domingo, 19 de febrero de 2006

De ladrones, cielos e infiernos

Mientras esta muchacha pasaba un fin de semana delicioso en tierras valencianas, en la capital del reino otro grupo de gente se daba al alcohol. En la noche de conversaciones, entre copa y copa surgió un reto: un relato a partir de una idea propuesta en el momento. Y Terminus recogió el testigo, pero pensó que sería mejor idea implicar a más gente: le pasó el reto a Dark. El ninyo dulce cumplió su parte y pensó que por qué no enmarronar también a la pobre Gacela, que, aclaremos, ni pasaba por allí, ni tuvo parte en la conversación alcohólica de esa noche, ni estaba siquiera en la misma ciudad la noche de autos, ni escribe relatos en su blog, ni nada de nada de nada. Pero ya se sabe, de injusticias está el mundo lleno... y que todas sean como ésta.

Así que nada, aquí va. Cambia el estilo, porque no sé si se han dado cuenta pero yo es que siempre escribo igual :-) Pero vamos, que he hecho lo que he podido. Los que no lo hayáis leído antes, supongo que deberíais remontaros al principio, tres posts en uno:

PATCHWORK DE MANDAOS (título cortesía del ninyo rubio)

1) Al ladrón le robaron...
2) Ladrón robado

Parte III

Estatua del Angel Caido, en el Retiro - Madrid

Se sintió desnudo, claro, desprotegido, por supuesto, coraza perdida en dos palabras. Tartamudeó, se volvió chiquito, ninyo perdido sacado del país de Nunca Jamás. Y aún así, sin saber cómo, sin saber quién encontraba las palabras por él, consiguió hablar, construyó una conversación, se sorprendió unos minutos mas tarde con el auricular ya mudo en la mano y un encuentro programado.

Tuvo miedo, claro, mar de dudas, por supuesto. Pero tampoco podía hacer ninguna otra cosa que acudir al lugar establecido, y esperar. Y asumir que la pelota no estaba en su tejado, que tendría que funcionar dejando de lado su desesperante necesidad de control, la misma que seguramente le había llevado a ser el mejor en lo suyo, el ladrón nunca sorprendido, dedos invisibles metiéndose en vidas ajenas sin pedir permiso, como hoy lo hacían con la suya.

Pero ningún nunca dura eternamente (ni ningún siempre, sólo son ilusiones de permanencia). Esta vez no controlaría, no sería duenyo de la situación. Iría preguntándose por qué ella sabía cosas de él que no había elegido compartir, iría sabiendo que esta vez ella escribía el guión. Podía ser su perdición, pero también podía salvarse.

Y ahí está nuestro hombre. De pie al lado de la estatua del Retiro, preguntándose si habrá Demonios Alzados que encuentran el camino al cielo, a la inversa del Ángel Caído representado en la estatua. Sin saber si él es más ángel o demonio, si va camino del cielo o el infierno, qué deja atrás, qué camino se abre frente a él. Sin acostumbrarse a la falta de control que está presidiendo su vida. Confuso, claro, perdido, por supuesto. Pero sin arrepentirse del todo de haberle permitido a aquella mujer entrar en su vida, todo ironía, él quería robar su cartera y ella le arrebata el timón.

Pero basta de divagaciones. Ella se acerca por el camino. Él respira hondo, reprende a un corazón que se acelera sin sentido. Y no habrá timón, pero este barco no va a naufragar. No todavía.

(Esto es lo que hay... Caballero Pezhammer, todo indica que es usted el siguiente. Me disculparía si lo sintiera lo más mínimo, en serio)

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