jueves, 29 de junio de 2006

Manzanas

Mi hermano dice que me estoy equivocando, y es de los que luego te saltan con el "ya te lo dije" que no sirve de nada pero se clava en quien lo escucha. Y puede que tenga razón y me esté equivocando... pero voy a seguir haciéndolo, sólo por probar, sólo por si acaso.

Él dice que uno debería protegerse siempre de quien le ha hecho mucho danyo, sin pensar en segundas, terceras o cuartas oportunidades. Que si hay treguas, sólo podrán ser treguas-trampa, quizás por cansancio o por conocerme mejor para que luego los ataques sean más certeros. Dice que me prepare, que vuelva a la armadura, que esté en guardia y no me acerque por terrenos pantanosos. Que el miedo no es bueno pero que protege, y que Juan Sin Miedo tuvo demasiados problemas por incauto, por no saber de precauciones. Dice que si me están regalando una manzana, inevitablemente estará envenenada, que la tire lejos, que no la tome de las mismas manos que ayer clavaban hasta la empunyadura espadas afiladas.

Yo sé que quiere protegerme, yo sé que me quiere y que la gente que haya podido ver el danyo pasado podría tener motivos para preocuparse ahora... pero hay mucho por ganar. Y él contesta que también mucho por perder, que mi estabilidad siempre es demasiado precaria, que no me arriesgue. Y yo pienso que si no arriesgas nunca, nunca ganas, aunque tampoco pierdas... y que lo que hay por perder (yo) es mucho menos importante que lo que habría por ganar.

Y veo la manzana en sus manos, roja, apetecible... y me acuerdo de Muerte en El Alto Coste de la Vida, cuando en ese único día que tiene cada cien anyos para disfrutarlo junto a los vivos y paladear sus sensaciones, toma una manzana y la muerde saboreándola bien, y le pregunta al chico si no le parece increíble cómo saben, y la textura; y cuando muerdes, crujen y el jugo te llena la boca; es del todo increíble.

Cierro los ojos, tomo la manzana de sus manos, la muerdo. Si mi hermano tiene razón, ya me acercaré al médico a por el antídoto, y tendré un "te avisé" de regalo esperándome en casa...

Manzanas

Mi hermano dice que me estoy equivocando, y es de los que luego te saltan con el "ya te lo dije" que no sirve de nada pero se clava en quien lo escucha. Y puede que tenga razón y me esté equivocando... pero voy a seguir haciéndolo, sólo por probar, sólo por si acaso.

Él dice que uno debería protegerse siempre de quien le ha hecho mucho danyo, sin pensar en segundas, terceras o cuartas oportunidades. Que si hay treguas, sólo podrán ser treguas-trampa, quizás por cansancio o por conocerme mejor para que luego los ataques sean más certeros. Dice que me prepare, que vuelva a la armadura, que esté en guardia y no me acerque por terrenos pantanosos. Que el miedo no es bueno pero que protege, y que Juan Sin Miedo tuvo demasiados problemas por incauto, por no saber de precauciones. Dice que si me están regalando una manzana, inevitablemente estará envenenada, que la tire lejos, que no la tome de las mismas manos que ayer clavaban hasta la empunyadura espadas afiladas.

Yo sé que quiere protegerme, yo sé que me quiere y que la gente que haya podido ver el danyo pasado podría tener motivos para preocuparse ahora... pero hay mucho por ganar. Y él contesta que también mucho por perder, que mi estabilidad siempre es demasiado precaria, que no me arriesgue. Y yo pienso que si no arriesgas nunca, nunca ganas, aunque tampoco pierdas... y que lo que hay por perder (yo) es mucho menos importante que lo que habría por ganar.

Y veo la manzana en sus manos, roja, apetecible... y me acuerdo de Muerte en El Alto Coste de la Vida, cuando en ese único día que tiene cada cien anyos para disfrutarlo junto a los vivos y paladear sus sensaciones, toma una manzana y la muerde saboreándola bien, y le pregunta al chico si no le parece increíble cómo saben, y la textura; y cuando muerdes, crujen y el jugo te llena la boca; es del todo increíble.

Cierro los ojos, tomo la manzana de sus manos, la muerdo. Si mi hermano tiene razón, ya me acercaré al médico a por el antídoto, y tendré un "te avisé" de regalo esperándome en casa...

viernes, 23 de junio de 2006

Y si...?

Y si pudiéramos cambiar el sentido de los "y si's" que solemos pensar, y construirlos en positivo?

Y si estuviéramos empezando una racha buena, con esfuerzos, claro, pero dejando atrás barreras que pensábamos casi eternas?

Y si, una vez que el miedo (o uno de ellos) tiene cara, y ojos, y manos, y hasta sonrisa, vemos que no es tan temible, que no tiene tanto poder, que podemos plantarnos frente a frente y que salga bien, que no haya gritos, ni sangre ni cabezas que ruedan por el suelo, ira desatada?

Y si una vez enfrentado, vemos que somos más grandes que el miedo, que era un gigante en nuestra cabeza como lo eran los molinos en la de Don Quijote?

Y si, sabiendo que el danyo pasado fue real, tangible, enorme... damos una oportunidad a que se quede en el pasado y no condicione más nuestro presente?

Y si damos una oportunidad y creemos que la gente puede cambiar, que incluso yo misma puedo cambiar?

Me cuesta pensar en hipótesis futuras positivas, pero ayer estuve contenta y fui capaz de enfrentar uno de mis mayores miedos, y creo que estamos en el camino de construir algo bueno. Y una vocecita insidiosa me dice desde el fondo de mi cabeza que me mantenga en guardia, que no lance las campanas al vuelo, pero es demasiado tarde porque, inevitablemente, mis campanas tintinean ya en las nubes, siendo música con la que danzan las mariposas que estaban atrapadas en un puzzle, hoy liberadas del pánico que las atenazaba, al menos en parte.

A lo mejor debería tener más cuidado, ser más precavida. O a lo mejor, simplemente, debería disfrutar de la sensación.

Y creer en mi manyana, para variar.

[La imagen que encabeza este post es Mariposas, de M. C. Escher, el artista de las ilusiones ópticas. Encuentras su página oficial AQUÍ]

Y si...?

Y si pudiéramos cambiar el sentido de los "y si's" que solemos pensar, y construirlos en positivo?

Y si estuviéramos empezando una racha buena, con esfuerzos, claro, pero dejando atrás barreras que pensábamos casi eternas?

Y si, una vez que el miedo (o uno de ellos) tiene cara, y ojos, y manos, y hasta sonrisa, vemos que no es tan temible, que no tiene tanto poder, que podemos plantarnos frente a frente y que salga bien, que no haya gritos, ni sangre ni cabezas que ruedan por el suelo, ira desatada?

Y si una vez enfrentado, vemos que somos más grandes que el miedo, que era un gigante en nuestra cabeza como lo eran los molinos en la de Don Quijote?

Y si, sabiendo que el danyo pasado fue real, tangible, enorme... damos una oportunidad a que se quede en el pasado y no condicione más nuestro presente?

Y si damos una oportunidad y creemos que la gente puede cambiar, que incluso yo misma puedo cambiar?

