a un diagnóstico, a una etiqueta incompleta, siempre incompleta. Y busco en ellas la evolución prevista, las causas, la prevalencia, los factores biológico-genéticos, socioculturales, psicológico-ambientales, juas. Me busco en la Red, no a mí, a mi etiqueta, que nunca sé hasta qué punto soy yo. Y me convenzo de nuevo de que no son más que etiquetas, sólo etiquetas. Quien se contenta con leer la etiqueta de la botella no se embriaga con el vino. Quien se queda con la etiqueta de flor, no huele su aroma. La etiqueta que dice sol no habla acerca de la calidez de sus rayos, y no por eso el sol deja de calentar en caricia.

Y eso... que se me puede encontrar aquí. Perdida en una de tantas etiquetas que atan. Como muchos más de los que nos imaginamos, de hecho. Etiquetas, sólo etiquetas. Y me pongo el cuento para acordarme, yo también. Fabricantes de etiquetas. Etiquetas siempre a medias, siempre incompletas. Etiquetas-cadena, etiquetas-candado. Bah.

viernes, 24 de marzo de 2006

Periciazina

Neo parando las balas, en Matrix Reloaded

Gran Revelación: me gustó MATRIX. Me gustó la primera película, como a la inmensa mayoría de la gente que conozco, por su originalidad, su estética, sus planteamientos, sus interrogantes... me encantó descubrir a Neo, Trinity, Morpheo...

Pero es que fui más allá. Y me gustó la segunda película. Sí, me siguió gustando, no pensé que la hubieran cagado, es que la volví a disfrutar. Y me gustó la escena en la que ellos dos hacen el amor mientras en la gran sala un montón de gente se entregaba al baile, sudorosos y apasionados en las dos escenas, canto a la Vida. No me pareció de relleno, no me pareció larga, me gustó sin matices.

Y no me quedó ahí... que es que me gustó la tercera, oiga. No pensé que cómo se sacaban de la manga absurdas explicaciones que no llevaban a ningún lado, ni me pareció ridículo el discurso del Arquitecto, ni nada de nada. Es que me gusta Matrix, oiga.

¿A cuento de qué hablo hoy de Matrix? Ha sido una asociación de pensamientos por culpa del título del post (siempre escribo el post y luego pongo el título, y hoy he hecho al revés). Periciazina. Gotas que disuelves en algo dulce -yogur, natillas- porque saben tan mal que si no, arcadas al notarlas en la lengua. Gotas que te frenan, que te permiten descansar cuando tienes una crisis cada dos-tres días, de esas que te agotan, te desesperanzan, te dejan sin fuerzas y sin ganas de nada. Gotas marrones que distorsionan el tiempo. Como en Matrix, cuando Neo veía venir las balas, veía su camino, y le daba tiempo a echarse un lado y esquivarlas, una a una.

Y no eres más cascada, ya no, ahora eres grifo mal cerrado que gotea poco a poco. Y el suenyo te atrapa y te despiertas tarde y mal, medio dormida todo el día, ralentizada. Y lo agradeces un poco, porque estabas entrando en la corriente vertiginosa de pensamientos destructivos, voces incesantes en la cabeza, aire que se escapa y se burla en tu cara desde lejos porque eres incapaz de llegar a él, desesperanza, desesperanza, desesperanza, conciencia del tiempo que llevas así, de los once anyos reales, diez reconocidos, la palabra "crónica" volando sobre ti, riéndose desde arriba, el cansancio feroz que te desgarra, ideas disparadas en tu cabecita loca.

Matrix. Periciazina. Para el tiempo, ve a distinta velocidad que el mundo exterior. Ralentiza todos los pensamientos, ya que no saben discriminar todavía entre lo enfermo y lo sano. Frénate, ninya, descansa un poco. Ve venir las balas y esquívalas, que van despacio, leeeeeeentas, l-e-e-e-e-e-n-t-a-s hacia ti. Salta y gira en el aire, la gravedad no existe, todo está en tu imaginación, la realidad es ambigua y hay tantas como percepciones. Si no aguantas con tu realidad, Periciazina. Unos días. Si no aguantas contigo, Periciazina. Unos días. Aunque este Tú tamizado seas sólo tú, en minúsculas. Pero si la Mayúscula sólo sabe regalarte lágrimas rojas, mejor que se aleje unos días. Sólo unos días, mi ninya.

Periciazina

Neo parando las balas, en Matrix Reloaded

Gran Revelación: me gustó MATRIX. Me gustó la primera película, como a la inmensa mayoría de la gente que conozco, por su originalidad, su estética, sus planteamientos, sus interrogantes... me encantó descubrir a Neo, Trinity, Morpheo...

Pero es que fui más allá. Y me gustó la segunda película. Sí, me siguió gustando, no pensé que la hubieran cagado, es que la volví a disfrutar. Y me gustó la escena en la que ellos dos hacen el amor mientras en la gran sala un montón de gente se entregaba al baile, sudorosos y apasionados en las dos escenas, canto a la Vida. No me pareció de relleno, no me pareció larga, me gustó sin matices.

Y no me quedó ahí... que es que me gustó la tercera, oiga. No pensé que cómo se sacaban de la manga absurdas explicaciones que no llevaban a ningún lado, ni me pareció ridículo el discurso del Arquitecto, ni nada de nada. Es que me gusta Matrix, oiga.

¿A cuento de qué hablo hoy de Matrix? Ha sido una asociación de pensamientos por culpa del título del post (siempre escribo el post y luego pongo el título, y hoy he hecho al revés). Periciazina. Gotas que disuelves en algo dulce -yogur, natillas- porque saben tan mal que si no, arcadas al notarlas en la lengua. Gotas que te frenan, que te permiten descansar cuando tienes una crisis cada dos-tres días, de esas que te agotan, te desesperanzan, te dejan sin fuerzas y sin ganas de nada. Gotas marrones que distorsionan el tiempo. Como en Matrix, cuando Neo veía venir las balas, veía su camino, y le daba tiempo a echarse un lado y esquivarlas, una a una.

