miércoles, 13 de mayo de 2009

Donde viven las palomas


Terry ha vuelto a subir a la azotea. Le encanta. Allí arriba, al cobijo de un cielo roto por el humo de las acererías, disfruta como un crío columpiándose en el murmullo ronco de las sirenas de los mercantes que van y vienen por aquel mar industrial, y dejándose vencer más tarde por ese tono de nana que tiene el sencillo arrullo de las palomas.
Y es que abajo, entre los sucios rincones que configuran ese herrumbroso muelle que hiere de hambre y mata de indignidad, hombres muy parecidos a él, viven sometidos a la silenciosa mezquindad del día a día. Cada vez que desciende, por ejemplo, a Terry se le mueren los sueños antes de nacer, ha de cambiar favores por puñetazos, y vive constantemente arrepentido por haber tenido que jugar alguna que otra vez al juego de las traiciones.
También es cierto, que fue allí abajo donde conoció a Edie. Todo hay que decirlo.
Si pudiera, Terry sólo bajaría de las azoteas para pasear de la mano de Edie. En su compañía se siente tan bien, como cuando está allí arriba haciendo volar a las palomas. La observa con embeleso mientras anda, se enreda entre sus mechones a la más mínima, y se ruboriza infantil cuando los ojos de Edie le miran. Junto a ella es capaz, incluso, de romper a gritos el silencio que exigen quienes siempre piden cosas a cambio.
Terry, hombre duro y silencioso, necesita mucha ternura si quiere aprender a vivir a ras del suelo. Y Edie es todo ternura.

* Este relato se hubiera podido titular "El sitio de (su) recreo". Descanse en Paz, A.V.

On the Waterfront.- 1954.- Elia Kazan

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