miércoles, 27 de diciembre de 2006

Navidudas V

¿Por qué ,de entre todas las figuritas posibles, Perra-Foca siente esa especial debilidad por atrapar y mordisquear a la del Niño-Dios?
¿Es su forma perruna de entrar en comunión tomando el cuerpo de Cristo?
¿O todo lo contrario?
¿Será la Perra-Foca miembro de una secta satánica?

Crónicas navidenyas (I)

Primera fase de las fiestas navidenyas superada. Con bastante menos dinero en el bolsillo, porque el consumismo bestial de estas fechas consiguió arrastrarnos burlando nuestros principios; con algunos regalos curiosos; con mensajes acumulados en el móvil y con algún obstáculo ya pasado.

Mi hermano decidió convertirse en el senyor Scrooge actualizado y no celebrar nada, no venir a las cenas familiares y no hacer ni recibir regalos. Dice que lleva anyos sacrificándose y viniendo en contra de sus deseos, y que ya no hay más... así que no le he visto todavía. Para fin de anyo directamente se marcha fuera del país, a una cabanya perdida en medio de un bosque perdido en medio de Eslovenia, a un encuentro de couch surfers, su último (e interesante, por cierto) descubrimiento. Y poco se puede hacer, más que respetar su decisión, llamarle senyor Scrooge y echarle un poco de menos.

Hubo un poco de todo... risas con mi prima pequenya punkarra, cigalas con olor a amoniaco que casi nos intoxican, gala terrible-terrible de Raphael, mi abuela cantando con el punyo el alto la Internacional al ritmo del himno de Espanya, justo antes del mensaje del rey, comidas vegetarianas que mi abuela quería servir con un cubierto con mango en forma de pata de jabalí... todo un poco surrealista, como es de esperar en mi familia.

Y si en Nochebuena nos habíamos librado de la intoxicación con las cigalas y su amoniaco, en Navidad ya era mucho pedir, así que tres horas después de comer teníamos a mi madre rabiando por lo que pensamos que fue una intoxicación leve por ostras, que nos hizo acabar llamando al 112, porque la pobre no paraba de vomitar, de tener una fuerte diarrea, sudores fríos, mareos cada vez peores... y como además en esta familia no tendemos nuuuuunca a dramatizar las cosas, ella repetía con un hilillo de voz, casi estertor de despedida: "Me encuen... tro... pe...or..." hasta que realmente acabamos asustándonos.

En el 112 se nota que son un servicio de emergencia de la leche, porque hasta que nos pasaron con un médico nos tuvieron unos quince-veinte minutos en espera (bien es verdad que no era un infarto), y en ese intervalo nos dio tiempo a intentar localizar infructuosamente a amigos médicos, a oír remedios de la botica de la abuela, según los cuales lo mejor para intoxicación por ostras es la leche (¿?), y hasta a buscar en Internet qué se podía ir haciendo, que nos sirvió para asustarnos aún más ante informaciones como "acuda al centro de urgencias más cercano" o "el fallecimiento puede suceder en cuestión de horas" (¡!). Todo para que cuando al final nos pusieron en contacto con el médico, éste nos dijera que era todo normal, que los síntomas eran los propios de una intoxicación leve, pero que si el cuerpo estaba expulsando lo malo era justo lo que debía hacer, que bastaba con que preparásemos un suero con agua, el zumo de dos limones, azúcar y bicarbonato y se lo diéramos para prevenir la deshidratación, y que fuera alarmismos.

Y lo que decía al empezar, que con esto hemos superado la primera parte. Ahora queda encontrar plan para Nochevieja en cuatro días (habitual en mí tanta previsión) y conseguir pasar un fin de anyo agradable cuando normalmente mis expectativas suelen ser demasiado altas, y le doy una tonta importancia a la última noche del anyo, como si significara mucho más que cualquier otra noche.

A ver qué tal nos sale... y felices fiestas para todos :-)

Crónicas navidenyas (I)

Primera fase de las fiestas navidenyas superada. Con bastante menos dinero en el bolsillo, porque el consumismo bestial de estas fechas consiguió arrastrarnos burlando nuestros principios; con algunos regalos curiosos; con mensajes acumulados en el móvil y con algún obstáculo ya pasado.

Mi hermano decidió convertirse en el senyor Scrooge actualizado y no celebrar nada, no venir a las cenas familiares y no hacer ni recibir regalos. Dice que lleva anyos sacrificándose y viniendo en contra de sus deseos, y que ya no hay más... así que no le he visto todavía. Para fin de anyo directamente se marcha fuera del país, a una cabanya perdida en medio de un bosque perdido en medio de Eslovenia, a un encuentro de couch surfers, su último (e interesante, por cierto) descubrimiento. Y poco se puede hacer, más que respetar su decisión, llamarle senyor Scrooge y echarle un poco de menos.

Hubo un poco de todo... risas con mi prima pequenya punkarra, cigalas con olor a amoniaco que casi nos intoxican, gala terrible-terrible de Raphael, mi abuela cantando con el punyo el alto la Internacional al ritmo del himno de Espanya, justo antes del mensaje del rey, comidas vegetarianas que mi abuela quería servir con un cubierto con mango en forma de pata de jabalí... todo un poco surrealista, como es de esperar en mi familia.

Y si en Nochebuena nos habíamos librado de la intoxicación con las cigalas y su amoniaco, en Navidad ya era mucho pedir, así que tres horas después de comer teníamos a mi madre rabiando por lo que pensamos que fue una intoxicación leve por ostras, que nos hizo acabar llamando al 112, porque la pobre no paraba de vomitar, de tener una fuerte diarrea, sudores fríos, mareos cada vez peores... y como además en esta familia no tendemos nuuuuunca a dramatizar las cosas, ella repetía con un hilillo de voz, casi estertor de despedida: "Me encuen... tro... pe...or..." hasta que realmente acabamos asustándonos.

En el 112 se nota que son un servicio de emergencia de la leche, porque hasta que nos pasaron con un médico nos tuvieron unos quince-veinte minutos en espera (bien es verdad que no era un infarto), y en ese intervalo nos dio tiempo a intentar localizar infructuosamente a amigos médicos, a oír remedios de la botica de la abuela, según los cuales lo mejor para intoxicación por ostras es la leche (¿?), y hasta a buscar en Internet qué se podía ir haciendo, que nos sirvió para asustarnos aún más ante informaciones como "acuda al centro de urgencias más cercano" o "el fallecimiento puede suceder en cuestión de horas" (¡!). Todo para que cuando al final nos pusieron en contacto con el médico, éste nos dijera que era todo normal, que los síntomas eran los propios de una intoxicación leve, pero que si el cuerpo estaba expulsando lo malo era justo lo que debía hacer, que bastaba con que preparásemos un suero con agua, el zumo de dos limones, azúcar y bicarbonato y se lo diéramos para prevenir la deshidratación, y que fuera alarmismos.

Y lo que decía al empezar, que con esto hemos superado la primera parte. Ahora queda encontrar plan para Nochevieja en cuatro días (habitual en mí tanta previsión) y conseguir pasar un fin de anyo agradable cuando normalmente mis expectativas suelen ser demasiado altas, y le doy una tonta importancia a la última noche del anyo, como si significara mucho más que cualquier otra noche.

A ver qué tal nos sale... y felices fiestas para todos :-)

domingo, 17 de diciembre de 2006

Juguetes para no compartir

Conversación con Amiga pre-compra del juego:

- ¿Has jugado alguna vez a los Sims? Estoy pensando en auto-regalármelo.
- ¡Oh, claro que sí! Básicamente consiste en manipular la vida de las personas. A ti te va a encantar.
- ...

Conversación con Padre post-compra del juego:

- ¡Mira esto, es genial! Yo he creado esta persona y ahora tengo que peinarla, maquillarla, darle de comer, bañarla...
- Hija, me parece macabro que juegues a tener un minusválido.
- ...

viernes, 15 de diciembre de 2006

La ventana

La chica se sienta frente a la ventana, piernas encogidas, brazos rodeando las piernas. Desnuda, en una habitación sin muebles, sin nada... sólo con una única ventana en una de las paredes, por la que asomarse al exterior. Fuera, tras el cristal, hay todo un mundo que le genera sensaciones encontradas, la primera de todas, miedo.

Miedo a no poder aguantar de pie el más mínimo contratiempo, miedo a que cualquier momento bueno sólo sea un paréntesis, miedo a no llegar, a estar sola, incluso a sentirse sola sin estarlo y no saber ver a la gente a su alrededor.

Pero no es el miedo lo único que encuentra al mirarse dentro... También, aunque en menor medida, hay ganas, ganas de hacer cosas, de sonreír -es una chica de sonrisa fácil, hasta risuenya, cuando sus demonios la dejan-, ganas de salir a ese mundo que teme y poder hacerse con él sin que las lágrimas surquen sus mejillas cada noche que pasa sola.

La chica se revuelve, se levanta para mirar más allá y vuelve a sentarse en su sitio, temerosa de que alguien la vea y le adjudique alguna de las etiquetas que ella misma se creyó hace tiempo: inútil, loca, infantil, falta de voluntad... Para la gente es difícil entender que ella prefiera estar resguardada en un cuarto oscuro a salir afuera, donde espera la luz, el movimiento, la vida. Y no es que ella lo prefiera... es que no sabe salir, es que el miedo la paraliza, es que hay demasiados es que's.

Y aún así, quizá algo dentro de ella se esté transformando, quizá se esté preparando para sacar los miedos, doblarlos bien dobladitos y dejarlos en una esquina de la habitación, y abrir la ventana, aun desnuda, aun con los nuevos miedos creciéndole dentro, y gritar. Quizá descubra, después de tanto tiempo, que está en un bajo y que un pequenyo salto basta para salir del cuarto oscuro. Quizá esté en un noveno y no pueda salir sin ayuda de bomberos... pero habrá dado el paso de querer salir.

Y tal vez lo haga pronto... o tal vez se consuma en el cuarto, muerta de miedo, frío y soledad. De momento, por si acaso, intenta recordar los versos del poema de Benedetti, aquel de la alegría tirando piedritas a la ventana... para animarse a abrirla.

[La imagen que encabeza este post está sacada de la galería que DWRowan tiene en flickr. El poema de Benedetti al que hace referencia el texto os lo copio aquí debajo, porque es uno de esos imprescindibles que espero que disfrutéis tanto como yo... y la chica que está en el cuarto oscuro]

* * * * *

PIEDRITAS EN LA VENTANA

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando

pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajos hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré al recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedras
abriré la ventana

(Mario Benedetti)

La ventana

La chica se sienta frente a la ventana, piernas encogidas, brazos rodeando las piernas. Desnuda, en una habitación sin muebles, sin nada... sólo con una única ventana en una de las paredes, por la que asomarse al exterior. Fuera, tras el cristal, hay todo un mundo que le genera sensaciones encontradas, la primera de todas, miedo.

