jueves, 29 de mayo de 2008

Bailes

Cádiz.
Unos dias atrás.
Amigas y yo tomábamos la penúltima con el propietario mulato del hotel sobre la mesa de la recepción:
- Ay, chicas, yo no entiendo nada eso del flamenco, cada uno por su lado, sapateando el suelo,enfurruñaos...
- Ya, a ti te va el agarraito
- Claro, donde se ponga una buena salsa...Un cuerpo a cuerpo así, bien junticos,pelvis con pelvis, notando la...
- ...
- ¡responsabilidá!
- jajaja

Huevo batido con sal

A veces me acuerdo de ti. Del sabor del huevo batido con sal, media cucharadita antes de hacer la tortilla francesa. O una pizquita de la masa de carne picada preparada para hacer albóndigas, cruda, que me dabas casi en secreto cuando me quedaba en tu casa.

Pienso en lo que compartimos cuando yo era ninya. Cuando jugábamos a las profesoras, cuando me divertía contigo, cuando subía los cinco pisos hasta la puerta de tu casa y el mundo se pintaba de un color más brillante.

Me acuerdo de la tarde en que unos patinadores te empujaron por la calle y te rompiste la munyeca, que ya, mayor como eras, nunca soldó bien y nunca te permitió desenvolverte igual de bien sola. Con lo independiente que eras, lo autónoma y lo orgullosa de esa autonomía tan bien conseguida... y ahí estaba, autonomía por los suelos entre las risas de unos gamberros que ni se pararon a ver si te habían hecho danyo. Habías quedado en venir a casa y no llegaste esa tarde. Y recuerdo que yo me quería ir a la cama sin verte...

Después, la caída en picado. El traslado a casa de una hermana que nunca te entendió ni te apoyó, el declive y la cabeza que empezó a fallar. Regreso a tu casa, aunque ya no eras la mujer que habías sido. Recuerdo también retazos sueltos de esa época, llamadas a horas intempestivas para decirnos que tenías miedo de los vecinos, que iban a denunciarte por roja (como había pasado realmente en la época de la Guerra Civil), tu mente agrietándose por momentos, perdiéndose en la niebla.

Y sigo por el camino de mis recuerdos y veo el paso siguiente, tú en una residencia en la que al menos no corrías peligro (ya era más de lo que podíamos decir de la última época en la que viviste sola, cabeza enmaranyada, cordura perdida), pero a la que casi nunca acudíamos a verte. Excusas, demasiadas excusas: que no había transporte público para acercarnos, que al momento de perdernos de vista te olvidabas de que habíamos estado allí... excusas. Nos portamos mal cuando importaba.

Y nos portamos mal cuando dejó de importar tanto, en tus últimas voluntades. Que seguramente era menos importante, podíamos haber hecho más agradables tus últimos anyos y hubiera contado mucho más, pero no deja de amargarme a veces el que ni siquiera lo último que pediste lo hicimos como querías.

Supongo que por esos no portarnos bien de los que hablaba, no conseguí pasar bien página cuando te fuiste, y a veces te suenyo, y otras veces me arrepiento y más cosas que a estas alturas de poco sirven. Y mientras, el recuerdo de todo lo bueno que me diste se desdibuja en mi memoria defectuosa...

Pero aun así pasa como hoy, que quería hablar de esos recuerdos que -flash!- te asaltan en cualquier momento ante un olor especial, un sabor concreto, una canción entre tantas (como había hecho Bere en este post en su blog). Y el primero que me ha venido a la cabeza ha sido ese del que hablaba en el primer párrafo del post. El huevo batido con sal, media cucharadita antes de hacer la tortilla francesa. Y no he querido buscar más allá, hoy me he quedado contigo...

Huevo batido con sal

A veces me acuerdo de ti. Del sabor del huevo batido con sal, media cucharadita antes de hacer la tortilla francesa. O una pizquita de la masa de carne picada preparada para hacer albóndigas, cruda, que me dabas casi en secreto cuando me quedaba en tu casa.

