No había ido todavía desde que empezó el buen tiempo, y ya era raro. Ayer todo indicaba que sí, cielo azul, sol brillante... y un post que acabó de darme el empujón (y es que una tiene irremediablemente asociados los mimos a ese parque, entre sonrisa y sonrisa).
El Retiro hace anyos que tiene el poder de hacerme sonreír. Bolso grande, un libro, un cómic por si quiero cambiar, una libreta, una botellita de agua y al hombro. Un punyado de paradas de autobús -pocas- y entras por la puerta grande. Es automático, respiras hondo y sonríes. Ninyos que chillan y ríen en cascada, globos gigantes que aprendieron a volar, pelotas que danzan en el aire, lápices deslizándose dibujando rostros, guitarras, pendientes...
El Retiro son las barcas del lago y las carpas mutantes a las que sigue gustándote dar de comer, siempre dos bolsas de gusanitos, la tuya y la suya. El Retiro es siempre Sabina en la figura de Carlos Bannik, canción tras canción, mi voz mezclada con el resto; lo es incluso aunque no siempre esté él. Es quedarse un rato mirando a cualquiera de los pintores, o un espectáculo de magia y malabares, una exhibición de capoeira, los títeres y los pequenyajos enfervorizados gritando "ahiiiiiiiiiiiiiiiiii, que está ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" para avisar al bueno de que el malo llega por la espalda, anyo tras anyo, generación tras generación.
Como ayer, acaba siendo tumbarse en el césped frente al lago del Palacio de Cristal con un buen libro y bajo el Sol, que cae sobre el edificio devolviendo el reflejo roto en arco iris. Y pienso que es una pena que no esté su cámara para retratarlo... cuando justo una pareja pone otra máquina en mis manos para atrapar su imagen :-)
Y como el Retiro siempre te da alguna sorpresa de más a modo de propina de regalo, ayer acabé enfrascada en una charla con un desconocido que se acercó atraído por mi libro, una conversación agradable de las que arreglan el mundo, pasando sobre la transición chilena, la nuestra, las Revoluciones en América Latina y las pendientes de empezar, Ismael Serrano, los sandinistas... el trocito de surrealismo que acaba siendo el broche ideal para la tarde. Pequenyos grandes placeres de primavera.
Para los que no estuvisteis... es fácil estar un poco. La vista está al principio del post, ese arcoiris descomponiéndose y reflejándose en el lago; para el gusto, gusanitos primero, gominolas después; para el olfato, ese aire característico de la primavera; el tacto fue mitad hojas de libro, mitad césped fresco; y el oído... aquí tenéis la banda sonora que yo asocio, aunque ayer faltara (una de mis favoritas, aunque no sea de las más famosas):
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[La imagen que encabeza el post es de la galería de Ramón Durán en Flickr, a la que puedes acceder AQUÍ. Merece la pena apreciar la imagen en grande, yo no podía enlazarla pero se ve precisamente ese arco iris del que hablo, es una gozada :-) Y la canción de Sabina que puedes escuchar es "Cuando era más joven", del disco Juez y Parte, puedes ver la letra AQUÍ]
El Retiro hace anyos que tiene el poder de hacerme sonreír. Bolso grande, un libro, un cómic por si quiero cambiar, una libreta, una botellita de agua y al hombro. Un punyado de paradas de autobús -pocas- y entras por la puerta grande. Es automático, respiras hondo y sonríes. Ninyos que chillan y ríen en cascada, globos gigantes que aprendieron a volar, pelotas que danzan en el aire, lápices deslizándose dibujando rostros, guitarras, pendientes...
El Retiro son las barcas del lago y las carpas mutantes a las que sigue gustándote dar de comer, siempre dos bolsas de gusanitos, la tuya y la suya. El Retiro es siempre Sabina en la figura de Carlos Bannik, canción tras canción, mi voz mezclada con el resto; lo es incluso aunque no siempre esté él. Es quedarse un rato mirando a cualquiera de los pintores, o un espectáculo de magia y malabares, una exhibición de capoeira, los títeres y los pequenyajos enfervorizados gritando "ahiiiiiiiiiiiiiiiiii, que está ahiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" para avisar al bueno de que el malo llega por la espalda, anyo tras anyo, generación tras generación.
Como ayer, acaba siendo tumbarse en el césped frente al lago del Palacio de Cristal con un buen libro y bajo el Sol, que cae sobre el edificio devolviendo el reflejo roto en arco iris. Y pienso que es una pena que no esté su cámara para retratarlo... cuando justo una pareja pone otra máquina en mis manos para atrapar su imagen :-)
Y como el Retiro siempre te da alguna sorpresa de más a modo de propina de regalo, ayer acabé enfrascada en una charla con un desconocido que se acercó atraído por mi libro, una conversación agradable de las que arreglan el mundo, pasando sobre la transición chilena, la nuestra, las Revoluciones en América Latina y las pendientes de empezar, Ismael Serrano, los sandinistas... el trocito de surrealismo que acaba siendo el broche ideal para la tarde. Pequenyos grandes placeres de primavera.
Para los que no estuvisteis... es fácil estar un poco. La vista está al principio del post, ese arcoiris descomponiéndose y reflejándose en el lago; para el gusto, gusanitos primero, gominolas después; para el olfato, ese aire característico de la primavera; el tacto fue mitad hojas de libro, mitad césped fresco; y el oído... aquí tenéis la banda sonora que yo asocio, aunque ayer faltara (una de mis favoritas, aunque no sea de las más famosas):
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[La imagen que encabeza el post es de la galería de Ramón Durán en Flickr, a la que puedes acceder AQUÍ. Merece la pena apreciar la imagen en grande, yo no podía enlazarla pero se ve precisamente ese arco iris del que hablo, es una gozada :-) Y la canción de Sabina que puedes escuchar es "Cuando era más joven", del disco Juez y Parte, puedes ver la letra AQUÍ]
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