Miedo a no poder aguantar de pie el más mínimo contratiempo, miedo a que cualquier momento bueno sólo sea un paréntesis, miedo a no llegar, a estar sola, incluso a sentirse sola sin estarlo y no saber ver a la gente a su alrededor.

Pero no es el miedo lo único que encuentra al mirarse dentro... También, aunque en menor medida, hay ganas, ganas de hacer cosas, de sonreír -es una chica de sonrisa fácil, hasta risuenya, cuando sus demonios la dejan-, ganas de salir a ese mundo que teme y poder hacerse con él sin que las lágrimas surquen sus mejillas cada noche que pasa sola.

La chica se revuelve, se levanta para mirar más allá y vuelve a sentarse en su sitio, temerosa de que alguien la vea y le adjudique alguna de las etiquetas que ella misma se creyó hace tiempo: inútil, loca, infantil, falta de voluntad... Para la gente es difícil entender que ella prefiera estar resguardada en un cuarto oscuro a salir afuera, donde espera la luz, el movimiento, la vida. Y no es que ella lo prefiera... es que no sabe salir, es que el miedo la paraliza, es que hay demasiados es que's.

Y aún así, quizá algo dentro de ella se esté transformando, quizá se esté preparando para sacar los miedos, doblarlos bien dobladitos y dejarlos en una esquina de la habitación, y abrir la ventana, aun desnuda, aun con los nuevos miedos creciéndole dentro, y gritar. Quizá descubra, después de tanto tiempo, que está en un bajo y que un pequenyo salto basta para salir del cuarto oscuro. Quizá esté en un noveno y no pueda salir sin ayuda de bomberos... pero habrá dado el paso de querer salir.

Y tal vez lo haga pronto... o tal vez se consuma en el cuarto, muerta de miedo, frío y soledad. De momento, por si acaso, intenta recordar los versos del poema de Benedetti, aquel de la alegría tirando piedritas a la ventana... para animarse a abrirla.

[La imagen que encabeza este post está sacada de la galería que DWRowan tiene en flickr. El poema de Benedetti al que hace referencia el texto os lo copio aquí debajo, porque es uno de esos imprescindibles que espero que disfrutéis tanto como yo... y la chica que está en el cuarto oscuro]

* * * * *

PIEDRITAS EN LA VENTANA

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando

pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajos hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré al recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedras
abriré la ventana

(Mario Benedetti)

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Navidudas (IV)

¿Por qué Madre compra sucedáneo de caviar y salmón ahumado sólo por Navidades cuando el bistec de ternera cotidiano resulta mucho más caro?

¿Conseguirán los hombres, a base de marcar tempos y poner acento argentino, hacernos olvidar el desagradable parecido que guardan las gulas con un plato de gusanos hervidos?

lunes, 11 de diciembre de 2006

Navidudas (III)

¿Por qué las espeluznantes imágenes mentales derivadas de ver a Tía tocar la zambomba no quedan ocultas en alguna profunda y oscura zona del subconsciente?
¿Donde está la memoria selectiva cuando más se la necesita?

domingo, 10 de diciembre de 2006

Navidudas (II)

¿Qué sutil mensaje subliminar esconde que año tras año Familia entera se ponga de acuerdo en regalarme colonia y ropa interior nueva?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Navidudas (I)

¿Qué extraña ley de la naturaleza hace que todos los reunidos para cenar el día de Navidad hayamos envejecido y, sin embargo, siempre haya alguien menor de siete años sentado a la mesa?
¿Qué maquiavélico ser los programa para que sientan el impulso de subirse a una silla y obsequiar a todos los presentes con un poema navideño?
¿Con qué portentosas habilidades mentales cuentan estos pequeños seres capaces de memorizar esos escritos tan soporíferos como extensos?
¿Por qué, en contra de nuestros auténticos deseos, les aplaudimos con tanto candor y nos resignamos a comernos la sopa fría en vez de amordazarlos y meterlos en un armario hasta después de los turrones?

lunes, 4 de diciembre de 2006

Historias para no dormir

En vistas de como está la situación propongo una alternativa de ocio prudente y cívica al botellón.
Disfrutar de la movida nocturna en la planta de Urgencias de cualquier Hospital.
Una servidora se decidió a vivir la experiencia este viernes noche y el resultado fue, ciertamente, FANTÁSTICO:

1- La Metamorfosis de mi pareja en John Q o de cómo una persona, normalmente amorosa y comedida, pasó de implorar piedad para los que sufren a desear apuntar con un revólver la delicada y sudorosa sien de una enfermera para exigir justicia tras tres horas de desplantes y frases condescendientes.

2- La Fosilización de mi trasero o de cómo se unió y se petrificó este con el asiento de plástico en el que me dejaba morir durante el transcurso de una terrible y lenta agonía.

3- La Aparición de un Chamán o de cómo un hombre, sin necesidad de recurrir a complicados reconocimientos, minuciosos estudios, ni sofisticados procedimientos científicos puede diagnosticar una enfermedad.
El Chamán sólo necesitó poner la palma de sus manos contra mis mejillas y acercar su varita de luz a mi oído para afirmar con voz grave y profunda.
- Es una otitis media.
(Con todo lo que he padecido y todos los medicamentos que he tenido que tomar me pregunto si alguien ha conseguido sobrevivir a una otitis aguda)

Como véis, queridos, se pueden vivir experiencias surrealistas, hilarantes y alucinógenas sin tener por ello que traspasar los márgenes de la ley.

jueves, 30 de noviembre de 2006

¿Qué esperas de mí?

Photobucket - Video and Image Hosting

Yo no te pido
que me bajes una estrella azul
sólo te pido
que mi espacio llenes con tu luz...

Creo que fue ayer por la manyana cuando, hablando con alguien, me preguntó que qué esperaba yo de ella. Yo contesté, después de pensarlo, que no lo sabía, y ella me dijo que eso era una respuesta positiva porque le resultaría más difícil enfrentarse a una relación predefinida ya en mi cabeza que a la que fuéramos construyendo entre las dos paso a paso, sin planes.

Estuvimos hablando más y más -la verdad es que fue una de esas charlas que te aportan cosas, enriquecedoras-, y entre lo que hablamos surgió de nuevo la idea de lo que esperamos de los demás, de nuestros amigos, de la gente que nos rodea. De si eran mejores o perores amigos aquellos que tienen más detalles con nosotros, y de cómo funcionamos en nuestras relaciones con los demás. Es un tema interesante...

Yo estoy aprendiendo a respetar más a los demás en función de sus necesidaddes, y no sólo de las mías. Aprender que aunque a mí me gusta que la gente esté pendiente de mí, que los que me quieren estén cerquita... a veces la gente necesita sus espacios, sus tiempos, sus momentos, y que eso no les convierte en mejores ni peores, ni siquiera en mejores o peores amigos. Seguramente los dos tipos, los que están más encima y los que van más a su bola, estarán cerca cuando sientan que se les necesita realmente.

Además, está el hecho de que yo sé que estar cerca de mí en mis malas épocas no siempre es fácil, en realidad dista mucho de serlo. Que puede ser muy frustrante, que genero impotencia en mi entorno, que al final quemo y hay que distanciarse. Y estoy aprendiendo, con ello, dos cosas. Una, para la que me queda un buen camino todavía, que tengo que aprender a usar mejor mis dos manos y no tirar tanto de las de quienes me rodean... ser más autónoma, más independiente, más Yo, y tirar del carro con las fuerzas que tengo dentro, que son grandes en el fondo, si me esfuerzo. Y otra... que hay que respetar las decisiones que toman los otros, sus momentos más o menos largos de retiro, de respiro, de alejamiento para rehacerse. No toda la gente tiene el mismo aguante y quienes más te quieren a veces son quienes más sufren por verte mal, y quienes más se rompen contigo, quienes más empatizan. Y para tener relaciones sanas, hay que desterrar aquellas en las que, por ayudarte, al final acaban dos en un pozo en vez de uno.

Por todo esto que estoy diciendo, yo ya no espero que estén siempre conmigo, que me entiendan siempre, que estén cerca siempre. Hay luces que brillan incluso en la distancia, que se mantienen como puntitos de referencia para no perderse, allá lejos, donde necesitan estar temporalmente para cuidarse un poco, para no herirse conmigo... y que, al menos es lo que imagino, esperan allí hasta que puedan volver a acercarse o, más rehecha yo, más estabilizada, menos demandante, pueda acercarme yo hasta donde están ellos. Y creo que es el camino para establecer relaciones más sanas y que funcionen en dos sentidos, no únicamente recibiendo yo, ninya pequenya que necesita ser cuidada por múltiples mamás, sino relaciones adultas en las que a veces das y a veces recibes, y las dos personas se sienten por igual escuchadas y atendidas.

No podemos esperar que los demás cubran siempre nuestras necesidades, que se muevan en función de ellas. Nosotros somos quienes más podemos hacer por satisfacerlas, y también hay que aprender a vivir con algunas necesidades insatisfechas sin por ello venirse abajo. Y los demás nos aportarán más o menos cosas, su companyía, su conversación, sus ganas... pero no son nuestros brazos, y nosotros no somos bebés permanentemente necesitados de que alguien balancee nuestra cuna para poder conciliar el suenyo. O no debemos serlo, al menos, y si en alguna época nos sucede que no podemos evitarlo, no podemos tampoco imponérselo a los demás.

Es un largo camino, pero me gusta saber que lo estoy recorriendo...

¿Qué esperas de mí?

Photobucket - Video and Image Hosting

Yo no te pido
que me bajes una estrella azul
sólo te pido
que mi espacio llenes con tu luz...

Creo que fue ayer por la manyana cuando, hablando con alguien, me preguntó que qué esperaba yo de ella. Yo contesté, después de pensarlo, que no lo sabía, y ella me dijo que eso era una respuesta positiva porque le resultaría más difícil enfrentarse a una relación predefinida ya en mi cabeza que a la que fuéramos construyendo entre las dos paso a paso, sin planes.

Estuvimos hablando más y más -la verdad es que fue una de esas charlas que te aportan cosas, enriquecedoras-, y entre lo que hablamos surgió de nuevo la idea de lo que esperamos de los demás, de nuestros amigos, de la gente que nos rodea. De si eran mejores o perores amigos aquellos que tienen más detalles con nosotros, y de cómo funcionamos en nuestras relaciones con los demás. Es un tema interesante...

Yo estoy aprendiendo a respetar más a los demás en función de sus necesidaddes, y no sólo de las mías. Aprender que aunque a mí me gusta que la gente esté pendiente de mí, que los que me quieren estén cerquita... a veces la gente necesita sus espacios, sus tiempos, sus momentos, y que eso no les convierte en mejores ni peores, ni siquiera en mejores o peores amigos. Seguramente los dos tipos, los que están más encima y los que van más a su bola, estarán cerca cuando sientan que se les necesita realmente.

