Una de esas piezas del puzzle que soy que no consigo aprender a encajar nunca del todo tiene que ver con el Deseo. Porque soy ninya-tabús (y son legión), porque hubo demasiado tiempo en que la desnudez fue trampa a veces hoy lo sigue siendo, porque tuve intercambiado el sentido del placer con el del dolor, porque implica una pérdida de control que me es muy difícil de tolerar, y seguramente por mil cosas más que me guardo porque incluso mi transparencia tiene algunos velos...
Pero por esa mezcla seguramente, hoy exploto mi imagen infantil y de ninya dulce y tierna -que lo soy, y me gusta serlo, pero a lo mejor también soy más cosas-, por eso la palabra mujer aplicada a mí me suena extranya y me causa cierto rechazo, por eso a veces leo a Ababol y admiro su libertad pero la siento inevitablemente lejana, por eso cosas que sé normales me hacen sentir sucia -en mí, nunca en otros-, por eso soy la ninya de los eufemismos en según qué temas, por eso me sonrojo o me siento violenta con cierta facilidad... Y no, no tiene la explicación sencilla de una familia represora ni repleta de tabús y conversaciones proscritas, cuando ha sido todo lo contrario. Como tantas cosas, está sólo en mí, en la ninya que no iba por calles con demasiada gente porque era difícil escapar al roce al esperar a que el semáforo cambiara de color, o en la ninya que se duchaba a oscuras, y que desde entonces ha recorrido muchísimo camino... pero queda por recorrer. Y no acaba de sentirse a gusto con esa parte de ella, la más mujer, pasional, carnal.
Y aún así...
...aún así a veces me olvido. A veces dejo que el deseo me invada, y sé que se refleja en mis ojos cuando te miran, ávidos, ansiosos. A veces, sólo a veces, me vuelvo Mujer con mayúsculas, para ti, me vuelvo de color rojo pasión, rojo deseo, rojo sexo. A veces estás, a veces sólo soy yo imaginando mis manos que te buscan, descubriendo rincones, revolviendo tu pelo, mi lengua persiguiendo la tuya, dibujando el contorno de tus labios, jugando a respirar a medio centímetro de ti y volverte loco, mis manos sujetando las tuyas por encima de tu cabeza, duenya de tus movimientos, diosa por un momento, tú deshaciéndote en deseo.
A veces tu cuerpo es la isla en la que quiero encontrar el tesoro, y hay tantos que disfruto con cada uno, pirata satisfecha con su botín. A veces mi mente no importa porque sólo importa la piel que se despierta a cada roce, las voces que se entrecortan, la respiración agitada y el sudor compartido. A veces dejo de ser ninya de tu mano, y mi cuerpo se estremece agradecido y me voy lejos-lejos, de donde tardo en regresar, yaciendo lánguida, pesadas las piernas, inmóvil un rato, expuesta, vulnerable a tu lado. A veces, en medio de esto, me asusto y me vuelvo chiquita porque me miro y no me reconozco, y me siento ninya y tengo que parar y volver a sentirme duenya de la situación, y ninya-wena / ninya-tierna. A veces me crezco por encima de mis miedos y mis tabús, pequenyos allá abajo, y pierdo la conciencia del tiempo porque nada importa ajeno a nosotros, y me veo reflejada en tus ojos brillantes y sé que me deseas, y me siento hermosa en tu mirada. Y quiero que nombres mis rincones con tu mano, y arquearme bajo tu roce, tus jadeos en mi oído, tu mano exploradora entre mis muslos, y derramarme en la cascada de miel salada en que sabes convertirme. Y dedicarme a ti y que me pidas, me llames, que se te rompa la voz en un gemido, que respires fuerte y te muerdas el labio, que me abraces fuerte y mezclarnos en uno, juntos, difuminando límites, pisando fronteras, sin saber dónde acaba una piel y empieza la otra... anhelantes primero, saciados más tarde, satisfechos, completos.
Y parte del camino que me queda por recorrer es saber que esa ninya que -de cuando en cuando- desea(ba) y -alguna vez- es (era) deseada... también soy yo, y que no excluye la dulzura ni la ternura el reconocerse también pasional, sensual. Que ésta no deja de ser otra forma de cercanía, otra forma de cuidar y ser cuidada. Que no tiene nada de malo, que la desnudez puede ser hermosa, incluso la propia, y que las sensaciones que dos cuerpos desnudos se dan pueden ser regalo.
(Y esto... lo escribo sobre todo para mí, para completar mi puzzle, para acostumbrarme a reconocerme también en estas piezas que no dejan de serme propias, aunque a veces las sienta tan ajenas).
