jueves, 6 de noviembre de 2008

Rescatando la Historia: retazos del álbum familiar

El hermano de mi abuelo fue encarcelado tras la guerra civil, como tantos otros cuya ideología poco afín al régimen franquista les hacía objetivo de la represión de la dictadura. Fue condenado a muerte y, posteriormente, su pena se le conmutó por cadena perpetua. En un traslado de cárcel a cárcel, consiguió escapar y huyó hacia el exilio, a Francia, cruzando a pie los Pirineos por el lado del País Vasco, cerca de Hendaya. Una vez en el país vecino, se dirigió a Toulouse, donde empezaban a reunirse los socialistas exiliados, y tiempo más tarde, acabó en París, donde el partido se haría con un pequenyo local desde donde se editaría "El Socialista". Allí unió trabajo e ideas.

Alquiló una habitación en un edificio, y poco a poco trabó amistad con la portera del mismo, una guapa mujer ("una sexy francesita", diría él) que estaba casada con un borracho maltratador con el que tenía tres hijos pequenyos. De la amistad acabaron pasando a sentir algo más, y finalmente tomaron la decisión de empezar una relación, y de echar al marido violento de la casa. Así, el hermano de mi abuelo se instaló en la portería junto a la chica de la que se había enamorado, haciéndose entre los dos cargo de sus hijos, que le querrían como a un padre, ya que vivieron con él ejerciendo como tal casi toda su vida. El mayor de los hijos -que tampoco era muy mayor- decidió seguir manteniendo relación con su padre biológico además de la que mantenía con mi tío abuelo, los otros dos ninyos ni siquiera se interesaron demasiado por mantenerla, al fin y al cabo, su padre biológico no se había comportado nunca como un verdadero padre, y tampoco tenían demasiados recuerdos de él.

Así, el hermano de mi abuelo encontró una nueva vida en el país que le había acogido como exiliado: un trabajo donde podía expresar sus ideas y pelear por las causas en las que seguía creyendo, una mujer con la que compartir su vida y unos hijos que le querían como si siempre hubiera sido su padre. Mientras, en Espanya quedaba su hermano, mi abuelo, también perseguido por sus ideas políticas, y mi abuela, que también pasó una temporada en la cárcel.

Ya entrada en anyos la dictadura, los dos hermanos extranyaban verse, pero el encuentro seguía siendo imposible. Mi abuelo no podía viajar fuera del país, ya que le había sido retirado el pasaporte, y su hermano no podía entrar en Espanya, ya que sobre él seguía pendiendo la condena de cadena perpetua. Pasaron anyos hasta que ese encuentro pudo tener lugar, a principios de los sesenta. A mi abuelo por fin le dieron el pasaporte que le permitía salir del país, y viajó a Francia acompanyado de su mujer, mi abuela, y sus dos hijas, mi madre y mi tía.

Entonces, al viajar a Francia se tomaba un tren que llegaba a la frontera, allí te bajabas y te revisaban todos los papeles, y luego tomabas un segundo tren que te adentraba en territorio francés. Cuando se bajaron del primer tren y empezaron a andar hacia el lado francés de la frontera, mi abuelo vio a su hermano, que esperaba del otro lado (había venido a buscarles, seguramente tras 25 anyos de espera, no quería retrasar más el reencuentro), y entonces alzó el punyo y empezó a dar vivas al socialismo, a la República, a todo... mientras mi abuela apresuraba el paso con las ninyas y decía "pero cállate, que aún no hemos cruzado y nos van a detener!!".

No les detuvieron esta vez, y los hermanos pudieron encontrarse ya en el lado francés, abrazarse emocionados, y ya juntos, lanzarse ambos a dar vivas al socialismo, a la República, a la libertad... y más tarde, coger el tren hacia París, para reunirse con el resto de la familia.

Después de éste habría más encuentros, más viajes a Francia, de donde además siempre volverían con algo de propaganda, con periódicos socialistas metidos dentro de la munyeca que llevaba consigo mi madre... pero además volverían llenos de esperanza de una sociedad más libre, más justa.

A la muerte de Franco, el hermano de mi abuelo vino a Espanya alguna vez, de vacaciones, con su familia, pero ya su casa, su trabajo, su corazón y su vida estaban al otro lado de los Pirineos, y allí es donde moriría anyos después, sin llegar a ser anciano, tras sufrir una embolia que ensombreció los últimos meses de su vida.

Tras su muerte, mi familia siguió manteniendo contacto con su mujer y sus hijos. Mi abuela escribía regularmente a la mujer de mi tío abuelo (se habían casado siendo ya viejitos) y también recibía cartas suyas en una mezcla de espanyol y francés. Mi madre muy de vez en cuando hablaba también con sus hijos, ya padres a su vez (y ahora hasta abuelos).

Y si cuento todo esto hoy es porque este fin de semana, cuando mi abuela ya había preparado una nueva carta que enviar a Francia, nos llegó la noticia de que ella, la mujer que enamoró al hermano de mi abuelo, la que había sido una sexy francesita, la de la sonrisa fácil... había fallecido. La verdad es que yo no he llegado a tener nunca relación con ella, ni siquiera en dos viajes que hice a París -aunque ya no vivían en la capital, sino en un pueblito cercano-, pero ayer quise que mi madre me contara de nuevo la historia, su historia, la del hermano de mi abuelo y su mujer francesa. Porque me da pena que cuando la gente nos deja, olvidamos su historia, y con ella, nuestro pasado (seguro que además su historia es similar a la de tantos exiliados). Y por eso quería rescatarlo y dejarlo aquí plasmado. Para que no se lo lleve el viento. Para poder leerlo y recordarles. Porque mientras nos quede el recuerdo, la gente no muere del todo...

[La foto que encabeza este post es de Robert Capa, puedes encontrar información sobre él haciendo click en su nombre]

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