Además, está el hecho de que yo sé que estar cerca de mí en mis malas épocas no siempre es fácil, en realidad dista mucho de serlo. Que puede ser muy frustrante, que genero impotencia en mi entorno, que al final quemo y hay que distanciarse. Y estoy aprendiendo, con ello, dos cosas. Una, para la que me queda un buen camino todavía, que tengo que aprender a usar mejor mis dos manos y no tirar tanto de las de quienes me rodean... ser más autónoma, más independiente, más Yo, y tirar del carro con las fuerzas que tengo dentro, que son grandes en el fondo, si me esfuerzo. Y otra... que hay que respetar las decisiones que toman los otros, sus momentos más o menos largos de retiro, de respiro, de alejamiento para rehacerse. No toda la gente tiene el mismo aguante y quienes más te quieren a veces son quienes más sufren por verte mal, y quienes más se rompen contigo, quienes más empatizan. Y para tener relaciones sanas, hay que desterrar aquellas en las que, por ayudarte, al final acaban dos en un pozo en vez de uno.

Por todo esto que estoy diciendo, yo ya no espero que estén siempre conmigo, que me entiendan siempre, que estén cerca siempre. Hay luces que brillan incluso en la distancia, que se mantienen como puntitos de referencia para no perderse, allá lejos, donde necesitan estar temporalmente para cuidarse un poco, para no herirse conmigo... y que, al menos es lo que imagino, esperan allí hasta que puedan volver a acercarse o, más rehecha yo, más estabilizada, menos demandante, pueda acercarme yo hasta donde están ellos. Y creo que es el camino para establecer relaciones más sanas y que funcionen en dos sentidos, no únicamente recibiendo yo, ninya pequenya que necesita ser cuidada por múltiples mamás, sino relaciones adultas en las que a veces das y a veces recibes, y las dos personas se sienten por igual escuchadas y atendidas.

No podemos esperar que los demás cubran siempre nuestras necesidades, que se muevan en función de ellas. Nosotros somos quienes más podemos hacer por satisfacerlas, y también hay que aprender a vivir con algunas necesidades insatisfechas sin por ello venirse abajo. Y los demás nos aportarán más o menos cosas, su companyía, su conversación, sus ganas... pero no son nuestros brazos, y nosotros no somos bebés permanentemente necesitados de que alguien balancee nuestra cuna para poder conciliar el suenyo. O no debemos serlo, al menos, y si en alguna época nos sucede que no podemos evitarlo, no podemos tampoco imponérselo a los demás.

Es un largo camino, pero me gusta saber que lo estoy recorriendo...

lunes, 27 de noviembre de 2006

Como puedes decir eso (IV)

El problema no es pasajero, el problema no es algo que se pueda arreglar en un tiempo, porque el problema no es la ausencia, o la estación, o las goteras, o la búsqueda de casa... el problema soy yo, está dentro de mí, en mi cabeza que se pierde, en mis ganas que se escapan entre los dedos como arena.

Ahí esta una de las claves. En que se pierden las ganas. Las ganas de seguir luchando eternamente, las ganas de recomponer los pedazos que se rompen una y otra vez y tú sigues pegando como en un puzzle eterno. Y eres plenamente consciente de que ese romperse y pegar, romperse y pegar... es algo que te va a acompanyar de por vida, que tu vida es eso, unas semanas arriba hasta que sopla el viento y desmorona el castillo de naipes del que estás hecha. Y vuelta al pozo que conoces de memoria, vuelta a trepar por sus paredes hasta que te sangran los dedos descarnados, vuelta a resbalar y caer, dando con todos tus huesos contra el suelo y, dolorida, vuelta a incorporarse y seguir trepando...

Y ya sabes que sí, que los buenos momentos tienen que compensarte y que tiene que valer la pena, y que la lucha es la única opción porque el resto ni se deberían considerar, y que sólo nos queda vivir, aunque sea en minúsculas y aunque muchas veces sea más sobrevivir que vivir en sí, lo que haces.

Pero hay que tener ganas. Hay que ser mucho más fuerte de lo que tú eres. Hay que ser una luchadora nata y tú lo eres por imposición, no está en tu naturaleza.

Y te quemas, te agotas, te rindes, y la gente que está a tu alrededor se frustra, se llena de impotencia, se quema contigo y acaba alejándose para salvaguardar su propia piel, porque pueden echarte cuerdas desde arriba del pozo, pero no pueden bajar y sacarte en sus brazos, y vivir ellos tu vida enfrentándose a tus problemas por ti. No pueden salvarte de quien eres...

...y tú tampoco puedes salvarte, o quizá sí pero sólo a través de esa batalla permanente que te deja sin fuerzas, juego al que no quieres, no puedes jugar siempre, aunque no haya de otra, aunque sea la única vía.

Acabas este post como acabaste el anterior, como acaban últimamente todos tus días, exhausta en la cama, con el cojín mojado por las lágrimas y los ojos rojos, hinchados. Mientras piensas que estás muy cansada, demasiado cansada... otra vez. Como ayer, como manyana.

(Gritos para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's)

Como puedes decir eso (IV)

El problema no es pasajero, el problema no es algo que se pueda arreglar en un tiempo, porque el problema no es la ausencia, o la estación, o las goteras, o la búsqueda de casa... el problema soy yo, está dentro de mí, en mi cabeza que se pierde, en mis ganas que se escapan entre los dedos como arena.

Ahí esta una de las claves. En que se pierden las ganas. Las ganas de seguir luchando eternamente, las ganas de recomponer los pedazos que se rompen una y otra vez y tú sigues pegando como en un puzzle eterno. Y eres plenamente consciente de que ese romperse y pegar, romperse y pegar... es algo que te va a acompanyar de por vida, que tu vida es eso, unas semanas arriba hasta que sopla el viento y desmorona el castillo de naipes del que estás hecha. Y vuelta al pozo que conoces de memoria, vuelta a trepar por sus paredes hasta que te sangran los dedos descarnados, vuelta a resbalar y caer, dando con todos tus huesos contra el suelo y, dolorida, vuelta a incorporarse y seguir trepando...

Y ya sabes que sí, que los buenos momentos tienen que compensarte y que tiene que valer la pena, y que la lucha es la única opción porque el resto ni se deberían considerar, y que sólo nos queda vivir, aunque sea en minúsculas y aunque muchas veces sea más sobrevivir que vivir en sí, lo que haces.

Pero hay que tener ganas. Hay que ser mucho más fuerte de lo que tú eres. Hay que ser una luchadora nata y tú lo eres por imposición, no está en tu naturaleza.

Y te quemas, te agotas, te rindes, y la gente que está a tu alrededor se frustra, se llena de impotencia, se quema contigo y acaba alejándose para salvaguardar su propia piel, porque pueden echarte cuerdas desde arriba del pozo, pero no pueden bajar y sacarte en sus brazos, y vivir ellos tu vida enfrentándose a tus problemas por ti. No pueden salvarte de quien eres...

...y tú tampoco puedes salvarte, o quizá sí pero sólo a través de esa batalla permanente que te deja sin fuerzas, juego al que no quieres, no puedes jugar siempre, aunque no haya de otra, aunque sea la única vía.

Acabas este post como acabaste el anterior, como acaban últimamente todos tus días, exhausta en la cama, con el cojín mojado por las lágrimas y los ojos rojos, hinchados. Mientras piensas que estás muy cansada, demasiado cansada... otra vez. Como ayer, como manyana.

(Gritos para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's)

domingo, 26 de noviembre de 2006

Voyage, voyage...

Pensando en la vuelta a casa por Navidad hago un repaso superficial de los tubos, botes, tarros y frascos que acumulo en las estanterias del baño: hidratante facial, hidratante corporal, exfoliante facial, exfoliante corporal, crema desmaquilladora, tónico, anticelulítico día, anticelulítico noche, crema reafirmante, gel, champú, acondicionador, mascarilla capilar, reparador de puntas,dentrífico, elixir, desodorante, colonia, perfume...

Por fortuna en los aeropuertos no se han apuntado a la moda del Día.
Las bolsas de plástico transparente en las que obligatoriamente hay que meter los productos de neceser son gratuitas.
De otro modo me hubiera visto forzada a regresar en tren.
Respiro aliviada.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Como piezas de dominó

Mi estabilidad es siempre precaria, tanto, que una gotera o una ausencia prolongada durante unos días la rompe, me rompe. Una brizna de aire que hace tambalear la primera de las fichas de dominó, y llega el desastre, las fichas se desmoronan una tras otra. Y me quedo como una marioneta con las cuerdas cortadas, incapaz de moverme. Levantarme de la cama por la manyana se vuelve una tarea titánica que no siempre logro llevar a cabo, ir al trabajo es aún más difícil. Y empiezo a dejarme atrapar por mi cabeza que, al saberme débil, se envalentona y rescata sus armas para arrinconarme contra la pared, llorosa y tartamudeando, incapaz de hacerle (hacerme) frente.

Y me hago más consciente que nunca de los anyos que han pasado, de la cronicidad de algunas cosas que me acompanyan preparadas para saltar sobre mí en cuanto bajo la guardia, de lo que me diferencia.

Y me siento vencida una vez más, agotada, con la cabeza dándome vueltas y ganándome la partida, con multitud de pensamientos incontrolables que se repiten, incansables, hasta que consiguen que mis ojos se humedezcan primero, lloren en cascada después. Así, en medio de las piezas de dominó derramadas a mi alrededor, derrotada, agotada.

Estoy muy cansada...

Como piezas de dominó

Mi estabilidad es siempre precaria, tanto, que una gotera o una ausencia prolongada durante unos días la rompe, me rompe. Una brizna de aire que hace tambalear la primera de las fichas de dominó, y llega el desastre, las fichas se desmoronan una tras otra. Y me quedo como una marioneta con las cuerdas cortadas, incapaz de moverme. Levantarme de la cama por la manyana se vuelve una tarea titánica que no siempre logro llevar a cabo, ir al trabajo es aún más difícil. Y empiezo a dejarme atrapar por mi cabeza que, al saberme débil, se envalentona y rescata sus armas para arrinconarme contra la pared, llorosa y tartamudeando, incapaz de hacerle (hacerme) frente.

Y me hago más consciente que nunca de los anyos que han pasado, de la cronicidad de algunas cosas que me acompanyan preparadas para saltar sobre mí en cuanto bajo la guardia, de lo que me diferencia.

Y me siento vencida una vez más, agotada, con la cabeza dándome vueltas y ganándome la partida, con multitud de pensamientos incontrolables que se repiten, incansables, hasta que consiguen que mis ojos se humedezcan primero, lloren en cascada después. Así, en medio de las piezas de dominó derramadas a mi alrededor, derrotada, agotada.