Y no eres más cascada, ya no, ahora eres grifo mal cerrado que gotea poco a poco. Y el suenyo te atrapa y te despiertas tarde y mal, medio dormida todo el día, ralentizada. Y lo agradeces un poco, porque estabas entrando en la corriente vertiginosa de pensamientos destructivos, voces incesantes en la cabeza, aire que se escapa y se burla en tu cara desde lejos porque eres incapaz de llegar a él, desesperanza, desesperanza, desesperanza, conciencia del tiempo que llevas así, de los once anyos reales, diez reconocidos, la palabra "crónica" volando sobre ti, riéndose desde arriba, el cansancio feroz que te desgarra, ideas disparadas en tu cabecita loca.

Matrix. Periciazina. Para el tiempo, ve a distinta velocidad que el mundo exterior. Ralentiza todos los pensamientos, ya que no saben discriminar todavía entre lo enfermo y lo sano. Frénate, ninya, descansa un poco. Ve venir las balas y esquívalas, que van despacio, leeeeeeentas, l-e-e-e-e-e-n-t-a-s hacia ti. Salta y gira en el aire, la gravedad no existe, todo está en tu imaginación, la realidad es ambigua y hay tantas como percepciones. Si no aguantas con tu realidad, Periciazina. Unos días. Si no aguantas contigo, Periciazina. Unos días. Aunque este Tú tamizado seas sólo tú, en minúsculas. Pero si la Mayúscula sólo sabe regalarte lágrimas rojas, mejor que se aleje unos días. Sólo unos días, mi ninya.

lunes, 20 de marzo de 2006

Mi mundo ajeno

I know I have lost, de Markette

...las luces de la calle te hacen danyo cuando sales
porque tu mundo es otro mucho más oscuro...
Déjalo ya, sabes que nunca has ido a Venus en un barco,
quieres flotar, pero lo único que haces es hundirte...

Tú sabes que lo intentas. Nadie lo sabe como tú, nadie lo intenta como tú, y quien piense que no es así, se equivoca, se equivoca al juzgar y se equivoca en el juicio. Pero también sabes que te encuentras con tus límites, tus barreras, que puede que las pongas tú misma pero que no consigues escalar ni dejar de poner.

Te buscas estrategias para poder encontrar caminos alternativos. Te buscas companyía, te buscas viajes, te buscas descubrimientos porque sabes que las cosas nuevas te hacen sonreír, y necesitas sonrisas que contrarrestren las lágrimas que se acumulan y te inundan.

Pero fracasas, mi ninya, como tantas veces, mi princesa agotada. Y al final te encuentras rodeada de gente, pero inmensamente sola, porque eres incapaz de salir de ti, y dentro de ti siempre estás sola. Y hay risas fuera pero las oyes tamizadas, como si estuvieran infinitamente lejos. Y no consigues integrarte en las conversaciones, no porque estés cansada, mucho menos porque no te interesen, sino porque no encuentras la manecilla que abre la puerta tras la que te encierras. Así que ahí estás, en la tierra que te ha acogido tantas veces en abrazo, con la gente con la que siempre te has sentido protegida, pero atrapada en ti, en tu cabeza, en tus Yoes que encadenan. Viéndote desde fuera, viéndote abajo, entre ellos pero aparte, callada, ojos que se empanyan y parpadeas rápido para que no se note, que bastante tienes con no conseguir disfrutar tú como para amargarle la noche a nadie. Con el pensamiento "no debería haber venido" dando vueltas de uno a otro lado de tu cabeza, entre otros mucho más danyinos. Con la canción repitiéndose, dolorosamente consciente de que podrás irte donde hay luz, pero esa misma luz hará danyo a unos ojos demasiado acostumbrados a la oscuridad. Avergonzada de que haya quien te conozca así, siendo media Tú, y piense que no hay más que eso. Temiendo que si esa es su sensación, quizá esté acertando.

Lo peligroso, lo preocupante, es que reconoces la dinámica en la que vuelves a entrar. De noches en vela hecha un ovillo, de aislarte en medio de la companyía, de guardar silencio porque para qué, de perderte encerrada en tu locura, de lágrimas encarnadas que calman la angustia, de agotamiento, de desesperanza que se instala en ti y te convence de que tu mundo, hoy como ayer, como manyana, no ha dejado nunca de serte ajeno. Deberías saberlo, mi ninya, que son ya muchos anyos como para sorprenderse ahora.

Lo peligroso, lo preocupante, es que este camino ya lo has recorrido y sabes dónde te lleva.

Lo peligroso, lo preocupante... es que puede que no te importe tanto. Ahí cruzas la frontera. Porque en realidad... ¿algo importa tanto?

[La imagen que encabeza el post es de Markette, que tiene una galería en Flickr a la que puedes acceder haciendo click AQUÍ. La primera estrofa pertenece a una canción de Mecano, Barco a Venus]

Mi mundo ajeno

I know I have lost, de Markette

...las luces de la calle te hacen danyo cuando sales
porque tu mundo es otro mucho más oscuro...
Déjalo ya, sabes que nunca has ido a Venus en un barco,
quieres flotar, pero lo único que haces es hundirte...

Tú sabes que lo intentas. Nadie lo sabe como tú, nadie lo intenta como tú, y quien piense que no es así, se equivoca, se equivoca al juzgar y se equivoca en el juicio. Pero también sabes que te encuentras con tus límites, tus barreras, que puede que las pongas tú misma pero que no consigues escalar ni dejar de poner.

Te buscas estrategias para poder encontrar caminos alternativos. Te buscas companyía, te buscas viajes, te buscas descubrimientos porque sabes que las cosas nuevas te hacen sonreír, y necesitas sonrisas que contrarrestren las lágrimas que se acumulan y te inundan.

