lunes, 3 de julio de 2006

Libros subrayados

Hace poco he recuperado un libro que había prestado tiempo atrás y que, la verdad, no esperaba ver devuelto. Hay algunos libros que no me importa que no me devuelvan, simplemente me los vuelvo a comprar... incluso hay algunos que ni siquiera pedí una vez prestado, porque me parecen tan buenos que creo que está bien que se los queden, es un hogar más que encuentran, y yo ya me lo compraré de nuevo.

Pero también hay libros que casi nunca dejo, porque están muy personalizados... libros que además de contar su propia historia cuentan un poco de la mía, porque están subrayados y anotados. Ya sé que hay gente que jamás subrayaría un libro, pero yo suelo hacerlo con cierta frecuencia: escribo en los márgenes, subrayo aquello con lo que me identifico, lo hago un poco mío. Y esos sólo los presto avisando de que están así y a gente que considero muy cercana, porque es una forma de desnudarme un poco delante de ellos.

El libro que me han devuelto es uno de esos que he hecho muy míos. El lobo estepario, de Herman Hesse. Me lo recomendó una buena amiga hace tiempo, ella se había visto muy reflejada en muchas cosas, y cuando lo leí no me extranyó encontrarme yo también en múltiples párrafos, al fin y al cabo esta amiga y yo tenemos muchísimas cosas en común, y la recomendación fue todo un acierto.

Quería dejar aquí algún fragmento del libro, y me cuesta bastante decidirme por uno solo entre tantas palabras que vale la pena leer, entre tanto como subrayé en su día. Pero voy a escoger éste:
Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante también a otras personas.
Y lo escojo, supongo, porque habla de esa intensidad que siento tan propia. Sufrir con intensidad pero brillar con más intensidad aún cuando la balanza se gira, aunque sean unos instantes, unos momentos que tendrán fin en el calendario, quizás en el mismo reloj, sólo unos minutos más allá. Pero mientras dura, brillar, saber que tienes esa capacidad de elevarte más allá de ti y reír en cascada, ojos sonrientes, ingenio veloz, ironía que vuela...

...y que haya quien es capaz de ver eso en ti, el brillo más allá del gris del que te cubres tantas veces.

(Ya está en la estantería, al lado de otros dos libros subrayados también... :-)

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