No te acerques demasiado... hoy muerdo.
Muerdo porque me canso de que me pisen, de que se aprovechen de que intento no enredar más las cosas, de proteger a quien luego me da patadas. Muerdo porque llevo dos días llenos del curro más aburrido del mundo mientras mi companyera, la de las miradas despreciativas y los comentarios hirientes que se clavan como cuchillos... mientras ella pasa las horas en la página del IKEA buscando muebles para su hogar, dulce hogar. Y me canso, porque yendo de buenas, todavía, pero a las malas... acabo harta.
Y muerdo. Porque el trabajo que no hace ella me toca a mí, porque lo hago aun a pesar de las risitas mal disimuladas, a pesar de que no lo merece, a pesar de que lo que se gana a pulso es otra cosa.
Otros días salgo del trabajo muy triste, cansada de ser invisible cuando no destinataria de punyales, y lloro un rato al llegar a casa hasta que un abrazo me hace desconectar y sonreír, o hasta que consigo aislar un poco mi mente y centrarla en otras cosas, alguna nueva adquisición para mi biblioteca, las palabras desperdigadas por la blogosfera... Otros días soy un lobo, pero ese que aúlla a la luna melancólicamente.
Hoy no estoy (tan) triste, hoy rabio un poco, hoy muerdo, hoy soy un lobo enfurecido. Y digo aquí lo que no he dicho en el trabajo, que a mí no me trates así que no te he hecho nada nunca, si acaso protegerte de tu ineptitud un par de veces o tres. Y que dejes de portarte como si tuvieras cinco anyos, ahora te ajunto, ahora no te ajunto... y que basta. Que yo también sé ladrar en vez de hablar, que yo también sé despreciar y tratar mal a los demás, que sólo con tus punyales tengo ya una colección para dar y tomar y lo mismo algún día me vuelvo igual de mala persona que tú y me da por clavártelos uno a uno. Pero callo...
Dicen de los animales agresivos que alguien ha tenido que ser agresivo con ellos para potenciar ese rasgo de su carácter. De un perro que ataca, que le han tenido que ensenyar a atacar, que le han tenido que forzar a que desarrollara su agresividad oculta. A mí no me gusta la rabia, la agresividad, yo no suelo responder cuando alguien la vuelca hacia mí, no me manejo bien rabiosa y no me gusto así. Prefiero hablar las cosas, o si esto no es posible, dejarlas correr como el agua que se va...
Pero hoy no hablaría nada. Hoy has rebasado mi paciencia, hoy estoy cansada de entender y justificar. Hoy no me importa no arreglar las cosas, no hacerlo todo bien, no ser la que concilia, la que lo intenta otra vez.
Hoy muerdo.
Muerdo porque me canso de que me pisen, de que se aprovechen de que intento no enredar más las cosas, de proteger a quien luego me da patadas. Muerdo porque llevo dos días llenos del curro más aburrido del mundo mientras mi companyera, la de las miradas despreciativas y los comentarios hirientes que se clavan como cuchillos... mientras ella pasa las horas en la página del IKEA buscando muebles para su hogar, dulce hogar. Y me canso, porque yendo de buenas, todavía, pero a las malas... acabo harta.
Y muerdo. Porque el trabajo que no hace ella me toca a mí, porque lo hago aun a pesar de las risitas mal disimuladas, a pesar de que no lo merece, a pesar de que lo que se gana a pulso es otra cosa.
Otros días salgo del trabajo muy triste, cansada de ser invisible cuando no destinataria de punyales, y lloro un rato al llegar a casa hasta que un abrazo me hace desconectar y sonreír, o hasta que consigo aislar un poco mi mente y centrarla en otras cosas, alguna nueva adquisición para mi biblioteca, las palabras desperdigadas por la blogosfera... Otros días soy un lobo, pero ese que aúlla a la luna melancólicamente.
Hoy no estoy (tan) triste, hoy rabio un poco, hoy muerdo, hoy soy un lobo enfurecido. Y digo aquí lo que no he dicho en el trabajo, que a mí no me trates así que no te he hecho nada nunca, si acaso protegerte de tu ineptitud un par de veces o tres. Y que dejes de portarte como si tuvieras cinco anyos, ahora te ajunto, ahora no te ajunto... y que basta. Que yo también sé ladrar en vez de hablar, que yo también sé despreciar y tratar mal a los demás, que sólo con tus punyales tengo ya una colección para dar y tomar y lo mismo algún día me vuelvo igual de mala persona que tú y me da por clavártelos uno a uno. Pero callo...
Dicen de los animales agresivos que alguien ha tenido que ser agresivo con ellos para potenciar ese rasgo de su carácter. De un perro que ataca, que le han tenido que ensenyar a atacar, que le han tenido que forzar a que desarrollara su agresividad oculta. A mí no me gusta la rabia, la agresividad, yo no suelo responder cuando alguien la vuelca hacia mí, no me manejo bien rabiosa y no me gusto así. Prefiero hablar las cosas, o si esto no es posible, dejarlas correr como el agua que se va...
Pero hoy no hablaría nada. Hoy has rebasado mi paciencia, hoy estoy cansada de entender y justificar. Hoy no me importa no arreglar las cosas, no hacerlo todo bien, no ser la que concilia, la que lo intenta otra vez.
Hoy muerdo.
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