Se conocieron en comisaría. La declaración comenzó de noche, a esas horas en las que lo turbio toma patente de corso, y no terminó hasta bien amanecido el día. Dick no llegó a convencerles de su inocencia.
Dick es un tipo ingenioso y cáustico. Laurel es rubia, y bella sin condiciones. Dick es un escritor, de ésos que aseguran sin recato que este mundo mediocre no se merece su arte. Laurel es de ese tipo de mujer que encandila sin ni tan siquiera insinuarse. Él es un ególatra tan simpático, por aquello del buen manejo de su discurso, como peligroso, pues no soporta ni el más mínimo desaire. Ella, de mirada profunda y de intenciones insondables, es inteligente, paciente y tiene ese punto de atrevimiento que se les escapa a las mujeres que sueñan con ser chicas malas. A ella, lo que más le cautiva de él, es esa arrogancia tan propia de los que se saben únicos. A él, ella le atrajo desde la primera vez que la vio andar con esos aires de sobrada apostura.
La gente les ve enamorados. De un par de meses a esta parte no se separan el uno del otro, y andan a todas horas dedicándose apasionados arrumacos. Ella le mira a él con embeleso y admiración, y él aplaca su carácter en las insensatas curvas de la feminidad de ella. Cualquiera diría que lo que les une tiene visos de perpetuidad, y que juntos hubieran alcanzado ya su Arcadia. De hecho, Laurel, más allá de ser su musa, se ha convertido también en la oportuna coartada de Dick, pues con toda su rubia contundencia, declaró solícita a su favor.
Hace un par de noches, y tras un leve incidente automovilístico, Dick golpeó como un salvaje a otro conductor que se atrevió a hacerle un insignificante desprecio. Laurel se asustó tanto al verle tan fuera de sí, que ha comenzado a sopesar la posibilidad de que Dick sea el monstruo que algunos dicen que es. De ahí que cuando esta mañana él le ha pedido en matrimonio, ella no haya sabido qué responderle, provocando que la mirada de Dick se tiñese de una cólera espantosa.
Dick es un tipo ingenioso y cáustico. Laurel es rubia, y bella sin condiciones. Dick es un escritor, de ésos que aseguran sin recato que este mundo mediocre no se merece su arte. Laurel es de ese tipo de mujer que encandila sin ni tan siquiera insinuarse. Él es un ególatra tan simpático, por aquello del buen manejo de su discurso, como peligroso, pues no soporta ni el más mínimo desaire. Ella, de mirada profunda y de intenciones insondables, es inteligente, paciente y tiene ese punto de atrevimiento que se les escapa a las mujeres que sueñan con ser chicas malas. A ella, lo que más le cautiva de él, es esa arrogancia tan propia de los que se saben únicos. A él, ella le atrajo desde la primera vez que la vio andar con esos aires de sobrada apostura.
La gente les ve enamorados. De un par de meses a esta parte no se separan el uno del otro, y andan a todas horas dedicándose apasionados arrumacos. Ella le mira a él con embeleso y admiración, y él aplaca su carácter en las insensatas curvas de la feminidad de ella. Cualquiera diría que lo que les une tiene visos de perpetuidad, y que juntos hubieran alcanzado ya su Arcadia. De hecho, Laurel, más allá de ser su musa, se ha convertido también en la oportuna coartada de Dick, pues con toda su rubia contundencia, declaró solícita a su favor.
Hace un par de noches, y tras un leve incidente automovilístico, Dick golpeó como un salvaje a otro conductor que se atrevió a hacerle un insignificante desprecio. Laurel se asustó tanto al verle tan fuera de sí, que ha comenzado a sopesar la posibilidad de que Dick sea el monstruo que algunos dicen que es. De ahí que cuando esta mañana él le ha pedido en matrimonio, ella no haya sabido qué responderle, provocando que la mirada de Dick se tiñese de una cólera espantosa.
In a lonely place.- 1950.- Nicholas Ray
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