Pienso en lo que compartimos cuando yo era ninya. Cuando jugábamos a las profesoras, cuando me divertía contigo, cuando subía los cinco pisos hasta la puerta de tu casa y el mundo se pintaba de un color más brillante.

Me acuerdo de la tarde en que unos patinadores te empujaron por la calle y te rompiste la munyeca, que ya, mayor como eras, nunca soldó bien y nunca te permitió desenvolverte igual de bien sola. Con lo independiente que eras, lo autónoma y lo orgullosa de esa autonomía tan bien conseguida... y ahí estaba, autonomía por los suelos entre las risas de unos gamberros que ni se pararon a ver si te habían hecho danyo. Habías quedado en venir a casa y no llegaste esa tarde. Y recuerdo que yo me quería ir a la cama sin verte...

Después, la caída en picado. El traslado a casa de una hermana que nunca te entendió ni te apoyó, el declive y la cabeza que empezó a fallar. Regreso a tu casa, aunque ya no eras la mujer que habías sido. Recuerdo también retazos sueltos de esa época, llamadas a horas intempestivas para decirnos que tenías miedo de los vecinos, que iban a denunciarte por roja (como había pasado realmente en la época de la Guerra Civil), tu mente agrietándose por momentos, perdiéndose en la niebla.

Y sigo por el camino de mis recuerdos y veo el paso siguiente, tú en una residencia en la que al menos no corrías peligro (ya era más de lo que podíamos decir de la última época en la que viviste sola, cabeza enmaranyada, cordura perdida), pero a la que casi nunca acudíamos a verte. Excusas, demasiadas excusas: que no había transporte público para acercarnos, que al momento de perdernos de vista te olvidabas de que habíamos estado allí... excusas. Nos portamos mal cuando importaba.

Y nos portamos mal cuando dejó de importar tanto, en tus últimas voluntades. Que seguramente era menos importante, podíamos haber hecho más agradables tus últimos anyos y hubiera contado mucho más, pero no deja de amargarme a veces el que ni siquiera lo último que pediste lo hicimos como querías.

Supongo que por esos no portarnos bien de los que hablaba, no conseguí pasar bien página cuando te fuiste, y a veces te suenyo, y otras veces me arrepiento y más cosas que a estas alturas de poco sirven. Y mientras, el recuerdo de todo lo bueno que me diste se desdibuja en mi memoria defectuosa...

Pero aun así pasa como hoy, que quería hablar de esos recuerdos que -flash!- te asaltan en cualquier momento ante un olor especial, un sabor concreto, una canción entre tantas (como había hecho Bere en este post en su blog). Y el primero que me ha venido a la cabeza ha sido ese del que hablaba en el primer párrafo del post. El huevo batido con sal, media cucharadita antes de hacer la tortilla francesa. Y no he querido buscar más allá, hoy me he quedado contigo...

Atticus y los monstruos


A mi padre le quiero mucho...
To kill a mockinbird. 1962. Robert Mulligan

miércoles, 28 de mayo de 2008

Aconsejar

Amiga 1: ...en serio, en estos casos lo más conveniente es recurrir a las ancestrales filosofías de oriente: meditar, dejar la mente en blanco, llenarse de energías positivas, espantar los pensamientos dañinos, respirar sólo felicidad, transpirar buenas vibraciones, limpiar el karma, buscar la paz interior, no perturbar nuestro chi...
Amiga 2: Vamos, que lo asumas y tires pa'lante

martes, 27 de mayo de 2008

61. Envidia.

"Envidia"

Jacques Callot.

Aguafuerte con toques de buril.

Musée Lorrain, Nancy.






Franfi ha cambiado su plantilla y yo que soy una envidiosa también quiero, el problema es que llevo dos días intentándolo y no puedo.

Me da éste código de error: bX-d8g02x.


¿Alguien sabe qué narices estoy haciendo mal?

sábado, 24 de mayo de 2008

Toc-Toc


Cuando se está huyendo de...
The postman alwais rings twice. 1946. Tay Garnet

viernes, 23 de mayo de 2008

60. Salir




Prometo volver pronto.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Sin palabras


Aunque no hacía mucho...
The Tramp. 1915. Charles Chaplin

viernes, 16 de mayo de 2008

Retrato


"de donde vengo nadie lo sabe, a donde voy, todo va"

El sol se filtra curioso...
Jennie. 1948. William Dieterle

lunes, 12 de mayo de 2008

Nombre de mujer


La noche dispersa la rabia y...

