miércoles, 17 de junio de 2009

Alegoría

Ayer, al llegar a su casa, hicimos el amor en el baño. Para que yo no me entristezca, de un tiempo a esta parte él llama hacer el amor a lo que hacemos.
En ese baño fue donde me desvirgó. Allí, postrado de rodillas y agarrado al bidé para soportar sus trémulos embates, Rodrigo me penetró, y después me aseguró que había estado fenomenal. No me dijo que me quería, ni tan siquiera que le gustaba mucho mi cuerpo vigoroso y adolescente. Sólo me dijo que follar conmigo había sido fenomenal. Yo lo tomé como el primer cumplido que recibía de aquel hombre al que por fin, tras enamorarme de él después de leer devotamente sus dos obras anteriores, había podido conocer personalmente en la presentación de Alegoría, su última novela.
Si quieres me quedo a dormir. Le dije todavía sentado en el suelo, mientras él se quitaba el condón. Y mañana te paso a limpio lo que estés escribiendo. Proseguí, tratando de ser útil. Me respondió que no. Que su mujer y su hija regresaban a primera hora. Luego, dándome un sonriente abrazo, me prometió que me llamaría el próximo fin de semana.

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