Pero fracasas, mi ninya, como tantas veces, mi princesa agotada. Y al final te encuentras rodeada de gente, pero inmensamente sola, porque eres incapaz de salir de ti, y dentro de ti siempre estás sola. Y hay risas fuera pero las oyes tamizadas, como si estuvieran infinitamente lejos. Y no consigues integrarte en las conversaciones, no porque estés cansada, mucho menos porque no te interesen, sino porque no encuentras la manecilla que abre la puerta tras la que te encierras. Así que ahí estás, en la tierra que te ha acogido tantas veces en abrazo, con la gente con la que siempre te has sentido protegida, pero atrapada en ti, en tu cabeza, en tus Yoes que encadenan. Viéndote desde fuera, viéndote abajo, entre ellos pero aparte, callada, ojos que se empanyan y parpadeas rápido para que no se note, que bastante tienes con no conseguir disfrutar tú como para amargarle la noche a nadie. Con el pensamiento "no debería haber venido" dando vueltas de uno a otro lado de tu cabeza, entre otros mucho más danyinos. Con la canción repitiéndose, dolorosamente consciente de que podrás irte donde hay luz, pero esa misma luz hará danyo a unos ojos demasiado acostumbrados a la oscuridad. Avergonzada de que haya quien te conozca así, siendo media Tú, y piense que no hay más que eso. Temiendo que si esa es su sensación, quizá esté acertando.

Lo peligroso, lo preocupante, es que reconoces la dinámica en la que vuelves a entrar. De noches en vela hecha un ovillo, de aislarte en medio de la companyía, de guardar silencio porque para qué, de perderte encerrada en tu locura, de lágrimas encarnadas que calman la angustia, de agotamiento, de desesperanza que se instala en ti y te convence de que tu mundo, hoy como ayer, como manyana, no ha dejado nunca de serte ajeno. Deberías saberlo, mi ninya, que son ya muchos anyos como para sorprenderse ahora.

Lo peligroso, lo preocupante, es que este camino ya lo has recorrido y sabes dónde te lleva.

Lo peligroso, lo preocupante... es que puede que no te importe tanto. Ahí cruzas la frontera. Porque en realidad... ¿algo importa tanto?

[La imagen que encabeza el post es de Markette, que tiene una galería en Flickr a la que puedes acceder haciendo click AQUÍ. La primera estrofa pertenece a una canción de Mecano, Barco a Venus]

Fallas I: Rescatando la luz

Fuegos artificiales, cielo en fiesta

De pequenya me daban miedo los fuegos artificiales. Pensaba que iban a caerme encima, o que todo podía prenderse fuego, y era incapaz de disfrutarlos. Luego llegaron varias verbenas, algún San Isidro, alguna Paloma... y bueno, les fui cogiendo el gusto, mientras estuvieran allá a lo lejos. Y sobre todo, llegaron dos Nocheviejas. Una de ellas tuve una discusión con el que entonces era mi pareja, un ninyo tan encantador como impulsivo... se jodió la Nochevieja y oí los fuegos a los que pensábamos ir juntos, desde casa, sin salir siquiera a ver iluminarse el cielo. Pero cuando uno se deja, suele tener nuevas oportunidades que llegan en un momento futuro, y al anyo siguiente, de nuevo este mi primer ninyo compartía la Nochevieja conmigo, y salimos a ver el castillo de fuegos. Él era alto-altísimo, yo no he conseguido llegar nunca al 1,60 aunque a veces mienta al respecto ;-) ...y bueno, me rodeó con sus brazos poniéndose detrás de mí, y vimos todo el castillo de fuegos, hermoso, iluminando el cielo, llenándolo de luz, de color.

Fue precioso. Pero fue todo lo precioso que pueden ser unos castillos de fuegos... en Madrid. Que nosotros hacemos muy bien la sopa de cocido, y el cocido entero, y seguramente bailamos los chotismejor que el resto del mundo y parte del extranjero, y a chulos no nos gana nadie, ni a centralistas opresores tampoco... pero jodó, que es Madrid. Que para ver fuegos artificiales... hay que irse a Valencia. Y si te vas en Fallas, y si te vas en la mejor companyía... eso que ganas.

Un cielo inmenso. Fiesta de color, fiesta de ruidos, fiesta de vida. Figuras que se superponen, cielo que llora (y esos son los que más me gustan, los que dejan estela al bajar y parece que el cielo entero se derrame sobre ti, lágrimas de fuego, lágrimas rubias). Espirales que se persiguen, ruedas rojas, azules, verdes. Figuras nyonyas que parecía que había disenyado yo misma, que explotaban en las nubes haciendo estrellas y corazones. Olor a pólvora, olor de ese que nos gusta a los que tenemos una vena yonkarra y disfrutamos con el olor a gasolina, a pintura, a acetona... y uffff, a éste de pólvora que llenaba toda la ciudad.

Muchísimo ruido, ciudad bombardeada y Gacela aguantando en medio de la mascletá como una valiente, imaginándose reportera de guerra y pensando que si a los valencianos no les importaba que su ciudad fuera a derrumbarse de un momento a otro no iba a dar ella la senyal de alarma; ganas de arrancarle las manos y hacérselas comer a más de un descerebrado que cree que tirar petardos a dos centímetros de la cara del vecino es lo más gracioso que puede hacer en la noche; muchísimos grititos made-in-Gacela, claro, que si grita cuando se le cae un boli a una companyera del curro, cómo no va a gritar cada siete minutos en Fallas. Pero el cielo iluminado, vestido de colores. El olor. Y una figura inmensa en la Plaza del Ayuntamiento, una madre con un ninyo en brazos sonyando un mundo más luminoso para él, con el símbolo de la paz colgado al cuello, con John Lennon cantando a sus pies, con Bush y Bin Laden entre flores y algodones: una Falla cursi como yo, hippie como yo, una Falla que me hizo sonreír en medio de una noche de tormenta.