Me cuesta pensar en hipótesis futuras positivas, pero ayer estuve contenta y fui capaz de enfrentar uno de mis mayores miedos, y creo que estamos en el camino de construir algo bueno. Y una vocecita insidiosa me dice desde el fondo de mi cabeza que me mantenga en guardia, que no lance las campanas al vuelo, pero es demasiado tarde porque, inevitablemente, mis campanas tintinean ya en las nubes, siendo música con la que danzan las mariposas que estaban atrapadas en un puzzle, hoy liberadas del pánico que las atenazaba, al menos en parte.

A lo mejor debería tener más cuidado, ser más precavida. O a lo mejor, simplemente, debería disfrutar de la sensación.

Y creer en mi manyana, para variar.

[La imagen que encabeza este post es Mariposas, de M. C. Escher, el artista de las ilusiones ópticas. Encuentras su página oficial AQUÍ]

jueves, 22 de junio de 2006

Prioridades

A Perra-Foca no le gustan los animales.
Ya lo comenté.
Pero siempre existen las excepciones.
Su excepción es un Carlino con el que mantiene una relación matutina en el parque.
Se deja olisquear por él y en ocasiones, cuando ella debe considerar que lo merece, le da un lametón en el morro.
Esta mañana su historia de amor ha sufrido un pequeño revés.
Sólo hay una cosa que le guste más a la Perra- Foca que los balones, las botellas de plástico.
Cuando el Carlino ha llegado ella paseaba orgullosa, botella recién adquirida en boca.
Él se ha acercado a saludarla y ella ha interpretado que le iba a robar su preciado juguete.
Perra-Foca ha gruñido y él se ha alejado cabizbajo, a emborracharse probablemente.
Perra-Foca no se entrega.
Tiene sus prioridades y la fundamental no es el amor.
¿Pero a quién habrá salido?

martes, 20 de junio de 2006

Imaginando... (te)

A veces imagino que, después de todo el tiempo y tantas cosas como han pasado, nos reencontramos y tenemos conversaciones francas, sin escondites, sin juegos, sin reproches, sin miedos. Momentos llenos de la complicidad de quienes han compartido mucho y se han querido por encima de distancias, de barreras que nosotros convertimos en oportunidades de crecer juntos, de volar juntos, de descubrirnos nuevos pedazos de cielo. Miradas llenas del carinyo que los dos nos seguimos teniendo, aunque no lo diga, aunque tú lo calles, carinyo en silencio y aún así se oye perfectamente.

A veces imagino que acabamos con los ahorasí-ahorano, con los tira y afloja, con los vete-y-ven; y que, tan sencillo y complicado, reaprendemos cómo estar cerca sin taparnos el camino el uno al otro, dejándonos andar en companyía de otras personas pero sin que éstas marquen cuándo y cómo tenemos que encontrarnos. E imagino que no nos sentimos responsables el uno del otro, ni víctimas ni verdugos, ya no más. Y que nos confiamos y nos contamos los miedos que tenemos, porque poca gente te conoce tan bien como yo te conozco, poca gente sabe tanto de mí como tú sabes.

A veces imagino, ninyo, que quedamos de nuevo en la fuente de Callao y que cuando me ves llegar nos sale una sonrisa a los dos a la vez, fuera máscaras, y que empezamos a hablar y al rato olvidamos qué son los relojes, y te cuento y me cuentas, y sonrío y sonríes, pregunto y respondes, preguntas, respondo... Y en algún momento de la conversación hablaríamos de este tiempo, de las ausencias impuestas o escogidas, de los danyos innecesarios y de los ataques permitidos, brazos cruzados y ojos que miran hacia otro lado a sabiendas de lo que sucede. Y tú dirías "lo siento" y yo diría "ya no importa", porque sería cierto, porque no quiero más reproches, porque un lo siento basta para perdonarte, porque seguramente ya lo he hecho hace tiempo. Y podríamos seguir desde ahí, los dos iguales, aprendiendo una manera nueva de acompanyarnos, de reconstruir nuestro vínculo, no el de ayer sino el de manyana, que es el que vale.

A veces imagino que después de tiempo de silencios, un día llamas contestando un correo electrónico con un chiste sobre esos alemanes que te tuvieron tanto tiempo de su lado, tan cívicos ellos, tan cabecicubos. Y que me pongo nerviosa porque hace tanto que no te oigo, y porque no estoy segura de qué quieres, si volver a poner senyales de prohibido pasar o quitar las que quedan (o ninguna de las dos opciones), y porque no sé si sabré hacerlo bien, si es el principio de la reconstrucción, o casualidad o un intento que puede que acabe en fracaso. Pero aún así imagino que llamas y, entre nervios compartidos, decidimos vernos, darnos una oportunidad de ser civilizados y de encontrar caminos que llevan escondiéndose de nuestros pies demasiados días, meses, estaciones enteras.

Y cuando creo en ti, en mí en nosotros... nos imagino capaces de hacerlo. Porque el carinyo tiene que pesar más, la ternura tiene que poder sobre el resto. Porque me es imposible no creer en ti, en mí, en nosotros... si no hoy, manyana, si no manyana, al otro.

A veces imagino, porque el primer paso para construir un futuro distinto del presente pasa siempre por haber sido capaz de imaginarlo. A veces imagino, ninyo, y busco un diente de león en cualquier parque, pido un deseo, soplo... y tú llamas.

Imaginando... (te)

A veces imagino que, después de todo el tiempo y tantas cosas como han pasado, nos reencontramos y tenemos conversaciones francas, sin escondites, sin juegos, sin reproches, sin miedos. Momentos llenos de la complicidad de quienes han compartido mucho y se han querido por encima de distancias, de barreras que nosotros convertimos en oportunidades de crecer juntos, de volar juntos, de descubrirnos nuevos pedazos de cielo. Miradas llenas del carinyo que los dos nos seguimos teniendo, aunque no lo diga, aunque tú lo calles, carinyo en silencio y aún así se oye perfectamente.

A veces imagino que acabamos con los ahorasí-ahorano, con los tira y afloja, con los vete-y-ven; y que, tan sencillo y complicado, reaprendemos cómo estar cerca sin taparnos el camino el uno al otro, dejándonos andar en companyía de otras personas pero sin que éstas marquen cuándo y cómo tenemos que encontrarnos. E imagino que no nos sentimos responsables el uno del otro, ni víctimas ni verdugos, ya no más. Y que nos confiamos y nos contamos los miedos que tenemos, porque poca gente te conoce tan bien como yo te conozco, poca gente sabe tanto de mí como tú sabes.

A veces imagino, ninyo, que quedamos de nuevo en la fuente de Callao y que cuando me ves llegar nos sale una sonrisa a los dos a la vez, fuera máscaras, y que empezamos a hablar y al rato olvidamos qué son los relojes, y te cuento y me cuentas, y sonrío y sonríes, pregunto y respondes, preguntas, respondo... Y en algún momento de la conversación hablaríamos de este tiempo, de las ausencias impuestas o escogidas, de los danyos innecesarios y de los ataques permitidos, brazos cruzados y ojos que miran hacia otro lado a sabiendas de lo que sucede. Y tú dirías "lo siento" y yo diría "ya no importa", porque sería cierto, porque no quiero más reproches, porque un lo siento basta para perdonarte, porque seguramente ya lo he hecho hace tiempo. Y podríamos seguir desde ahí, los dos iguales, aprendiendo una manera nueva de acompanyarnos, de reconstruir nuestro vínculo, no el de ayer sino el de manyana, que es el que vale.

