viernes, 30 de diciembre de 2005

Cesta de deseos

Como no me bastaba con haber caído una vez en hacer el típico-tópico post de estas entranyables fechas con el anterior de balance anual, hoy me lanzo al segundo tópico-típico tema: los deseos para el anyo que comienza. No resbalen con la miel que intuyo se me va a derramar...

El primero es inevitable. Que nos reencontremos, que aprendamos a estar cerca sin danyarnos, que sepamos querernos de otra manera, y desde ahí, acompanyarnos, cómplices. Que rompamos las ausencias, los silencios, los rencores, las senyales de prohibido. Que recomencemos, ninyo, que llevamos un anyo entero mitad lejos, mitad a dentelladas, y ya es demasiado.

El segundo tiene que ver con el primero. Que Ella no me escriba más, no se haga grande a costa de hacerme a mí pequenya, que no ataque, que no te exhiba como pieza de trofeo para herirme o para sentirse arropada. Y que deje que nos encontremos, cada uno en su (nuevo) papel, sin amenazas, sin punyales. Sin sentirse amenazada tampoco ella, que nadie va a quitarle su lugar.

Otro más... que no haya más despedidas este anyo. Basta de adioses que rompen y desgarran. Basta de distancias que no sé cómo cruzar, y que me hacen intentar construir barcas con mis manos y lamentarme cuando hacen aguas.

Que no nos falten las fuerzas. Que sepamos levantarnos tras las caídas, aun doloridos y confundidos. Pero que haya algo que nos empuje a levantarnos, que no nos ceguemos sin verlo, que seamos capaz de mantener alguna ilusión aunque se nos rompan otras, que construyamos suenyos nuevos si alguno se queda en el camino.

Y que hagamos del mundo un lugar menos hostil. Primero, de nuestro pedacito chiquito de mundo, aquí, allá, en nuestro pequenyo espacio. Y levantando la mirada, que generemos una cadena multiplicadora, como la mariposa que bate las alas y el mar se levanta en la otra punta del planeta.

Que seamos capaces de hacernos felices. Que estemos cerca, que no seamos islas. Más sonrisas y menos sangre. Más ternura y menos gritos. Más cercanía y menos disfraces. Más abrazos y menos silencios de hielo. Que seamos capaces, también, de darnos cuenta de esos pequenyos-grandes momentos de felicidad, que cuando tengamos la suerte de tener uno cerca nos dejemos invadir por él y seamos capaces de recordarlos en las noches demasiado frías que también nos tocará pasar. Que nos cuidemos, y nos dejemos cuidar. Que no nos corten las alas, que volemos y descubramos nuevos pedazos de cielo. Que se los descubramos también a otras personas.

Y voy a acabar el anyo con Benedetti, porque siempre tiene la palabra precisa -la sonrisa perfecta?-, y porque también él miraba al cielo y pedía deseos...

HOMBRE QUE MIRA AL CIELO

Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo
montones de deseos hondos y prioritarios

por ejemplo que el dolor no me apague la rabia
que la alegría no desarme mi amor
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado

que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución

que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos
que avancen porfiados como castores
solidarios como abejas
aguerridos como jaguares
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación

que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza

que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano

y nada más
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios

Que despidáis bien el anyo, y que el 2006 os traiga todas las sonrisas que merezcais.

Cesta de deseos

Como no me bastaba con haber caído una vez en hacer el típico-tópico post de estas entranyables fechas con el anterior de balance anual, hoy me lanzo al segundo tópico-típico tema: los deseos para el anyo que comienza. No resbalen con la miel que intuyo se me va a derramar...

El primero es inevitable. Que nos reencontremos, que aprendamos a estar cerca sin danyarnos, que sepamos querernos de otra manera, y desde ahí, acompanyarnos, cómplices. Que rompamos las ausencias, los silencios, los rencores, las senyales de prohibido. Que recomencemos, ninyo, que llevamos un anyo entero mitad lejos, mitad a dentelladas, y ya es demasiado.

El segundo tiene que ver con el primero. Que Ella no me escriba más, no se haga grande a costa de hacerme a mí pequenya, que no ataque, que no te exhiba como pieza de trofeo para herirme o para sentirse arropada. Y que deje que nos encontremos, cada uno en su (nuevo) papel, sin amenazas, sin punyales. Sin sentirse amenazada tampoco ella, que nadie va a quitarle su lugar.

Otro más... que no haya más despedidas este anyo. Basta de adioses que rompen y desgarran. Basta de distancias que no sé cómo cruzar, y que me hacen intentar construir barcas con mis manos y lamentarme cuando hacen aguas.

Que no nos falten las fuerzas. Que sepamos levantarnos tras las caídas, aun doloridos y confundidos. Pero que haya algo que nos empuje a levantarnos, que no nos ceguemos sin verlo, que seamos capaz de mantener alguna ilusión aunque se nos rompan otras, que construyamos suenyos nuevos si alguno se queda en el camino.

Y que hagamos del mundo un lugar menos hostil. Primero, de nuestro pedacito chiquito de mundo, aquí, allá, en nuestro pequenyo espacio. Y levantando la mirada, que generemos una cadena multiplicadora, como la mariposa que bate las alas y el mar se levanta en la otra punta del planeta.

Que seamos capaces de hacernos felices. Que estemos cerca, que no seamos islas. Más sonrisas y menos sangre. Más ternura y menos gritos. Más cercanía y menos disfraces. Más abrazos y menos silencios de hielo. Que seamos capaces, también, de darnos cuenta de esos pequenyos-grandes momentos de felicidad, que cuando tengamos la suerte de tener uno cerca nos dejemos invadir por él y seamos capaces de recordarlos en las noches demasiado frías que también nos tocará pasar. Que nos cuidemos, y nos dejemos cuidar. Que no nos corten las alas, que volemos y descubramos nuevos pedazos de cielo. Que se los descubramos también a otras personas.

Y voy a acabar el anyo con Benedetti, porque siempre tiene la palabra precisa -la sonrisa perfecta?-, y porque también él miraba al cielo y pedía deseos...

HOMBRE QUE MIRA AL CIELO

Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo
montones de deseos hondos y prioritarios

por ejemplo que el dolor no me apague la rabia
que la alegría no desarme mi amor
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado

que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución

que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos
que avancen porfiados como castores
solidarios como abejas
aguerridos como jaguares
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación

que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza

que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano

y nada más
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios

Que despidáis bien el anyo, y que el 2006 os traiga todas las sonrisas que merezcais.

lunes, 26 de diciembre de 2005

2005, tormenta y palabras

Balance

Dicen que hay que hacer balance, y a mí nunca se me ha dado bien. No lo he hecho en público (ehem, sigo considerando el blog como un sitio privado) porque no me he atrevido, por los qué dirán y cómo puedes decir eso y no valoras lo que tienes y esa manía de juzgar al vecino conociendo una parte chiquita, chiquita de lo que encierra.

1996 fue un anyo para tirar a la basura, y el 2000, y el 2004. Así que, siguiendo mi regla absurda de temporal cada cuatro anyos, esperaba el próximo anyo-catástrofe para el 2008, pero se adelantó al 2005, repitiendo jugada. Me pilló desprevenida, porque había agotado mis fuerzas peleándome el 2004. No se puede luchar siempre, me dije, ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar, me dije. Con esa frase por bandera -las hay mejores- dio comienzo el anyo, un anyo que se llenaría de silencios más dolorosos que cualquier palabra que se me pueda ocurrir, de ausencias que se clavan y desgarran aun hoy, cuando jugamos al escondite y al quesisí-quesinó.

2005 ha sido un pasillo largo, largo, por el que vagaban almas errantes, miradas perdidas, más allá de la puerta con barrotes y contrasenyas senyalada con el cartel de Octava Norte. Ha sido acostumbrarse a vivir sobre una de las tres patas, perdidas las otras dos, una allá en el Caribe y otra tras senyales de prohibido que se multiplicaban. Ha sido bajar de peso y volverse blanca como el papel mientras los análisis advertían de que la sangre de la ninya era más aguachirri que otra cosa. Ha sido hospital - meses fuera - hospital otra vez - más tiempo fuera. Ha sido un verano en el limbo, sin sentir ni padecer ni mucho menos poder pensar, hablar, ironizar. Ha sido familia ausente y casa-cueva que muerde en las noches frías. Ha sido cabeza desatada y voces que se erguían duenyas de la que escribe y la acorralaban en algún rincón, sometida, vencida, munyeco roto. Ha sido espacios perdidos, primero uno, luego otro y después otro más.

Pero una voz (que se parece a la tuya) me dice que hay más cosas, incluso en este anyo para el olvido. Y que también debería rescatarlas, aunque mi memoria juega conmigo y las sitúa al final del laberinto.

