lunes, 10 de noviembre de 2008

Aeropuertos

Me gustan los aeropuertos, las estaciones de tren, hasta las de autobús si me apuras. Me gustan porque los considero lugar de encuentro, y porque muchas veces he vivido esa sensación de sonreír al ver aparecer la cara esperada entre tantas desconocidas, sonrisa multiplicada también en sus labios. Y algunas veces me ha tocado ser la persona en el otro lado, la que descendía del avión, maleta en mano (si puedo saltarme el facturar, me lo salto, prefiero llevarla conmigo en el viaje y no soy de las que mete cosas y más cosas y necesita espacio y más espacio), y se encontraba con alguien expectante tras la puerta.

Quizá porque soy capaz de seleccionar y quedarme con las sensaciones que me hacen sonreír, más que con las que me entristecen, en mis aeropuertos siempre han pesado más los reencuentros que las despedidas. Ese abrazo que anticipa el tiempo que se va a volver a compartir, más que el que antecede a la ausencia.

Hoy es una de esas tardes. Dentro de una hora, saldré al aeropuerto a recogerte. Esperaré con un libro a que el avión que te trae de tierras lejanas y cálidas aterrice, esperaré paciente mientras busco en las pantallas el número de vuelo y me sitúo en la puerta por la que saldrás, y seguiré esperando mientras recoges tu maleta y cruzas la salida. Y sé que se me curvarán los labios en sonrisa al verte aparecer, aunque la ausencia haya sido de apenas dos semanas y haya pasado rápidamente.

Y así, anyadiré otro reencuentro a la lista de por qué me gustan los aeropuertos, las estaciones de tren, las de autobús si me apuras...

[La imagen que encabeza este post es Aterrizando en el arco iris, de la galería que alfonstr tiene en Flickr.]

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