miércoles, 16 de mayo de 2007

Historias de la Plaza de Armas

Fruto de mis clases de manualidades y de largas noches insomnes he producido gran cantidad de trabajos de bisutería que ahora me dedico a vender cerca de la Plaza de Armas.
En esta zona se concentran (nos concentramos) una rica variedad de personajes, fauna urbana, que sobre retales de colores exponen (exponemos) distintos tipos de productos para vender.
Mi preferida es, sin lugar a dudas la Sra. Teresa, mi vecina.
La Sra. Teresa vende bufandas y cinturones junto a mi puestecillo de abaloríos de fantasía.
Me cuenta las vicisitudes del negocio: qué hora es la más conveniente para las ventas, en qué días se concentran más consumidores...Pero lo que más le gusta es atormentarme con las historias de lo que puede ocurrir si vienen los carabineros.
Me mira con sus ojillos brillantes y mientras se retuerce las manos, como una ardilla, me cuenta los elevados precios de las multas, la forma brusca en la que te agarran para llevarte a comisaría, que la mayoría de veces te acaban sorprendiendo porque van vestidos de paisanos y resulta difícil reconocerlos...Y se reserva para el final la parte que más le gusta:

- A ti, como eres bonita, te llevarían la primera al furgón - me mira por encima de sus lentes ahumadas- ¿entiendes qué quiero decir,no?
- ¡Deje de asustarme!

Y entonces, esa diminuta mujer, suelta una enorme carcajada.
Y yo, que ya no sé si estoy enfadada, atemorizada o apunto de echarme a reir también, no puedo dejar de preguntarme cómo puede caber tanta voz y tanta mala leche en un cuerpo tan pequeño.

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