Así que, incluso en este anyo, ha habido una casa en Rivas que me abrazaba hasta cuando yo no me dejaba abrazar, y que lo hacía desde el carinyo aunque no entendiera. Ha habido una nevera que vamos aprendiendo a llenar. Ha habido otro techo en Valencia, a orillas del mar, que siempre es refugio cálido hasta cuando Gacela está perdida en su mundo y no contesta aunque se la pinche intentando sacar la ella que hay debajo de la química. Ha habido un trabajo que apasiona y que da alas y sonrisas, que mantiene la mente despierta y sin ataques de Bestias, un trabajo que parece dar sentido a todo lo demás. Y un viaje a Cuba para reencontrar una parte de mí, y perdonar y ser perdonada -qué redentor me ha quedado esto-.

Y algo más. Perdí espacios, desde luego... pero alguno lo recuperé, otro se sostiene con puentes de hilo de algodón que inexplicablemente no se rompe -y tal vez es que lo construí más sólido de lo que creía-... y apareció algún espacio nuevo. Este, mi blog, vuestros blogs. El canal del IRC donde me quedo algunas noches en vuestra companyía. Vuestras historias que hago un poco mías. Haber conocido al capitán cuentacuentos. Que un rubio fabricante de burbujas irisadas me llamara bicho suave y me ofreciera su mano. Seguir siempre cerca de la ninya que reflexiona en blanco y negro, saliendo de su burbuja. La promesa de poner cara a unos cuantos allá cuando el 2006 dé sus primeros pasos, el día 2.

Como no sé sintetizar, no sé en qué queda el balance. Supongo que en que hace tiempo que no compro píldoras de colores aunque no haya tirado las que ya tenía. Hace tiempo que ni siquiera abro ese cajón.

Ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar. Así empecé el anyo pasado, agotada. Este anyo sigo defendiendo esa frase... pero creo que no estoy tan cansada, tan absolutamente vencida como lo he estado. Tengo energía para algunas oportunidades más, creo, y me las estoy dando. Y eso es un logro.

2005, tormenta y palabras

Balance

Dicen que hay que hacer balance, y a mí nunca se me ha dado bien. No lo he hecho en público (ehem, sigo considerando el blog como un sitio privado) porque no me he atrevido, por los qué dirán y cómo puedes decir eso y no valoras lo que tienes y esa manía de juzgar al vecino conociendo una parte chiquita, chiquita de lo que encierra.

1996 fue un anyo para tirar a la basura, y el 2000, y el 2004. Así que, siguiendo mi regla absurda de temporal cada cuatro anyos, esperaba el próximo anyo-catástrofe para el 2008, pero se adelantó al 2005, repitiendo jugada. Me pilló desprevenida, porque había agotado mis fuerzas peleándome el 2004. No se puede luchar siempre, me dije, ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar, me dije. Con esa frase por bandera -las hay mejores- dio comienzo el anyo, un anyo que se llenaría de silencios más dolorosos que cualquier palabra que se me pueda ocurrir, de ausencias que se clavan y desgarran aun hoy, cuando jugamos al escondite y al quesisí-quesinó.

2005 ha sido un pasillo largo, largo, por el que vagaban almas errantes, miradas perdidas, más allá de la puerta con barrotes y contrasenyas senyalada con el cartel de Octava Norte. Ha sido acostumbrarse a vivir sobre una de las tres patas, perdidas las otras dos, una allá en el Caribe y otra tras senyales de prohibido que se multiplicaban. Ha sido bajar de peso y volverse blanca como el papel mientras los análisis advertían de que la sangre de la ninya era más aguachirri que otra cosa. Ha sido hospital - meses fuera - hospital otra vez - más tiempo fuera. Ha sido un verano en el limbo, sin sentir ni padecer ni mucho menos poder pensar, hablar, ironizar. Ha sido familia ausente y casa-cueva que muerde en las noches frías. Ha sido cabeza desatada y voces que se erguían duenyas de la que escribe y la acorralaban en algún rincón, sometida, vencida, munyeco roto. Ha sido espacios perdidos, primero uno, luego otro y después otro más.

Pero una voz (que se parece a la tuya) me dice que hay más cosas, incluso en este anyo para el olvido. Y que también debería rescatarlas, aunque mi memoria juega conmigo y las sitúa al final del laberinto.

Así que, incluso en este anyo, ha habido una casa en Rivas que me abrazaba hasta cuando yo no me dejaba abrazar, y que lo hacía desde el carinyo aunque no entendiera. Ha habido una nevera que vamos aprendiendo a llenar. Ha habido otro techo en Valencia, a orillas del mar, que siempre es refugio cálido hasta cuando Gacela está perdida en su mundo y no contesta aunque se la pinche intentando sacar la ella que hay debajo de la química. Ha habido un trabajo que apasiona y que da alas y sonrisas, que mantiene la mente despierta y sin ataques de Bestias, un trabajo que parece dar sentido a todo lo demás. Y un viaje a Cuba para reencontrar una parte de mí, y perdonar y ser perdonada -qué redentor me ha quedado esto-.

Y algo más. Perdí espacios, desde luego... pero alguno lo recuperé, otro se sostiene con puentes de hilo de algodón que inexplicablemente no se rompe -y tal vez es que lo construí más sólido de lo que creía-... y apareció algún espacio nuevo. Este, mi blog, vuestros blogs. El canal del IRC donde me quedo algunas noches en vuestra companyía. Vuestras historias que hago un poco mías. Haber conocido al capitán cuentacuentos. Que un rubio fabricante de burbujas irisadas me llamara bicho suave y me ofreciera su mano. Seguir siempre cerca de la ninya que reflexiona en blanco y negro, saliendo de su burbuja. La promesa de poner cara a unos cuantos allá cuando el 2006 dé sus primeros pasos, el día 2.

Como no sé sintetizar, no sé en qué queda el balance. Supongo que en que hace tiempo que no compro píldoras de colores aunque no haya tirado las que ya tenía. Hace tiempo que ni siquiera abro ese cajón.

Ante la obligación de darse nuevas oportunidades se alza también el derecho a descansar. Así empecé el anyo pasado, agotada. Este anyo sigo defendiendo esa frase... pero creo que no estoy tan cansada, tan absolutamente vencida como lo he estado. Tengo energía para algunas oportunidades más, creo, y me las estoy dando. Y eso es un logro.

miércoles, 21 de diciembre de 2005

Aprenderé a nadar, Hannah

Sarah Polley, en La Vida Secreta de las PalabrasTim Robbins, en La Vida Secreta de las Palabras

Cada uno de nosotros llevamos dentro nuestros propios Horrores, algunos de ellos que merecerían la mayúscula sin dudarlo. Pero incluso los que no, pueden seguir siendo nuestros horrores particulares, enormes por propios, por el sufrimiento que nos provocan, por la incomprensón que pueden generar en otros -o en nosotros mismos-.

Cada uno carga con ese fardo a sus espaldas, y a veces las cargas se llevan a duras penas en solitario, y ralentizan nuestro paso, y nos hacen encorvarnos bajo su peso.

Cómo puedes seguir adelante?

A veces te harás la pregunta, y te contestarás que no hay otro camino, que mientras queden fuerzas sólo puedes caminar y caminar aunque las más de las veces no sepas hacia dónde, pero caminas porque aprendiste que sentarte era peligroso. Y sabes que tu horror no es ni mucho menos el de otros, pero te es propio y no te deja, y con tu cabeza como Reino enturbia tus suenyos y te quita el aliento y no puedes evitarlo, y eso lo hace tu pequenyo gran Horror, también con mayúscula. Pero sigues adelante si encuentras fuerzas para otro paso...

Y a veces, como Hannah, piensas que tal vez un día rompas a llorar, no manyana ni al otro pero un día, y no sepas cómo parar una vez comiences, y con tus lágrimas inundes la habitación y te ahogues, y ahogues contigo a aquel que se haya atrevido a acompanyarte en tu camino, si es que alguien lo ha hecho.

Aprenderé a nadar, Hannah.

Y esas son palabras-bálsamo, palabras-esperanza, palabras-cuerda a la que atarse para seguir. Porque quizás te cruces con alguien que no tema a las lágrimas, y que cuando le plantees lo que llevas dentro, tu horror al que no sabes si poner o no mayúsculas pero que a ti te anula tantas veces... no mire hacia otro lado, no te cuelgue carteles, no dibuje senyales de prohibido que te acorralen, no te haga sentir responsabilidad y carga inmensas con las que nadie puede...

...tal vez haga algo tan extranyo y valioso como aprender a nadar.

[La película LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS sigue proyectándose en los cines, y es una auténtica gozada de la mano de Isabel Coixet, con Tim Robbins, Sarah Polley o Javier Cámara en la pantalla. Página oficial de la película AQUÍ]

Aprenderé a nadar, Hannah

Sarah Polley, en La Vida Secreta de las PalabrasTim Robbins, en La Vida Secreta de las Palabras

Cada uno de nosotros llevamos dentro nuestros propios Horrores, algunos de ellos que merecerían la mayúscula sin dudarlo. Pero incluso los que no, pueden seguir siendo nuestros horrores particulares, enormes por propios, por el sufrimiento que nos provocan, por la incomprensón que pueden generar en otros -o en nosotros mismos-.

Cada uno carga con ese fardo a sus espaldas, y a veces las cargas se llevan a duras penas en solitario, y ralentizan nuestro paso, y nos hacen encorvarnos bajo su peso.