[La imagen que encabeza el post pertenece a Pedro Pereira. Encuentras muchas más en su web. Ah... y hay un Deseo con el que no tengo problemas, claro -aunque no esté entre mis favoritos. Deseo, de los Eternos. Siempre Gaiman.]
Pero por esa mezcla seguramente, hoy exploto mi imagen infantil y de ninya dulce y tierna -que lo soy, y me gusta serlo, pero a lo mejor también soy más cosas-, por eso la palabra mujer aplicada a mí me suena extranya y me causa cierto rechazo, por eso a veces leo a Ababol y admiro su libertad pero la siento inevitablemente lejana, por eso cosas que sé normales me hacen sentir sucia -en mí, nunca en otros-, por eso soy la ninya de los eufemismos en según qué temas, por eso me sonrojo o me siento violenta con cierta facilidad... Y no, no tiene la explicación sencilla de una familia represora ni repleta de tabús y conversaciones proscritas, cuando ha sido todo lo contrario. Como tantas cosas, está sólo en mí, en la ninya que no iba por calles con demasiada gente porque era difícil escapar al roce al esperar a que el semáforo cambiara de color, o en la ninya que se duchaba a oscuras, y que desde entonces ha recorrido muchísimo camino... pero queda por recorrer. Y no acaba de sentirse a gusto con esa parte de ella, la más mujer, pasional, carnal.
Y aún así...
...aún así a veces me olvido. A veces dejo que el deseo me invada, y sé que se refleja en mis ojos cuando te miran, ávidos, ansiosos. A veces, sólo a veces, me vuelvo Mujer con mayúsculas, para ti, me vuelvo de color rojo pasión, rojo deseo, rojo sexo. A veces estás, a veces sólo soy yo imaginando mis manos que te buscan, descubriendo rincones, revolviendo tu pelo, mi lengua persiguiendo la tuya, dibujando el contorno de tus labios, jugando a respirar a medio centímetro de ti y volverte loco, mis manos sujetando las tuyas por encima de tu cabeza, duenya de tus movimientos, diosa por un momento, tú deshaciéndote en deseo.
A veces tu cuerpo es la isla en la que quiero encontrar el tesoro, y hay tantos que disfruto con cada uno, pirata satisfecha con su botín. A veces mi mente no importa porque sólo importa la piel que se despierta a cada roce, las voces que se entrecortan, la respiración agitada y el sudor compartido. A veces dejo de ser ninya de tu mano, y mi cuerpo se estremece agradecido y me voy lejos-lejos, de donde tardo en regresar, yaciendo lánguida, pesadas las piernas, inmóvil un rato, expuesta, vulnerable a tu lado. A veces, en medio de esto, me asusto y me vuelvo chiquita porque me miro y no me reconozco, y me siento ninya y tengo que parar y volver a sentirme duenya de la situación, y ninya-wena / ninya-tierna. A veces me crezco por encima de mis miedos y mis tabús, pequenyos allá abajo, y pierdo la conciencia del tiempo porque nada importa ajeno a nosotros, y me veo reflejada en tus ojos brillantes y sé que me deseas, y me siento hermosa en tu mirada. Y quiero que nombres mis rincones con tu mano, y arquearme bajo tu roce, tus jadeos en mi oído, tu mano exploradora entre mis muslos, y derramarme en la cascada de miel salada en que sabes convertirme. Y dedicarme a ti y que me pidas, me llames, que se te rompa la voz en un gemido, que respires fuerte y te muerdas el labio, que me abraces fuerte y mezclarnos en uno, juntos, difuminando límites, pisando fronteras, sin saber dónde acaba una piel y empieza la otra... anhelantes primero, saciados más tarde, satisfechos, completos.
Y parte del camino que me queda por recorrer es saber que esa ninya que -de cuando en cuando- desea(ba) y -alguna vez- es (era) deseada... también soy yo, y que no excluye la dulzura ni la ternura el reconocerse también pasional, sensual. Que ésta no deja de ser otra forma de cercanía, otra forma de cuidar y ser cuidada. Que no tiene nada de malo, que la desnudez puede ser hermosa, incluso la propia, y que las sensaciones que dos cuerpos desnudos se dan pueden ser regalo.
(Y esto... lo escribo sobre todo para mí, para completar mi puzzle, para acostumbrarme a reconocerme también en estas piezas que no dejan de serme propias, aunque a veces las sienta tan ajenas).
[La imagen que encabeza el post pertenece a Pedro Pereira. Encuentras muchas más en su web. Ah... y hay un Deseo con el que no tengo problemas, claro -aunque no esté entre mis favoritos. Deseo, de los Eternos. Siempre Gaiman.]
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