Estoy muy cansada...

viernes, 17 de noviembre de 2006

Me-me ensenyas tu escritorio?

Hace ya algunos días vi este antiguo meme que Bereni-c retomaba en su blog, y desde entonces lo he visto en varios blogs más, a los que hoy me sumo yo también. Éste es el fondo que tengo en el ordenador de mi casa, en el del trabajo tengo un paisaje con arco iris cayendo sobre el mar.

Ya hablé en este blog de la relación particular entre Yuna y yo. Es mi personaje favorito de los juegos que he probado, y el que hizo que el Final Fantasy X me enganchara como no lo había hecho ningún otro anteriormente.

Normalmente cambio poco de fondo, cada muchos meses, éste me lleva caompanyando una buena temporada. He tenido también fondos de imágenes de Luis Royo, Josephine Wall, Amy Brown... motivos fantásticos en su mayoría. Cuando estrenan alguna de X-Men, suele darme la vena y pongo un fondo de Lobezno, EL HOMBRE ;-) Y de vez en cuando me pongo tierna y dejo alguna foto del hijo de unos amigos cuando era bebé, o de mi hermano y yo cuando éramos pequenyos. El del trabajo no, ese casi siempre lo dejo para paisajes relajantes.

Y poco más. Este es un meme voluntario, así que si lo lees por aquí y no lo has hecho, puedes elegir seguirlo... o no, tú verás.

Me-me ensenyas tu escritorio?

Hace ya algunos días vi este antiguo meme que Bereni-c retomaba en su blog, y desde entonces lo he visto en varios blogs más, a los que hoy me sumo yo también. Éste es el fondo que tengo en el ordenador de mi casa, en el del trabajo tengo un paisaje con arco iris cayendo sobre el mar.

Ya hablé en este blog de la relación particular entre Yuna y yo. Es mi personaje favorito de los juegos que he probado, y el que hizo que el Final Fantasy X me enganchara como no lo había hecho ningún otro anteriormente.

Normalmente cambio poco de fondo, cada muchos meses, éste me lleva caompanyando una buena temporada. He tenido también fondos de imágenes de Luis Royo, Josephine Wall, Amy Brown... motivos fantásticos en su mayoría. Cuando estrenan alguna de X-Men, suele darme la vena y pongo un fondo de Lobezno, EL HOMBRE ;-) Y de vez en cuando me pongo tierna y dejo alguna foto del hijo de unos amigos cuando era bebé, o de mi hermano y yo cuando éramos pequenyos. El del trabajo no, ese casi siempre lo dejo para paisajes relajantes.

Y poco más. Este es un meme voluntario, así que si lo lees por aquí y no lo has hecho, puedes elegir seguirlo... o no, tú verás.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Conspiración

Cuando decides ponerte a dieta el mundo entero conspira para que comas.
Y no, no hablo de brócoli, lechuga, cereales Special K o pechuga de pavo.
Seamos serios, con eso no se puede tentar a nadie.
Hablo de comida de verdad.

En el dormitorio, sobre la mesilla de noche, pañuelos con aroma a miel.
Mensaje subliminar: deliciosos pastelillos de hojaldre.

En el lavabo, al ducharte, suavizante con extracto de plátano.
Mensaje subliminar: Blanana Split.

En el salón, sobre la mesa, velitas perfumadas de vainilla.
Mensaje subliminar: Häagen-Dazs con nueces de macadamia.

En el gimnasio, en los vestuarios, jaboncitos de coco.
Mensaje subliminar: bolitas navideñas recubiertas de chocolate.

En internet, saltando de blog en blog,
esto
Esta vez ni siquiera se han tomado la molestia de que el mensaje sea subliminar...

A una le entran ganas de meterse en la cama, taparse hasta arriba y ponerse a contar ovejitas.
Mensaje subliminar: riquísimas costillitas de cordero.

¡Dios Santo!

martes, 14 de noviembre de 2006

Mujeres al borde...

- No sé. Te digo que no sé qué hacer. Lo de la terapia grupal creo que no acaba de ir conmigo y no te quiero ni contar lo que gasto en teléfono con eso de la solidaridad en escucha...Me han hablado de un psicólogo muy bueno, pero claro, el tratamiento mínimo son cuatro años y una ya tiene una edad. Además, ¿cómo le cuento yo eso a mi psiquiatra?, justo ahora que estaba apunto de acceder a bajarme la dosis de prozac...Que es que esa es otra, entre los ansiolíticos que me tomo para dormir y los antidepresivos para conseguir salir de la cama ya no sé ni quien soy. ¿Tú qué dices? ¿Me quedo con el conductismo, me paso al psicoanálisis o simplemente continuo yendo al psiquiatra?

- Mmmm ¿y si sales y echas un polvo?

domingo, 12 de noviembre de 2006

Feliz en mi cumpleaños

Este año para mi aniversario me han regalado la Alhambra.

viernes, 10 de noviembre de 2006

¿Por dónde íbamos?

Es malo y viejo.
Pero es oportuno.
Eso vale más puntos que lo anterior (y esto ocurre muchas veces en la vida)
Así que ahí va:
"¿Sabéis como se llamaba la secretaria japonesa de Tarradellas? YASO KAKI"

Pues eso.
No puedo mantenerme impasible ante el grito de las muchedumbres reclamando mi presencia.
Soy una chica sensible, ya os lo dije.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Cartas (S.O.S.)

Voy a recuperar la antigua costumbre de escribir cartas como las de antes, de esas con la letra redondeada en boli sobre papel (sé que quedaría más bucólico escribir con pluma, pero nunca aprendí a hacerlo sin emborronar media hoja con la tinta). Escribiré las cartas cuidadosamente, cuidando la caligrafía para que no me salga letra de médico incomprensible, que yo no tengo la excusa de haber hecho esa carrera (ejem... ni esa ni ninguna otra), doblaré cada papel en tres y los meteré en sobres americanos y estrechos. Iré al estanco de cerca de mi casa y sorprenderé a la estanquera pidiéndole, en vez del Metrobús de siempre, un puñado de sellos de los que ya no quiere nunca nadie porque hay mails, esemeses y demás zarandajas (nótese lo bien que suena la palabra zarandaja). Hasta postales virtuales de sitios donde nunca ha estado se manda ya la gente...

Localizaré un buzón de correos de los que ya nadie usa, porque sólo recibimos cartas de bancos y facturas de Telefónica, y ellos no entienden de buzones; y le alegraré la tarde dándole de comer unas cuantas cartas que un cartero irá repartiendo una tarde de éstas.

¿Para quién tanta carta? Bueno... hay varias. Si el cartero fuera sagaz como el de aquel cuento llamado La nariz de Moritz* quizá adivinaría alguno de los destinatarios o parte del contenido de alguna de las cartas. Sabría, por ejemplo, que hay una petición de ayuda al gremio de fontaneros, electricistas y obreros varios de Ankh Morpork, que tengo la sensación de que deben funcionar bastante mejor que sus homólogos de Madrid, que son bastante desastrosos y piensan dejar que me pudra en mi casa con goteras, cortocircuitos, paredes mojadas y cubos de agua llenándose inexorablemente, plic plic eterno que va a hacer que odie la lluvia, halógeno fundido en uno de los cortocircuitos y ordenador pidiendo que por favor deje de irse la luz y apagarse de golpe para que pueda seguir funcionando mínimamente, que apenas tiene un anyito de vida y es joven para morir.

Y sabría que, por si esa petición fallara, hay otra carta lacrada para el Gremio de Asesinos de la misma ciudad, para que le den un susto al presidente de la Comunidad que piensa que puedo estar mojándome eternamente, que no es motivo suficiente para arreglar el tejado. O al casero, que me cobra este mes lo mismo que el mes anterior -y no es poco-, cuando este mes tengo la mitad de luz y media casa mojada, sin que él se digne a arreglarlo.

Pero no son sólo esas las cartas que hay. Otra va dirigida a Venecia, al gondolero más guapo de toda la ciudad, dueño de una pequeña góndola cuidada con mimo hasta en el más nimio detalle. A él le pido que se traslade de los canales venecianos a mi casa una temporada, donde aunque tendremos dificultades para hacer los giros, en breve habrá agua suficiente para necesitar una barca, y sopesando posibilidades, he descartado canoas, piraguas y kayaks en favor de góndola con auténtico gondolero veneciano incluido. Yo prometo pagarle con la mejor de mis sonrisas y con una degustación exclusiva de mi estupenda y nunca suficientemente aclamada tortilla de patatas. Y mira, estaré perdiendo una casa, pero ganando un gondolero, y lo mismo compensa el cambio.


*La nariz de Moritz es un libro que leí de pequenya, de la colección naranja de El Barco de Vapor, que contaba la historia de un cartero con un sentido del olfato tan agudizado que olía las sensaciones que la gente había depositado en las cartas al escribirlas. De esta forma, sin abrirlas sabía si traían buenas o malas noticias... y el resto, en el cuento ;-)

Cartas (S.O.S.)

Voy a recuperar la antigua costumbre de escribir cartas como las de antes, de esas con la letra redondeada en boli sobre papel (sé que quedaría más bucólico escribir con pluma, pero nunca aprendí a hacerlo sin emborronar media hoja con la tinta). Escribiré las cartas cuidadosamente, cuidando la caligrafía para que no me salga letra de médico incomprensible, que yo no tengo la excusa de haber hecho esa carrera (ejem... ni esa ni ninguna otra), doblaré cada papel en tres y los meteré en sobres americanos y estrechos. Iré al estanco de cerca de mi casa y sorprenderé a la estanquera pidiéndole, en vez del Metrobús de siempre, un puñado de sellos de los que ya no quiere nunca nadie porque hay mails, esemeses y demás zarandajas (nótese lo bien que suena la palabra zarandaja). Hasta postales virtuales de sitios donde nunca ha estado se manda ya la gente...

Localizaré un buzón de correos de los que ya nadie usa, porque sólo recibimos cartas de bancos y facturas de Telefónica, y ellos no entienden de buzones; y le alegraré la tarde dándole de comer unas cuantas cartas que un cartero irá repartiendo una tarde de éstas.

¿Para quién tanta carta? Bueno... hay varias. Si el cartero fuera sagaz como el de aquel cuento llamado La nariz de Moritz* quizá adivinaría alguno de los destinatarios o parte del contenido de alguna de las cartas. Sabría, por ejemplo, que hay una petición de ayuda al gremio de fontaneros, electricistas y obreros varios de Ankh Morpork, que tengo la sensación de que deben funcionar bastante mejor que sus homólogos de Madrid, que son bastante desastrosos y piensan dejar que me pudra en mi casa con goteras, cortocircuitos, paredes mojadas y cubos de agua llenándose inexorablemente, plic plic eterno que va a hacer que odie la lluvia, halógeno fundido en uno de los cortocircuitos y ordenador pidiendo que por favor deje de irse la luz y apagarse de golpe para que pueda seguir funcionando mínimamente, que apenas tiene un anyito de vida y es joven para morir.

