miércoles, 10 de junio de 2009

El tiempo pasará


Detrás de aquel rostro pétreo de sonrisa ausente, me costó reconocer al hombre del que una vez me enamoré. Se le notaba cansado, magullado y descreído, como si por fin fuera consciente de que su destino era no ganar ninguna guerra. Algo tuve que ver yo con el dolor que le concomía. Pero bien por vanidad, bien por no descubrirme infeliz en mi presente, lo cierto es que tardé en asumir mi parte de culpa. Lo reconozco. Al igual que admito que una vez que lo hice, acepté sin rubor el hecho de que sin él, no llego ni tan siquiera a ser yo misma.
Ahora, abrazados ya bajo la tibieza de la noche africana, volvemos a querernos sin memoria. Dejándome llevar por deseos retomados, intento provocar en él la sonrisa plácida y relajada que tienen los amantes, y le digo que ya no volveré a separarme de él. Le digo también, con mimos en los labios, que estaremos juntos hasta el final de nuestros días. Y le digo que le quiero, y le beso. Pero no lo consigo. Él no cambia su gesto adusto, sino todo lo contrario. Calla como si supiera algo que yo no sé, como si tras su escandaloso silencio se escondiera toda la verdad de este mundo.
Que me devoren tus ojos esta noche. Me ruega, tierno, como única respuesta.
Mientras, los compases de una suave melodía al piano, me recuerdan el inevitable paso del tiempo.
Casablanca.- 1942.- Michael Curtiz

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