Cómo puedes seguir adelante?

A veces te harás la pregunta, y te contestarás que no hay otro camino, que mientras queden fuerzas sólo puedes caminar y caminar aunque las más de las veces no sepas hacia dónde, pero caminas porque aprendiste que sentarte era peligroso. Y sabes que tu horror no es ni mucho menos el de otros, pero te es propio y no te deja, y con tu cabeza como Reino enturbia tus suenyos y te quita el aliento y no puedes evitarlo, y eso lo hace tu pequenyo gran Horror, también con mayúscula. Pero sigues adelante si encuentras fuerzas para otro paso...

Y a veces, como Hannah, piensas que tal vez un día rompas a llorar, no manyana ni al otro pero un día, y no sepas cómo parar una vez comiences, y con tus lágrimas inundes la habitación y te ahogues, y ahogues contigo a aquel que se haya atrevido a acompanyarte en tu camino, si es que alguien lo ha hecho.

Aprenderé a nadar, Hannah.

Y esas son palabras-bálsamo, palabras-esperanza, palabras-cuerda a la que atarse para seguir. Porque quizás te cruces con alguien que no tema a las lágrimas, y que cuando le plantees lo que llevas dentro, tu horror al que no sabes si poner o no mayúsculas pero que a ti te anula tantas veces... no mire hacia otro lado, no te cuelgue carteles, no dibuje senyales de prohibido que te acorralen, no te haga sentir responsabilidad y carga inmensas con las que nadie puede...

...tal vez haga algo tan extranyo y valioso como aprender a nadar.

[La película LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS sigue proyectándose en los cines, y es una auténtica gozada de la mano de Isabel Coixet, con Tim Robbins, Sarah Polley o Javier Cámara en la pantalla. Página oficial de la película AQUÍ]

jueves, 15 de diciembre de 2005

En ocasiones veo patios de guardería

Dork Tower

Me temo que no entro del todo en la socialización en la blogosfera. Y me gustan muchos blogs, y me gusta su gente, y lo paso bien... pero no dejan de sorprenderme ciertas conductas que creí que se superaban cuando empezabas a poner más velas en la tarta de las que podías contar con tus dedos.

Esa gente que sólo hace intercambio de enlaces, porque si te han enlazado y no ven que tú hagas lo mismo se les hincha la vena del cuello. Los que sólo te comentan si les comentas a su vez. Los que se ofenden airados porque han escrito tres post y has cometido la osadía de ignorarlos (y lo mismo los has leído y simplemente no tenías nada que aportar. O lo mismo no los has leído, porque en tu egoísmo atroz no has firmado ningún contrato de compromiso eterno con su blog). Los que van del palo "te conozco y sé quién eres, te espío todas las vísperas de festivos y me he quedao con tu cara, que por cierto ocultas en tu blog". Los de "me siento decepcionado porque has sido tan indecente como para no coincidir al 100% con la imagen irreal que me había formado de ti por haber leído tres posts, y ahora me enfado y no respiro". Los que te comentan sin haber leído el texto y lo demuestran metiendo la gamba muy hábilmente. Los que copian y pegan el mismo comentario en los catorce blogs que visitan esa tarde. Los que, los que y los que.

Yo a lo mejor soy un poco asocial en Bloguilandia, o a lo mejor es que tengo dos dedos de frente, pero primero, no me atrevo a juzgar a alguien porque he leído dos post y otro más que no entendí del todo; segundo, cuando conozco a alguien de veras, no me dedico a ir de lista anónima en su blog pretendiendo poner al descubierto su verdadera cara; tercero, no me disfrazo de amante despechada que llora por las esquinas del blog de su adorado Él por las punyaladas que éste le dio; cuarto, no me atrevo a decirle a nadie que SU blog y SUS escritos tienen que responder a MIS expectativas y MI percepción de él; quinto, enlazo lo que me da la gana y por las razones que me apetece; sexto, navego por donde me permiten el tiempo y las ganas sin sentirme obligada por nadie en absoluto; séptimo, comento cuando me sale algo que decir sin esperar que nadie esté en deuda conmigo porque una vez (o a diario) entré en su blog y tecleé treinta y dos letras seguidas... y suma y sigue, Gacelita.

No sé si será que las Gacelas se toman la Blogosfera como su sabana particular, y están demasiado acostumbradas a moverse según sus reglas... pero el caso es que, partiendo de que en estos mundos hay mucha gente interesante, hay otro buen punyado al que dar de comer aparte.

Narrado sin acritud, es sólo que esta vinyeta me hizo mucha gracia, y me recordó todo esto.

[Experiencias sacadas de la vida real, algunas conmigo como protagonista y otras vistas -con ojos como platos- en otros blogs]

[Si quieres ver más imágenes de Dork Tower, pincha AQUÍ]

En ocasiones veo patios de guardería

Dork Tower

Me temo que no entro del todo en la socialización en la blogosfera. Y me gustan muchos blogs, y me gusta su gente, y lo paso bien... pero no dejan de sorprenderme ciertas conductas que creí que se superaban cuando empezabas a poner más velas en la tarta de las que podías contar con tus dedos.

Esa gente que sólo hace intercambio de enlaces, porque si te han enlazado y no ven que tú hagas lo mismo se les hincha la vena del cuello. Los que sólo te comentan si les comentas a su vez. Los que se ofenden airados porque han escrito tres post y has cometido la osadía de ignorarlos (y lo mismo los has leído y simplemente no tenías nada que aportar. O lo mismo no los has leído, porque en tu egoísmo atroz no has firmado ningún contrato de compromiso eterno con su blog). Los que van del palo "te conozco y sé quién eres, te espío todas las vísperas de festivos y me he quedao con tu cara, que por cierto ocultas en tu blog". Los de "me siento decepcionado porque has sido tan indecente como para no coincidir al 100% con la imagen irreal que me había formado de ti por haber leído tres posts, y ahora me enfado y no respiro". Los que te comentan sin haber leído el texto y lo demuestran metiendo la gamba muy hábilmente. Los que copian y pegan el mismo comentario en los catorce blogs que visitan esa tarde. Los que, los que y los que.

Yo a lo mejor soy un poco asocial en Bloguilandia, o a lo mejor es que tengo dos dedos de frente, pero primero, no me atrevo a juzgar a alguien porque he leído dos post y otro más que no entendí del todo; segundo, cuando conozco a alguien de veras, no me dedico a ir de lista anónima en su blog pretendiendo poner al descubierto su verdadera cara; tercero, no me disfrazo de amante despechada que llora por las esquinas del blog de su adorado Él por las punyaladas que éste le dio; cuarto, no me atrevo a decirle a nadie que SU blog y SUS escritos tienen que responder a MIS expectativas y MI percepción de él; quinto, enlazo lo que me da la gana y por las razones que me apetece; sexto, navego por donde me permiten el tiempo y las ganas sin sentirme obligada por nadie en absoluto; séptimo, comento cuando me sale algo que decir sin esperar que nadie esté en deuda conmigo porque una vez (o a diario) entré en su blog y tecleé treinta y dos letras seguidas... y suma y sigue, Gacelita.

No sé si será que las Gacelas se toman la Blogosfera como su sabana particular, y están demasiado acostumbradas a moverse según sus reglas... pero el caso es que, partiendo de que en estos mundos hay mucha gente interesante, hay otro buen punyado al que dar de comer aparte.

Narrado sin acritud, es sólo que esta vinyeta me hizo mucha gracia, y me recordó todo esto.

[Experiencias sacadas de la vida real, algunas conmigo como protagonista y otras vistas -con ojos como platos- en otros blogs]

[Si quieres ver más imágenes de Dork Tower, pincha AQUÍ]

jueves, 8 de diciembre de 2005

Neutralidad mal resuelta

La gente toma decisiones, todos lo hacemos, y lo que decidimos influye en nuestro entorno. Podemos agarrarnos a una supuesta Neutralidad con mayúsculas, pero no hay posición más difícil -y muchas veces, no hay posición más falsa-. Como en las leyes de la robótica de Asimov, uno puede permitir que a otro le danyen por acción u omisión, y si lo permites en aras de una supuesta neutralidad, en realidad estás tomando partido, y lo estás haciendo por el verdugo. Callar ante un ataque te vuelve cómplice del mismo. Puedes hacerlo, porque no deja de ser una más de las decisiones que tenemos derecho a tomar, pero no sería justo que siguieras alardeando de tu neutralidad cuando, de hecho, sí has tomado partido. Aunque nadie venga a pedirte que rindas cuentas por ello. Sólo lo sabe, y deberías saberlo tú también.

He metido en una cesta todos estos días. Ha habido lágrimas, a pesar de que intenté cenyir la armadura todo lo posible -pero tal vez los golpes vinieron de donde no los esperaba, de aquellos que conocían los huecos de la cota de malla-. Ha habido risas también, risas a ciegas de las que no preguntan porque saben que las respuestas hieren, y eligen -de nuevo decisiones- no pedirle peras al olmo y disfrutar de lo que hay, sin preguntarse por qué es tan poco.