Y sabría que, por si esa petición fallara, hay otra carta lacrada para el Gremio de Asesinos de la misma ciudad, para que le den un susto al presidente de la Comunidad que piensa que puedo estar mojándome eternamente, que no es motivo suficiente para arreglar el tejado. O al casero, que me cobra este mes lo mismo que el mes anterior -y no es poco-, cuando este mes tengo la mitad de luz y media casa mojada, sin que él se digne a arreglarlo.

Pero no son sólo esas las cartas que hay. Otra va dirigida a Venecia, al gondolero más guapo de toda la ciudad, dueño de una pequeña góndola cuidada con mimo hasta en el más nimio detalle. A él le pido que se traslade de los canales venecianos a mi casa una temporada, donde aunque tendremos dificultades para hacer los giros, en breve habrá agua suficiente para necesitar una barca, y sopesando posibilidades, he descartado canoas, piraguas y kayaks en favor de góndola con auténtico gondolero veneciano incluido. Yo prometo pagarle con la mejor de mis sonrisas y con una degustación exclusiva de mi estupenda y nunca suficientemente aclamada tortilla de patatas. Y mira, estaré perdiendo una casa, pero ganando un gondolero, y lo mismo compensa el cambio.


*La nariz de Moritz es un libro que leí de pequenya, de la colección naranja de El Barco de Vapor, que contaba la historia de un cartero con un sentido del olfato tan agudizado que olía las sensaciones que la gente había depositado en las cartas al escribirlas. De esta forma, sin abrirlas sabía si traían buenas o malas noticias... y el resto, en el cuento ;-)

viernes, 3 de noviembre de 2006

Lluvia otonyal

Otonyo lluvioso

Los días son ya más cortos, casi ha anochecido cuando salgo de trabajar y la lluvia empieza a ser una constante. Repiquetea tras la ventana y hasta en mi propia casa, por esa gotera que el casero no arregla y que me recuerda mi incapacidad para enfrentarme a las cosas, mi escasa capacidad para sentirme a gusto en mi propia casa, una casa que nunca acaba de ser hogar (ni empieza, realmente).

No me gustan el otonyo ni el invierno. Mi estación favorita es la primavera (curioso, con lo mal que lo paso todos los meses de marzo), y después el verano. Prefiero la calidez del sol entibiando mi cuerpo a las nubes derramándose continuamente en gotas sobre las calles eternamente mojadas. Esta estación, y aún más el invierno, llama a quedarse en casa, en el sofá, tapado con una manta, repitiendo aquello de hogar, dulce hogar... y mi casa, insisto, no me recibe así.

Plic, plic, plic... el agua sigue acumulándose en el cubo. Y según sube el nivel del agua en él, aumenta también mi desgana, mi sensación de tristeza, mi miedo ante la oscuridad y el frío que se ciernen sobre mí y me atrapan.

Pienso que tengo que encontrar el calor en otras cosas, si no en la estación. En amigos, en abrazos, en sonrisas cercanas. Y recuerdo que la mayor parte de mis abrazos se van a otro continente en apenas unas semanas, que soy una máquina de echar de menos, que nadie va a calentar mis pies fríos en la cama.

Lloran las nubes, fuera, tras la ventana. Llora mi casa, goteo incansable desde el techo. Y lloran mis ojos por el otonyo que ya sentimos dentro.

Lluvia otonyal

Otonyo lluvioso

Los días son ya más cortos, casi ha anochecido cuando salgo de trabajar y la lluvia empieza a ser una constante. Repiquetea tras la ventana y hasta en mi propia casa, por esa gotera que el casero no arregla y que me recuerda mi incapacidad para enfrentarme a las cosas, mi escasa capacidad para sentirme a gusto en mi propia casa, una casa que nunca acaba de ser hogar (ni empieza, realmente).

No me gustan el otonyo ni el invierno. Mi estación favorita es la primavera (curioso, con lo mal que lo paso todos los meses de marzo), y después el verano. Prefiero la calidez del sol entibiando mi cuerpo a las nubes derramándose continuamente en gotas sobre las calles eternamente mojadas. Esta estación, y aún más el invierno, llama a quedarse en casa, en el sofá, tapado con una manta, repitiendo aquello de hogar, dulce hogar... y mi casa, insisto, no me recibe así.

Plic, plic, plic... el agua sigue acumulándose en el cubo. Y según sube el nivel del agua en él, aumenta también mi desgana, mi sensación de tristeza, mi miedo ante la oscuridad y el frío que se ciernen sobre mí y me atrapan.

Pienso que tengo que encontrar el calor en otras cosas, si no en la estación. En amigos, en abrazos, en sonrisas cercanas. Y recuerdo que la mayor parte de mis abrazos se van a otro continente en apenas unas semanas, que soy una máquina de echar de menos, que nadie va a calentar mis pies fríos en la cama.

Lloran las nubes, fuera, tras la ventana. Llora mi casa, goteo incansable desde el techo. Y lloran mis ojos por el otonyo que ya sentimos dentro.

sábado, 28 de octubre de 2006

De meme en meme...

...meme mus¡cal.

Sigue la carestía de ideas, y además me pasan por partida doble (gracias, Deye, gracias Dark-ito) un nuevo meme... éste musical. Las reglas son elegir un artista o grupo favorito y contestar todas las preguntas sólo con títulos de sus canciones (estoy yo como para estrujarme las meninges ahora, vaya por Diox).

Nfins... ahí va. El artista elegido es Joaquín Sabina (después de que con Shakira sólo consiguiera responder cuatro preguntas, ains!):

1.- ¿Eres hombre o mujer? Bruja

2.- Descríbete: Princesa

3.- ¿Qué sienten las personas acerca de ti? Locos de atar

4.- ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental? Qué demasiao

5.- Describe tu actual relación con tu pareja: Ganas de...

6.- ¿Dónde quisieras estar ahora? Postal de La Habana

7.- ¿Cómo eres respecto al amor? Amores eternos

8.- ¿Cómo es tu vida? Calle Melancolía

9. ¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo? Y si amanece por fin

10. Escribe una cita o frase sabia: Yo también sé jugarme la boca

11. Ahora despídete: Quédate a dormir

Hala, esto es todo lo que he podido sacar. Y esta vez sí que voy a pasar el meme, con lo que me ha costado... se lo paso a Fernando*, a Guille y a Iralow. Tres eran tres las hijas de Inés.

De meme en meme...

...meme mus¡cal.

Sigue la carestía de ideas, y además me pasan por partida doble (gracias, Deye, gracias Dark-ito) un nuevo meme... éste musical. Las reglas son elegir un artista o grupo favorito y contestar todas las preguntas sólo con títulos de sus canciones (estoy yo como para estrujarme las meninges ahora, vaya por Diox).

Nfins... ahí va. El artista elegido es Joaquín Sabina (después de que con Shakira sólo consiguiera responder cuatro preguntas, ains!):

1.- ¿Eres hombre o mujer? Bruja

2.- Descríbete: Princesa

3.- ¿Qué sienten las personas acerca de ti? Locos de atar

4.- ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental? Qué demasiao

5.- Describe tu actual relación con tu pareja: Ganas de...

6.- ¿Dónde quisieras estar ahora? Postal de La Habana

7.- ¿Cómo eres respecto al amor? Amores eternos

8.- ¿Cómo es tu vida? Calle Melancolía

9. ¿Qué pedirías si tuvieras un solo deseo? Y si amanece por fin

10. Escribe una cita o frase sabia: Yo también sé jugarme la boca

11. Ahora despídete: Quédate a dormir

Hala, esto es todo lo que he podido sacar. Y esta vez sí que voy a pasar el meme, con lo que me ha costado... se lo paso a Fernando*, a Guille y a Iralow. Tres eran tres las hijas de Inés.

miércoles, 25 de octubre de 2006

Meme... hics... borrachuzo

Hace ya algunos días que Guillermo me pasó este meme que aún no había contestado. Y hoy que ando escasa de ideas, me animo con él, a ver qué sale.

1. ¿Con qué te gusta emborracharte y dónde sueles hacerlo?

A ver... NO me gusta emborracharme, bebo muy poco (sí, senyores escépticos, bebo poco), y si acaso me gusta cogerme el puntillo, pero no emborracharme, que luego lo sufro. Pero si contesto a qué me gusta beber... pues vodka o licor 43 con red bull, licor 43 con leche (la bebida alcoholizante a la par que nutritiva!) y rusos blancos, que llevan una parte de vodka, otra de licor de café y otra de leche (a mí es que mi mamá me metió muy en serio la idea del vaso de leche antes de irse a la cama). Y respecto a dónde... pues en general prefiero beber tranquilamente en casa de alguien que irme de bares... pero bueno, hay gloriosas excepciones, o sabias combinaciones de las dos cosas.

2. ¿Qué no soportas cuando estás un poco/muy mamado?

Pues aparte de las mismas cosas que no soporto normalmente... mmmm... me sienta especialmente mal que la mitad de las calles estén en obras o con socavones. Como si una estuviera para acrobacias en esos momentos...

3. ¿Qué rasgo de tu personalidad aflora cuando estás mamado?

Si estoy mamada como dice la pregunta, el suenyo atroz, mi gen marmota. Si sólo estoy contenta... pues me vuelvo más dicharachera y risuenya (aunque ya lo soy normalmente).

4. ¿Cuáles son las fases de tus borracheras?

Contaré la última, y se puede extrapolar más o menos...

Uno: No, si yo no bebo. (Sonrisa)
Dos: Bueno, una Coronita, eso no hace danyo a nadie. (Más sonrisa)
Tres: ¿Cómo? ¿Que en este sitio hacen rusos blancos? Habrá que pedirse uno! (Amplia sonrisa)
Cuatro: Con este tanque no voy a poder... (Aaaaaaamplia sonrisa + sospechosa risa floja)
Cinco: Hombre, pues he podido! Bueno, a esta ronda invito yo... pero tú te desabrochas los botones de la camisa.

Y en ese punto, ya soy excesivamente carinyosa, excesivamente parlanchina... y me han tumbado. Tengo poco aguante, qué se le va a hacer...

5. ¿Cómo suelen ser tus resacas y cuáles son tus trucos para superarlas?

La cabeza casi nunca me ha dolido después de beber, alguna vez contada y se va con un Ibuprofeno. Pero si me he pasado bebiendo, seguro que tengo el estómago destrozado, así que toca un par de días a base de arroz, caldos, manzanillas y Almax, mucho Almax.

Y esto es todo. No soy ninguna experta, y además la mayoría de las bebidas no me gustan (odio el whisky, no me gusta el vino y la cerveza sólo si es Coronita o canya con limón...) y he tenido pocas borracheras memorables (una que sabe beber, no como esta juventud, ay, senyor... :-P ), pero se hace lo que se puede.