Falla del Ayuntamiento - Valencia 2006

Y que ardió, como el resto, como todas -¿hay algo más hipnótico que el fuego, el que lame y crece, el que calienta y destruye pero sin danyo, simplemente terminando el Ciclo para que pueda recomenzar?-, y como soy así, me daba pena pensar que la imagen, tan bonita, tan grande, tan lograda, se venía abajo tan rápido, se quedaba en nada... pero también pensaba que desde el día siguiente se pondrían a disenyar las Fallas del anyo próximo, y que a lo mejor la vida es un poco eso, construir no pensando en mantener a toda costa sino en sentirte orgulloso de lo que has construido, admirarlo, y dejar que siga su ciclo. Y construir de nuevo, superando lo que hiciste en el pasado. Y que el ser consciente de la temporalidad de nuestras obras, de nuestros actos, de nuestro Todo... no nos impida seguir construyendo.

Y éstas han sido mis Fallas I. Pero fue un fin de semana de tormenta como pocos, de dualidad dolorosa, invasiva. Así que esta vez hago dos posts y dejo a mis dos Yoes dar su versión, porque yo estoy inmensamente perdida, sin saber quién soy, quién gana en esta batalla, dónde esconderme de esta guerra que están librando dentro y en la que daría cualquier cosa por no participar. Y el primer post que me salía escribir era el otro, el que pondré a continuación, pero quería obligarme a sacar también la voz de la ninya asustada que quiere echarse a dormir y que la dejen, que la despierten cuando todo haya acabado, si es que acaba, y que no la despierten si es que la guerra va a seguir eternamente. Pero la he sentado frente al teclado, obligando a recordar, a contar que disfruta con el cielo iluminado de colores, vida y figuras allá arriba, que el olor a pólvora le ha gustado y que la Falla gigante del Ayuntamiento le encantó. Porque mientras pueda, no perderá del todo su voz. Aunque la otra, su otro Yo, sea cada vez más grande, más fuerte y grite tan alto que ella ya no se oye, que ella ya ni quiere intentar hablar. Pero a las Fallas han ido las dos. O Yo sola, que, lo prometo, no sé quién soy, cuántos soy, ni por qué, me esconda donde me esconda, siempre acabo encontrádome.

Edito: Aquí dos fotos más de la Falla de la que hablaba, que además se hacen grandes haciendo click en ellas. Gracias a Yole y a su Galería de Fallas 2006

Falla del Ayuntamiento - Valencia 2006

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Fallas I: Rescatando la luz

Fuegos artificiales, cielo en fiesta

De pequenya me daban miedo los fuegos artificiales. Pensaba que iban a caerme encima, o que todo podía prenderse fuego, y era incapaz de disfrutarlos. Luego llegaron varias verbenas, algún San Isidro, alguna Paloma... y bueno, les fui cogiendo el gusto, mientras estuvieran allá a lo lejos. Y sobre todo, llegaron dos Nocheviejas. Una de ellas tuve una discusión con el que entonces era mi pareja, un ninyo tan encantador como impulsivo... se jodió la Nochevieja y oí los fuegos a los que pensábamos ir juntos, desde casa, sin salir siquiera a ver iluminarse el cielo. Pero cuando uno se deja, suele tener nuevas oportunidades que llegan en un momento futuro, y al anyo siguiente, de nuevo este mi primer ninyo compartía la Nochevieja conmigo, y salimos a ver el castillo de fuegos. Él era alto-altísimo, yo no he conseguido llegar nunca al 1,60 aunque a veces mienta al respecto ;-) ...y bueno, me rodeó con sus brazos poniéndose detrás de mí, y vimos todo el castillo de fuegos, hermoso, iluminando el cielo, llenándolo de luz, de color.

Fue precioso. Pero fue todo lo precioso que pueden ser unos castillos de fuegos... en Madrid. Que nosotros hacemos muy bien la sopa de cocido, y el cocido entero, y seguramente bailamos los chotismejor que el resto del mundo y parte del extranjero, y a chulos no nos gana nadie, ni a centralistas opresores tampoco... pero jodó, que es Madrid. Que para ver fuegos artificiales... hay que irse a Valencia. Y si te vas en Fallas, y si te vas en la mejor companyía... eso que ganas.

Un cielo inmenso. Fiesta de color, fiesta de ruidos, fiesta de vida. Figuras que se superponen, cielo que llora (y esos son los que más me gustan, los que dejan estela al bajar y parece que el cielo entero se derrame sobre ti, lágrimas de fuego, lágrimas rubias). Espirales que se persiguen, ruedas rojas, azules, verdes. Figuras nyonyas que parecía que había disenyado yo misma, que explotaban en las nubes haciendo estrellas y corazones. Olor a pólvora, olor de ese que nos gusta a los que tenemos una vena yonkarra y disfrutamos con el olor a gasolina, a pintura, a acetona... y uffff, a éste de pólvora que llenaba toda la ciudad.

Muchísimo ruido, ciudad bombardeada y Gacela aguantando en medio de la mascletá como una valiente, imaginándose reportera de guerra y pensando que si a los valencianos no les importaba que su ciudad fuera a derrumbarse de un momento a otro no iba a dar ella la senyal de alarma; ganas de arrancarle las manos y hacérselas comer a más de un descerebrado que cree que tirar petardos a dos centímetros de la cara del vecino es lo más gracioso que puede hacer en la noche; muchísimos grititos made-in-Gacela, claro, que si grita cuando se le cae un boli a una companyera del curro, cómo no va a gritar cada siete minutos en Fallas. Pero el cielo iluminado, vestido de colores. El olor. Y una figura inmensa en la Plaza del Ayuntamiento, una madre con un ninyo en brazos sonyando un mundo más luminoso para él, con el símbolo de la paz colgado al cuello, con John Lennon cantando a sus pies, con Bush y Bin Laden entre flores y algodones: una Falla cursi como yo, hippie como yo, una Falla que me hizo sonreír en medio de una noche de tormenta.

