martes, 21 de febrero de 2006

Como Ártax en el pantano

Tristeza

A veces no hay angustia, controlas el aire que entra y sale sin huidas, sin esconderse; a veces no hay tormenta, sacudidas, miedo y danyo, ni cuerpo que tiembla en la noche, asustado.

A veces no hace falta. A veces es distinto.

Sólo es la tristeza que, como ayer, como manyana, se instala dentro de nuevo. Que desde su hogar dulce hogar, te roba la sonrisa y convierte tus intentos en muecas. Sólo es la pesadez, el suspiro. La arena que se derrama alrededor tuyo sin que te des cuenta a tiempo de la amenaza que representa -son sólo granos de arena-, atrapados después tus pies, tu cuerpo entero inmovilizado más tarde, sin salida, como el caballo de Atreyu en un pantano que anega tus ojos.

Y como Ártax atrapado en el pantano, apenas haces movimientos para salir. Quizá al principio sí, recuperes esa canción que usas como escudo, o busques una sonrisa ajena con la que poder rescatar la tuya, en reflejo. Pero sólo al principio. Poco a poco la tristeza te va superando, y para cuando el nivel del pantano te llega al pecho (no tienes la culpa de ser chiquita ni de que Ella sea grande) ya apenas te mueves, te resignas, te abandonas.

Cuando te pesa tanto, cuando te pesas así, ni siquiera buscas companyía, ni siquiera pides un abrazo, porque casi te da igual, estás demasiado dentro de ti y las palabras se oyen desde muy lejos, los abrazos sólo tocan tu piel sin tocarte a ti. Olvidas los números de teléfono. No encuentras el volumen de los altavoces. Dejas de buscarlo.

Y te enroscas como un caracol en su concha, sin saber si esperar que llegue el Sol al que sacar los cuernos o si cerrar los ojos para no verlo si aparece. Te acabas durmiendo acurrucada horas después de acostarte. Y apenas te das cuenta, pero para cuando llega el suenyo ya sí que han venido a verte las lágrimas que se resistían a fluir, y tienes la cara húmeda, llorando en silencio. Otra vez. Como ayer, como manyana.

A veces no hay dramas, ni grandes batallas entre todos los Tú que te habitan, ni descontrol ni peligro. No hace falta. Es sólo que a veces no eres más que tristeza. Y pesa(s) tanto...

[La imagen que encabeza el post está sacada de la Galería "Tears" de Carolyn Sandstrom] [Ya tengo enyes, pero, siguiendo una lógica muy particular, me pone (aún más) triste usarlas, así que lo he dejado para otro día/mes/anyo]

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