Espero haber satisfecho tu curiosidad, Guille... ;-)

[Este post no lleva imagen encabezando porque no he sabido escoger entre todas las que tiene el Vodka Absolut... qué wena que es su publicidad!]

Meme... hics... borrachuzo

Hace ya algunos días que Guillermo me pasó este meme que aún no había contestado. Y hoy que ando escasa de ideas, me animo con él, a ver qué sale.

1. ¿Con qué te gusta emborracharte y dónde sueles hacerlo?

A ver... NO me gusta emborracharme, bebo muy poco (sí, senyores escépticos, bebo poco), y si acaso me gusta cogerme el puntillo, pero no emborracharme, que luego lo sufro. Pero si contesto a qué me gusta beber... pues vodka o licor 43 con red bull, licor 43 con leche (la bebida alcoholizante a la par que nutritiva!) y rusos blancos, que llevan una parte de vodka, otra de licor de café y otra de leche (a mí es que mi mamá me metió muy en serio la idea del vaso de leche antes de irse a la cama). Y respecto a dónde... pues en general prefiero beber tranquilamente en casa de alguien que irme de bares... pero bueno, hay gloriosas excepciones, o sabias combinaciones de las dos cosas.

2. ¿Qué no soportas cuando estás un poco/muy mamado?

Pues aparte de las mismas cosas que no soporto normalmente... mmmm... me sienta especialmente mal que la mitad de las calles estén en obras o con socavones. Como si una estuviera para acrobacias en esos momentos...

3. ¿Qué rasgo de tu personalidad aflora cuando estás mamado?

Si estoy mamada como dice la pregunta, el suenyo atroz, mi gen marmota. Si sólo estoy contenta... pues me vuelvo más dicharachera y risuenya (aunque ya lo soy normalmente).

4. ¿Cuáles son las fases de tus borracheras?

Contaré la última, y se puede extrapolar más o menos...

Uno: No, si yo no bebo. (Sonrisa)
Dos: Bueno, una Coronita, eso no hace danyo a nadie. (Más sonrisa)
Tres: ¿Cómo? ¿Que en este sitio hacen rusos blancos? Habrá que pedirse uno! (Amplia sonrisa)
Cuatro: Con este tanque no voy a poder... (Aaaaaaamplia sonrisa + sospechosa risa floja)
Cinco: Hombre, pues he podido! Bueno, a esta ronda invito yo... pero tú te desabrochas los botones de la camisa.

Y en ese punto, ya soy excesivamente carinyosa, excesivamente parlanchina... y me han tumbado. Tengo poco aguante, qué se le va a hacer...

5. ¿Cómo suelen ser tus resacas y cuáles son tus trucos para superarlas?

La cabeza casi nunca me ha dolido después de beber, alguna vez contada y se va con un Ibuprofeno. Pero si me he pasado bebiendo, seguro que tengo el estómago destrozado, así que toca un par de días a base de arroz, caldos, manzanillas y Almax, mucho Almax.

Y esto es todo. No soy ninguna experta, y además la mayoría de las bebidas no me gustan (odio el whisky, no me gusta el vino y la cerveza sólo si es Coronita o canya con limón...) y he tenido pocas borracheras memorables (una que sabe beber, no como esta juventud, ay, senyor... :-P ), pero se hace lo que se puede.

Espero haber satisfecho tu curiosidad, Guille... ;-)

[Este post no lleva imagen encabezando porque no he sabido escoger entre todas las que tiene el Vodka Absolut... qué wena que es su publicidad!]

viernes, 20 de octubre de 2006

Sobre amores verdaderos (o no)

Estoy suscrita a un servicio que cada día me manda al correo una cita o un refrán, y aunque muchas pasan sin pena ni gloria, algunas otras me hacen pensar, ya sea porque estoy de acuerdo con ellas o por lo contrario.

El otro día la que me llegó era de un tal Paolo Mantezzaga (por lo que he buscado, un antropólogo y médico italiano del siglo XIX), y decía: “Rara vez el primer amor es el verdadero”.
Y es una de esas frases con las que no estoy de acuerdo, por muchos matices, pero sobre todo por eso de “el verdadero”, como si sólo hubiera un amor verdadero y los demás… fueran tiempo perdido, o fracasos, o amores desvirtuados.

La mayoría de las relaciones tienen un principio y un fin, y una reacción muy típica al finalizar es echar basura sobre la relación que acaba, como una forma de hacernos más sencillo el seguir adelante. Por eso pensamos que hemos estado perdiendo el tiempo, que esa persona no nos merecía, nos sentimos defraudados y decidimos que ese amor no era “el verdadero”.

¿Pero es que acaso tiene que haber un único amor verdadero? ¿No lo son todos cuando te entregas de corazón, aunque al final las cosas no salgan como esperabas? ¿Por qué nos olvidamos de los buenos momentos sólo porque al final haya habido algunos malos? Sí, lo sé, porque sería mucho más difícil continuar pensando “esta relación es una de las cosas que más me ha aportado en los últimos tiempos y que más feliz me ha hecho, y ahora me toca encontrar esa felicidad en otro lado”… pero normalmente los tiros van más por ahí que por otro lado.

Yo recuerdo mi primer amor (y todas las –pocas- veces que he estado enamorada) con un carinyo inmenso, y no creo que fueran falsos sólo porque terminaran en algún momento. La idea del amor definitivo me resulta un tanto ajena, igual que la del alma gemela o la media naranja… creo más bien en distintas personas que te acompanyan una parte de tu camino, con las que compartes sensaciones importantísimas… y que la mayoría de las veces acaban separándose un trecho más allá, cuando los caminos se bifurcan. Y aún así, si tienes suerte, puedes seguir estando cerca, acompanyándoos de otra manera, cada uno en su propio camino.

Y creo, sobre todo, que cada amor entregado es el verdadero, aunque se sucedan unos a otros, aunque unos duren más y otros menos, aunque en algún momento derrames lágrimas por la persona que te hacía sonreír. Pero eso no los hace más pequenyos ni menos reales… y no es justo que echemos basura sobre lo que ayer era un jardín.

[La imagen que encabeza este post es de Diego Satara, puedes acceder a una galería de sus fotos AQUÍ]

Sobre amores verdaderos (o no)

Estoy suscrita a un servicio que cada día me manda al correo una cita o un refrán, y aunque muchas pasan sin pena ni gloria, algunas otras me hacen pensar, ya sea porque estoy de acuerdo con ellas o por lo contrario.

El otro día la que me llegó era de un tal Paolo Mantezzaga (por lo que he buscado, un antropólogo y médico italiano del siglo XIX), y decía: “Rara vez el primer amor es el verdadero”.
Y es una de esas frases con las que no estoy de acuerdo, por muchos matices, pero sobre todo por eso de “el verdadero”, como si sólo hubiera un amor verdadero y los demás… fueran tiempo perdido, o fracasos, o amores desvirtuados.

La mayoría de las relaciones tienen un principio y un fin, y una reacción muy típica al finalizar es echar basura sobre la relación que acaba, como una forma de hacernos más sencillo el seguir adelante. Por eso pensamos que hemos estado perdiendo el tiempo, que esa persona no nos merecía, nos sentimos defraudados y decidimos que ese amor no era “el verdadero”.

¿Pero es que acaso tiene que haber un único amor verdadero? ¿No lo son todos cuando te entregas de corazón, aunque al final las cosas no salgan como esperabas? ¿Por qué nos olvidamos de los buenos momentos sólo porque al final haya habido algunos malos? Sí, lo sé, porque sería mucho más difícil continuar pensando “esta relación es una de las cosas que más me ha aportado en los últimos tiempos y que más feliz me ha hecho, y ahora me toca encontrar esa felicidad en otro lado”… pero normalmente los tiros van más por ahí que por otro lado.

Yo recuerdo mi primer amor (y todas las –pocas- veces que he estado enamorada) con un carinyo inmenso, y no creo que fueran falsos sólo porque terminaran en algún momento. La idea del amor definitivo me resulta un tanto ajena, igual que la del alma gemela o la media naranja… creo más bien en distintas personas que te acompanyan una parte de tu camino, con las que compartes sensaciones importantísimas… y que la mayoría de las veces acaban separándose un trecho más allá, cuando los caminos se bifurcan. Y aún así, si tienes suerte, puedes seguir estando cerca, acompanyándoos de otra manera, cada uno en su propio camino.

Y creo, sobre todo, que cada amor entregado es el verdadero, aunque se sucedan unos a otros, aunque unos duren más y otros menos, aunque en algún momento derrames lágrimas por la persona que te hacía sonreír. Pero eso no los hace más pequenyos ni menos reales… y no es justo que echemos basura sobre lo que ayer era un jardín.

[La imagen que encabeza este post es de Diego Satara, puedes acceder a una galería de sus fotos AQUÍ]

lunes, 16 de octubre de 2006

Postales II: Gacela en Granada

Todo empezó con la oferta de una amiga de regalarnos unos bonos de hotel que le daban en su trabajo, por eso de que no caducaran y porque compartir es sano, o algo (y porque es buena gente también, y esto NO ES peloteo por si cae alguno de los bonos del talonario del anyo que viene, no piensen mal). Así que tocaba buscar destino... y mis ojos bajaron por el mapa hasta Granada, que sólo había visitado una vez (y mi acompanyante ninguna), que disfruté un montón de esa única visita y donde tengo algún amigo al que hacía demasiado que no le daba un buen abrazo.

Segundo paso: contactar con los amigos de Granada para ver qué fin de semana les venía mejor. Cuadrar fechas, este finde no puedo, éste otro tampoco... hasta el adjudicado. Y poco más: preparar maletas, echar gasolina en el coche, sacarse un par de mapas de la ruta a seguir, escoger la música para el viaje, y carretera y manta.

Ése fue el comienzo para un fin de semana estupendo, de recargar pilas, la burbuja perfecta, irisada, de la que hablaba en otro post. Desde el viaje, genial companyía, buena música -no todos opinarían lo mismo, lo sé-, y el siempre tranquilizador run-run del coche en marcha... hasta cada momento en Granada, el hotelazo que nos acogió, el otro hotelito lleno de encanto en el que disfrutamos de cervezas y buen jamón, la catedral, la Alhambra, impresionante, magnífica, resplandeciente Alhambra... y las risas, conocer a la hija de mi amigo -la primera vez que le vi en persona sólo era novio de su actual mujer y madre de su hija!-, la noche de fiesta, el cálido abrazo de despedida... todo. Redondo.