Falla del Ayuntamiento - Valencia 2006

Y que ardió, como el resto, como todas -¿hay algo más hipnótico que el fuego, el que lame y crece, el que calienta y destruye pero sin danyo, simplemente terminando el Ciclo para que pueda recomenzar?-, y como soy así, me daba pena pensar que la imagen, tan bonita, tan grande, tan lograda, se venía abajo tan rápido, se quedaba en nada... pero también pensaba que desde el día siguiente se pondrían a disenyar las Fallas del anyo próximo, y que a lo mejor la vida es un poco eso, construir no pensando en mantener a toda costa sino en sentirte orgulloso de lo que has construido, admirarlo, y dejar que siga su ciclo. Y construir de nuevo, superando lo que hiciste en el pasado. Y que el ser consciente de la temporalidad de nuestras obras, de nuestros actos, de nuestro Todo... no nos impida seguir construyendo.

Y éstas han sido mis Fallas I. Pero fue un fin de semana de tormenta como pocos, de dualidad dolorosa, invasiva. Así que esta vez hago dos posts y dejo a mis dos Yoes dar su versión, porque yo estoy inmensamente perdida, sin saber quién soy, quién gana en esta batalla, dónde esconderme de esta guerra que están librando dentro y en la que daría cualquier cosa por no participar. Y el primer post que me salía escribir era el otro, el que pondré a continuación, pero quería obligarme a sacar también la voz de la ninya asustada que quiere echarse a dormir y que la dejen, que la despierten cuando todo haya acabado, si es que acaba, y que no la despierten si es que la guerra va a seguir eternamente. Pero la he sentado frente al teclado, obligando a recordar, a contar que disfruta con el cielo iluminado de colores, vida y figuras allá arriba, que el olor a pólvora le ha gustado y que la Falla gigante del Ayuntamiento le encantó. Porque mientras pueda, no perderá del todo su voz. Aunque la otra, su otro Yo, sea cada vez más grande, más fuerte y grite tan alto que ella ya no se oye, que ella ya ni quiere intentar hablar. Pero a las Fallas han ido las dos. O Yo sola, que, lo prometo, no sé quién soy, cuántos soy, ni por qué, me esconda donde me esconda, siempre acabo encontrádome.

Edito: Aquí dos fotos más de la Falla de la que hablaba, que además se hacen grandes haciendo click en ellas. Gracias a Yole y a su Galería de Fallas 2006

Falla del Ayuntamiento - Valencia 2006

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viernes, 10 de marzo de 2006

Zenón en mi contra

Shadow Play, del artista Luke Chueh

Yo nunca me he caracterizado por mi estabilidad y mi cordura, pero a veces me alejo tanto de ellas que me asusto. Me avergüenzo muchísimo de aquello en que me convierto y que también soy Yo, y a veces no sé si Yo soy sólo eso, aunque me repito que tengo que ser algo más. Por fuerza. Porque mi Yo transformado sólo puede inspirar asco, o pena, o lástima, o rechazo... y yo necesito provocar algo más además de eso. Y soy consciente de que a veces lo provoco, aunque la mayoría de las veces sea por desconocimiento del Yo real que se agazapa tras el que saco a la calle. Aunque cuando puedo razonar algo mejor pienso que ambos son reales, uno no puede comerse al otro por muy voraz que aparente ser.

Día de tormenta, claro, así venía marcado. Día de capsulas de colores que me anulen un poquito y me permitan descansar un rato. Día de cabeza desatada, de aire que se escapa, de locura crecida, demonios que toman posesión de su reino, día de oír cosas que no están, de ver cosas que no son, de realidades alternativas instalándose y mente confusa que intenta distinguir la realidad objetiva -eso existe?- de la percepción distorsionada. Día de no-me-veas-así, no-sepas-cómo-soy, no-quieras-acercarte. Día de para-qué, oiga, para-qué.

Y claro, como siempre, me hago chiquita y chiquita y más chiquita, y lo único que me consuela es que de seguir haciéndome chiquita pronto desapareceré. Pero no, te das de bruces con la paradoja de Zenón, la fábula de Aquiles y la tortuga. Ante cada ataque de mi cabeza, o cada silencio, o cada frase helada, yo me vuelvo la mitad de lo que era antes, cada vez más chiquita. Pero -mierda- no llego a desaparecer nunca, ya que por pequenya que sea, si pierdo la mitad de mí cada vez que me vencen / venzo, me queda otra mitad que aguanta, cada vez más pequenya, diminuta, camino de no ser nada... pero siendo. Ínfima, ridícula, absurda tras tantas derrotas. Pero siempre queda algo de mí que resiste, no hay esperanza, no llegaré a desaparecer. Sólo tendiendo hacia el infinito, pero infinito es siempre tanto tiempo...

Odio cuando todo es mierda, cuando sólo soy mierda, cuando no veo más que mierda aunque intente levantar la vista. Odio cuando mi cabeza me vence. Odio ser plena y absolutamente consciente de que aunque alguna vez gane batallas sueltas, al final la guerra sólo tiene un vencedor, y no soy yo.

[Una imagen más del artista Luke Chueh, Shadow Play. La fábula de Aquiles y la tortuga está enlazada a un mini-cuento de Augusto Monterroso, que es sin dudas lo mejor del post. Tienes más cuentos suyos AQUÍ]

Zenón en mi contra

Shadow Play, del artista Luke Chueh

Yo nunca me he caracterizado por mi estabilidad y mi cordura, pero a veces me alejo tanto de ellas que me asusto. Me avergüenzo muchísimo de aquello en que me convierto y que también soy Yo, y a veces no sé si Yo soy sólo eso, aunque me repito que tengo que ser algo más. Por fuerza. Porque mi Yo transformado sólo puede inspirar asco, o pena, o lástima, o rechazo... y yo necesito provocar algo más además de eso. Y soy consciente de que a veces lo provoco, aunque la mayoría de las veces sea por desconocimiento del Yo real que se agazapa tras el que saco a la calle. Aunque cuando puedo razonar algo mejor pienso que ambos son reales, uno no puede comerse al otro por muy voraz que aparente ser.

Día de tormenta, claro, así venía marcado. Día de capsulas de colores que me anulen un poquito y me permitan descansar un rato. Día de cabeza desatada, de aire que se escapa, de locura crecida, demonios que toman posesión de su reino, día de oír cosas que no están, de ver cosas que no son, de realidades alternativas instalándose y mente confusa que intenta distinguir la realidad objetiva -eso existe?- de la percepción distorsionada. Día de no-me-veas-así, no-sepas-cómo-soy, no-quieras-acercarte. Día de para-qué, oiga, para-qué.

