Se acerca tu cumpleanyos, el sexto que de una manera u otra nos encuentra cerca, aunque este cerca sea tan lejos. Vuelve a ser distinto. El anyo pasado había tantas senyales de prohibido que habías sembrado por el camino, que no pudimos hablar en Tu Día. Sorteando senyales, sólo pude lanzar a tu mar una botella sin firma que no reconociste (me sorprendió que no lo hicieras conociéndome tan bien como me conoces -supongo que no abriste los ojos, y al tacto es más difícil-.) Este anyo no hay senyales de stop - prohibido pasar - you're not welcome - cuidado con el perro, pero hay un silencio largo al que das de comer cada día a cambio de que no te abandone.
Creo que siempre he respetado tus decisiones aunque dejara de entenderlas hace demasiado. Pero el silencio es Tu Silencio, no mío. Y me conoces. Y sabes que, sin "prohibidos" que me lo impidan, marcaré tu número. Protegida, en mi entorno, en mi fuerte. Pero tu número. Y llevo días pensándolo, días preparándome, días limpiando la armadura que me obligas a ponerme en previsión de que la llamada desencadene uno de esos golpes que me rompen aun sin ser exactamente tu intención.
Y pienso que quizás me veas al otro lado de la pantalla y elijas no oír mi voz, apuntalar tu Silencio. Otra decisión que respetaría sin entenderla, acompanyando a la bolsa de Decisiones Extranyas, tan ajenas a lo que siempre has sido, que llevas tomadas en los últimos y no-tan-últimos tiempos. Yo sabré que te he llamado, que volví a enviar mi botella, y sabré que mi parte está hecha.
O quizá sí lo cojas -y creo que temo esto más, no reconocer tu voz, no descubrirte en la conversación-. En previsión de posibles monosílabos forzados, pensaré cuatro frases que pueda decirte si decides rodearte de hielo y escarcha. Cuatro frases que no romperán esos bloques de hielo (cuando un barco choca con un iceberg siempre es el barco el que se quiebra, nunca la montanya helada)... pero, con suerte, quizá impedirán que me congele yo. Quizá con esfuerzo consiga que sólo se congelen mis lágrimas, pedacitos de hielo en caída libre desde mis ojos brillantes.
Y en cualquier caso, tendré que volver a arroparme con futuros que nunca llegan, con promesas de encontrar la forma manyana, aunque manyana quede siempre tan lejos, horizonte que aparece siempre a la misma distancia por mucho que caminemos. Porque hoy seguimos (sigo / sigues) sin saber. Porque no nos encontramos. Ni siquiera en tu cumpleanyos.
Por si eliges enmudecerme, dejo aquí lo más importante: Sé feliz, mi ninyo, disfruta de este nuevo anyo, rodéate de gente que te quiera y te regale sonrisas y cielos por los que desplegar esas alas que no debes olvidar que tienes. Que este anyo sea Tu Anyo, que te acerques a tus suenyos y construyas otros suenyos nuevos que sigan siendo retos por los que levantarte cada manyana. Y que te descubras, cielo, que no te dé miedo ser Tú, seas quien seas -incluso si fueras otro distinto al ninyo que una vez, hace tanto, me enamoró-.
[Marzo I sería hoy mismo. El mismo día de hace unos anyos descubrimos nuestra imagen al lado de una fuente que sería testigo del encuentro entre una ninya-no-ninya y un senyor-no-senyor que se sorprenderían más tarde siendo seres alados, constructores de sonrisas, magos. Aunque ellos no lo sabían.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos*]
[*con permiso del maestro Benedetti]
Creo que siempre he respetado tus decisiones aunque dejara de entenderlas hace demasiado. Pero el silencio es Tu Silencio, no mío. Y me conoces. Y sabes que, sin "prohibidos" que me lo impidan, marcaré tu número. Protegida, en mi entorno, en mi fuerte. Pero tu número. Y llevo días pensándolo, días preparándome, días limpiando la armadura que me obligas a ponerme en previsión de que la llamada desencadene uno de esos golpes que me rompen aun sin ser exactamente tu intención.
Y pienso que quizás me veas al otro lado de la pantalla y elijas no oír mi voz, apuntalar tu Silencio. Otra decisión que respetaría sin entenderla, acompanyando a la bolsa de Decisiones Extranyas, tan ajenas a lo que siempre has sido, que llevas tomadas en los últimos y no-tan-últimos tiempos. Yo sabré que te he llamado, que volví a enviar mi botella, y sabré que mi parte está hecha.
O quizá sí lo cojas -y creo que temo esto más, no reconocer tu voz, no descubrirte en la conversación-. En previsión de posibles monosílabos forzados, pensaré cuatro frases que pueda decirte si decides rodearte de hielo y escarcha. Cuatro frases que no romperán esos bloques de hielo (cuando un barco choca con un iceberg siempre es el barco el que se quiebra, nunca la montanya helada)... pero, con suerte, quizá impedirán que me congele yo. Quizá con esfuerzo consiga que sólo se congelen mis lágrimas, pedacitos de hielo en caída libre desde mis ojos brillantes.
Y en cualquier caso, tendré que volver a arroparme con futuros que nunca llegan, con promesas de encontrar la forma manyana, aunque manyana quede siempre tan lejos, horizonte que aparece siempre a la misma distancia por mucho que caminemos. Porque hoy seguimos (sigo / sigues) sin saber. Porque no nos encontramos. Ni siquiera en tu cumpleanyos.
Por si eliges enmudecerme, dejo aquí lo más importante: Sé feliz, mi ninyo, disfruta de este nuevo anyo, rodéate de gente que te quiera y te regale sonrisas y cielos por los que desplegar esas alas que no debes olvidar que tienes. Que este anyo sea Tu Anyo, que te acerques a tus suenyos y construyas otros suenyos nuevos que sigan siendo retos por los que levantarte cada manyana. Y que te descubras, cielo, que no te dé miedo ser Tú, seas quien seas -incluso si fueras otro distinto al ninyo que una vez, hace tanto, me enamoró-.
[Marzo I sería hoy mismo. El mismo día de hace unos anyos descubrimos nuestra imagen al lado de una fuente que sería testigo del encuentro entre una ninya-no-ninya y un senyor-no-senyor que se sorprenderían más tarde siendo seres alados, constructores de sonrisas, magos. Aunque ellos no lo sabían.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos*]
[*con permiso del maestro Benedetti]
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