Y seguramente lo que llena la cesta serían las decepciones. Porque aunque una sabe que no debería esperar nada, no lo consigue del todo. Porque aunque una respeta las decisiones tomadas, no las entiende, y se clavan dentro. Porque en algún caso, la deslealtad es sangrante. Yo también me vi en medio, y nunca dejé de defender lo que consideré justo, aunque me costara meses de silencios. Y no me arrepiento, sólo constato lo distintos que somos.

Me hablan de neutralidad y aflora una sonrisa amarga. En su casa, neutralidad. Diez horas frente a setenta y dos, neutralidad. Ceguera voluntaria que no distingue verdugos de víctimas, neutralidad. Silencio cómplice, lo llamaría yo. Quien calla otorga. Acción u omisión.

Pero la gente toma sus decisiones, y no seré yo quien pida explicaciones. No me atrevo, no siento que tenga derecho. Tal vez la próxima vez que me llames para contarme tus penas durante hora y media, debería recordarte las decisiones que tomaste, que no son en balde, que hacen danyo, que deberían tener consecuencias. Pero me conozco, y dudo que lo haga.

Eso sí... mejor no me hables de neutralidad. No podré evitar sonreír. Y pasarte algo de Asimov que leer.

Neutralidad mal resuelta

La gente toma decisiones, todos lo hacemos, y lo que decidimos influye en nuestro entorno. Podemos agarrarnos a una supuesta Neutralidad con mayúsculas, pero no hay posición más difícil -y muchas veces, no hay posición más falsa-. Como en las leyes de la robótica de Asimov, uno puede permitir que a otro le danyen por acción u omisión, y si lo permites en aras de una supuesta neutralidad, en realidad estás tomando partido, y lo estás haciendo por el verdugo. Callar ante un ataque te vuelve cómplice del mismo. Puedes hacerlo, porque no deja de ser una más de las decisiones que tenemos derecho a tomar, pero no sería justo que siguieras alardeando de tu neutralidad cuando, de hecho, sí has tomado partido. Aunque nadie venga a pedirte que rindas cuentas por ello. Sólo lo sabe, y deberías saberlo tú también.

He metido en una cesta todos estos días. Ha habido lágrimas, a pesar de que intenté cenyir la armadura todo lo posible -pero tal vez los golpes vinieron de donde no los esperaba, de aquellos que conocían los huecos de la cota de malla-. Ha habido risas también, risas a ciegas de las que no preguntan porque saben que las respuestas hieren, y eligen -de nuevo decisiones- no pedirle peras al olmo y disfrutar de lo que hay, sin preguntarse por qué es tan poco.

Y seguramente lo que llena la cesta serían las decepciones. Porque aunque una sabe que no debería esperar nada, no lo consigue del todo. Porque aunque una respeta las decisiones tomadas, no las entiende, y se clavan dentro. Porque en algún caso, la deslealtad es sangrante. Yo también me vi en medio, y nunca dejé de defender lo que consideré justo, aunque me costara meses de silencios. Y no me arrepiento, sólo constato lo distintos que somos.

Me hablan de neutralidad y aflora una sonrisa amarga. En su casa, neutralidad. Diez horas frente a setenta y dos, neutralidad. Ceguera voluntaria que no distingue verdugos de víctimas, neutralidad. Silencio cómplice, lo llamaría yo. Quien calla otorga. Acción u omisión.

Pero la gente toma sus decisiones, y no seré yo quien pida explicaciones. No me atrevo, no siento que tenga derecho. Tal vez la próxima vez que me llames para contarme tus penas durante hora y media, debería recordarte las decisiones que tomaste, que no son en balde, que hacen danyo, que deberían tener consecuencias. Pero me conozco, y dudo que lo haga.

Eso sí... mejor no me hables de neutralidad. No podré evitar sonreír. Y pasarte algo de Asimov que leer.

viernes, 2 de diciembre de 2005

Ajustando la armadura

Guerrera de Luis Royo

Quizás no se confirme la tormenta, aunque me extranyaría con este cielo gris, con estas nubes peleonas sobre mí, con este aire a lluvia en el ambiente.

Quizás no se confirme la tormenta... hoy. Puede que la tromba de agua caiga manyana, que los truenos descarguen su furia cuando caiga el sol o cuando despierte de nuevo. Pronto, los pájaros ya han levantado el vuelo.

O quizás, sólo quizás, se aleje la borrasca. Pero no puedo confiar, no sabiendo lo arbitrario de los rayos y su poder destructor, devastador.

Por eso ajusto mi armadura. Cojo aire, una gran bocanada, y tapo puntos flacos. Cota de malla, casco, guanteletes. Nada puede quedar al aire, el enemigo es astuto y ruin y quiere danyar por encima de todo, hemos aprendido eso en una guerra que nunca quisimos librar. Por eso nos encerramos dentro de la pesada estructura metálica, esperando obtener así algo de protección. Si han de llover golpes, al menos que no nos desangren. Aunque dentro apenas puedas respirar, aunque no veas bien, aunque tus movimientos se vuelvan torpes y pesados. No sabrás manejar la espada, nunca quisiste aprender... pero protégete al menos.

Caen las primeras gotas. Ajusta la armadura, pequenya.

[Imagen de Luis Royo]

Ajustando la armadura

Guerrera de Luis Royo

Quizás no se confirme la tormenta, aunque me extranyaría con este cielo gris, con estas nubes peleonas sobre mí, con este aire a lluvia en el ambiente.

Quizás no se confirme la tormenta... hoy. Puede que la tromba de agua caiga manyana, que los truenos descarguen su furia cuando caiga el sol o cuando despierte de nuevo. Pronto, los pájaros ya han levantado el vuelo.

O quizás, sólo quizás, se aleje la borrasca. Pero no puedo confiar, no sabiendo lo arbitrario de los rayos y su poder destructor, devastador.

Por eso ajusto mi armadura. Cojo aire, una gran bocanada, y tapo puntos flacos. Cota de malla, casco, guanteletes. Nada puede quedar al aire, el enemigo es astuto y ruin y quiere danyar por encima de todo, hemos aprendido eso en una guerra que nunca quisimos librar. Por eso nos encerramos dentro de la pesada estructura metálica, esperando obtener así algo de protección. Si han de llover golpes, al menos que no nos desangren. Aunque dentro apenas puedas respirar, aunque no veas bien, aunque tus movimientos se vuelvan torpes y pesados. No sabrás manejar la espada, nunca quisiste aprender... pero protégete al menos.

Caen las primeras gotas. Ajusta la armadura, pequenya.

[Imagen de Luis Royo]

lunes, 28 de noviembre de 2005

Aterrorizada

Sé que no es racional, pero no puedo pensar. No puedo-no puedo-no puedo. Bloqueo total.

Hay alguien que en este anyo ha dedicado mucho empenyo a hacerme danyo. Tal vez no tanto, y eso lo pienso porque una, tendente a pensar un poco en los demás, cree que hacer danyo de manera continuada, sostenida, creciente, requiere esfuerzos concretos dirigidos a ello. A mí no me sale solo, pero quizás a esa persona sí. Quizás no le cuesta ir desgarrando, quizás no le cuesta humillar, quizás las palabras como dagas que se clavan son las primeras que acuden a sus labios.

Es una persona con un inmenso poder sobre mí, que sé que dicen que yo se lo he dado, pero no sé cómo quitárselo. Es alguien que ha llenado de angustia tantas noches que no puedo contarlas, alguien que ha pronunciado frases que siguen dando tumbos en mi cabeza, aranyándome, alguien frente a quien no soy Nadie en absoluto. Me aterroriza, nadie me había hecho nunca tanto danyo y había seguido pateando cuando no quedaba nada que patear, nada más que una masa deshecha en el suelo. No sé dónde encontraba el placer, qué la seguía animando. Es la persona más cruel con la que me he encontrado, con una inmensa capacidad para golpear y seguir golpeando aunque sus nudillos estén desollados.

Ante sus ataques, me hice pequenya, diminuta. Reconocía mentiras en ellos y no fui capaz de defender mis verdades. Fui juzgada injustamente y no fui capaz de limpiar mi nombre. Chiquita y acuclillada en un rincón, sellé mis labios y huí de espacios que me pertenecían. Cedí terreno a cambio de paz y olvido, aun sabiendo que yo no iba -no podría- olvidar los ataques, la sangre derramándose, la herida abierta, la batalla perdida antes de comenzar. Pero necesitaba paz, necesitaba que su voz como punyal envenenado dejara de clavarse en mi cuerpo desnudo. Me rompía. Así que no me defendí, sólo me fui a mi rincón esperando que diera por ganada su guerra. Era la vencedora, de hecho.

Y al tiempo cesaron los mails, y empecé a poder respirar aunque fuera a pequenyas bocanadas. Y en meses -porque resituarme en el camino me tomó meses- me atreví a asomarme fuera y a dar algún paso -que no molestara, que no llamara la atención, que no la despertara otra vez, dispuesta a asestar un nuevo golpe-.