Y claro, como siempre, me hago chiquita y chiquita y más chiquita, y lo único que me consuela es que de seguir haciéndome chiquita pronto desapareceré. Pero no, te das de bruces con la paradoja de Zenón, la fábula de Aquiles y la tortuga. Ante cada ataque de mi cabeza, o cada silencio, o cada frase helada, yo me vuelvo la mitad de lo que era antes, cada vez más chiquita. Pero -mierda- no llego a desaparecer nunca, ya que por pequenya que sea, si pierdo la mitad de mí cada vez que me vencen / venzo, me queda otra mitad que aguanta, cada vez más pequenya, diminuta, camino de no ser nada... pero siendo. Ínfima, ridícula, absurda tras tantas derrotas. Pero siempre queda algo de mí que resiste, no hay esperanza, no llegaré a desaparecer. Sólo tendiendo hacia el infinito, pero infinito es siempre tanto tiempo...

Odio cuando todo es mierda, cuando sólo soy mierda, cuando no veo más que mierda aunque intente levantar la vista. Odio cuando mi cabeza me vence. Odio ser plena y absolutamente consciente de que aunque alguna vez gane batallas sueltas, al final la guerra sólo tiene un vencedor, y no soy yo.

[Una imagen más del artista Luke Chueh, Shadow Play. La fábula de Aquiles y la tortuga está enlazada a un mini-cuento de Augusto Monterroso, que es sin dudas lo mejor del post. Tienes más cuentos suyos AQUÍ]

martes, 7 de marzo de 2006

Marzo II: Tu cumpleanyos

Se acerca tu cumpleanyos, el sexto que de una manera u otra nos encuentra cerca, aunque este cerca sea tan lejos. Vuelve a ser distinto. El anyo pasado había tantas senyales de prohibido que habías sembrado por el camino, que no pudimos hablar en Tu Día. Sorteando senyales, sólo pude lanzar a tu mar una botella sin firma que no reconociste (me sorprendió que no lo hicieras conociéndome tan bien como me conoces -supongo que no abriste los ojos, y al tacto es más difícil-.) Este anyo no hay senyales de stop - prohibido pasar - you're not welcome - cuidado con el perro, pero hay un silencio largo al que das de comer cada día a cambio de que no te abandone.

Creo que siempre he respetado tus decisiones aunque dejara de entenderlas hace demasiado. Pero el silencio es Tu Silencio, no mío. Y me conoces. Y sabes que, sin "prohibidos" que me lo impidan, marcaré tu número. Protegida, en mi entorno, en mi fuerte. Pero tu número. Y llevo días pensándolo, días preparándome, días limpiando la armadura que me obligas a ponerme en previsión de que la llamada desencadene uno de esos golpes que me rompen aun sin ser exactamente tu intención.

Y pienso que quizás me veas al otro lado de la pantalla y elijas no oír mi voz, apuntalar tu Silencio. Otra decisión que respetaría sin entenderla, acompanyando a la bolsa de Decisiones Extranyas, tan ajenas a lo que siempre has sido, que llevas tomadas en los últimos y no-tan-últimos tiempos. Yo sabré que te he llamado, que volví a enviar mi botella, y sabré que mi parte está hecha.

O quizá sí lo cojas -y creo que temo esto más, no reconocer tu voz, no descubrirte en la conversación-. En previsión de posibles monosílabos forzados, pensaré cuatro frases que pueda decirte si decides rodearte de hielo y escarcha. Cuatro frases que no romperán esos bloques de hielo (cuando un barco choca con un iceberg siempre es el barco el que se quiebra, nunca la montanya helada)... pero, con suerte, quizá impedirán que me congele yo. Quizá con esfuerzo consiga que sólo se congelen mis lágrimas, pedacitos de hielo en caída libre desde mis ojos brillantes.

Y en cualquier caso, tendré que volver a arroparme con futuros que nunca llegan, con promesas de encontrar la forma manyana, aunque manyana quede siempre tan lejos, horizonte que aparece siempre a la misma distancia por mucho que caminemos. Porque hoy seguimos (sigo / sigues) sin saber. Porque no nos encontramos. Ni siquiera en tu cumpleanyos.

Por si eliges enmudecerme, dejo aquí lo más importante: Sé feliz, mi ninyo, disfruta de este nuevo anyo, rodéate de gente que te quiera y te regale sonrisas y cielos por los que desplegar esas alas que no debes olvidar que tienes. Que este anyo sea Tu Anyo, que te acerques a tus suenyos y construyas otros suenyos nuevos que sigan siendo retos por los que levantarte cada manyana. Y que te descubras, cielo, que no te dé miedo ser Tú, seas quien seas -incluso si fueras otro distinto al ninyo que una vez, hace tanto, me enamoró-.

[Marzo I sería hoy mismo. El mismo día de hace unos anyos descubrimos nuestra imagen al lado de una fuente que sería testigo del encuentro entre una ninya-no-ninya y un senyor-no-senyor que se sorprenderían más tarde siendo seres alados, constructores de sonrisas, magos. Aunque ellos no lo sabían.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos*]


[*con permiso del maestro Benedetti]

Marzo II: Tu cumpleanyos

Se acerca tu cumpleanyos, el sexto que de una manera u otra nos encuentra cerca, aunque este cerca sea tan lejos. Vuelve a ser distinto. El anyo pasado había tantas senyales de prohibido que habías sembrado por el camino, que no pudimos hablar en Tu Día. Sorteando senyales, sólo pude lanzar a tu mar una botella sin firma que no reconociste (me sorprendió que no lo hicieras conociéndome tan bien como me conoces -supongo que no abriste los ojos, y al tacto es más difícil-.) Este anyo no hay senyales de stop - prohibido pasar - you're not welcome - cuidado con el perro, pero hay un silencio largo al que das de comer cada día a cambio de que no te abandone.

