viernes, 2 de diciembre de 2005

Ajustando la armadura

Guerrera de Luis Royo

Quizás no se confirme la tormenta, aunque me extranyaría con este cielo gris, con estas nubes peleonas sobre mí, con este aire a lluvia en el ambiente.

Quizás no se confirme la tormenta... hoy. Puede que la tromba de agua caiga manyana, que los truenos descarguen su furia cuando caiga el sol o cuando despierte de nuevo. Pronto, los pájaros ya han levantado el vuelo.

O quizás, sólo quizás, se aleje la borrasca. Pero no puedo confiar, no sabiendo lo arbitrario de los rayos y su poder destructor, devastador.

Por eso ajusto mi armadura. Cojo aire, una gran bocanada, y tapo puntos flacos. Cota de malla, casco, guanteletes. Nada puede quedar al aire, el enemigo es astuto y ruin y quiere danyar por encima de todo, hemos aprendido eso en una guerra que nunca quisimos librar. Por eso nos encerramos dentro de la pesada estructura metálica, esperando obtener así algo de protección. Si han de llover golpes, al menos que no nos desangren. Aunque dentro apenas puedas respirar, aunque no veas bien, aunque tus movimientos se vuelvan torpes y pesados. No sabrás manejar la espada, nunca quisiste aprender... pero protégete al menos.

Caen las primeras gotas. Ajusta la armadura, pequenya.

[Imagen de Luis Royo]

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