Granada es una ciudad para vivir, para pasearla, para evitar el coche -por todos los medios, por favor, el centro está lleno de calles en obras y todo son direcciones prohibidas, es im-po-si-ble moverse en coche!-; para disfrutar de los rincones, de las teterías de alrededor de la calle Elvira, en pleno Albaicín; de las calles que rodean a la catedral y que te transportan a otras tierras, donde los relojes ya no importan y simplemente dejas que tus pies te vayan llevando atraídos por unas telas allí, unas babuchas allá... Es una ciudad donde te podrías ir a estudiar un anyo de carrera, perfectamente, sin pensártelo dos veces -claro que para eso tendría que estar estudiando una carrera!-, tiene vida nocturna y vida por el día...

...y las tapas. Ese irte de canyas al mediodía y comer simplemente con las tapas que te ponen. Un plato de migas, o de paella, unas alitas de pollo... así porque sí. Una canya, una tapa. Y si no te la ponen automáticamente, haces como hacía nuestro amigo granaíno, la pides tú, y siguen sin cobrártela.

Y Granada tiene algo más, claro. La Alhambra. Impresionante. Una manyana entera para verla, disfrutarla, patear cada rincón. El Generalife, los Palacios Nazaríes, la Alcazaba. Grande, grande. El rumor del agua siempre presente, el agua de la vida. Los arcos, las paredes, los techos tallados, el yeso esculpido... una obra de Arte inmensa. Y unas vistas de la ciudad, abajo, a los pies del palacio... precioso. Aunque ya la conocía -en parte, porque la vez anterior la visité por la noche y no la abren al completo- volvió a dejarme boquiabierta primero, y con una enorme sonrisa en los labios después. Y paseando por ahí casi entendías la tristeza de Boabdil renunciando a su ciudad y entregando las llaves... todo un trauma!

Y esto fue (un poquito de) mi fin de semana en Granada. Hace ya unas semanas de él y sin embargo, aún consigue tenerme un rato sonriendo, como al escribir este post, recordando momentos y ordenándolos en mi cabeza. O cuando me pierdo entre las imágenes, y seguro que más aún cuando consiga hacerme un CD con las fotos que quiero llevar a la tienda para tenerlas en papel y guardarlas en un álbum (sigo teniendo carinyo a las fotos de toda la vida, qué le vamos a hacer, en el ordenador... no es lo mismo).

Y poco más. Que lo rescato ahora porque forma parte de esa otra parte de mí que a veces queda relegada atrás en favor de la parte más gris, más oscura, más triste. Y porque no quiero que se pierdan esos buenos momentos... y porque quería compartirlos un poco con quienes me leeis :-)

Postales II: Gacela en Granada

Todo empezó con la oferta de una amiga de regalarnos unos bonos de hotel que le daban en su trabajo, por eso de que no caducaran y porque compartir es sano, o algo (y porque es buena gente también, y esto NO ES peloteo por si cae alguno de los bonos del talonario del anyo que viene, no piensen mal). Así que tocaba buscar destino... y mis ojos bajaron por el mapa hasta Granada, que sólo había visitado una vez (y mi acompanyante ninguna), que disfruté un montón de esa única visita y donde tengo algún amigo al que hacía demasiado que no le daba un buen abrazo.

Segundo paso: contactar con los amigos de Granada para ver qué fin de semana les venía mejor. Cuadrar fechas, este finde no puedo, éste otro tampoco... hasta el adjudicado. Y poco más: preparar maletas, echar gasolina en el coche, sacarse un par de mapas de la ruta a seguir, escoger la música para el viaje, y carretera y manta.

Ése fue el comienzo para un fin de semana estupendo, de recargar pilas, la burbuja perfecta, irisada, de la que hablaba en otro post. Desde el viaje, genial companyía, buena música -no todos opinarían lo mismo, lo sé-, y el siempre tranquilizador run-run del coche en marcha... hasta cada momento en Granada, el hotelazo que nos acogió, el otro hotelito lleno de encanto en el que disfrutamos de cervezas y buen jamón, la catedral, la Alhambra, impresionante, magnífica, resplandeciente Alhambra... y las risas, conocer a la hija de mi amigo -la primera vez que le vi en persona sólo era novio de su actual mujer y madre de su hija!-, la noche de fiesta, el cálido abrazo de despedida... todo. Redondo.

Granada es una ciudad para vivir, para pasearla, para evitar el coche -por todos los medios, por favor, el centro está lleno de calles en obras y todo son direcciones prohibidas, es im-po-si-ble moverse en coche!-; para disfrutar de los rincones, de las teterías de alrededor de la calle Elvira, en pleno Albaicín; de las calles que rodean a la catedral y que te transportan a otras tierras, donde los relojes ya no importan y simplemente dejas que tus pies te vayan llevando atraídos por unas telas allí, unas babuchas allá... Es una ciudad donde te podrías ir a estudiar un anyo de carrera, perfectamente, sin pensártelo dos veces -claro que para eso tendría que estar estudiando una carrera!-, tiene vida nocturna y vida por el día...

...y las tapas. Ese irte de canyas al mediodía y comer simplemente con las tapas que te ponen. Un plato de migas, o de paella, unas alitas de pollo... así porque sí. Una canya, una tapa. Y si no te la ponen automáticamente, haces como hacía nuestro amigo granaíno, la pides tú, y siguen sin cobrártela.

Y Granada tiene algo más, claro. La Alhambra. Impresionante. Una manyana entera para verla, disfrutarla, patear cada rincón. El Generalife, los Palacios Nazaríes, la Alcazaba. Grande, grande. El rumor del agua siempre presente, el agua de la vida. Los arcos, las paredes, los techos tallados, el yeso esculpido... una obra de Arte inmensa. Y unas vistas de la ciudad, abajo, a los pies del palacio... precioso. Aunque ya la conocía -en parte, porque la vez anterior la visité por la noche y no la abren al completo- volvió a dejarme boquiabierta primero, y con una enorme sonrisa en los labios después. Y paseando por ahí casi entendías la tristeza de Boabdil renunciando a su ciudad y entregando las llaves... todo un trauma!

Y esto fue (un poquito de) mi fin de semana en Granada. Hace ya unas semanas de él y sin embargo, aún consigue tenerme un rato sonriendo, como al escribir este post, recordando momentos y ordenándolos en mi cabeza. O cuando me pierdo entre las imágenes, y seguro que más aún cuando consiga hacerme un CD con las fotos que quiero llevar a la tienda para tenerlas en papel y guardarlas en un álbum (sigo teniendo carinyo a las fotos de toda la vida, qué le vamos a hacer, en el ordenador... no es lo mismo).

Y poco más. Que lo rescato ahora porque forma parte de esa otra parte de mí que a veces queda relegada atrás en favor de la parte más gris, más oscura, más triste. Y porque no quiero que se pierdan esos buenos momentos... y porque quería compartirlos un poco con quienes me leeis :-)

jueves, 12 de octubre de 2006

Vacío

Sentimiento crónico de vacío y desesperanza.

Seis palabras sólo y se quedan tan anchos. Habrá épocas en las que te sientas mejor y otras en las que te sientas peor, pero toma ya, sentimiento crónico de vacío y desesperanza.

Y lo malo es que tienen razón. Que algo te pasa por lo que nunca te sientes completa. Tú lo achacas a ese echar de menos que te caracteriza, pero seguramente siempre encontrarías algo distinto que echar en falta, algo que te traiga lágrimas a los ojos, algo por lo que dolerte y reotrcerte en un cuarto oscuro cuando cae el sol. Y no puedes evitarlo, aun a pesar de tu inmensa capacidad de disfrutar, de sonreír a la mínima, de reírte como una ninya pequenya, ojos brillantes y pincitas en el pelo.

Pero nunca estás completa, pese a lo que te den, que en este momento es bastante, pese a lo que tú misma te des, que hoy te cuidas más y mejor que ayer. Pero el vacío que llevas dentro no se llena, a veces parece que eres una esponja con capacidad ilimitada de absorber, y tomas y tomas y siempre falta más, siempre más... y te asustas porque sabes que la gente que te rodea acaba frustrada, cansada de dar y que siempre siga faltando, cansada de que pidas y de que incluso cuando estás en silencio sin pedir nada... en el fondo sigues pidiendo, sigues necesitando y hay un clamor mudo que ellos siguen escuchando.

Sentimiento crónico de vacío y desesperanza. Y se espera que convivas con ello, los diez anyos que ya llevas y los que se tercien, que en algún momento, allá por los cuarenta y cinco quizás, pesará menos... y mientras, total, son sólo seis palabras tristes, deberías poder con ellas. Pero pesan, ahí en lo profundo de ese estómago que traga sin saciarse, ahí en esos pies cansados de andar sin saber dónde se dirigen (y conscientes de la necesidad de seguir andando, de no pararse), ahí en las noches en que duermes sola, acompanyada de tu peluche favorito y del vacío y la desesperanza que son tan companyeros tuyos como las que más.

Y no es cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío, que ya sabes que estás en buena racha, que está medio lleno. Es cuestión de sentirlo, es cuestión de que la angustia no se agarre a las entranyas, de que el futuro no se vea siempre tan borroso, de que no nos dé miedo cada paso a lo desconocido. Es cuestión de creerse capaz. Y de que las dichosas seis palabras, sentimiento crónico de blablablá, puedan ser eso, un blablablá que no marque los días. Una realidad que esté ahí de fondo si quiere, pero que no mediatice permanentemente tu vida.

Que duela un poco menos, vamos. Que tampoco me parece pedir la luna.

(Tenía que hacer este post o el de "Gacela en Granada". Hoy ha ganado éste la partida, pero el otro encontrará su hueco, seguro, porque ya digo siempre que soy dos, con muchas caras, y no voy a renunciar a la que mejor me hace sentir)

Vacío

Sentimiento crónico de vacío y desesperanza.

Seis palabras sólo y se quedan tan anchos. Habrá épocas en las que te sientas mejor y otras en las que te sientas peor, pero toma ya, sentimiento crónico de vacío y desesperanza.

Y lo malo es que tienen razón. Que algo te pasa por lo que nunca te sientes completa. Tú lo achacas a ese echar de menos que te caracteriza, pero seguramente siempre encontrarías algo distinto que echar en falta, algo que te traiga lágrimas a los ojos, algo por lo que dolerte y reotrcerte en un cuarto oscuro cuando cae el sol. Y no puedes evitarlo, aun a pesar de tu inmensa capacidad de disfrutar, de sonreír a la mínima, de reírte como una ninya pequenya, ojos brillantes y pincitas en el pelo.

Pero nunca estás completa, pese a lo que te den, que en este momento es bastante, pese a lo que tú misma te des, que hoy te cuidas más y mejor que ayer. Pero el vacío que llevas dentro no se llena, a veces parece que eres una esponja con capacidad ilimitada de absorber, y tomas y tomas y siempre falta más, siempre más... y te asustas porque sabes que la gente que te rodea acaba frustrada, cansada de dar y que siempre siga faltando, cansada de que pidas y de que incluso cuando estás en silencio sin pedir nada... en el fondo sigues pidiendo, sigues necesitando y hay un clamor mudo que ellos siguen escuchando.