Gilda. 1946. Charles Vidor

jueves, 8 de mayo de 2008

59. Cómo resistirse...

Cómo resistirse a éste poema.
No pude....

martes, 6 de mayo de 2008

El sueño eterno


No despertaré hasta que...
The Big Sleep. 1946. Howard Hawks

sábado, 3 de mayo de 2008

58. Pasear



Sacar a pasear al perro no es atarlo a un árbol mientras tú te tomas una caña.

El perro lleva toda la santa mañana ladrando y no para dar pena, seguro que se está acordando de toda tu familia como el resto del barrio.


Hay que ser imbécil.

viernes, 2 de mayo de 2008

57. Cualquier cosa es un monumento...

"Fuente"1917.

Marcel Duchamp.

Ready-made: urinario de porcelana.

60 cm de altura.

Colección Louise y Walter Arensberg.

Philadelphia Museum of Art.

Philadelphia. USA.



"Cualquier cosa es un monumento, cuatro hierros torcidos todo oxidados." La mamma dixit.




Exclamación que ha soltado mi madre al ver el nuevo monumento en memoria de los caídos del 2 de mayo en Móstoles.




Noticia y foto aquí.




Cuándo un monumento en honor/memoria/conmemoración a algo o a alguien hay que explicarlo para que se entienda malo.




Cuándo te quedas con la sensación de que se están quedando contigo, malo.




Cuándo el periodista de turno se acerca a una mujer y le pregunta qué le parece el monumento y ésta pone la misma cara que mi madre, malo.




Cuándo ese mismo periodista (que no ha pisado un museo en su puta vida), mira de forma condescendiente a la mujer (pobre, qué paleta, no entiende que cuatro hierros son arte) y se empeña en explicarle qué significa, que si libertad, que si mide 2008 x 1808 cm. Joder qué listo el "artista", las medidas son los años del bicentenario. Malo.




Cuándo esa mujer, por miedo a parecer una paleta, termina dando la razón al periodista, no es malo, es horrible.




La gente está acojonada, entra en un museo contemporáneo como asustada. Cuándo hablo de gente me refiero a los no entendidos( ¿hay alguna diferencia entre los entendidos y los no entendidos?, sí, los primeros saben disimular ante un cuadro/escultura/obra y los segundos no).


Y lo peor es que se lo creen todo, por el hecho de que esté colgado en un museo. Y si el que lo colgó es un gilipollas. Es como si de repente alguien dice que comer mierda es genial y todos a comer mierda. Por favor un poco de criterio propio. Tener el valor de plantarte frente a una obra y decir, es una mierda, no la entiendo, no me gusta.




Claro que todo tiene un sentido. Los cambios de estilo, todo se debe a una necesidad de cambio, de investigación, de probar más allá. Pero se corre el riesgo de caer en una situación en la que nadie entiende ni el por qué, ni hacia dónde se va, ni dónde se llegará.




Una vez, una compañera de clase ante un comentario mío, me miró y me dijo es que hay que ser más abierta de mente, ja.




Imbécil de mi, no supe ver la gran obra de arte que suponía atravesar un camión en una carretera del D.F.


A la conversación se unió otro compañero (éste era un hombre más mayor que nosotras, de mediana edad). Él se preguntaba ¿por qué si Santiago Sierra atraviesa un camión en la carretera es arte, y si lo atravieso yo es una multa segura?


Mi respuesta fue simple, es que tú no te llamas Santiago Sierra.




Ese es el problema, el nombre. Artista que se crean y se creen un nombre y a partir de ahí todo vale.
Bueno, majos todos a Móstoles a ver los cuatro hierros torcidos, perdón el monumento. Todos a aplaudir y a felicitar al alcalde por gastarse una millonada en una gilipollez. Después de todo a eso se dedican los alcaldes ¿no?