Hay sentimientos con los que convivo difícilmente. No manejo bien una rabia que me suelo negar a sentir y que cuando viene me come un poco y acabo descargando sobre mí, por ejemplo. Hay otros que igualmente se me hacen complicados de llevar. Pero el que peor llevo es el Miedo, un miedo poderoso que me paraliza, me atenaza, hace que me falte el aire, me deja inmóvil, estatua de ángel incapaz de mover sus alas.
Tengo Miedo a un futuro que no sé agarrar, tengo miedo de que se me escape, de que me muerda y desgarre como ya ha hecho el pasado tantas veces. Tengo miedo a estar sola con una cabeza que no controlo y que se ríe de mí, tengo miedo de equivocarme cuando tomo decisiones, tengo miedo de vincularme demasiado a personas que luego dirán adiós y yo me quedaré ahí, acariciando un vínculo que ya no está y yo sigo queriendo mantener cerca. Tengo demasiados miedos, cotidianos, acompanyándome cada día. Miedos que labran las paredes en las que acabo encerrándome.
El miedo acaba siendo como un río embravecido que no te atreves a cruzar aunque sepas que lo que quieres se encuentra al otro lado. Pero basta mirar el puente sobre el río que salta hecho pedazos para convencerte de que tendrás que quedarte eternamente en esta orilla.
Mi miedo es una burbuja, pero no una irisada en la que se refleja el arco iris, de esas que tan bien sabe fabricar el ninyo rubio, no de esa clase. Es una burbuja irrompible que se construye alrededor tuyo y te separa de lo demás, te deja sola en tu encierro, respirando poquito para que no se acabe el aire, meta absurda.
Y llevo anyos lidiando con él, desde que dejé de ser ninya prácticamente. Y sigue ganándome la partida, día tras día, anyo tras anyo. Sigue decidiendo por mí demasiadas veces. Sigue dejándome asustada en un rincón, ojos secos que han llorado ya todo lo que tenían dentro. En continuo Jaque. Y yo no sé jugar al ajedrez.
(Lo mismo el post número 100 podría haber salido un poco menos oscuro, pero es lo que hay)
[La imagen que encabeza este post se llama Solitude, de Melissa Nucera, y encuentras su galería AQUÍ. Gracias a pezhammer, una vez más, por descubrírmela]
Tengo Miedo a un futuro que no sé agarrar, tengo miedo de que se me escape, de que me muerda y desgarre como ya ha hecho el pasado tantas veces. Tengo miedo a estar sola con una cabeza que no controlo y que se ríe de mí, tengo miedo de equivocarme cuando tomo decisiones, tengo miedo de vincularme demasiado a personas que luego dirán adiós y yo me quedaré ahí, acariciando un vínculo que ya no está y yo sigo queriendo mantener cerca. Tengo demasiados miedos, cotidianos, acompanyándome cada día. Miedos que labran las paredes en las que acabo encerrándome.
El miedo acaba siendo como un río embravecido que no te atreves a cruzar aunque sepas que lo que quieres se encuentra al otro lado. Pero basta mirar el puente sobre el río que salta hecho pedazos para convencerte de que tendrás que quedarte eternamente en esta orilla.
Mi miedo es una burbuja, pero no una irisada en la que se refleja el arco iris, de esas que tan bien sabe fabricar el ninyo rubio, no de esa clase. Es una burbuja irrompible que se construye alrededor tuyo y te separa de lo demás, te deja sola en tu encierro, respirando poquito para que no se acabe el aire, meta absurda.
Y llevo anyos lidiando con él, desde que dejé de ser ninya prácticamente. Y sigue ganándome la partida, día tras día, anyo tras anyo. Sigue decidiendo por mí demasiadas veces. Sigue dejándome asustada en un rincón, ojos secos que han llorado ya todo lo que tenían dentro. En continuo Jaque. Y yo no sé jugar al ajedrez.
(Lo mismo el post número 100 podría haber salido un poco menos oscuro, pero es lo que hay)
[La imagen que encabeza este post se llama Solitude, de Melissa Nucera, y encuentras su galería AQUÍ. Gracias a pezhammer, una vez más, por descubrírmela]
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