Sentimiento crónico de vacío y desesperanza. Y se espera que convivas con ello, los diez anyos que ya llevas y los que se tercien, que en algún momento, allá por los cuarenta y cinco quizás, pesará menos... y mientras, total, son sólo seis palabras tristes, deberías poder con ellas. Pero pesan, ahí en lo profundo de ese estómago que traga sin saciarse, ahí en esos pies cansados de andar sin saber dónde se dirigen (y conscientes de la necesidad de seguir andando, de no pararse), ahí en las noches en que duermes sola, acompanyada de tu peluche favorito y del vacío y la desesperanza que son tan companyeros tuyos como las que más.

Y no es cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío, que ya sabes que estás en buena racha, que está medio lleno. Es cuestión de sentirlo, es cuestión de que la angustia no se agarre a las entranyas, de que el futuro no se vea siempre tan borroso, de que no nos dé miedo cada paso a lo desconocido. Es cuestión de creerse capaz. Y de que las dichosas seis palabras, sentimiento crónico de blablablá, puedan ser eso, un blablablá que no marque los días. Una realidad que esté ahí de fondo si quiere, pero que no mediatice permanentemente tu vida.

Que duela un poco menos, vamos. Que tampoco me parece pedir la luna.

(Tenía que hacer este post o el de "Gacela en Granada". Hoy ha ganado éste la partida, pero el otro encontrará su hueco, seguro, porque ya digo siempre que soy dos, con muchas caras, y no voy a renunciar a la que mejor me hace sentir)

miércoles, 4 de octubre de 2006

Hoy muerdo

No te acerques demasiado... hoy muerdo.

Muerdo porque me canso de que me pisen, de que se aprovechen de que intento no enredar más las cosas, de proteger a quien luego me da patadas. Muerdo porque llevo dos días llenos del curro más aburrido del mundo mientras mi companyera, la de las miradas despreciativas y los comentarios hirientes que se clavan como cuchillos... mientras ella pasa las horas en la página del IKEA buscando muebles para su hogar, dulce hogar. Y me canso, porque yendo de buenas, todavía, pero a las malas... acabo harta.

Y muerdo. Porque el trabajo que no hace ella me toca a mí, porque lo hago aun a pesar de las risitas mal disimuladas, a pesar de que no lo merece, a pesar de que lo que se gana a pulso es otra cosa.

Otros días salgo del trabajo muy triste, cansada de ser invisible cuando no destinataria de punyales, y lloro un rato al llegar a casa hasta que un abrazo me hace desconectar y sonreír, o hasta que consigo aislar un poco mi mente y centrarla en otras cosas, alguna nueva adquisición para mi biblioteca, las palabras desperdigadas por la blogosfera... Otros días soy un lobo, pero ese que aúlla a la luna melancólicamente.

Hoy no estoy (tan) triste, hoy rabio un poco, hoy muerdo, hoy soy un lobo enfurecido. Y digo aquí lo que no he dicho en el trabajo, que a mí no me trates así que no te he hecho nada nunca, si acaso protegerte de tu ineptitud un par de veces o tres. Y que dejes de portarte como si tuvieras cinco anyos, ahora te ajunto, ahora no te ajunto... y que basta. Que yo también sé ladrar en vez de hablar, que yo también sé despreciar y tratar mal a los demás, que sólo con tus punyales tengo ya una colección para dar y tomar y lo mismo algún día me vuelvo igual de mala persona que tú y me da por clavártelos uno a uno. Pero callo...

Dicen de los animales agresivos que alguien ha tenido que ser agresivo con ellos para potenciar ese rasgo de su carácter. De un perro que ataca, que le han tenido que ensenyar a atacar, que le han tenido que forzar a que desarrollara su agresividad oculta. A mí no me gusta la rabia, la agresividad, yo no suelo responder cuando alguien la vuelca hacia mí, no me manejo bien rabiosa y no me gusto así. Prefiero hablar las cosas, o si esto no es posible, dejarlas correr como el agua que se va...

Pero hoy no hablaría nada. Hoy has rebasado mi paciencia, hoy estoy cansada de entender y justificar. Hoy no me importa no arreglar las cosas, no hacerlo todo bien, no ser la que concilia, la que lo intenta otra vez.

Hoy muerdo.

Hoy muerdo

No te acerques demasiado... hoy muerdo.

Muerdo porque me canso de que me pisen, de que se aprovechen de que intento no enredar más las cosas, de proteger a quien luego me da patadas. Muerdo porque llevo dos días llenos del curro más aburrido del mundo mientras mi companyera, la de las miradas despreciativas y los comentarios hirientes que se clavan como cuchillos... mientras ella pasa las horas en la página del IKEA buscando muebles para su hogar, dulce hogar. Y me canso, porque yendo de buenas, todavía, pero a las malas... acabo harta.

Y muerdo. Porque el trabajo que no hace ella me toca a mí, porque lo hago aun a pesar de las risitas mal disimuladas, a pesar de que no lo merece, a pesar de que lo que se gana a pulso es otra cosa.

Otros días salgo del trabajo muy triste, cansada de ser invisible cuando no destinataria de punyales, y lloro un rato al llegar a casa hasta que un abrazo me hace desconectar y sonreír, o hasta que consigo aislar un poco mi mente y centrarla en otras cosas, alguna nueva adquisición para mi biblioteca, las palabras desperdigadas por la blogosfera... Otros días soy un lobo, pero ese que aúlla a la luna melancólicamente.

Hoy no estoy (tan) triste, hoy rabio un poco, hoy muerdo, hoy soy un lobo enfurecido. Y digo aquí lo que no he dicho en el trabajo, que a mí no me trates así que no te he hecho nada nunca, si acaso protegerte de tu ineptitud un par de veces o tres. Y que dejes de portarte como si tuvieras cinco anyos, ahora te ajunto, ahora no te ajunto... y que basta. Que yo también sé ladrar en vez de hablar, que yo también sé despreciar y tratar mal a los demás, que sólo con tus punyales tengo ya una colección para dar y tomar y lo mismo algún día me vuelvo igual de mala persona que tú y me da por clavártelos uno a uno. Pero callo...

Dicen de los animales agresivos que alguien ha tenido que ser agresivo con ellos para potenciar ese rasgo de su carácter. De un perro que ataca, que le han tenido que ensenyar a atacar, que le han tenido que forzar a que desarrollara su agresividad oculta. A mí no me gusta la rabia, la agresividad, yo no suelo responder cuando alguien la vuelca hacia mí, no me manejo bien rabiosa y no me gusto así. Prefiero hablar las cosas, o si esto no es posible, dejarlas correr como el agua que se va...

Pero hoy no hablaría nada. Hoy has rebasado mi paciencia, hoy estoy cansada de entender y justificar. Hoy no me importa no arreglar las cosas, no hacerlo todo bien, no ser la que concilia, la que lo intenta otra vez.

Hoy muerdo.

jueves, 28 de septiembre de 2006

Padres

Cuando yo era ninya, no sabía bien qué eran los padres (hombres). Yo no tenía, mi hermano tampoco y los de los otros ninyos... pues qué queréis, se les veía bien poco. Las que iban a recoger a mis amigos al cole eran siempre las mamás, las que preparaban la merienda eran las mamás, las que les llevaban al cine o de cumpleanyos eran ellas de nuevo... los padres eran un ente que salía en algunos cuentos, en el de Ricitos de Oro y Los Tres Ositos, por ejemplo, y lo único que se sabía de ellos es que eran grandes. Hasta ahí.

Luego, en una época de ninya en que pasé bastante tiempo en el hospital, aparecieron los padres. No para estar con los ninyos -que insisto, no es que yo les tenga manía, es que brillaban por su ausencia, al menos hace veinte anyos-, que esa labor seguía siendo de ellas, pero tachán... eran los que aparecían cuando se daba el alta para cargar con las maletas y hacer el traslado a casa en un coche más o menos flamante.

Y yo pensaba, y un día se lo dije a mi madre, que era una pena que no tuviéramos papá -como si eso se compartiera, ella y yo el mismo-, porque siempre teníamos que cargar nosotras con los bártulos y esperar a que llegara un taxi.

Esta historia tiene un final bonito (que mi madre le contó lo que yo había dicho a un companyero de su curro que a partir de entonces ejerció de papá, llevando maletas hasta su coche y el coche hasta nuestra casa, y que yo andaba orgullosísima del papá que habíamos encontrado -seguía sin entender muy bien el concepto, está claro), pero es el germen de cierta desconfianza que yo he tenido siempre hacia el género masculino, no como hombres en sí pero sí acerca de su incapacidad para ser buenos padres. El mío no lo fue -aunque tampoco tuvo mucha oportunidad-, el de mi hermano tampoco, y los de mi entorno en mi infancia eran figuras ausentes.

Yo sé que no voy a tener hijos sin padre, porque es una figura que he echado mucho en falta y no querría lo mismo para mis ninyos. Pero también he pensado siempre que sería difícil encontrar un padre para los hijos que sí querría tener en un futuro (MUY futuro, mi reloj biológico está silencioso y hace bien así ;-) , precisamente por esa desconfianza y porque he conocido pocas personas que piense que son válidas para ser padres. Que quieran comprometerse con sus hijos, que quieran disfrutar de ellos sin perdérselos, como han hecho generaciones y generaciones. Que no los usen como arma de fuego cuando la relación con la madre se acabe. Que les quieran por encima de todo, tan fácil y complicado como eso.

Y este post viene a cuento de que este fin de semana he tenido un poquito de esperanza en ese sentido. He estado con un amigo que es padre desde hace un anyo, y es un lujo ver la relación que tiene con su pequenyaja, cómo ella le mira con ojos de adoración, probablemente la misma que él le tiene a ella. Cómo juegan, cómo la hace reír, cómo habla de ella y se le llena la boca y le brillan los ojos.

Y he pensado que tal vez en mi generación las cosas estén cambiando realmente un poco. Que tal vez los hombres de hoy no son como los de ayer -y ya, generalizo aunque no se deba, pero nuestra experiencia personal nos marca un poco-. Que tal vez hoy sí hay esos padres que saben disfrutar de sus pequenyajos sin perdérselos, que para algunos los hijos no son carga ni obligación impuesta de la que escapar a toda costa, sino un regalo y un compromiso que aceptar libremente.

Este amigo del que hablo me ha dicho muchas veces que si él fuera mi padre estaría irremediablemente orgulloso de mí. Yo sé que él es el padre que yo hubiera querido tener, y que su ninya tiene muchísima suerte. Los dos, en realidad, por tenerse el uno al otro.

Y yo también, porque verles juntos me ha abierto una puerta que tenía cerrada...

...aunque insisto, mi reloj no hace ningún tic-tac!