Hoy necesito que me abraces fuerte,
sin excusas, sin palabras, sólo abrazos...
Hace frío ahí fuera. Hace frío aquí dentro. Parece que el invierno se adelanta, ganándole la batalla al otonyo, ganándonos la batalla a quienes necesitamos algo de calidez.
Hoy le he visto, él, que tantas palabras se ha llevado en este blog. Intentando rehacer el camino, reconstruir algo con los pocos ladrillos que encontremos. Segundo encuentro, después de aquel en mayo. Una comida, territorio neutral. Y frío.
Que no tengas prisa, que no me recuerdes
que sólo somos la apariencia de este barro...
Las sensaciones se agolpan en el pecho, las palabras no dichas se atraviesan en la garganta y el aire entra con dificultad. El estómago está cerrado, chiquito, que quepa bien en el punyo -sigue doliendo, escondido en algún sitio del vientre, no me lo encuentro-. Estómago en guardia, cinco sentidos alerta, todo tiene que salir bien. Control absoluto, férreo, sobre cada palabra que se escapa de mis labios. Jaulas que se multiplican en mi interior para lo que no debe salir. Látigo en la mano. Fiera domada.
Hoy necesito que me abraces fuerte,
por encima de los miedos y prejuicios,
que alcances ya los huesos y me despiertes lejos
de esta torpe selva a fin de siglo.
Todo sale, si no bien, correcto. Aparentemente la tormenta no ha causado danyos. Estoy convencida, porque así lo necesito, de que hemos dado el primero del largo camino del encuentro, aunque sea a costa de mi estómago hecho trizas, de mis nervios mordiéndome las entranyas, a costa de este frío desolador.
Echo en falta la calma de ayer, cuando su voz era ronroneo y la mía podía fluir. Hoy hay tanto en el tintero silenciado que se me ha derramado y dejo huellas negras por donde paso. El abrazo fue de hielo, dos montanyas que no se acoplan, que no encuentran los huecos del otro, que se aranyan con las aristas de piedra.
Y no me preguntes qué es lo que pasa,
no traigo heridas, es sólo que preciso
notarte bien dentro, sentirme en casa,
saber que es muy cierto que estoy contigo...
Luego, ya en casa, vienen las preguntas. El frío no se va, el estómago no encuentra el camino de vuelta a su espacio y protesta por la reclusión en el punyo donde le he guardado. Ganas de llorar, de derramarse toda... y ojos secos a pesar de todo.
Hoy necesito que me abraces fuerte
y que tu silencio traiga mucha calma,
que la noche venga lenta como nieve
y nos halle enlazadas las espaldas.
No quiero estar sola esta noche. Me hielo.
Hoy necesito que me abraces fuerte...
Necesito un abrazo. Y yo no pido demasiadas cosas. Casi nunca. Pero hoy sí. Hoy necesito.
[En cursiva, letra de la canción de Cómplices, "Hoy necesito" // Imagen de Eivissa]
sin excusas, sin palabras, sólo abrazos...
Hace frío ahí fuera. Hace frío aquí dentro. Parece que el invierno se adelanta, ganándole la batalla al otonyo, ganándonos la batalla a quienes necesitamos algo de calidez.
Hoy le he visto, él, que tantas palabras se ha llevado en este blog. Intentando rehacer el camino, reconstruir algo con los pocos ladrillos que encontremos. Segundo encuentro, después de aquel en mayo. Una comida, territorio neutral. Y frío.
Que no tengas prisa, que no me recuerdes
que sólo somos la apariencia de este barro...
Las sensaciones se agolpan en el pecho, las palabras no dichas se atraviesan en la garganta y el aire entra con dificultad. El estómago está cerrado, chiquito, que quepa bien en el punyo -sigue doliendo, escondido en algún sitio del vientre, no me lo encuentro-. Estómago en guardia, cinco sentidos alerta, todo tiene que salir bien. Control absoluto, férreo, sobre cada palabra que se escapa de mis labios. Jaulas que se multiplican en mi interior para lo que no debe salir. Látigo en la mano. Fiera domada.
Hoy necesito que me abraces fuerte,
por encima de los miedos y prejuicios,
que alcances ya los huesos y me despiertes lejos
de esta torpe selva a fin de siglo.
Todo sale, si no bien, correcto. Aparentemente la tormenta no ha causado danyos. Estoy convencida, porque así lo necesito, de que hemos dado el primero del largo camino del encuentro, aunque sea a costa de mi estómago hecho trizas, de mis nervios mordiéndome las entranyas, a costa de este frío desolador.
Echo en falta la calma de ayer, cuando su voz era ronroneo y la mía podía fluir. Hoy hay tanto en el tintero silenciado que se me ha derramado y dejo huellas negras por donde paso. El abrazo fue de hielo, dos montanyas que no se acoplan, que no encuentran los huecos del otro, que se aranyan con las aristas de piedra.
Y no me preguntes qué es lo que pasa,
no traigo heridas, es sólo que preciso
notarte bien dentro, sentirme en casa,
saber que es muy cierto que estoy contigo...
Luego, ya en casa, vienen las preguntas. El frío no se va, el estómago no encuentra el camino de vuelta a su espacio y protesta por la reclusión en el punyo donde le he guardado. Ganas de llorar, de derramarse toda... y ojos secos a pesar de todo.
Hoy necesito que me abraces fuerte
y que tu silencio traiga mucha calma,
que la noche venga lenta como nieve
y nos halle enlazadas las espaldas.
No quiero estar sola esta noche. Me hielo.
Hoy necesito que me abraces fuerte...
Necesito un abrazo. Y yo no pido demasiadas cosas. Casi nunca. Pero hoy sí. Hoy necesito.
[En cursiva, letra de la canción de Cómplices, "Hoy necesito" // Imagen de Eivissa]
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