Mi estabilidad es siempre precaria, tanto, que una gotera o una ausencia prolongada durante unos días la rompe, me rompe. Una brizna de aire que hace tambalear la primera de las fichas de dominó, y llega el desastre, las fichas se desmoronan una tras otra. Y me quedo como una marioneta con las cuerdas cortadas, incapaz de moverme. Levantarme de la cama por la manyana se vuelve una tarea titánica que no siempre logro llevar a cabo, ir al trabajo es aún más difícil. Y empiezo a dejarme atrapar por mi cabeza que, al saberme débil, se envalentona y rescata sus armas para arrinconarme contra la pared, llorosa y tartamudeando, incapaz de hacerle (hacerme) frente.
Y me hago más consciente que nunca de los anyos que han pasado, de la cronicidad de algunas cosas que me acompanyan preparadas para saltar sobre mí en cuanto bajo la guardia, de lo que me diferencia.
Y me siento vencida una vez más, agotada, con la cabeza dándome vueltas y ganándome la partida, con multitud de pensamientos incontrolables que se repiten, incansables, hasta que consiguen que mis ojos se humedezcan primero, lloren en cascada después. Así, en medio de las piezas de dominó derramadas a mi alrededor, derrotada, agotada.
Estoy muy cansada...
Y me hago más consciente que nunca de los anyos que han pasado, de la cronicidad de algunas cosas que me acompanyan preparadas para saltar sobre mí en cuanto bajo la guardia, de lo que me diferencia.
Y me siento vencida una vez más, agotada, con la cabeza dándome vueltas y ganándome la partida, con multitud de pensamientos incontrolables que se repiten, incansables, hasta que consiguen que mis ojos se humedezcan primero, lloren en cascada después. Así, en medio de las piezas de dominó derramadas a mi alrededor, derrotada, agotada.
Estoy muy cansada...
No hay comentarios:
Publicar un comentario