sábado, 28 de enero de 2006

Estatua de sal

Estatua de arena

Dicen en la aldea
que esa roca blanca es Ana,

cubierta de sal y de coral
espera en la playa.
No esperes más, ninya de piedra,
Miguel no va a volver...

El otro día, después de una conversación agradable, estuve dándole más vueltas a lo que habíamos hablado. Pensaba cómo a veces sólo nos fijamos en aquello que no podemos tener, porque fijarnos en lo que sí está a nuestro alcance supondría riesgos, miedos, sensaciones que no queremos afrontar. Nos quedamos acariciando con ternura el NO que ya tenemos en vez de lanzarnos a buscar posibles síes allá en la espesura de lo desconocido.

Mi manera de hacerlo es quedarme anclada en el pasado, hacer de él y de mis recuerdos mi mejor refugio. Convertirme en roca que espera eternamente en la playa, ninya de piedra cubierta de coral. Viviendo más en el pasado que en el hoy, un presente frío que no me gusta demasiado me pasa más desapercibido. Perdiendo toda posibilidad de construir un futuro más cálido, porque tendría que hacerlo desde un presente en el que en realidad no estoy, no quiero, no sé estar.

Decía Paul Watzlawick en uno de sus libros que aferrarse al pasado no deja tiempo para ocuparse del presente. En sus propias palabras...
Otra ventaja de aferrarse al pasado está en que no deja tiempo de ocuparse del presente. Si esto se hiciese, podría suceder muy bien que uno, por pura casualidad, en un viraje de 90 o hasta 180 grados de su ángulo visual, tuviese que comprobar que el presente no sólo le ofrece contrariedades suplementarias, sino también alguna que otra contra-contrariedad; no hablemos de muchas novedades que podrían hacer tambalear nuestro pesimismo adoptado una vez para siempre. En este punto, contemplamos con admiración a nuestra maestra ejemplar de la Biblia, la mujer de Lot —usted lo recuerda, ¿verdad?—. El ángel dijo a Lot y a su familia: «Escapa, por tu vida. No mires atrás, ni te detengas en toda la llanura...» Pero su mujer «miró atrás y se convirtió en estatua de sal» (Gen. 19, 17.26) [Paul Watzlawick - El arte de amargarse la vida]
Como la mujer de Lot, paradigma de la melancolía y la nostalgia, las ganas de volver la vista atrás siempre son muchas, aun sabiendo que corres el riesgo de paralizarte en ese gesto, mirada atrapada en el pasado, llevándote contigo.

Cuando llevas tiempo esperando algo que no llega... también te acostumbras. Da miedo esperar otras cosas, porque con ellas llegaría de nuevo la incertidumbre. Siendo ninya de arena en la playa has acabado entablando cierta amistad con la marea que viene, te moja, se va. Siendo mujer convertida en estatua de sal no notas que tus lágrimas también son saladas.

Los recuerdos son tu arma, lo has dicho muchas veces. Los recuerdos, tu pasado, es lo que te define. No quieres perderlo, no quieres perderte. Es sólo que a veces te preguntas si, cuidando tanto de que no se vaya quien fuiste, estarás dejando escapar a quien podrías llegar a ser.

[La imagen que encabeza el post está sacada de la Galería de Esculturas de Arena, a la que puedes acceder AQUÍ. El primer párrafo es una estrofa de la canción "Naturaleza Muerta", de Mecano. Y si quieres echarle un ojo al libro "El arte de amargarse la vida" de Watzlawick, lo tienes en PDF haciendo click en su título]

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