A veces imagino que después de tiempo de silencios, un día llamas contestando un correo electrónico con un chiste sobre esos alemanes que te tuvieron tanto tiempo de su lado, tan cívicos ellos, tan cabecicubos. Y que me pongo nerviosa porque hace tanto que no te oigo, y porque no estoy segura de qué quieres, si volver a poner senyales de prohibido pasar o quitar las que quedan (o ninguna de las dos opciones), y porque no sé si sabré hacerlo bien, si es el principio de la reconstrucción, o casualidad o un intento que puede que acabe en fracaso. Pero aún así imagino que llamas y, entre nervios compartidos, decidimos vernos, darnos una oportunidad de ser civilizados y de encontrar caminos que llevan escondiéndose de nuestros pies demasiados días, meses, estaciones enteras.

Y cuando creo en ti, en mí en nosotros... nos imagino capaces de hacerlo. Porque el carinyo tiene que pesar más, la ternura tiene que poder sobre el resto. Porque me es imposible no creer en ti, en mí, en nosotros... si no hoy, manyana, si no manyana, al otro.

A veces imagino, porque el primer paso para construir un futuro distinto del presente pasa siempre por haber sido capaz de imaginarlo. A veces imagino, ninyo, y busco un diente de león en cualquier parque, pido un deseo, soplo... y tú llamas.

lunes, 19 de junio de 2006

Omi

Omi está en el hospital.
No es grave pero está asustada.
Quise heredar de ella la mitad de su salero.
Tendré que conformarme con la herencia de su fobia a las batas blancas.


Omi me dibujaba burros feos en las libretas.
Me prestaba sus tacones y sus collares.
Me hacía vestidos de lana demasiado grandes para mis barbies.
Me subía en sus rodillas: al paso, al paso, al paso, al trote, trote, trote, al galope, galope, galope!

Omi es la culpable de que mi infancia huela a hierbabuena y canela.
Hacía bolitas con la molla del pan convertiéndolas en borreguitos pastando encima del ule.
Sabía contarme cuentos de María Sarmiento y enseñarme coplillas de otras épocas.

Omi, como la Lola: torbellino de colores, no hay en el mundo una flor que el viento mueva mejor...
74 años de gracia, 60 kilos de arte que pasea marcando el paso del taconeo de su energia.
Omi, mi abuela, mi lucerillo, que diría ella.

La llamo para preguntarle que tal está.
La llamo porque me gusta escuchar su acento.
Su acento que me trae imágenes de olivos y casitas blancas.
La llamo porque quiero que sepa que la quiero.

- Señora ¿qué tal nos encontramos?
- ¡Uy, cuanta alegría en esa voz, niña! Espero que sea un buen chico.
- Jajaja ¡pero bueno!

viernes, 16 de junio de 2006

Yuna y yo

Es muy difícil que a mí me enganche un juego. Suelo jugar a tonterías, hace anyos me enganchó un poco el Civilization y también me gustó el Diablo II un rato, pero normalmente los juegos me aburren, me aburren sus historias.

Excepto en éste. El Final Fantasy X me atrapó casi desde el principio, la historia del ninyo que hubiera querido que su padre se sintiera orgulloso de él y nunca ha tenido esa sensación, y cómo se encuentra con otra chica, Yuna, que también sigue el camino de su propio padre. Me engancharon los personajes, me enganchó la historia y lo pasé muy bien jugando (aunque ahora es otro más de esos recuerdos que me dejan una sensación agridulce). Mi fondo de escritorio es una imagen de ella, podría ser mi avatar si no hubiera escogido la foto de "El grito", que en realidad responde más a la cara de mí que muestro en el blog.

Ésta es una de mis escenas favoritas. En el juego, cuando alguien muere, un Invocador debe mostrarle el camino que debe tomar su alma para no quedar vagando eternamente en tierra de nadie. Aquí Yuna hace ese ritual y las almas van encontrando poco a poco su camino, mientras sus seres queridos se despiden de ellas.

La escena me lleva de nuevo a mi obsesión particular, a cómo lidio con los recuerdos, lo presentes que los tengo o el camino que voy ensenyándoles a tomar para que estén presentes, sí, pero sin tapar la entrada de los recuerdos nuevos que sin duda habrán de venir. Y me siento un poco Yuna encima de las aguas, colocando aquí y allá, dejando éste que duele tanto un poquito detrás y poniendo delante suyo éste otro que trae una ancha sonrisa de la mano.

Porque lo que sí que hago bien es quedarme con lo que sí vale la pena, y rechazar el resto. Por eso no tengo en cuenta los gritos que hubo en mi primera relación, que los hubo, pero yo recuerdo con mucha más intensidad su sonrisa, su olor, su pelo rizado y su manera de acariciarme. Porque sé quedarme con lo bueno, a veces incluso demasiado porque llego a idealizar un pasado que también tenía sus baches.

Pero prefiero dejar a un lado los malos recuerdos y quedarme con el jardín que construimos, y que siga floreciendo en mí, aun sabiendo que tendré que crear otros jardines también por donde pasear con otras personas. Pero no quiero, no sabría aunque quisiera, renunciar a los primeros, que forman ya parte de mí para siempre.

Esta escena de Yuna enviando las almas a donde corresponde me recuerda todo esto. Y hoy, que no tenía demasiado que contar, me he decidido a compartir este trocito de Gacela_friki que juega al Final Fantasy y además... lo vive. Como siempre, intensidad-intensidad, toda yo soy intensidad... hasta jugando ;-)

Os dejo una de las canciones del juego también, Suteki da ne, una de las que más me relaja. No estoy segura de que esté correcta del todo, pero encontrais la letra y su traducción al inglés AQUÍ.


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Yuna y yo

Es muy difícil que a mí me enganche un juego. Suelo jugar a tonterías, hace anyos me enganchó un poco el Civilization y también me gustó el Diablo II un rato, pero normalmente los juegos me aburren, me aburren sus historias.

Excepto en éste. El Final Fantasy X me atrapó casi desde el principio, la historia del ninyo que hubiera querido que su padre se sintiera orgulloso de él y nunca ha tenido esa sensación, y cómo se encuentra con otra chica, Yuna, que también sigue el camino de su propio padre. Me engancharon los personajes, me enganchó la historia y lo pasé muy bien jugando (aunque ahora es otro más de esos recuerdos que me dejan una sensación agridulce). Mi fondo de escritorio es una imagen de ella, podría ser mi avatar si no hubiera escogido la foto de "El grito", que en realidad responde más a la cara de mí que muestro en el blog.

Ésta es una de mis escenas favoritas. En el juego, cuando alguien muere, un Invocador debe mostrarle el camino que debe tomar su alma para no quedar vagando eternamente en tierra de nadie. Aquí Yuna hace ese ritual y las almas van encontrando poco a poco su camino, mientras sus seres queridos se despiden de ellas.

La escena me lleva de nuevo a mi obsesión particular, a cómo lidio con los recuerdos, lo presentes que los tengo o el camino que voy ensenyándoles a tomar para que estén presentes, sí, pero sin tapar la entrada de los recuerdos nuevos que sin duda habrán de venir. Y me siento un poco Yuna encima de las aguas, colocando aquí y allá, dejando éste que duele tanto un poquito detrás y poniendo delante suyo éste otro que trae una ancha sonrisa de la mano.