Hoy llama a mi puerta como un espejismo, aparece para irse sin que sepa su intención. Y el pánico me atenaza, el aire se me escapa, toda yo soy un temblor y corro dando traspiés a mi rincón, donde me tapo con el edredón y me pregunto qué he podido hacer. Las voces se desatan en mi cabeza, las mías y la suya por encima, repitiendo amenazas, castigos, sentencias por ejecutar. Sólo ha sabido hacerme danyo, destrozarme, acabar conmigo... y aun vuelve a por más? Qué más quiere?

No lo entiendo. Y como la Alicia del cuento, encojo hasta que casi no se me ve. Diminuto ser aterrorizado, en sus manos como ayer, esperando que no le dé por desmontar de nuevo el juguete y tirarle a la basura, roto e inservible. Manojo de nervios esperando la tormenta.

Aterrorizada

Sé que no es racional, pero no puedo pensar. No puedo-no puedo-no puedo. Bloqueo total.

Hay alguien que en este anyo ha dedicado mucho empenyo a hacerme danyo. Tal vez no tanto, y eso lo pienso porque una, tendente a pensar un poco en los demás, cree que hacer danyo de manera continuada, sostenida, creciente, requiere esfuerzos concretos dirigidos a ello. A mí no me sale solo, pero quizás a esa persona sí. Quizás no le cuesta ir desgarrando, quizás no le cuesta humillar, quizás las palabras como dagas que se clavan son las primeras que acuden a sus labios.

Es una persona con un inmenso poder sobre mí, que sé que dicen que yo se lo he dado, pero no sé cómo quitárselo. Es alguien que ha llenado de angustia tantas noches que no puedo contarlas, alguien que ha pronunciado frases que siguen dando tumbos en mi cabeza, aranyándome, alguien frente a quien no soy Nadie en absoluto. Me aterroriza, nadie me había hecho nunca tanto danyo y había seguido pateando cuando no quedaba nada que patear, nada más que una masa deshecha en el suelo. No sé dónde encontraba el placer, qué la seguía animando. Es la persona más cruel con la que me he encontrado, con una inmensa capacidad para golpear y seguir golpeando aunque sus nudillos estén desollados.

Ante sus ataques, me hice pequenya, diminuta. Reconocía mentiras en ellos y no fui capaz de defender mis verdades. Fui juzgada injustamente y no fui capaz de limpiar mi nombre. Chiquita y acuclillada en un rincón, sellé mis labios y huí de espacios que me pertenecían. Cedí terreno a cambio de paz y olvido, aun sabiendo que yo no iba -no podría- olvidar los ataques, la sangre derramándose, la herida abierta, la batalla perdida antes de comenzar. Pero necesitaba paz, necesitaba que su voz como punyal envenenado dejara de clavarse en mi cuerpo desnudo. Me rompía. Así que no me defendí, sólo me fui a mi rincón esperando que diera por ganada su guerra. Era la vencedora, de hecho.

Y al tiempo cesaron los mails, y empecé a poder respirar aunque fuera a pequenyas bocanadas. Y en meses -porque resituarme en el camino me tomó meses- me atreví a asomarme fuera y a dar algún paso -que no molestara, que no llamara la atención, que no la despertara otra vez, dispuesta a asestar un nuevo golpe-.

Hoy llama a mi puerta como un espejismo, aparece para irse sin que sepa su intención. Y el pánico me atenaza, el aire se me escapa, toda yo soy un temblor y corro dando traspiés a mi rincón, donde me tapo con el edredón y me pregunto qué he podido hacer. Las voces se desatan en mi cabeza, las mías y la suya por encima, repitiendo amenazas, castigos, sentencias por ejecutar. Sólo ha sabido hacerme danyo, destrozarme, acabar conmigo... y aun vuelve a por más? Qué más quiere?

No lo entiendo. Y como la Alicia del cuento, encojo hasta que casi no se me ve. Diminuto ser aterrorizado, en sus manos como ayer, esperando que no le dé por desmontar de nuevo el juguete y tirarle a la basura, roto e inservible. Manojo de nervios esperando la tormenta.

viernes, 25 de noviembre de 2005

Radiografía


Mariposas en el estómago

Esa sería la radiografía que me gustaría hacerme. Me temo que, si me la hiciera, el resultado sería distinto. Porque a veces me la hago, miro dentro de mí y me exploro con mis rayos x de disenyo que venían de regalo con los anyos de terapia, y lo que veo... bueno, no es esa foto. Corresponde más a una amalgama de sensaciones que me da más de un dolor de cabeza.

Soy dulzura, carinyo y ternura, de esos que brotan espontáneos sin pensar si serán bien recibidos o no, de los que no cogen las maletas para huir cuando reciben un portazo. Soy lealtad, soy empatía y soy memoria y recuerdos. Soy un poco de todos los Él que han pasado cerca, que instalaron colonias de mariposas en mi estómago. Soy la media sonrisa con que me visto por las manyanas, en parte por no preocupar y en parte para convencerme de que alguna manyana me sorprenderé despertándome con ella puesta porque ya ha encontrado el camino de regreso a mis labios por su propio pie. Soy el abrazo que a veces me doy yo misma porque tengo demasiado frío. Soy la melancolía de lo perdido, de la cercanía por recuperar quién-sabe-cuándo, del lado vacío de la cama, de los títulos de libros compartidos, de diálogos de películas aprendidos de memoria. Soy las ganas de pelearme el mundo, soy la risa en cascada en noches valencianas, soy la ironía suave y los ojos brillantes, despiertos, vivos.

Y soy más cosas, algunas de las que no me gusta hablar y que intento obviar pero están ahí, una buena radiografía las desvelaría. Soy la rabia -o Rabia- de no haber entendido golpes innecesarios, crueles, que jamás tuvieron respuesta pero que no se borran. La Rabia de aprender lo vacías que están esas frases que hablan de un supuesto Tiempo que pone a la gente en su lugar y da a cada cual lo que merece, de que las cosas caen por su propio peso y uno recoge lo que siembra. La Rabia de amanecer con la tormenta sobre mi cielo y saber un sol brillando en el cielo de quien fabrica rayos y truenos en sus ratos libres.

Seguramente una radiografía certera revelaría cómo en mi estómago puede que aleteen aún unas mariposas perdidas, pero se vería también como al revolotear salpican gotas del veneno en que se deshizo esa rabia de la que hablo. Porque soy sonrisa, ternura y calidez, pero también puedo morderme la lengua y tragar litros del veneno del que me han llenado.

Me pregunto si las mariposas serán inmunes. Si podrían ellas beberse el veneno y quitármelo de dentro. Y sobre todo, me pregunto si volverán a revolotear con la alegría con que lo hacían. Haciéndome cosquillas. Primer plano en cualquier radiografía. Otra vez esa sensación...

[Escuchando "No", del disco Fijación Oral, de Shakira]

[No se puede vivir con tanto veneno,
no se puede dedicar el alma
a acumular intentos...]
__________________________________________________

Edito para anyadir el vídeo de la canción que estaba escuchando (empalagosa hasta decir basta), como extraordinario momento karaoke y regalo personal para mí misma, que me ha gustado el vídeo. Me gusta Shakira, sip, no todo va a ser saplanpugmuá. Y podéis no darle al play -vosotros os lo perdéis- pero yo lo tendré localizadito aquí debajo, muahahaha.

En ocasiones, veo mariposas.
Buenas noches, dulces suenyos.

Radiografía


Mariposas en el estómago

Esa sería la radiografía que me gustaría hacerme. Me temo que, si me la hiciera, el resultado sería distinto. Porque a veces me la hago, miro dentro de mí y me exploro con mis rayos x de disenyo que venían de regalo con los anyos de terapia, y lo que veo... bueno, no es esa foto. Corresponde más a una amalgama de sensaciones que me da más de un dolor de cabeza.

Soy dulzura, carinyo y ternura, de esos que brotan espontáneos sin pensar si serán bien recibidos o no, de los que no cogen las maletas para huir cuando reciben un portazo. Soy lealtad, soy empatía y soy memoria y recuerdos. Soy un poco de todos los Él que han pasado cerca, que instalaron colonias de mariposas en mi estómago. Soy la media sonrisa con que me visto por las manyanas, en parte por no preocupar y en parte para convencerme de que alguna manyana me sorprenderé despertándome con ella puesta porque ya ha encontrado el camino de regreso a mis labios por su propio pie. Soy el abrazo que a veces me doy yo misma porque tengo demasiado frío. Soy la melancolía de lo perdido, de la cercanía por recuperar quién-sabe-cuándo, del lado vacío de la cama, de los títulos de libros compartidos, de diálogos de películas aprendidos de memoria. Soy las ganas de pelearme el mundo, soy la risa en cascada en noches valencianas, soy la ironía suave y los ojos brillantes, despiertos, vivos.

Y soy más cosas, algunas de las que no me gusta hablar y que intento obviar pero están ahí, una buena radiografía las desvelaría. Soy la rabia -o Rabia- de no haber entendido golpes innecesarios, crueles, que jamás tuvieron respuesta pero que no se borran. La Rabia de aprender lo vacías que están esas frases que hablan de un supuesto Tiempo que pone a la gente en su lugar y da a cada cual lo que merece, de que las cosas caen por su propio peso y uno recoge lo que siembra. La Rabia de amanecer con la tormenta sobre mi cielo y saber un sol brillando en el cielo de quien fabrica rayos y truenos en sus ratos libres.

