Y luego, cuando todos se hayan ido, cuando nos hayamos quedado solos entre mil vasos de plástico sucios, cuando el salón esté salpicado de ceniceros a rebentar y queden sobre la mesa alguna botella de cava a medias y los restos de la tarta...
Luego, decía, me acercaré lentamente para poner mis labios muy cerca de tu oido y susurrarte:
- Mi regalo para ti soy yo. Ábreme...
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