domingo, 20 de febrero de 2005

Mundo de Caníbales

He oído cientos de veces la frase-tópico de que el tiempo pone a la gente en su lugar. Y hay otra parecida, de que quien siembra vientos, recoge tempestades (de la que podríamos deducir que uno recoge lo que va sembrando).

Solía creerlas. Y tenía también cierta tendencia a confiar en la gente hasta que ésta demostrara que no era digna de esa confianza. Y creía en más cosas... en el derecho a las segundas -y hasta terceras y cuartas- oportunidades, en la capacidad de la gente para aprender de sus errores, en una especie de buena voluntad en los demás que se acaba sólo cuando se está demasiado enfermo, o se han recibido demasiados palos.

Todo eso se desmorona -lo que convierte el mundo en un lugar bastante inhóspito, todo hay que decirlo-. Hoy estoy bastante segura de que...

  • hay gente MALA. Sencillamente mala. Que a lo mejor tienen su historia detrás, y seguramente no estén bien, y oh cuántas cosas... pero es que además son Malos, mala gente, en sí.
  • los buenos no ganan siempre. De hecho, ganan pocas veces, por el simple hecho de que es más fácil ganar entre enganyos, trampas, zancadillas.
  • hay demasiada gente que entiende la vida como competición, como "yo gano, tú pierdes". Y es que además, sólo ganan si otro pierde, porque en eso reside gran parte de lo que ellos viven como victoria.
  • el tiempo no hace justicia. Será que no siempre tiene tiempo de poner a los demás en su lugar. No. He conocido a alguna persona más que valiosa -de la que tendré que hablar en algún momento, porque lo vale, porque la gente sigue viva mientras hablemos de ellos, mientras les recordemos-, a la que el tiempo, simplemente, se le escapó. Antes de que le hubiera devuelto lo bueno que él nos había entregado a los demás. Antes de tiempo. Tiempo esquivo. Y de la misma manera, hay gente mala, podrida... a la que el tiempo no se la juega, a la que el tiempo trata suave y con sol.
Vivimos en un mundo de caníbales. Demasiada gente hambrienta, demasiada gente que se alimenta de otros, que va dando mordiscos aquí y allá porque no saben nutrirse y crecer de otra manera. Y vivimos en un mundo en el que eso es la norma, se acepta como si tal cosa, hasta acaba premiándose llegado el momento.

El mundo está lleno de caníbales a los que les gotea la sangre de la comisura de los labios, el último mordisco aún fresco... y llevan colgados del cuello sus victorias, sus trofeos, contados por decenas. Y entre las sombras, hay gente intentando curar sus heridas, sus mordiscos sangrantes, sin entender por qué son ellos los qe se ven privados de luz, y asumiendo que no, el tiempo no pone a la gente en su lugar, y no, uno no recoge lo que ha ido sembrando.

(Escuchando "Eternal Flame", de The Bangles)

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