viernes, 29 de mayo de 2009

Adiós a un maestro

Hace ya unos cuantos días que nos dejó el poeta que más hondo me ha calado, Mario Benedetti. Poeta de lo cotidiano, del amor, del compromiso ideológico y personal. No he tenido tiempo hasta hoy para hacerle un hueco en el blog (aunque ya se lo había hecho posts atrás, cuando todavía vivía), y despedirme de él. Aunque no es del todo un adiós, porque sus palabras seguirán abriéndose paso, ensenyándome, ensenyándonos.

Me quedo con uno de sus poemas, el que lleva por título "Defensa de la alegría", recordando que, como se dice en él, hay que defender la alegría de las ausencias transitorias y las definitivas. Y recordando también que Benedetti, aunque ahora un poco más lejos, no se ha ido del todo, por muy tópico que suene.

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría

(Mario Benedetti)

No hay comentarios:

Publicar un comentario