Porque lo que sí que hago bien es quedarme con lo que sí vale la pena, y rechazar el resto. Por eso no tengo en cuenta los gritos que hubo en mi primera relación, que los hubo, pero yo recuerdo con mucha más intensidad su sonrisa, su olor, su pelo rizado y su manera de acariciarme. Porque sé quedarme con lo bueno, a veces incluso demasiado porque llego a idealizar un pasado que también tenía sus baches.

Pero prefiero dejar a un lado los malos recuerdos y quedarme con el jardín que construimos, y que siga floreciendo en mí, aun sabiendo que tendré que crear otros jardines también por donde pasear con otras personas. Pero no quiero, no sabría aunque quisiera, renunciar a los primeros, que forman ya parte de mí para siempre.

Esta escena de Yuna enviando las almas a donde corresponde me recuerda todo esto. Y hoy, que no tenía demasiado que contar, me he decidido a compartir este trocito de Gacela_friki que juega al Final Fantasy y además... lo vive. Como siempre, intensidad-intensidad, toda yo soy intensidad... hasta jugando ;-)

Os dejo una de las canciones del juego también, Suteki da ne, una de las que más me relaja. No estoy segura de que esté correcta del todo, pero encontrais la letra y su traducción al inglés AQUÍ.


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miércoles, 14 de junio de 2006

De miedos y burbujas

Solitude, de Melissa Nucera

Hay sentimientos con los que convivo difícilmente. No manejo bien una rabia que me suelo negar a sentir y que cuando viene me come un poco y acabo descargando sobre mí, por ejemplo. Hay otros que igualmente se me hacen complicados de llevar. Pero el que peor llevo es el Miedo, un miedo poderoso que me paraliza, me atenaza, hace que me falte el aire, me deja inmóvil, estatua de ángel incapaz de mover sus alas.

Tengo Miedo a un futuro que no sé agarrar, tengo miedo de que se me escape, de que me muerda y desgarre como ya ha hecho el pasado tantas veces. Tengo miedo a estar sola con una cabeza que no controlo y que se ríe de mí, tengo miedo de equivocarme cuando tomo decisiones, tengo miedo de vincularme demasiado a personas que luego dirán adiós y yo me quedaré ahí, acariciando un vínculo que ya no está y yo sigo queriendo mantener cerca. Tengo demasiados miedos, cotidianos, acompanyándome cada día. Miedos que labran las paredes en las que acabo encerrándome.

El miedo acaba siendo como un río embravecido que no te atreves a cruzar aunque sepas que lo que quieres se encuentra al otro lado. Pero basta mirar el puente sobre el río que salta hecho pedazos para convencerte de que tendrás que quedarte eternamente en esta orilla.

Mi miedo es una burbuja, pero no una irisada en la que se refleja el arco iris, de esas que tan bien sabe fabricar el ninyo rubio, no de esa clase. Es una burbuja irrompible que se construye alrededor tuyo y te separa de lo demás, te deja sola en tu encierro, respirando poquito para que no se acabe el aire, meta absurda.

Y llevo anyos lidiando con él, desde que dejé de ser ninya prácticamente. Y sigue ganándome la partida, día tras día, anyo tras anyo. Sigue decidiendo por mí demasiadas veces. Sigue dejándome asustada en un rincón, ojos secos que han llorado ya todo lo que tenían dentro. En continuo Jaque. Y yo no sé jugar al ajedrez.

(Lo mismo el post número 100 podría haber salido un poco menos oscuro, pero es lo que hay)

[La imagen que encabeza este post se llama Solitude, de Melissa Nucera, y encuentras su galería AQUÍ. Gracias a pezhammer, una vez más, por descubrírmela]

De miedos y burbujas

Solitude, de Melissa Nucera

Hay sentimientos con los que convivo difícilmente. No manejo bien una rabia que me suelo negar a sentir y que cuando viene me come un poco y acabo descargando sobre mí, por ejemplo. Hay otros que igualmente se me hacen complicados de llevar. Pero el que peor llevo es el Miedo, un miedo poderoso que me paraliza, me atenaza, hace que me falte el aire, me deja inmóvil, estatua de ángel incapaz de mover sus alas.

Tengo Miedo a un futuro que no sé agarrar, tengo miedo de que se me escape, de que me muerda y desgarre como ya ha hecho el pasado tantas veces. Tengo miedo a estar sola con una cabeza que no controlo y que se ríe de mí, tengo miedo de equivocarme cuando tomo decisiones, tengo miedo de vincularme demasiado a personas que luego dirán adiós y yo me quedaré ahí, acariciando un vínculo que ya no está y yo sigo queriendo mantener cerca. Tengo demasiados miedos, cotidianos, acompanyándome cada día. Miedos que labran las paredes en las que acabo encerrándome.

El miedo acaba siendo como un río embravecido que no te atreves a cruzar aunque sepas que lo que quieres se encuentra al otro lado. Pero basta mirar el puente sobre el río que salta hecho pedazos para convencerte de que tendrás que quedarte eternamente en esta orilla.

Mi miedo es una burbuja, pero no una irisada en la que se refleja el arco iris, de esas que tan bien sabe fabricar el ninyo rubio, no de esa clase. Es una burbuja irrompible que se construye alrededor tuyo y te separa de lo demás, te deja sola en tu encierro, respirando poquito para que no se acabe el aire, meta absurda.

Y llevo anyos lidiando con él, desde que dejé de ser ninya prácticamente. Y sigue ganándome la partida, día tras día, anyo tras anyo. Sigue decidiendo por mí demasiadas veces. Sigue dejándome asustada en un rincón, ojos secos que han llorado ya todo lo que tenían dentro. En continuo Jaque. Y yo no sé jugar al ajedrez.

(Lo mismo el post número 100 podría haber salido un poco menos oscuro, pero es lo que hay)

[La imagen que encabeza este post se llama Solitude, de Melissa Nucera, y encuentras su galería AQUÍ. Gracias a pezhammer, una vez más, por descubrírmela]

martes, 13 de junio de 2006

Locos de atar (II)

Levantarse pronto notando aún la tibieza de tu cuerpo.
Y tu cuerpo a kilómetros de distancia.

Lavarse los dientes recordando el sabor de tus besos.
Y nunca me has besado.

Recogerse el pelo añorando tu gesto de rizarte un rizo mientras hablas conmigo.
Y jamás estuve presente mientras hacías eso.

Pasarme el rímel por las pestañas, el brillo en los labios,arreglándome para ti.
Y hoy no vamos a vernos.

Darme cuenta que me enamoré antes de aprender a pronunciar tu nombre.
Y sonreir.

domingo, 11 de junio de 2006

Que bonito

Que bonito cuando te veo
que bonito cuando te siento
que bonito pensar que estas aquí junto a mi.
Que bonito cuando me hablas
que bonito cuando te engañas
que bonito sentir que estas aquí junto a mi.
Que bonito sería poder volar y a tu lado ponerme ya a cantar
como siempre lo hacíamos los dos.
Que mi cuerpo no para de notar que tu alma conmigo siempre está
y que nunca de mi se apartará.
Que bonito tu pelo negro
que bonito tu cuerpo entero
que bonito mi amor todo tu ser si tu ser.
Que bonito sería poder volar y a tu lado ponerme ya a cantar
como siempre lo hacíamos los dos.
Que mi cuerpo no para de notar que tu alma conmigo siempre está
y que nunca de mi se apartará.
Que bonito cuando acaricio tu guitarra entre mis manos
que bonito poder sentirte así siempre así.

sábado, 10 de junio de 2006

Inciso I: Salamanca City

Vista de Salamanca

A veces es bueno hacer algo que se salga de lo cotidiano para alejarse un poco de una cabeza que da demasiadas vueltas... así que, no sé si por esto o porque simplemente apetecía hacer algo distinto, hace poco fui en buena companyía a pasar el día a Salamanca.

