Algunas noches me despierto de madrugada.
Intento concentrarme en los ronquidos de Perra-Foca, en los ruidecillos que hace el Pobre-Conejo al beber agua.
Inexplicablemente, son sonidos que me relajan.
Perfilo todo lo que puedo mi cuatro corporal y clavo los ojos en la pared.
Pienso entonces en tortugas, enormes y preciosos caparazones.
Aprieto con los dedos la almohada y me niego a girarme.
No quiero ver la ausencia.
Otras noches pienso en ciudades que no existen, iguanas que no compré,
amaneceres que me envuelven, frutas que se comen con piel,
el quejido de una guitarra y una camiseta a rayas.
Sonrío y me giro para dormir al revés.
PD: Definitivamente era un buen vino.
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