...lo que yo temo es sentirme lejos de la gente que quiero. Que nuestros caminos se vayan separando, distanciando... que perdamos las cosas que nos unen y nos volvamos desconocidos. Que no nos interesemos por saber cómo le va al otro, qué siente, qué le pasa por la cabeza. Que no compartamos nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros temores.
Necesito esa cercanía a lo que llamo mi gente. Saberles conmigo incluso aunque algunos vivan en otras ciudades, aunque no suene el teléfono a diario. Necesito que el "puedes contar conmigo, no hasta dos, no hasta diez, sino contar conmigo" de Benedetti sea una realidad compartida. Necesito esa complicidad recuperada.
Y no siempre es fácil, porque las relaciones están vivas y pasan por distintas épocas, como si fueran estaciones. Y a tu vínculo le llega el otonyo y se le caen las hojas, y sientes el viento frío en la cara y te sientes un poco desnudo en medio del parque, sin saber dónde agarrarte, sin entender por qué se te ha escapado el verano de las manos. De nuevo, un camino por delante hasta que nazca la primavera con la calidez que conlleva.
Me pregunto muchas veces qué puedo hacer cuando no consigo esa cercanía deseada, cuando quieres adelantar la primavera, cuando quieres dar pequenyos pasos muy rápido que te acerquen a esa persona a la que quieres, que refuercen el vínculo. Y supongo que todo tiene sus tiempos, pero es que puedo echar tanto en falta esa cercanía de ayer... que la reconstruiremos, lo sé... pero el mientras me hace crecer la ansiedad.
Si me preguntan qué temo, la respuesta es siempre la misma. Que estemos lejos, más allá de distancias. Que seamos islas. Que no nos conozcamos. Por eso te busco, y adivino en tus palabras quién eres. Para sentirte cerca.
[Imagen de Azuzephre]
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