Errrr... yo soy extremadamente vaga. El deporte, lo que se le parezca y yo somos términos contradictorios, no nos mezclamos nunca, agua y aceite. Así que me apetecía ver la ciudad pero no pateármela incansablemente. Como solución posible valoré ir con tres cojos, pero no conozco tantos y me parecía un poco mal romperle las piernas a algún amigo sólo para cuadrar las cuentas... así que acabé sólo avisando "no vamos a morirnos andando, eh?" y confié en que me hicieran caso.

Llegamos a Salamanca dando un ligero rodeo de 30 km, no porque el conductor del grupo se equivocara, oh, por favor, sino porque viéndome dormida (tengo narcolepsia viajera: a la media hora de sentarme en un coche, autocar, tren, cosa-que-se-mueva-y-haga-run-run, me duermo irremediablemente) quiso dejar que terminara mi suenyo sin interrumpirme, todo un detalle por su parte. Por eso también tomaba las curvas a 140, para mecerme de izquierda a derecha en mi asiento de atrás, recordando los tiempos en la cuna. Dos detalles, dos.

Aparcamos el coche y empezamos a andar más-rápido-más-más, saltándonos la mitad de los monumentos porque daban premio al primero que llegara a la catedral. Aun así conseguimos pararnos en La Casa de las Conchas y hacer un par de fotos dignas de la portada del National Geographic -creo recordar, incluso, que en una de ellas se distinguía media concha de las que hay en la fachada-. Continuamos camino fotografiando el interesante suelo de la ciudad -cuando vean una exposición de fotos de suelos variados, no lo duden, ahí están mis fotos, llevo anyos en esa labor-.

Contradiciendo a los que creían que sólo andaríamos de bares -las apuestas estaban 30 a 1-, vimos también la Catedral Nueva, aunque quedándonos sin premio porque antes de nosotros había llegado una pareja de novios (al final el premio era un coche cubierto de corazones de colores y el ataque de los granos de arroz más agresivos que he visto nunca). Sorprendentemente no ardimos al traspasar el umbral pese a lo pecaminoso de nuestras vidas y al ateísmo belicoso de alguno. De hecho, tal ateísmo quedó bastante en duda después de comprobar que sabía reconocer todas las representaciones de los santos, aunque puede que lo hubiera leído en las respuestas de las tarjetas del Trivial que todos sabemos que se estudia por las noches.

Más fotos, más suelo, cosquillas a traición. Y el análisis de la fachada, que no tenía desperdicio. El astronauta famoso (al parecer, cuando restauraron la fachada de la catedral quisieron dejar una muestra de la época en que se había hecho la obra, y grabaron un astronauta en la piedra). Como excusa está bien, pero se tambalea un poco cuando ves a la derecha del astronauta esto:

Eso ES un helado de cucurucho de dos bolas

Un diablillo? Monstruito? Bicho? Con un cucurucho de helado de dos bolas, seguramente de vainilla. Esto y el hecho de que más a la derecha aún había un supuesto ninyo angelical que vaya si tenía sexo, si era la representación de Nacho Vidal de pequenyajo... nos llevan a pensar que el restaurador de la fachada se lo pasó de miedo haciendo lo que le venía en gana, y que probablemente algún obispo se encargó de que le cortaran las manos después de su obra.

No contentos con haber visto ya un par de monumentos nos fuimos, atención, a por el tercero. La Universidad y su fachada, en la que dice la tradición que hay que encontrar la Rana para tener suerte (y si eres estudiante, aprobar). Nosotros no queríamos aprobar pero un poco de suerte extra no viene mal, así que ahí nos pusimos a buscar como descosidos. Y a buscar. Y a mirar. Y remirar. Y mirar más allá. Y bizquear y verlo todo borroso y maldecir a la rana y al que la esculpió y a un par de familiares suyos. Y vale, al final la encontré, pero con tantas pistas que lo mismo no tengo toda la suerte del mundo sino... ehem... mierdaranacopón.

Más fotos, la confirmación de que uno de los miembros del grupo es un vampiro que no sale retratado nunca, un intento frustrado de comprar una camiseta genial de Kukuxumuxu que me quedaba gigante (A mí la talla XS, porDiox!!!), postales... y visita al Huerto de Calixto y Melibea para que no quedara duda de que Calixto, efectivamente, se la llevó al huerto.

Y bueno, lo he contado de corrido y he omitido la parte gastronómica. Como andamos taaaaaaaanto y vimos taaaaaaaaantas cosas, tuvimos que hacer imprescindibles paradas para reponer fuerzas. Siete u ocho, puede que alguna más. Los helados también eran para reponer fuerzas. Y los batidos. Y... ehem.

Así pasamos el día. Buena companyía, buena comida, buen tiempo y una ciudad bonita. Y broche de oro con un poco más de nuestra dosis findesemanera de Monty Python, ya de vuelta en la capital. Un buen paréntesis. Un inciso. Como este post :-)

Inciso I: Salamanca City

Vista de Salamanca

A veces es bueno hacer algo que se salga de lo cotidiano para alejarse un poco de una cabeza que da demasiadas vueltas... así que, no sé si por esto o porque simplemente apetecía hacer algo distinto, hace poco fui en buena companyía a pasar el día a Salamanca.

Errrr... yo soy extremadamente vaga. El deporte, lo que se le parezca y yo somos términos contradictorios, no nos mezclamos nunca, agua y aceite. Así que me apetecía ver la ciudad pero no pateármela incansablemente. Como solución posible valoré ir con tres cojos, pero no conozco tantos y me parecía un poco mal romperle las piernas a algún amigo sólo para cuadrar las cuentas... así que acabé sólo avisando "no vamos a morirnos andando, eh?" y confié en que me hicieran caso.

Llegamos a Salamanca dando un ligero rodeo de 30 km, no porque el conductor del grupo se equivocara, oh, por favor, sino porque viéndome dormida (tengo narcolepsia viajera: a la media hora de sentarme en un coche, autocar, tren, cosa-que-se-mueva-y-haga-run-run, me duermo irremediablemente) quiso dejar que terminara mi suenyo sin interrumpirme, todo un detalle por su parte. Por eso también tomaba las curvas a 140, para mecerme de izquierda a derecha en mi asiento de atrás, recordando los tiempos en la cuna. Dos detalles, dos.

Aparcamos el coche y empezamos a andar más-rápido-más-más, saltándonos la mitad de los monumentos porque daban premio al primero que llegara a la catedral. Aun así conseguimos pararnos en La Casa de las Conchas y hacer un par de fotos dignas de la portada del National Geographic -creo recordar, incluso, que en una de ellas se distinguía media concha de las que hay en la fachada-. Continuamos camino fotografiando el interesante suelo de la ciudad -cuando vean una exposición de fotos de suelos variados, no lo duden, ahí están mis fotos, llevo anyos en esa labor-.