Seguramente una radiografía certera revelaría cómo en mi estómago puede que aleteen aún unas mariposas perdidas, pero se vería también como al revolotear salpican gotas del veneno en que se deshizo esa rabia de la que hablo. Porque soy sonrisa, ternura y calidez, pero también puedo morderme la lengua y tragar litros del veneno del que me han llenado.

Me pregunto si las mariposas serán inmunes. Si podrían ellas beberse el veneno y quitármelo de dentro. Y sobre todo, me pregunto si volverán a revolotear con la alegría con que lo hacían. Haciéndome cosquillas. Primer plano en cualquier radiografía. Otra vez esa sensación...

[Escuchando "No", del disco Fijación Oral, de Shakira]

[No se puede vivir con tanto veneno,
no se puede dedicar el alma
a acumular intentos...]
__________________________________________________

Edito para anyadir el vídeo de la canción que estaba escuchando (empalagosa hasta decir basta), como extraordinario momento karaoke y regalo personal para mí misma, que me ha gustado el vídeo. Me gusta Shakira, sip, no todo va a ser saplanpugmuá. Y podéis no darle al play -vosotros os lo perdéis- pero yo lo tendré localizadito aquí debajo, muahahaha.

En ocasiones, veo mariposas.
Buenas noches, dulces suenyos.

domingo, 20 de noviembre de 2005

Defensa de nuestra Memoria Histórica

And now for something completely different, que dirían los Monty Python.

A pesar de ser una persona para la que la política y lo social -irremediablemente relacionados- es realmente importante, no he dejado hueco en el blog para estos temas. Hoy cambiamos la costumbre.

Hoy, 20 de noviembre, se cumplen 30 anyos de la muerte del dictador Francisco Franco. 30 anyos desde que iniciamos la Transición, desde que nuestra democracia echó a andar. Y estos días abundan los análisis, opiniones varias, homenajes y manifestaciones. Por ejemplo:

Fraga y Franco, tal para cual

El juicio sobre Franco será positivo. Su régimen no fue totalitario. Sólo fueron procesadas y ejecutados "algunos terroristas". Esta es la imagen que deberíamos tener de la dictadura?

Una encuesta encargada por la cadena Ser -aunque ya se sabe que las encuestas no deben ser demasiado de fiar- dice, entre otros datos, que la figura del dictador genera un 55 % de indiferencia, frente a un 30 % de rechazo y un 8 % de nostalgia.

Y estos días el periódico inglés The Guardian se hacía eco AQUI del asombroso éxito de ventas del último libro del revisionista histórico Pío Moa, "Franco, un balance histórico", donde el autor defiende que el pueblo espanyol debería mostrarse agradecido con Franco y su legado para Espanya, que fue Franco quien hizo que se dieran las condiciones para la actual democracia, que nos llevó a la paz (ehem... y la guerra antes, no?) y que su régimen duró lo que tenía que durar, ya que no había alternativa al mismo y la oposición existente durante la dictadura era más autoritaria que el mismo dictador.

Éstas y otras cosas que he leído estos días me han hecho abrir los ojos como platos, y reafirmarme en una idea que ya tenía: LA IMPERIOSA NECESIDAD DE RECUPERAR NUESTRA MEMORIA HISTÓRICA. Entiendo que, tras la muerte del dictador, seguramente ese "pacto de olvido" del que habla Fraga, con el que se inició la Transición, fuera necesario. Porque había que ir con pies de plomo, porque se estaban dando los primeros pasos, porque las heridas sangraban. Pero entiendo el pacto de olvido como un parche temporal, nunca como una solución definitiva. Un pueblo no puede construir su Historia teniendo como base el olvido. Para no cerrar en falso heridas, éstas han de limpiarse antes.

Hemos seguido adelante con miedo de mirar atrás, pasando página rápidamente... y olvidando una parte importante de nuestra Historia. Y hoy hay una generación que se muere y que fueron víctimas del Régimen Franquista, a los que nunca se les ha dado el reconocimiento moral que se merecen. Gente que estuvo encarcelada por defender la República -que era el régimen legítimo que los espanyoles habíamos elegido, no lo olvidemos-, gente que fue torturada, perseguida y represaliada por comunista, socialista, homosexual, masón, nacionalista...

Las leyes de punto final raramente funcionan al sostenerse de manera indefinida. Hoy sigue habiendo gente en este país que no sabe dónde están enterrados sus muertos, fusilados y tirados en fosas comunes a las afueras de muchos pueblos. Sigue habiendo gente que ha pasado anyos en la cárcel sin ninguna compensación después -de éstas hay menos, porque se están muriendo sin que se haya llegado a repararles nunca lo hecho, siquiera económica o moralmente, que es la reparación a la que hoy pueden aspirar -nadie les va a devolver los anyos perdidos en la cárcel, ni les va a quitar de encima las torturas sufridas-. Hoy sigue habiendo símbolos de la dictadura que lucen como homenaje, diseminados por la geografía espanyola. Hoy sigue habiendo errores que corregir.

De todo esto viene que esta semana ERC e Iniciativa por Catalunya hayan presentado en el Parlamento su propuesta de Ley para la Recuperación de la Memoria Histórica que pretende paliar estos errores... entre las propuestas viene la reparación jurídica, moral y económica en su caso de los represaliados del franquismo, la anulación de los juicios franquistas, restitución de bienes incautados por la dictadura, identificar los centros de represión y recuperarlos como lugar de recuerdo a los represaliados, la retirada de todos los símbolos franquistas que persisten como homenaje al Régimen, asignar una partida presupuestaria para la localización de fosas comunes e identificación de cuerpos... Una Propuesta de Ley que ha generado polémica desde su misma preentación, acusando a sus promotores de querer enfrentar a Espanya y de odio a la monarquía (uno de los artículos habla de que sería el Rey quien, como jefe de Estado, habría de dirigir las peticiones públicas de perdón a las víctimas, al igual que han hecho otros jefes de Estado por crímenes cometidos por gobiernos anteriores -me vienen a la cabeza el caso de Alemania, de Japón...)

Creo que llevamos demasiado tiempo viviendo en el olvido. Con la amenaza constante de que hablar nos lleva a reabrir heridas y a las dos Espanyas enfrentadas, nos convertimos en cómplices de quienes olvidan los derechos de una generación que defendió la legitimidad de la República, perdió la guerra, fue represaliada en la dictadura... y hoy todo lo que tiene es el silencio. No es eso lo que merecen. No es lo que les debemos.

La Memoria Histórica de nuestro país no debería darnos miedo. Debemos ser conscientes de la realidad de nuestro pasado para saber sus errores y seguir adelante desde ahí. Si no lo hacemos, surgirán revisionistas como el mencionado Pío Moa, César Vidal, varios más... que nos quieran dar una visión absolutamente desvirtuada y dulcificada de lo que fue la dictadura franquista. No olvidemos nuestra Memoria. Sólo desde su asunción podremos mirar de cara al futuro, sin cierres en falso. Reconociendo la labor de una generación en lucha. Guardando su recuerdo para construir un futuro libre y, éste sí, de todos.

Si has llegado hasta aquí y aún quieres saber más, lo mismo te apetece pasarte por estos enlaces de interés (el artículo de EL PAÍS es casi imprescindible):

- Foro por la Memoria
- Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica
- Artículo aparecido en EL PAÍS (20/Nov/05): El olvido, segunda muerte de las víctimas.

Defensa de nuestra Memoria Histórica

And now for something completely different, que dirían los Monty Python.

A pesar de ser una persona para la que la política y lo social -irremediablemente relacionados- es realmente importante, no he dejado hueco en el blog para estos temas. Hoy cambiamos la costumbre.

Hoy, 20 de noviembre, se cumplen 30 anyos de la muerte del dictador Francisco Franco. 30 anyos desde que iniciamos la Transición, desde que nuestra democracia echó a andar. Y estos días abundan los análisis, opiniones varias, homenajes y manifestaciones. Por ejemplo:

Fraga y Franco, tal para cual

El juicio sobre Franco será positivo. Su régimen no fue totalitario. Sólo fueron procesadas y ejecutados "algunos terroristas". Esta es la imagen que deberíamos tener de la dictadura?

Una encuesta encargada por la cadena Ser -aunque ya se sabe que las encuestas no deben ser demasiado de fiar- dice, entre otros datos, que la figura del dictador genera un 55 % de indiferencia, frente a un 30 % de rechazo y un 8 % de nostalgia.

Y estos días el periódico inglés The Guardian se hacía eco AQUI del asombroso éxito de ventas del último libro del revisionista histórico Pío Moa, "Franco, un balance histórico", donde el autor defiende que el pueblo espanyol debería mostrarse agradecido con Franco y su legado para Espanya, que fue Franco quien hizo que se dieran las condiciones para la actual democracia, que nos llevó a la paz (ehem... y la guerra antes, no?) y que su régimen duró lo que tenía que durar, ya que no había alternativa al mismo y la oposición existente durante la dictadura era más autoritaria que el mismo dictador.