Creo que siempre he respetado tus decisiones aunque dejara de entenderlas hace demasiado. Pero el silencio es Tu Silencio, no mío. Y me conoces. Y sabes que, sin "prohibidos" que me lo impidan, marcaré tu número. Protegida, en mi entorno, en mi fuerte. Pero tu número. Y llevo días pensándolo, días preparándome, días limpiando la armadura que me obligas a ponerme en previsión de que la llamada desencadene uno de esos golpes que me rompen aun sin ser exactamente tu intención.

Y pienso que quizás me veas al otro lado de la pantalla y elijas no oír mi voz, apuntalar tu Silencio. Otra decisión que respetaría sin entenderla, acompanyando a la bolsa de Decisiones Extranyas, tan ajenas a lo que siempre has sido, que llevas tomadas en los últimos y no-tan-últimos tiempos. Yo sabré que te he llamado, que volví a enviar mi botella, y sabré que mi parte está hecha.

O quizá sí lo cojas -y creo que temo esto más, no reconocer tu voz, no descubrirte en la conversación-. En previsión de posibles monosílabos forzados, pensaré cuatro frases que pueda decirte si decides rodearte de hielo y escarcha. Cuatro frases que no romperán esos bloques de hielo (cuando un barco choca con un iceberg siempre es el barco el que se quiebra, nunca la montanya helada)... pero, con suerte, quizá impedirán que me congele yo. Quizá con esfuerzo consiga que sólo se congelen mis lágrimas, pedacitos de hielo en caída libre desde mis ojos brillantes.

Y en cualquier caso, tendré que volver a arroparme con futuros que nunca llegan, con promesas de encontrar la forma manyana, aunque manyana quede siempre tan lejos, horizonte que aparece siempre a la misma distancia por mucho que caminemos. Porque hoy seguimos (sigo / sigues) sin saber. Porque no nos encontramos. Ni siquiera en tu cumpleanyos.

Por si eliges enmudecerme, dejo aquí lo más importante: Sé feliz, mi ninyo, disfruta de este nuevo anyo, rodéate de gente que te quiera y te regale sonrisas y cielos por los que desplegar esas alas que no debes olvidar que tienes. Que este anyo sea Tu Anyo, que te acerques a tus suenyos y construyas otros suenyos nuevos que sigan siendo retos por los que levantarte cada manyana. Y que te descubras, cielo, que no te dé miedo ser Tú, seas quien seas -incluso si fueras otro distinto al ninyo que una vez, hace tanto, me enamoró-.

[Marzo I sería hoy mismo. El mismo día de hace unos anyos descubrimos nuestra imagen al lado de una fuente que sería testigo del encuentro entre una ninya-no-ninya y un senyor-no-senyor que se sorprenderían más tarde siendo seres alados, constructores de sonrisas, magos. Aunque ellos no lo sabían.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos*]


[*con permiso del maestro Benedetti]

domingo, 5 de marzo de 2006

Anidando

Anido en la inmensidad de mi alma difusa. Encorvo mi cuerpo haciéndolo un ovillo en lo que quizás sea desdicha. De vez en cuando levanto la cabeza y asomo mis ojos vidriosos por encima de las hojas del zarzal dentro del cual me estoy construyendo a mí mismo. Miro, observo la distancia escudriñándome por dentro. La brisa, el sol ambale, hacen que a veces me venga la decisión de aventurarme a batir de nuevo mis escuálidas alas tiznadas de mugre, apelmazadas por el desuso. Esos momentos de alboroto emocional, acaban siempre por ser el inicio de otro encogimiento peor que al anterior, de otro volver a ser lo que sólo soy; un pájaro asustado por la luz.
Si tengo frío, anido.
Si tengo miedo, también anido.
Y de qué me alimento?.
Pues del recuerdo del pasado, únicamente.

jueves, 2 de marzo de 2006

Marzo strikes back

Mourning Wood Tears, de Luke Chueh

El anyo pasado pensaste que si cerrabas la puerta bien fuerte, que si la atrancabas con unas cuantas sillas y echabas el Candado de las Siete Llaves, Marzo no encontraría la manera de entrar en ti. Que si no hacías caso al timbre dejaría de sonar. Que si no te atrevías a asomarte a la mirilla no verías a nadie, y a lo mejor... no habría nadie. Que si te escondías lejos de tu mes fantasma, no te encontraría.

Y te equivocaste, claro. Dio contigo y te hizo chiquita, te inundó de lágrimas encarnadas y transparentes, se llevó tu aire y te llenó de punyales, algunos días los punyales de siempre, los días clave, punyales de oro sólo para tus entranyas, regalo personalizado, sólo para tus ojos. Marzo fue, como sólo él sabe serlo, el principio de un Fin que acabarías firmando suplicando un respiro, un descanso que no sabías darte de otra manera, bandera blanca, vencida.

Este anyo pensaste que si no mirabas el calendario los meses no se sucederían, que si no lo nombrabas Marzo olvidaría quién era, quién es, qué poder tiene sobre ti. Pensaste que si hacías planes tu mes fantasma no impondría los suyos, que si te rodeabas de gente que siembra sonrisas en ti, no habría sitio para las sombras asesinas que este mes siempre invita a tu casa.

Y te equivocaste, claro. Porque los días siguen ahí, en el calendario, amenazantes. Porque piensas en conversaciones que vendrán y sabes que no encontrarás las palabras. Porque los aniversarios que se acercan se llevaron tu ropa la otra noche y esperas desnuda, helada. Porque estás tan blandita que conviertes en dagas envenenadas lo que sólo son gestos, y harás verdaderas bombas de los ataques por venir. Porque nunca te sientes tan sola como cuando lloras sola.

Porque vuelves a recordar aquella sensación de la que van a cumplirse diez anyos, cuando te creíste vencedora a tu manera, la única manera en que sabes ganar la continua pelea con tus demonios. Recuerdas, y echas de menos. Y nada te acaricia como te acarició Ella aquella noche, ninguna promesa al oído lleva tanta paz. Y sabes que no es tu camino, que sólo puedes seguir andando, pero si siempre es difícil, nunca la cuesta arriba es como la de este mes. Nunca el viento corta tanto tu rostro. Nunca hay tantas zancadillas, tanto tropiezo, tanta herida abierta.