Contradiciendo a los que creían que sólo andaríamos de bares -las apuestas estaban 30 a 1-, vimos también la Catedral Nueva, aunque quedándonos sin premio porque antes de nosotros había llegado una pareja de novios (al final el premio era un coche cubierto de corazones de colores y el ataque de los granos de arroz más agresivos que he visto nunca). Sorprendentemente no ardimos al traspasar el umbral pese a lo pecaminoso de nuestras vidas y al ateísmo belicoso de alguno. De hecho, tal ateísmo quedó bastante en duda después de comprobar que sabía reconocer todas las representaciones de los santos, aunque puede que lo hubiera leído en las respuestas de las tarjetas del Trivial que todos sabemos que se estudia por las noches.

Más fotos, más suelo, cosquillas a traición. Y el análisis de la fachada, que no tenía desperdicio. El astronauta famoso (al parecer, cuando restauraron la fachada de la catedral quisieron dejar una muestra de la época en que se había hecho la obra, y grabaron un astronauta en la piedra). Como excusa está bien, pero se tambalea un poco cuando ves a la derecha del astronauta esto:

Eso ES un helado de cucurucho de dos bolas

Un diablillo? Monstruito? Bicho? Con un cucurucho de helado de dos bolas, seguramente de vainilla. Esto y el hecho de que más a la derecha aún había un supuesto ninyo angelical que vaya si tenía sexo, si era la representación de Nacho Vidal de pequenyajo... nos llevan a pensar que el restaurador de la fachada se lo pasó de miedo haciendo lo que le venía en gana, y que probablemente algún obispo se encargó de que le cortaran las manos después de su obra.

No contentos con haber visto ya un par de monumentos nos fuimos, atención, a por el tercero. La Universidad y su fachada, en la que dice la tradición que hay que encontrar la Rana para tener suerte (y si eres estudiante, aprobar). Nosotros no queríamos aprobar pero un poco de suerte extra no viene mal, así que ahí nos pusimos a buscar como descosidos. Y a buscar. Y a mirar. Y remirar. Y mirar más allá. Y bizquear y verlo todo borroso y maldecir a la rana y al que la esculpió y a un par de familiares suyos. Y vale, al final la encontré, pero con tantas pistas que lo mismo no tengo toda la suerte del mundo sino... ehem... mierdaranacopón.

Más fotos, la confirmación de que uno de los miembros del grupo es un vampiro que no sale retratado nunca, un intento frustrado de comprar una camiseta genial de Kukuxumuxu que me quedaba gigante (A mí la talla XS, porDiox!!!), postales... y visita al Huerto de Calixto y Melibea para que no quedara duda de que Calixto, efectivamente, se la llevó al huerto.

Y bueno, lo he contado de corrido y he omitido la parte gastronómica. Como andamos taaaaaaaanto y vimos taaaaaaaaantas cosas, tuvimos que hacer imprescindibles paradas para reponer fuerzas. Siete u ocho, puede que alguna más. Los helados también eran para reponer fuerzas. Y los batidos. Y... ehem.

Así pasamos el día. Buena companyía, buena comida, buen tiempo y una ciudad bonita. Y broche de oro con un poco más de nuestra dosis findesemanera de Monty Python, ya de vuelta en la capital. Un buen paréntesis. Un inciso. Como este post :-)

miércoles, 7 de junio de 2006

Me-me recomiendas?

Vitore me invitaba hace unos días a un meme nuevo sobre recomendaciones estivales, con una parte literaria, otra auditiva y otra visual. Este ninyo se empenya en hacernos creer que tengo una intensa vida cultural cuando no es así ;-)

Pero nada, si hay que recomendar se recomienda, aunque cuidado aquel que siga la recomendación porque no se aceptan reclamaciones.


Literaria
: Uno de mis favoritos es "El amor, las mujeres y la vida", de Mario Benedetti. Es una selección de poemas suyos, y aunque la palabra poesía asuste a tantos (horror, agh, poesía-no-por-favor), Bendetti es genial para empezar, para acercarte aunque la idea de poesía te resulte muy lejana, para atreverte a disfrutar de su mano. Es muy sencillo, el poeta de lo cotidiano. Yo lo releo cada poco.


Auditiva:
Supongo que no se refiere a lo primero que me sale, que sería el rumor de agua, las olas embravecidas contra las rocas de algún acantilado o los pájaros del Retiro. Así que... me voy de nuevo a Latinoamérica, esta vez a Cuba, para recomendar uno de los discos del cantautor Silvio Rodríguez, ya que tiene tantos -y algunos me encantan y otros los dejaría pasar de largo tranquilamente- que es un poco difícil acertar al acercarse a él. Así que el disco recomendado es "Al final de este viaje", de los primeros que tuvo, con canciones míticas como Ojalá o deliciosas como Óleo de mujer con sombrero. Eso sí... si no te gustan nada los cantautores, no lo intentes ;-)

Visual: Como tampoco se referirá a un amanecer en la playa, cuando el cielo se vuelve rosa; ni a una cigüenya en vuelo... una de mis películas favoritas es una espanyola poco conocida con Emma Suárez y Juan Diego Botto como protagonistas que se llama Sobreviviré. Y precisamente me gusta por la fuerza de ella, su capacidad de sobreponerse a lo que le va pasando, su decisión, su manera de levantarse cuando se cae.

Y antes de terminar, dejo uno de mis poemas favoritos del libro de Benedetti para que veais que no muerde ;-)

UTOPÍAS

Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor

ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos

cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía.


Y me queda sólo pasar el meme, que ya el último lo corté. Tres recomendaciones, tres víctimas: Deyector, GuillermoF1 y Dark.

Me-me recomiendas?

Vitore me invitaba hace unos días a un meme nuevo sobre recomendaciones estivales, con una parte literaria, otra auditiva y otra visual. Este ninyo se empenya en hacernos creer que tengo una intensa vida cultural cuando no es así ;-)

Pero nada, si hay que recomendar se recomienda, aunque cuidado aquel que siga la recomendación porque no se aceptan reclamaciones.


Literaria
: Uno de mis favoritos es "El amor, las mujeres y la vida", de Mario Benedetti. Es una selección de poemas suyos, y aunque la palabra poesía asuste a tantos (horror, agh, poesía-no-por-favor), Bendetti es genial para empezar, para acercarte aunque la idea de poesía te resulte muy lejana, para atreverte a disfrutar de su mano. Es muy sencillo, el poeta de lo cotidiano. Yo lo releo cada poco.


Auditiva:
Supongo que no se refiere a lo primero que me sale, que sería el rumor de agua, las olas embravecidas contra las rocas de algún acantilado o los pájaros del Retiro. Así que... me voy de nuevo a Latinoamérica, esta vez a Cuba, para recomendar uno de los discos del cantautor Silvio Rodríguez, ya que tiene tantos -y algunos me encantan y otros los dejaría pasar de largo tranquilamente- que es un poco difícil acertar al acercarse a él. Así que el disco recomendado es "Al final de este viaje", de los primeros que tuvo, con canciones míticas como Ojalá o deliciosas como Óleo de mujer con sombrero. Eso sí... si no te gustan nada los cantautores, no lo intentes ;-)

Visual: Como tampoco se referirá a un amanecer en la playa, cuando el cielo se vuelve rosa; ni a una cigüenya en vuelo... una de mis películas favoritas es una espanyola poco conocida con Emma Suárez y Juan Diego Botto como protagonistas que se llama Sobreviviré. Y precisamente me gusta por la fuerza de ella, su capacidad de sobreponerse a lo que le va pasando, su decisión, su manera de levantarse cuando se cae.

