Ante las situaciones límite (y no tan límite) la gente se define, se posiciona, y más allá de decepciones -que las hay-, y sorpresas agradables -que también algunas hay-, aprendes mucho de la gente de tu entorno, de sus capacidades y sus limitaciones, de la consistencia de las buenas intenciones o el cartón-piedra del que están hechas algunas. De hasta dónde llegan, hasta dónde no. Y eso no les convierte en mejores y peores, no les da ni quita puntos porque obviamente las relaciones no son una competición, y porque la situación límite ni la han creado ellos ni tienen por qué saber manejarla. Pero como soy muy analítica, sobre todo en las relaciones (y reacciones) humanas, no deja de llamarme la atención.
Tengo en mente, por ejemplo, a un muchacho encantador, ninyo tesoro donde los haya, almacén inagotable de risas... al que mis situaciones límite le superan por completo. En su tierna ingenuidad infantil, que sin duda es uno de sus mayores encantos, se confunde ante mi tormenta, se asusta de mi manera de rebasar las fronteras que controla, se pierde en caminos que no es ya que no conozca, es que ni imagina ni es capaz de entender (a pesar de sus intentos, a pesar de su cercanía y calidez). Y eso no empanya un ápice el inmenso carinyo de ida y vuelta que nos une.
Igual que él toma su posición conjugando voluntad y capacidad, así se posicionan todos, eligiendo distintas trayectorias. Hay una mujer que hace ya anyos, ante la primera situación límite, retiró su palabra sin hacer preguntas siquiera, convencida de su (pre)juicio. Hay quienes en el pasado estuvieron tan cerca del volcán en que me convierto, lava ardiente que rebosa, siendo columnas que aguantaban firmes en el Abismo, bajo la tormenta de fuego... que se abrasaron, piel chamuscada, y hoy me esperan en la distancia -y yo tampoco me siento con derecho a pedirles que se acerquen de nuevo mientras sé que quemo-. Ni siquiera les dije que volvía a amenazarme mi hoguera, no quiero compromisos ni crear cadenas ni obligaciones.
Alguna gente encuentra formas de permanecer cerca, cada uno a su manera, unos a través de terceros, otros empunyando la risa o una canción como arma, otros con historias volcadas en papel, alguno casi sin saberlo, acompanyando con su voz desde unos auriculares.
Ante una Gacela ardiendo hay muchas posiciones, (casi) todas comprensibles y válidas. Y entiendo cuando hay más implicación, menos, más cercanía, menos, mensajes, letras escritas, la voz al otro lado del teléfono, una mano sobre la mía, un abrazo, un olor...
O simplemente tener la certeza de que si en un futuro mi companyia no danya y las llamas que me lamen se van apagando, habrá quienes me esperan, dos pasos más allá, donde han estado siempre, brazos abiertos.
[La imagen que encabeza el post es "Fire Woman", de Donna L. Smith. Sólo he encontrado una galería chiquita AQUÍ]
Tengo en mente, por ejemplo, a un muchacho encantador, ninyo tesoro donde los haya, almacén inagotable de risas... al que mis situaciones límite le superan por completo. En su tierna ingenuidad infantil, que sin duda es uno de sus mayores encantos, se confunde ante mi tormenta, se asusta de mi manera de rebasar las fronteras que controla, se pierde en caminos que no es ya que no conozca, es que ni imagina ni es capaz de entender (a pesar de sus intentos, a pesar de su cercanía y calidez). Y eso no empanya un ápice el inmenso carinyo de ida y vuelta que nos une.
Igual que él toma su posición conjugando voluntad y capacidad, así se posicionan todos, eligiendo distintas trayectorias. Hay una mujer que hace ya anyos, ante la primera situación límite, retiró su palabra sin hacer preguntas siquiera, convencida de su (pre)juicio. Hay quienes en el pasado estuvieron tan cerca del volcán en que me convierto, lava ardiente que rebosa, siendo columnas que aguantaban firmes en el Abismo, bajo la tormenta de fuego... que se abrasaron, piel chamuscada, y hoy me esperan en la distancia -y yo tampoco me siento con derecho a pedirles que se acerquen de nuevo mientras sé que quemo-. Ni siquiera les dije que volvía a amenazarme mi hoguera, no quiero compromisos ni crear cadenas ni obligaciones.
Alguna gente encuentra formas de permanecer cerca, cada uno a su manera, unos a través de terceros, otros empunyando la risa o una canción como arma, otros con historias volcadas en papel, alguno casi sin saberlo, acompanyando con su voz desde unos auriculares.
Ante una Gacela ardiendo hay muchas posiciones, (casi) todas comprensibles y válidas. Y entiendo cuando hay más implicación, menos, más cercanía, menos, mensajes, letras escritas, la voz al otro lado del teléfono, una mano sobre la mía, un abrazo, un olor...
O simplemente tener la certeza de que si en un futuro mi companyia no danya y las llamas que me lamen se van apagando, habrá quienes me esperan, dos pasos más allá, donde han estado siempre, brazos abiertos.
[La imagen que encabeza el post es "Fire Woman", de Donna L. Smith. Sólo he encontrado una galería chiquita AQUÍ]
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