Me gustan las fotos de toda la vida, en papel, guardaditas en su álbum, y recrearme mirándolas, recordando viajes que hice, encuentros, momentos dispersos a lo largo de mi vida.
Me cuesta hablar con desconocidos, me cuesta saltarme la barrera de la timidez aun siendo consciente de que muchas veces los mejores momentos vienen después de uno de esos encuentros frente a frente con una mirada nueva. Me gustan los silencios que no pesan, me agobian los que son incómodos y no sé cómo rellenar. Odio las discusiones, los gritos, jugar al escondite, al que-si-sí-que-si-no, las guerras mundiales a dos. Me flipan tus ojos que sonríen a la vez que tus labios, en perfecta coordinación. Me gusta dormir acompanyada, de medio lado y abrazada desde atrás. Me encantan los besos en el cuello, las cosquillas suaves despertando mi cuerpo dormido. No me gusta escribir dedicatorias en los libros, aunque antes siempre lo hacía, y me demoraba hasta encontrar la palabra precisa -la sonrisa perfecta, que canta Silvio-. Ya no, no más. Me hace sonreír la lengua de trapo de la hija de unos amigos, me hace desear manyanas. Siempre preferí a Astérix antes que a Tintín. Me encantan los ronroneos de la gatita sentada en mi regazo, lamiéndose la pata. No me gustan los dobles juegos, los malos entendidos, las segundas intenciones, la gente opaca que necesita todo un máster para entenderles. Me gustó tu voz desde el primer momento que la escuché, hace ya tres anyos, en un blog que ni siquiera era el tuyo. Me sigue gustando, deseándome buenas noches o diciéndome que ya vienes, al otro lado del teléfono. Me gusta poner voz de ninya pequenya de vez en cuando. No me gusta madrugar, aunque tampoco me gusta la sensación de levantarme tarde, otra manyana perdida.
Me gustan las fotos de toda la vida, en papel y ordenaditas en su álbum, y recrearme mirándolas, recordando ayeres siempre idealizados, que para eso están los recuerdos, para ser ideales. Me gusta hacer fotos en los viajes, en distintas ciudades, con distintas personas. Creo que a veces las palabras son tan buenas haciendo fotos como la mejor cámara... y para muestra, este post.
Me cuesta hablar con desconocidos, me cuesta saltarme la barrera de la timidez aun siendo consciente de que muchas veces los mejores momentos vienen después de uno de esos encuentros frente a frente con una mirada nueva. Me gustan los silencios que no pesan, me agobian los que son incómodos y no sé cómo rellenar. Odio las discusiones, los gritos, jugar al escondite, al que-si-sí-que-si-no, las guerras mundiales a dos. Me flipan tus ojos que sonríen a la vez que tus labios, en perfecta coordinación. Me gusta dormir acompanyada, de medio lado y abrazada desde atrás. Me encantan los besos en el cuello, las cosquillas suaves despertando mi cuerpo dormido. No me gusta escribir dedicatorias en los libros, aunque antes siempre lo hacía, y me demoraba hasta encontrar la palabra precisa -la sonrisa perfecta, que canta Silvio-. Ya no, no más. Me hace sonreír la lengua de trapo de la hija de unos amigos, me hace desear manyanas. Siempre preferí a Astérix antes que a Tintín. Me encantan los ronroneos de la gatita sentada en mi regazo, lamiéndose la pata. No me gustan los dobles juegos, los malos entendidos, las segundas intenciones, la gente opaca que necesita todo un máster para entenderles. Me gustó tu voz desde el primer momento que la escuché, hace ya tres anyos, en un blog que ni siquiera era el tuyo. Me sigue gustando, deseándome buenas noches o diciéndome que ya vienes, al otro lado del teléfono. Me gusta poner voz de ninya pequenya de vez en cuando. No me gusta madrugar, aunque tampoco me gusta la sensación de levantarme tarde, otra manyana perdida.
Me gustan las fotos de toda la vida, en papel y ordenaditas en su álbum, y recrearme mirándolas, recordando ayeres siempre idealizados, que para eso están los recuerdos, para ser ideales. Me gusta hacer fotos en los viajes, en distintas ciudades, con distintas personas. Creo que a veces las palabras son tan buenas haciendo fotos como la mejor cámara... y para muestra, este post.
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