Éstas y otras cosas que he leído estos días me han hecho abrir los ojos como platos, y reafirmarme en una idea que ya tenía: LA IMPERIOSA NECESIDAD DE RECUPERAR NUESTRA MEMORIA HISTÓRICA. Entiendo que, tras la muerte del dictador, seguramente ese "pacto de olvido" del que habla Fraga, con el que se inició la Transición, fuera necesario. Porque había que ir con pies de plomo, porque se estaban dando los primeros pasos, porque las heridas sangraban. Pero entiendo el pacto de olvido como un parche temporal, nunca como una solución definitiva. Un pueblo no puede construir su Historia teniendo como base el olvido. Para no cerrar en falso heridas, éstas han de limpiarse antes.

Hemos seguido adelante con miedo de mirar atrás, pasando página rápidamente... y olvidando una parte importante de nuestra Historia. Y hoy hay una generación que se muere y que fueron víctimas del Régimen Franquista, a los que nunca se les ha dado el reconocimiento moral que se merecen. Gente que estuvo encarcelada por defender la República -que era el régimen legítimo que los espanyoles habíamos elegido, no lo olvidemos-, gente que fue torturada, perseguida y represaliada por comunista, socialista, homosexual, masón, nacionalista...

Las leyes de punto final raramente funcionan al sostenerse de manera indefinida. Hoy sigue habiendo gente en este país que no sabe dónde están enterrados sus muertos, fusilados y tirados en fosas comunes a las afueras de muchos pueblos. Sigue habiendo gente que ha pasado anyos en la cárcel sin ninguna compensación después -de éstas hay menos, porque se están muriendo sin que se haya llegado a repararles nunca lo hecho, siquiera económica o moralmente, que es la reparación a la que hoy pueden aspirar -nadie les va a devolver los anyos perdidos en la cárcel, ni les va a quitar de encima las torturas sufridas-. Hoy sigue habiendo símbolos de la dictadura que lucen como homenaje, diseminados por la geografía espanyola. Hoy sigue habiendo errores que corregir.

De todo esto viene que esta semana ERC e Iniciativa por Catalunya hayan presentado en el Parlamento su propuesta de Ley para la Recuperación de la Memoria Histórica que pretende paliar estos errores... entre las propuestas viene la reparación jurídica, moral y económica en su caso de los represaliados del franquismo, la anulación de los juicios franquistas, restitución de bienes incautados por la dictadura, identificar los centros de represión y recuperarlos como lugar de recuerdo a los represaliados, la retirada de todos los símbolos franquistas que persisten como homenaje al Régimen, asignar una partida presupuestaria para la localización de fosas comunes e identificación de cuerpos... Una Propuesta de Ley que ha generado polémica desde su misma preentación, acusando a sus promotores de querer enfrentar a Espanya y de odio a la monarquía (uno de los artículos habla de que sería el Rey quien, como jefe de Estado, habría de dirigir las peticiones públicas de perdón a las víctimas, al igual que han hecho otros jefes de Estado por crímenes cometidos por gobiernos anteriores -me vienen a la cabeza el caso de Alemania, de Japón...)

Creo que llevamos demasiado tiempo viviendo en el olvido. Con la amenaza constante de que hablar nos lleva a reabrir heridas y a las dos Espanyas enfrentadas, nos convertimos en cómplices de quienes olvidan los derechos de una generación que defendió la legitimidad de la República, perdió la guerra, fue represaliada en la dictadura... y hoy todo lo que tiene es el silencio. No es eso lo que merecen. No es lo que les debemos.

La Memoria Histórica de nuestro país no debería darnos miedo. Debemos ser conscientes de la realidad de nuestro pasado para saber sus errores y seguir adelante desde ahí. Si no lo hacemos, surgirán revisionistas como el mencionado Pío Moa, César Vidal, varios más... que nos quieran dar una visión absolutamente desvirtuada y dulcificada de lo que fue la dictadura franquista. No olvidemos nuestra Memoria. Sólo desde su asunción podremos mirar de cara al futuro, sin cierres en falso. Reconociendo la labor de una generación en lucha. Guardando su recuerdo para construir un futuro libre y, éste sí, de todos.

Si has llegado hasta aquí y aún quieres saber más, lo mismo te apetece pasarte por estos enlaces de interés (el artículo de EL PAÍS es casi imprescindible):

- Foro por la Memoria
- Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica
- Artículo aparecido en EL PAÍS (20/Nov/05): El olvido, segunda muerte de las víctimas.

jueves, 17 de noviembre de 2005

El recuerdo como arma

Esta semana se ha cumplido un anyo desde que una persona querida tuvo que enfrentarse a la Muerte... y él, al que tanto le gustaba jugar, para esta partida tuvo toda la mala suerte que no había tenido hasta entonces (ya se sabe que la suerte no entiende de quién merece o no tenerla de su lado, ella no se casa con nadie, es volátil y arbitraria como el viento). Se fue, le arrancaron de cuajo de su espacio, le negaron un futuro.

Fue mi primera experiencia negativa con la Muerte... ver cómo se acercaba a alguien lleno de vida, que en absoluto la deseaba, que no había tenido tiempo suficiente aquí, con nosotros. Fue angustioso compartir con él (aunque no nos dejabas apenas, te acuerdas, cómo nos prohibiste ir a verte, cómo no querías empanyar el recuerdo que guardaríamos de ti...) la certeza de que no estaba preparado, no llegó a estarlo ni en sus últimos momentos de lucidez, cuando le preguntó a su madre si iba a morirse, asustado como un ninyo. Perra muerte injusta.

A mí me sorprendió la Muerte, tenía cierta seguridad de que todo saldría bien, pensaba quizás en la ninya que fui, en el apenas un metro de cría postrado en cama con un tumor en estadío tres y la manera en que salió adelante, pinchazo a pinchazo; quizás en lo resbaladiza que se muestra la Muerte en ocasiones de desesperación... no la sentí nunca acechante, y por eso me golpeó con más fuerza su llegada. Fue rápida, cuando los resultados indicaban mejorías aprovechó para saltar sobre él, ocupado en preparar las maletas para unas vacaciones que había tenido que posponer por el duro tratamiento...

...y tuvo que encontrarse, además, con médicos incompetentes -otra vez-, dándonos a alguien a quien poder maldecir. Aún hoy sigo pensando que el resultado podría haber sido diferente en otras manos, si la suerte no hubiera decidido serle tan esquiva.

Héctor se fue en el mes de noviembre del 2004. Llanto. Dolor. Mudez. Y pronto, ver de forma clara lo único que podía hacer, además de llorarle: recordarle. Desterrar esa mudez. No sellar los labios, seguir hablando de él, seguir recordando lo que hubiera hecho o dicho, lo que nos había dado, tenerle presente de alguna manera aunque eso ralentizara la cicatrización de la herida. No quería optar por el camino del silencio, del "calla, que duele". No quería que me quitaran lo que me quedaba de él.

Y es algo que he mantenido este anyo, y por eso se cuela en mi recuerdo de cuando en cuando, al escuchar los miedos de Frodo en su viaje, al oír la Marcha Imperial que anuncia la llegada de Vader, al intentar que salgan los cursos que hacemos en el trabajo, al releer algún mail suyo, de esos que tenían palabras de ánimo para nosotros cuando el enfermo era él... Sonrío pensando que entre sus últimas lecturas estuvo el libro de Buenos Presagios que le regalé junto con un punyado de sonrisas made in Pratchett, y no dejo de tener su imagen presente. Es mi manera de no dejarle ir.

Tenemos la suerte de cruzarnos de vez en cuando con gente especialmente valiosa, que se entrega y te aporta mundos, y lo mejor de todo es que esos encuentros nos cambian un poquito, nos hacen ser quienes somos hoy. Conocer a gente así es un regalo, y si por un extranyo sentido del humor de algún dios en el que no creo esas personas nos son arrebatadas, la única forma que tienen de seguir aquí es a través nuestro y de la huella que dejaron en nosotros, la única forma que tenemos de no perderles del todo es regar lo que nos han legado. Esa es la única arma que tenemos frente a una Muerte que se equivoca al leer sus relojes de arena.

(Otra variante de mi rechazo constante al olvido, como si de una forma femenina de Funes el Memorioso se tratase. La memoria es un depósito de basura, decía Borges... pero es la basura más preciada que tengo).

El recuerdo como arma

Esta semana se ha cumplido un anyo desde que una persona querida tuvo que enfrentarse a la Muerte... y él, al que tanto le gustaba jugar, para esta partida tuvo toda la mala suerte que no había tenido hasta entonces (ya se sabe que la suerte no entiende de quién merece o no tenerla de su lado, ella no se casa con nadie, es volátil y arbitraria como el viento). Se fue, le arrancaron de cuajo de su espacio, le negaron un futuro.