Y antes de terminar, dejo uno de mis poemas favoritos del libro de Benedetti para que veais que no muerde ;-)

UTOPÍAS

Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor

ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos

cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía.


Y me queda sólo pasar el meme, que ya el último lo corté. Tres recomendaciones, tres víctimas: Deyector, GuillermoF1 y Dark.

martes, 6 de junio de 2006

Cómo puedes decir eso (IV)

Hay gente a la que la vida le da muchos palos. Y les hacen heridas, y cuesta levntarse pero lo hacen, y me parece tan admirable como ajeno.

Mis palos seguramente serán menores que los de otros, porque son más chiquitos, porque son flexibles como juncos, pero aun así hacen heridas cuando caen como látigo sobre la piel. Y de esos pequenyos, caen muchos. Ayer uno nuevo, por si tenía pocas heridas últimamente.

A veces los reúno todos y me siento con las piernas cruzadas, los juncos-látigo en mi regazo, y trenzo con ellos un canasto, bien prieto, bien tupido, cenyido... un canasto con el que pueda bajar al río, llenarlo y volver sin que se derrame una sola gota de agua. Y dejarlo cerca, al lado, para que la próxima vez que me sienta pequenya, diminuta, insignificante, a punto de desaparecer, tenga mi propio mar con paredes de colores al que poder lanzarme, donde poder hundirme, pulmones llenos de agua salada.

Palabras para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's.

[La imagen que acompanya al post es de la galería de Fuga. en Flickr, puedes visitarla AQUÍ]

Cómo puedes decir eso (IV)

Hay gente a la que la vida le da muchos palos. Y les hacen heridas, y cuesta levntarse pero lo hacen, y me parece tan admirable como ajeno.

Mis palos seguramente serán menores que los de otros, porque son más chiquitos, porque son flexibles como juncos, pero aun así hacen heridas cuando caen como látigo sobre la piel. Y de esos pequenyos, caen muchos. Ayer uno nuevo, por si tenía pocas heridas últimamente.

A veces los reúno todos y me siento con las piernas cruzadas, los juncos-látigo en mi regazo, y trenzo con ellos un canasto, bien prieto, bien tupido, cenyido... un canasto con el que pueda bajar al río, llenarlo y volver sin que se derrame una sola gota de agua. Y dejarlo cerca, al lado, para que la próxima vez que me sienta pequenya, diminuta, insignificante, a punto de desaparecer, tenga mi propio mar con paredes de colores al que poder lanzarme, donde poder hundirme, pulmones llenos de agua salada.

Palabras para nadie, para nada. Comopuedesdecireso's.

[La imagen que acompanya al post es de la galería de Fuga. en Flickr, puedes visitarla AQUÍ]

domingo, 4 de junio de 2006

Colocando recuerdos

He hablado muchas veces de mi relación con los recuerdos, de cómo el pasado tiene un hueco muy importante en mi presente, a veces quizá demasiado, y de cómo esos recuerdos duelen. De cómo mientras otros superan ciertas cosas mediante el olvido, yo elijo activamente el recuerdo y forzarme un poco a que el recuerdo traiga las sonrisas que traía ayer, y que si no es así hoy, ya lo será manyana, y si no manyana, al otro.

Porque no todos duelen. Hay algunos que también ayer dolían y hoy están en su sitio, cumpliendo su función, sin lastrar el futuro y haciendo sonreír. Pensaba, por ejemplo, en mi primera relación seria, en la que también estuve enamorada, también hubo cientos de sonrisas y unos punyados de lágrimas y miradas de hielo... y cómo cuando terminó, también todo dolía.

Aquel "nosotros" tenía una canción que sentía especialmente suya, de Barricada, llamada (creo) "Aún queda un sitio". Las sonrisas que nos regaló esa canción se volvieron lágrimas un tiempo. Pero ya no más. Ya no la escucho tanto como antes, pero a veces la pongo, esa canción y otras que asocio a aquel ninyo, y sonrío, pero no la sonrisa tenyida de melancolía que me acompanya con los recuerdos de mi último ninyo, sino una sonrisa franca, sin matices. Le oigo cantando a la vez que sus grupos favoritos, entre Boikot, Kortatu, Negu Gorriak, Piperrak...; me recuerdo intentando sin éxito seguir las canciones en euskera y me río; recuerdo su rizo negro cayéndole sobre el hombro y lo guapo que me parecía; la extranya pareja que debíamos hacer por la calle al ir juntos, yo con mi metro y medio y Él casi con sus dos...

...y me asombro de lo bien colocado que está todo dentro de mí, tan sano, como si supiera hacerlo. Me asombro de que nada duela, de las sonrisas sin nada detrás que asoman a mis labios.

Y ya sé que tiendo al melodrama, pero esa es un poquito mi esperanza. Que igual que los recuerdos se colocaron con mi primer ninyo, lo hagan con el que aún duele. Con quien hace sonreír pero velado, con cierta melancolía, con un suspiro que se escapa y ojos que aún se empanyan demasiadas veces. Porque pude hacerlo una vez, y tendré que reaprender cómo se hacía, porque Él no se merecería que le cambiara las risas por lágrimas y yo lo merezco aún menos. Porque si las canciones de mi primer ninyo me hacen bien, van a hacerlo también los recuerdos asociados a mi otro ninyo. Y porque los Monty Python se sorprenderían demasiado de mi mirada empanyada ante un alerce.

Sólo (sólo) hay que colocar los recuerdos en su sitio...

La canción de Barricada:


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Colocando recuerdos

He hablado muchas veces de mi relación con los recuerdos, de cómo el pasado tiene un hueco muy importante en mi presente, a veces quizá demasiado, y de cómo esos recuerdos duelen. De cómo mientras otros superan ciertas cosas mediante el olvido, yo elijo activamente el recuerdo y forzarme un poco a que el recuerdo traiga las sonrisas que traía ayer, y que si no es así hoy, ya lo será manyana, y si no manyana, al otro.

Porque no todos duelen. Hay algunos que también ayer dolían y hoy están en su sitio, cumpliendo su función, sin lastrar el futuro y haciendo sonreír. Pensaba, por ejemplo, en mi primera relación seria, en la que también estuve enamorada, también hubo cientos de sonrisas y unos punyados de lágrimas y miradas de hielo... y cómo cuando terminó, también todo dolía.

Aquel "nosotros" tenía una canción que sentía especialmente suya, de Barricada, llamada (creo) "Aún queda un sitio". Las sonrisas que nos regaló esa canción se volvieron lágrimas un tiempo. Pero ya no más. Ya no la escucho tanto como antes, pero a veces la pongo, esa canción y otras que asocio a aquel ninyo, y sonrío, pero no la sonrisa tenyida de melancolía que me acompanya con los recuerdos de mi último ninyo, sino una sonrisa franca, sin matices. Le oigo cantando a la vez que sus grupos favoritos, entre Boikot, Kortatu, Negu Gorriak, Piperrak...; me recuerdo intentando sin éxito seguir las canciones en euskera y me río; recuerdo su rizo negro cayéndole sobre el hombro y lo guapo que me parecía; la extranya pareja que debíamos hacer por la calle al ir juntos, yo con mi metro y medio y Él casi con sus dos...

