domingo, 27 de febrero de 2005

Cómo puedes decir eso (I)

Ha sido una buena semana. Podríamos matizar, claro, siempre se puede... pero lo vamos a dejar ahí, en que, con matices, ha sido una buena semana. Seguramente la mejor desde Navidades.

Y tengo sensaciones contradictorias. La normal, sana, cuerda, juiciosa y sensata ella: mira qué bien, qué agradable, qué-gonito-qué-alboroto-otro-perrito-piloto. Y la -oh, terror- anormal, insensata, loca, injusta y no por ello menos real -aunque sí mucho más callada-: pues no es lo que quiero.

Cómo puedes decir eso?

Cosas de la vida, van a ser. Estoy convencida de demasiadas cosas sobre mi no-futuro como para empezar a tener buenos momentos. Sé cómo soy, conozco de memoria cada recodo de mi particular montanya rusa, y no quiero subir para volver a bajar, a ir a trompicones haciendo loopings que te ponen cabeza abajo, que te hacen chillar y encontrarte con el estómago revuelto preguntándote por qué subiste. No. Ya he pasado todo eso, y mire, decidí que quiero bajar de la atracción. Que ya sé que es muy atractiva y popular, eso de la montanya rusa de la vida, toda sensaciones, mire usted qué bien... pero casi que con su pan se la coman.

Así que no me pilla del mejor humor para tener buenas semanas. Y no sé si son lo que quiero o no. A o mejor ahora ya sí tienen razón las voces-ecos que resuenan con la eterna cancioncilla del "pondetuparteeeeeeeeeelalalalalaaaaaaaaaaa", y hemos llegado al punto de que lo mismo ya no queremos estar bien.

Es lo que tiene sufrir demasiado, que puedes perderte en ese sufrir.

Cómo puedes decir eso.

No, si yo no digo nada. Lo escribo en un blog de Internet, pero no se preocupe, no digo nada, no sea que vayan a escandalizarse por ahí. Una es una ninya buena.

(Escuchando "El roce de tu piel", de Revólver)

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