La prueba, esta tarde. A Marzo le han bastado dos días para ganarte la primera batalla. Y tiene más de treinta... yo no apostaría por ti.

(Gritos en silencio, para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's.)

[La imagen que encabeza este post se llama Mourning Wood - Tears, del artista Luke Chueh. Tiene una galería más que interesante que puedes visitar haciendo click AQUÍ. Gracias a pezhammer
por dármelo a conocer]

Marzo strikes back

Mourning Wood Tears, de Luke Chueh

El anyo pasado pensaste que si cerrabas la puerta bien fuerte, que si la atrancabas con unas cuantas sillas y echabas el Candado de las Siete Llaves, Marzo no encontraría la manera de entrar en ti. Que si no hacías caso al timbre dejaría de sonar. Que si no te atrevías a asomarte a la mirilla no verías a nadie, y a lo mejor... no habría nadie. Que si te escondías lejos de tu mes fantasma, no te encontraría.

Y te equivocaste, claro. Dio contigo y te hizo chiquita, te inundó de lágrimas encarnadas y transparentes, se llevó tu aire y te llenó de punyales, algunos días los punyales de siempre, los días clave, punyales de oro sólo para tus entranyas, regalo personalizado, sólo para tus ojos. Marzo fue, como sólo él sabe serlo, el principio de un Fin que acabarías firmando suplicando un respiro, un descanso que no sabías darte de otra manera, bandera blanca, vencida.

Este anyo pensaste que si no mirabas el calendario los meses no se sucederían, que si no lo nombrabas Marzo olvidaría quién era, quién es, qué poder tiene sobre ti. Pensaste que si hacías planes tu mes fantasma no impondría los suyos, que si te rodeabas de gente que siembra sonrisas en ti, no habría sitio para las sombras asesinas que este mes siempre invita a tu casa.

Y te equivocaste, claro. Porque los días siguen ahí, en el calendario, amenazantes. Porque piensas en conversaciones que vendrán y sabes que no encontrarás las palabras. Porque los aniversarios que se acercan se llevaron tu ropa la otra noche y esperas desnuda, helada. Porque estás tan blandita que conviertes en dagas envenenadas lo que sólo son gestos, y harás verdaderas bombas de los ataques por venir. Porque nunca te sientes tan sola como cuando lloras sola.

Porque vuelves a recordar aquella sensación de la que van a cumplirse diez anyos, cuando te creíste vencedora a tu manera, la única manera en que sabes ganar la continua pelea con tus demonios. Recuerdas, y echas de menos. Y nada te acaricia como te acarició Ella aquella noche, ninguna promesa al oído lleva tanta paz. Y sabes que no es tu camino, que sólo puedes seguir andando, pero si siempre es difícil, nunca la cuesta arriba es como la de este mes. Nunca el viento corta tanto tu rostro. Nunca hay tantas zancadillas, tanto tropiezo, tanta herida abierta.

La prueba, esta tarde. A Marzo le han bastado dos días para ganarte la primera batalla. Y tiene más de treinta... yo no apostaría por ti.

(Gritos en silencio, para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's.)

[La imagen que encabeza este post se llama Mourning Wood - Tears, del artista Luke Chueh. Tiene una galería más que interesante que puedes visitar haciendo click AQUÍ. Gracias a pezhammer
por dármelo a conocer]

miércoles, 1 de marzo de 2006

Falsos recuerdos


(...) Aquel verano me proporcionó los días más gozosos de mi vida. Fui feliz viendo como su indiferencia hacia mí comenzaba a suponerle cierto esfuerzo; notando como de vez en cuando me mostraba una sonrisa sincera y gratuita; como toleraba que yo le mimase y le tratase a cuerpo de rey cada minuto de nuestra intensa cotidianidad; y como me permitía, por ejemplo, tomarme la libertad y el atrevimiento de acudir, como broma privada y socorrida, a reprocharle que aquel sofá que finalmente trajo a casa, no era exactamente del mismo color verde que con tanta gracia me discutió en el café, la tarde aquella en la que di por hecho que era mío para el resto de mis días.
Pero aquella sumisa felicidad, duró lo que lo hizo el buen tiempo. Con las primeras tardes de otoño, cuando las tempranas lluvias comenzaron a refrescar y a purificar el tórrido ambiente que nos había dejado en depósito el estío, cuando el nuevo curso no había hecho más que comenzar, Arturo se fue de casa sin darme más explicaciones que las que me proporcionó mi nombre escrito en un sobre, en cuyo interior, encontré el dinero para el pago de dos meses de alquiler.
Ya han pasado unos meses.
El invierno viene siendo duro en la ciudad. El barrio ha recobrado la solemne quietud del que aguarda resignado la llegada de los buenos tiempos. Desde hace varias semanas, la culpabilidad que arrastro hace baldío el constante enjugar de mis ojos. Después de desatender durante todo el día la exclusiva tarea de sobrevivir, bien entrada la noche, acabo aceptando como consuelo el hecho de que estoy estigmatizada por un destino reservado tan solo a las hembras de mi familia, que es mucho más poderoso que todo mi empeño y dedicación por eludirlo y, por el estrecho margen de un par de horas, consigo dormir de puro agotamiento.
Sentada en el café de la esquina de la que fuera nuestra calle, espero que un taxi me lleve a la estación. Ha llegado a mis oídos que mi madre se muere de soledad, por ello, he decidido regresar al pueblo y soportar allí, con todo sometimiento, la humillación por mi fracaso.
Hace mucho tiempo que en esta ciudad no luce el sol y que mi sombra se confunde con la oscuridad diurna que todo lo cubre. La lluvia, persistente, se empeña en borrar las huellas de mi felicidad y ahora lo empapa todo; la calle, el interior del café y mi rostro de mujer abandonada...