Fue mi primera experiencia negativa con la Muerte... ver cómo se acercaba a alguien lleno de vida, que en absoluto la deseaba, que no había tenido tiempo suficiente aquí, con nosotros. Fue angustioso compartir con él (aunque no nos dejabas apenas, te acuerdas, cómo nos prohibiste ir a verte, cómo no querías empanyar el recuerdo que guardaríamos de ti...) la certeza de que no estaba preparado, no llegó a estarlo ni en sus últimos momentos de lucidez, cuando le preguntó a su madre si iba a morirse, asustado como un ninyo. Perra muerte injusta.

A mí me sorprendió la Muerte, tenía cierta seguridad de que todo saldría bien, pensaba quizás en la ninya que fui, en el apenas un metro de cría postrado en cama con un tumor en estadío tres y la manera en que salió adelante, pinchazo a pinchazo; quizás en lo resbaladiza que se muestra la Muerte en ocasiones de desesperación... no la sentí nunca acechante, y por eso me golpeó con más fuerza su llegada. Fue rápida, cuando los resultados indicaban mejorías aprovechó para saltar sobre él, ocupado en preparar las maletas para unas vacaciones que había tenido que posponer por el duro tratamiento...

...y tuvo que encontrarse, además, con médicos incompetentes -otra vez-, dándonos a alguien a quien poder maldecir. Aún hoy sigo pensando que el resultado podría haber sido diferente en otras manos, si la suerte no hubiera decidido serle tan esquiva.

Héctor se fue en el mes de noviembre del 2004. Llanto. Dolor. Mudez. Y pronto, ver de forma clara lo único que podía hacer, además de llorarle: recordarle. Desterrar esa mudez. No sellar los labios, seguir hablando de él, seguir recordando lo que hubiera hecho o dicho, lo que nos había dado, tenerle presente de alguna manera aunque eso ralentizara la cicatrización de la herida. No quería optar por el camino del silencio, del "calla, que duele". No quería que me quitaran lo que me quedaba de él.

Y es algo que he mantenido este anyo, y por eso se cuela en mi recuerdo de cuando en cuando, al escuchar los miedos de Frodo en su viaje, al oír la Marcha Imperial que anuncia la llegada de Vader, al intentar que salgan los cursos que hacemos en el trabajo, al releer algún mail suyo, de esos que tenían palabras de ánimo para nosotros cuando el enfermo era él... Sonrío pensando que entre sus últimas lecturas estuvo el libro de Buenos Presagios que le regalé junto con un punyado de sonrisas made in Pratchett, y no dejo de tener su imagen presente. Es mi manera de no dejarle ir.

Tenemos la suerte de cruzarnos de vez en cuando con gente especialmente valiosa, que se entrega y te aporta mundos, y lo mejor de todo es que esos encuentros nos cambian un poquito, nos hacen ser quienes somos hoy. Conocer a gente así es un regalo, y si por un extranyo sentido del humor de algún dios en el que no creo esas personas nos son arrebatadas, la única forma que tienen de seguir aquí es a través nuestro y de la huella que dejaron en nosotros, la única forma que tenemos de no perderles del todo es regar lo que nos han legado. Esa es la única arma que tenemos frente a una Muerte que se equivoca al leer sus relojes de arena.

(Otra variante de mi rechazo constante al olvido, como si de una forma femenina de Funes el Memorioso se tratase. La memoria es un depósito de basura, decía Borges... pero es la basura más preciada que tengo).

viernes, 11 de noviembre de 2005

Botella al mar

Hoy necesito que me abraces fuerte,

sin excusas, sin palabras, sólo abrazos...

Hace frío ahí fuera. Hace frío aquí dentro. Parece que el invierno se adelanta, ganándole la batalla al otonyo, ganándonos la batalla a quienes necesitamos algo de calidez.

Hoy le he visto, él, que tantas palabras se ha llevado en este blog. Intentando rehacer el camino, reconstruir algo con los pocos ladrillos que encontremos. Segundo encuentro, después de aquel en mayo. Una comida, territorio neutral. Y frío.

Que no tengas prisa, que no me recuerdes
que sólo somos la apariencia de este barro...

Las sensaciones se agolpan en el pecho, las palabras no dichas se atraviesan en la garganta y el aire entra con dificultad. El estómago está cerrado, chiquito, que quepa bien en el punyo -sigue doliendo, escondido en algún sitio del vientre, no me lo encuentro-. Estómago en guardia, cinco sentidos alerta, todo tiene que salir bien. Control absoluto, férreo, sobre cada palabra que se escapa de mis labios. Jaulas que se multiplican en mi interior para lo que no debe salir. Látigo en la mano. Fiera domada.

Hoy necesito que me abraces fuerte,
por encima de los miedos y prejuicios,
que alcances ya los huesos y me despiertes lejos
de esta torpe selva a fin de siglo.

Todo sale, si no bien, correcto. Aparentemente la tormenta no ha causado danyos. Estoy convencida, porque así lo necesito, de que hemos dado el primero del largo camino del encuentro, aunque sea a costa de mi estómago hecho trizas, de mis nervios mordiéndome las entranyas, a costa de este frío desolador.

Echo en falta la calma de ayer, cuando su voz era ronroneo y la mía podía fluir. Hoy hay tanto en el tintero silenciado que se me ha derramado y dejo huellas negras por donde paso. El abrazo fue de hielo, dos montanyas que no se acoplan, que no encuentran los huecos del otro, que se aranyan con las aristas de piedra.

Y no me preguntes qué es lo que pasa,
no traigo heridas, es sólo que preciso
notarte bien dentro, sentirme en casa,
saber que es muy cierto que estoy contigo...

Luego, ya en casa, vienen las preguntas. El frío no se va, el estómago no encuentra el camino de vuelta a su espacio y protesta por la reclusión en el punyo donde le he guardado. Ganas de llorar, de derramarse toda... y ojos secos a pesar de todo.

Hoy necesito que me abraces fuerte
y que tu silencio traiga mucha calma,
que la noche venga lenta como nieve
y nos halle enlazadas las espaldas.

No quiero estar sola esta noche. Me hielo.

Hoy necesito que me abraces fuerte...

Necesito un abrazo. Y yo no pido demasiadas cosas. Casi nunca. Pero hoy sí. Hoy necesito.

[En cursiva, letra de la canción de Cómplices, "Hoy necesito" // Imagen de Eivissa]

Botella al mar

Hoy necesito que me abraces fuerte,

sin excusas, sin palabras, sólo abrazos...

Hace frío ahí fuera. Hace frío aquí dentro. Parece que el invierno se adelanta, ganándole la batalla al otonyo, ganándonos la batalla a quienes necesitamos algo de calidez.

Hoy le he visto, él, que tantas palabras se ha llevado en este blog. Intentando rehacer el camino, reconstruir algo con los pocos ladrillos que encontremos. Segundo encuentro, después de aquel en mayo. Una comida, territorio neutral. Y frío.

Que no tengas prisa, que no me recuerdes
que sólo somos la apariencia de este barro...

Las sensaciones se agolpan en el pecho, las palabras no dichas se atraviesan en la garganta y el aire entra con dificultad. El estómago está cerrado, chiquito, que quepa bien en el punyo -sigue doliendo, escondido en algún sitio del vientre, no me lo encuentro-. Estómago en guardia, cinco sentidos alerta, todo tiene que salir bien. Control absoluto, férreo, sobre cada palabra que se escapa de mis labios. Jaulas que se multiplican en mi interior para lo que no debe salir. Látigo en la mano. Fiera domada.

Hoy necesito que me abraces fuerte,
por encima de los miedos y prejuicios,
que alcances ya los huesos y me despiertes lejos
de esta torpe selva a fin de siglo.

Todo sale, si no bien, correcto. Aparentemente la tormenta no ha causado danyos. Estoy convencida, porque así lo necesito, de que hemos dado el primero del largo camino del encuentro, aunque sea a costa de mi estómago hecho trizas, de mis nervios mordiéndome las entranyas, a costa de este frío desolador.

Echo en falta la calma de ayer, cuando su voz era ronroneo y la mía podía fluir. Hoy hay tanto en el tintero silenciado que se me ha derramado y dejo huellas negras por donde paso. El abrazo fue de hielo, dos montanyas que no se acoplan, que no encuentran los huecos del otro, que se aranyan con las aristas de piedra.

Y no me preguntes qué es lo que pasa,
no traigo heridas, es sólo que preciso
notarte bien dentro, sentirme en casa,
saber que es muy cierto que estoy contigo...

Luego, ya en casa, vienen las preguntas. El frío no se va, el estómago no encuentra el camino de vuelta a su espacio y protesta por la reclusión en el punyo donde le he guardado. Ganas de llorar, de derramarse toda... y ojos secos a pesar de todo.

Hoy necesito que me abraces fuerte
y que tu silencio traiga mucha calma,
que la noche venga lenta como nieve
y nos halle enlazadas las espaldas.

No quiero estar sola esta noche. Me hielo.

Hoy necesito que me abraces fuerte...

Necesito un abrazo. Y yo no pido demasiadas cosas. Casi nunca. Pero hoy sí. Hoy necesito.

[En cursiva, letra de la canción de Cómplices, "Hoy necesito" // Imagen de Eivissa]