...y me asombro de lo bien colocado que está todo dentro de mí, tan sano, como si supiera hacerlo. Me asombro de que nada duela, de las sonrisas sin nada detrás que asoman a mis labios.

Y ya sé que tiendo al melodrama, pero esa es un poquito mi esperanza. Que igual que los recuerdos se colocaron con mi primer ninyo, lo hagan con el que aún duele. Con quien hace sonreír pero velado, con cierta melancolía, con un suspiro que se escapa y ojos que aún se empanyan demasiadas veces. Porque pude hacerlo una vez, y tendré que reaprender cómo se hacía, porque Él no se merecería que le cambiara las risas por lágrimas y yo lo merezco aún menos. Porque si las canciones de mi primer ninyo me hacen bien, van a hacerlo también los recuerdos asociados a mi otro ninyo. Y porque los Monty Python se sorprenderían demasiado de mi mirada empanyada ante un alerce.

Sólo (sólo) hay que colocar los recuerdos en su sitio...

La canción de Barricada:


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viernes, 2 de junio de 2006

Vuelvo volviendo

Vuelvo de donde vengo.
Y vuelvo a ver mi casa que lo fue; quieta, dolorosa y aquejada de males insondables.
Vuelvo a echarle un vistazo, a pasear por sus oscuros pasillos con las manos en la espalda, indolente, diciéndole y diciéndome "qué oscuro está todo". Recorro una a una las estancias dormidas en un alarde de falso coraje, torero, desafiante con el recuerdo.
Pretendo, sarcástico, susurrarle a las paredes lo mucho que me alegro por no estar ya enconsertado entre ellas. Burlón dibujo mi sonrisa.
En ruinas te compré y en ruinas te dejo.
Dios quiera que jamás tenga necesidad de cobijarme bajo tu techo agrietado y cochambroso.

jueves, 1 de junio de 2006

Regalos

Me encanta hacer regalos. Me gusta descubrir algo que sé que hará que los ojos de su destinatario se iluminen y que sus labios se curven en sonrisa, me gusta cuando se ponen nerviosos abriendo el papel, me gusta que pregunten "qué es, qué es?". Sin necesidad de fechas senyaladas en el calendario, sólo porque te apetece sacar ese gesto, esa mirada brillante. Ayer lo hice, por ejemplo, y me encantó su cara al descubrir el regalo bajo el papel.

Pero hoy quería hablar de otro regalo. Hace más de dos anyos compré un regalo para una persona a la que no podía dárselo, porque estábamos muy lejos el uno del otro, una distancia de las que no se miden en kilómetros. Con las senyales de prohibido a lo largo del camino del encuentro era imposible acercarse para darle el regalo, pero entonces pensé que encontraríamos la manera y que para cuando llegara el momento su regalo estaría esperándole, y que se alegraría de que me hubiera seguido acordando de él en la distancia.

Pero los meses pasaban y el encuentro no llegaba, y el regalo se quejaba desde la estantería. Empezó a doler verlo ahí, envuelto, unas risas que morían antes de nacer y eran sustituidas por lágrimas. Y dolió meses y meses, porque yo no podía quedármelo para mí, aunque también hubiera sido un regalo acertado, y tampoco podía dárselo a nadie porque... tenía la sensación de que era de Él, que tenía que esperarle.

Hace poco se juntaron dos cosas. Una, que los paquetes envueltos traían lágrimas demasiado a menudo. Y dos, la importante... que me encontré con una persona que merecía que la hicieran sonreír tanto como el que más, sin duda; al que también quería ver abriendo con ojos brillantes un paquete destinado a él; que el regalo le venía como anillo al dedo y que además podíamos disfrutarlo juntos, entre amigos, y volver a convertir en risas lo que tanto tiempo habían sido lágrimas.

Y se lo di. Él cree que ha recibido un regalo que era de otro, pero no sabe que lo hizo suyo porque su risa es oro, y por tantas cosas que no caben en un post. Y tampoco sabe que la que tendría que dar las gracias por el regalo soy yo, porque si su risa es valiosa, cuando salta entre el eco de los amigos que nos reunimos en su salón yo misma me sorprendo riendo por encima de la melancolía. Y eso tiene mucho más valor que el regalo que yo haya podido hacerle... que ahora parece que siempre haya sido suyo, porque hoy tiene más razones para ser su verdadero duenyo que el destinatario original.

(Y no hay rencor con su primer duenyo, en absoluto, pero cuando nos reencontremos, en ese futuro lo suficientemente lejano como para sentirlo siempre demasiado, ya habrá tiempo de nuevos regalos, sin lágrimas, sin promesas de eterna espera...)

Regalos

Me encanta hacer regalos. Me gusta descubrir algo que sé que hará que los ojos de su destinatario se iluminen y que sus labios se curven en sonrisa, me gusta cuando se ponen nerviosos abriendo el papel, me gusta que pregunten "qué es, qué es?". Sin necesidad de fechas senyaladas en el calendario, sólo porque te apetece sacar ese gesto, esa mirada brillante. Ayer lo hice, por ejemplo, y me encantó su cara al descubrir el regalo bajo el papel.

Pero hoy quería hablar de otro regalo. Hace más de dos anyos compré un regalo para una persona a la que no podía dárselo, porque estábamos muy lejos el uno del otro, una distancia de las que no se miden en kilómetros. Con las senyales de prohibido a lo largo del camino del encuentro era imposible acercarse para darle el regalo, pero entonces pensé que encontraríamos la manera y que para cuando llegara el momento su regalo estaría esperándole, y que se alegraría de que me hubiera seguido acordando de él en la distancia.

Pero los meses pasaban y el encuentro no llegaba, y el regalo se quejaba desde la estantería. Empezó a doler verlo ahí, envuelto, unas risas que morían antes de nacer y eran sustituidas por lágrimas. Y dolió meses y meses, porque yo no podía quedármelo para mí, aunque también hubiera sido un regalo acertado, y tampoco podía dárselo a nadie porque... tenía la sensación de que era de Él, que tenía que esperarle.

Hace poco se juntaron dos cosas. Una, que los paquetes envueltos traían lágrimas demasiado a menudo. Y dos, la importante... que me encontré con una persona que merecía que la hicieran sonreír tanto como el que más, sin duda; al que también quería ver abriendo con ojos brillantes un paquete destinado a él; que el regalo le venía como anillo al dedo y que además podíamos disfrutarlo juntos, entre amigos, y volver a convertir en risas lo que tanto tiempo habían sido lágrimas.

Y se lo di. Él cree que ha recibido un regalo que era de otro, pero no sabe que lo hizo suyo porque su risa es oro, y por tantas cosas que no caben en un post. Y tampoco sabe que la que tendría que dar las gracias por el regalo soy yo, porque si su risa es valiosa, cuando salta entre el eco de los amigos que nos reunimos en su salón yo misma me sorprendo riendo por encima de la melancolía. Y eso tiene mucho más valor que el regalo que yo haya podido hacerle... que ahora parece que siempre haya sido suyo, porque hoy tiene más razones para ser su verdadero duenyo que el destinatario original.

(Y no hay rencor con su primer duenyo, en absoluto, pero cuando nos reencontremos, en ese futuro lo suficientemente lejano como para sentirlo siempre demasiado, ya habrá tiempo de nuevos regalos, sin lágrimas, sin promesas de eterna espera...)