He hablado muchas veces de mi relación con los recuerdos, de cómo el pasado tiene un hueco muy importante en mi presente, a veces quizá demasiado, y de cómo esos recuerdos duelen. De cómo mientras otros superan ciertas cosas mediante el olvido, yo elijo activamente el recuerdo y forzarme un poco a que el recuerdo traiga las sonrisas que traía ayer, y que si no es así hoy, ya lo será manyana, y si no manyana, al otro.
Porque no todos duelen. Hay algunos que también ayer dolían y hoy están en su sitio, cumpliendo su función, sin lastrar el futuro y haciendo sonreír. Pensaba, por ejemplo, en mi primera relación seria, en la que también estuve enamorada, también hubo cientos de sonrisas y unos punyados de lágrimas y miradas de hielo... y cómo cuando terminó, también todo dolía.
Aquel "nosotros" tenía una canción que sentía especialmente suya, de Barricada, llamada (creo) "Aún queda un sitio". Las sonrisas que nos regaló esa canción se volvieron lágrimas un tiempo. Pero ya no más. Ya no la escucho tanto como antes, pero a veces la pongo, esa canción y otras que asocio a aquel ninyo, y sonrío, pero no la sonrisa tenyida de melancolía que me acompanya con los recuerdos de mi último ninyo, sino una sonrisa franca, sin matices. Le oigo cantando a la vez que sus grupos favoritos, entre Boikot, Kortatu, Negu Gorriak, Piperrak...; me recuerdo intentando sin éxito seguir las canciones en euskera y me río; recuerdo su rizo negro cayéndole sobre el hombro y lo guapo que me parecía; la extranya pareja que debíamos hacer por la calle al ir juntos, yo con mi metro y medio y Él casi con sus dos...
...y me asombro de lo bien colocado que está todo dentro de mí, tan sano, como si supiera hacerlo. Me asombro de que nada duela, de las sonrisas sin nada detrás que asoman a mis labios.
Y ya sé que tiendo al melodrama, pero esa es un poquito mi esperanza. Que igual que los recuerdos se colocaron con mi primer ninyo, lo hagan con el que aún duele. Con quien hace sonreír pero velado, con cierta melancolía, con un suspiro que se escapa y ojos que aún se empanyan demasiadas veces. Porque pude hacerlo una vez, y tendré que reaprender cómo se hacía, porque Él no se merecería que le cambiara las risas por lágrimas y yo lo merezco aún menos. Porque si las canciones de mi primer ninyo me hacen bien, van a hacerlo también los recuerdos asociados a mi otro ninyo. Y porque los Monty Python se sorprenderían demasiado de mi mirada empanyada ante un alerce.
Sólo (sólo) hay que colocar los recuerdos en su sitio...
La canción de Barricada:
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Porque no todos duelen. Hay algunos que también ayer dolían y hoy están en su sitio, cumpliendo su función, sin lastrar el futuro y haciendo sonreír. Pensaba, por ejemplo, en mi primera relación seria, en la que también estuve enamorada, también hubo cientos de sonrisas y unos punyados de lágrimas y miradas de hielo... y cómo cuando terminó, también todo dolía.
Aquel "nosotros" tenía una canción que sentía especialmente suya, de Barricada, llamada (creo) "Aún queda un sitio". Las sonrisas que nos regaló esa canción se volvieron lágrimas un tiempo. Pero ya no más. Ya no la escucho tanto como antes, pero a veces la pongo, esa canción y otras que asocio a aquel ninyo, y sonrío, pero no la sonrisa tenyida de melancolía que me acompanya con los recuerdos de mi último ninyo, sino una sonrisa franca, sin matices. Le oigo cantando a la vez que sus grupos favoritos, entre Boikot, Kortatu, Negu Gorriak, Piperrak...; me recuerdo intentando sin éxito seguir las canciones en euskera y me río; recuerdo su rizo negro cayéndole sobre el hombro y lo guapo que me parecía; la extranya pareja que debíamos hacer por la calle al ir juntos, yo con mi metro y medio y Él casi con sus dos...
...y me asombro de lo bien colocado que está todo dentro de mí, tan sano, como si supiera hacerlo. Me asombro de que nada duela, de las sonrisas sin nada detrás que asoman a mis labios.
Y ya sé que tiendo al melodrama, pero esa es un poquito mi esperanza. Que igual que los recuerdos se colocaron con mi primer ninyo, lo hagan con el que aún duele. Con quien hace sonreír pero velado, con cierta melancolía, con un suspiro que se escapa y ojos que aún se empanyan demasiadas veces. Porque pude hacerlo una vez, y tendré que reaprender cómo se hacía, porque Él no se merecería que le cambiara las risas por lágrimas y yo lo merezco aún menos. Porque si las canciones de mi primer ninyo me hacen bien, van a hacerlo también los recuerdos asociados a mi otro ninyo. Y porque los Monty Python se sorprenderían demasiado de mi mirada empanyada ante un alerce.
Sólo (sólo) hay que colocar los recuerdos en su sitio...
La canción de Barricada:
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